Esmeralda
Me levanto sintiendo un gran vacío en mi interior, escucho que llaman a la puerta, son mis colegas que viene a avisarme que todo está listo, pido un momento para darme un baño y luego vestirme, tomó el cuadro con la fotografía de tía Gloria, dejo un beso en el pequeño altar que tengo con la foto de mi difunta abuela y salgo de la habitación.
Hace poco se cumplieron dos años desde mi llegada hasta este lugar, y a su vez, perdí a la segunda persona que me acompañaba, sentir que con partida de tía Gloria había quedado totalmente sola, era una mentira, pero sí decir que me sentía sola se quedaba corta con el gran sentimiento que cargaba en ese momento.
Suspiré cuando vi en la entrada del pequeño departamento que rentaba a varias señoras y chicas con las que trabajaba, ellas eran mi única compañía, todas se acercaban a darme su pésame para luego salir de allí y encaminarnos hasta el cementerio en el que sepultará a la mujer que me enseñó muchas cosas, a quien debo agradecer estar donde estoy ahora, no tan perdida como estaba antes.
La ceremonia se llevó a cabo y poco a poco fui recibiendo el pésame de toda la gente que asistió, pronto me quedé sola viendo como los encargados tapaban el féretro con tierra, no era muy creyente, pero en memoria de mi tía rece, rece por su alma, por el bonito reencuentro que tendría con mi abuela para tomarse el descanso que realmente se merecían.
Mis lágrimas se asomaron, como desearía haberles podido ofrecer esa paz en vida, como me hubiese gustado poder hacer más por ellas cuando estaban a mi lado. Di las gracias a los trabajadores y les entregué algo de dinero, ellos fueron los últimos que retiraron, fueron quienes me dejaron en soledad con mis pensamientos, con mis metas silenciosas, con mis pesares.
— Están descansando – dijo una voz a mis espaldas y mientras limpiaba mis lágrimas, mientras ella avanzaba hasta mí – no te lamente niña, ellas están juntas y descansando – me sorprendía verla en aquel lúgubre lugar.
— Madame Gema – me levanté y me acerqué a saludarla, ella me dio un cariñoso abrazo y me entregó un arreglo floral – gracias, no era necesario que viniera hasta aquí – negó con la cabeza.
— Por supuesto que debía venir, Gloria era más que una simple empleada, ella era una amiga fiel – sonreí – nunca las traté como empleadas, tú sabes cómo es esta vida, las personas van y viene, más aún si tienes dinero, pero cuando caes en desgracia son pocas las personas que se mantienen a tu lado, y tus dos guardadoras tenían esos modos – sus palabras realmente me consolaban – ellas te hacían sentir en familia – asentí.
— Ellas siempre fueron únicas, sin las dos no sabría decirle en dónde estaría yo – solté un suspiro y me permite ser vulnerable por un minuto. — sin ellas me siento incompleta, el vacío que dejó mi abuela lo complementa la partida de tía Gloria.
— Te puedo entender – tomo mi mano y se me quedó viendo – hubo un momento en mi vida en el que me sentí como tú, vacía, sin saber qué hacer, sin nadie más que mi propia soledad, pero no es lo peor – asentí – créeme, no es lo peor que puede pasar.
Nos quedamos allí un momento, afirmadas en un mausoleo, observando cómo la gente iba y venía, creo que ella estaba tan perdida como yo. Mientras que yo, yo solo me replanteaba las cosas ¿Qué haría? ¿Dónde iría ahora? Mis ahorros no son suficientes para irme a NY, esa es mi meta, el trabajo ya no será lo mismo, por lo menos tengo uno y volver a México jamás, repito jamás, será una opción.
En los dos años que llevo en este país, me es suficiente saber que, sin un ahorro necesario o un trabajo estable, en poco tiempo terminaré en la calle, sin nada más que hacer que vivir de las limosnas, o practicar otro tipo de profesión, pero tía Gloria siempre dijo que no tenía la paciencia suficiente para ser acompañante, me carcajee llamando la atención de mi compañera.
Pocos minutos después de mi arrebato caminábamos hacia la salida del lugar, un hombre me detuvo para que finiquitara un par de problemas y Madame Gema se ofreció a esperarme, ella fue quien me regreso al lugar en donde vivía, allí nos despedimos, ella me pidió que la visitara en estos días para hablar del trabajo que seguiría haciendo en su local, pero también me aconsejo tomarme unos días para descansar.
— Toma – dijo, dándome un colorido folleto – sé que no es el momento, sé que te sientes en un agujero del que no se sale fácilmente, pero esto – afirmó, tomando mi mano y dejando el papel – puede darte la oportunidad que estabas esperando – asentí y me volví a despedir de la mujer.
Apenas entre en la casa, deje todo sobre la mesa y me fui a mi habitación, tenía un permiso de una semana y simplemente me dedicaría a existir, aunque eso no fuera lo que quisiera en este momento, cerré los ojos y me obligue a descansar, me obligue a no llorar como lo había hecho días anteriores.
En los días venideros me dediqué a hacer lo que tía Gloria había pedido, done su ropa, exceptuando algunos recuerdos que llevaría conmigo, así como hacía con la pequeña caja que guardaba de mi abuela, solté un aire cuando termine, estaba cansada, el pequeño apartamento que en un momento comenzó a hacérsenos pequeño a las tres, ahora era muy grande para mí.
El domingo, muy temprano por la mañana, mi jefe me llamó, necesitaba con urgencia una cocinera para un trabajo especial, era dinero que no podía dejar pasar, después de todo lo único que me habían dejado, había servido para los arreglos fúnebres. Rápido me di un baño y tomé mi ropa de trabajo, con un poco de tiempo salí a tomar la locomoción y antes de las 11 de la mañana ya estaba trabajando.
La cocina de esta casa era espectacular, todo muy grande, todo muy nuevo, como se notaba que nadie la ocupaba, antes de juzgar recordé que eran personas que me estaban dando trabajo por un día, agradecí en silencio y me coloqué a hacer mis tareas, se supone que esto era una fiesta de compromiso, pero luego entendí que nada era lo que parecía.
La chica era demasiado joven y el novio se lo pasaba hablando de negocios, casi no se dirigían la palabra, los guardias de seguridad estaban metidos en todas partes, llegaba a dar escalofríos todo, no había emoción, no había paz o tranquilidad, había asistido a otros eventos de este estilo, pero en este no se respiraba romance o siquiera una pisca de amor.
— Todo está listo – informo por radio, admiro lo bien preparado que me quedó todo, tomo algunas fotografías y pronto las meseras comenzaron a llevarse las bandejas, cuando la última salió, saque mi traje de chef y tome mis cosas.
— ¡He, tú! – un hombre fornido, de rostro duro y demasiado estirado para mi gusto - ¡ve y busca a la chica! – tiró de mi brazo y demandó.
— Disculpe, solo soy chef – alegue, pero insistió y sin nada que hacer me deje guiar.
Toqué un par de veces a la puerta, pero pronto llegué y entré, busqué en todas partes, pero un murmullo me hizo saber en dónde estaba la mujer, cuando entré al vestidor vi a una chica rubia, sentada en el suelo, cubriendo con maquillaje parte de su brazo, podía adivinar lo que le había sucedido.
— ¿Quién eres tú? – preguntó enseguida.
— Soy la chef, un hombre me guio hasta aquí, dijo que él no podía entrar a este cuarto – ella asintió y sin darme la cara la vi limpiar sus mejillas y salir del vestidor, caminar hasta la puerta y abrirla.
— ¿Quieres que me presente así? – pregunto ruda - ¿quieres que todo el mundo se entere de quién eres en verdad? – el hombre la empujó y yo retrocedí un paso.
— Arréglate, te espero abajo para el brindis – ordenó, para luego acomodar su saco y marcharse.
— Puedes retirarte – dijo algo apenada – gracias – susurro – cerré los ojos y caminé directo hacia la puerta.
Volví la vista, la chica estaba con la mirada en el piso, abrazaba su cuerpo sola, se veía frágil, tenía mi misma edad, uno o dos años mayor, suspiré, me recordó a mí misma, hace un par de días atrás, ella, como yo, estaba sola.
— ¿Necesita ayuda? – pregunté y ella levantó la mirada en cosa de segundos – si necesitas ayuda, dime – asintió, estiró mi mano hacia ella y me quedé allí por unos segundos, analizando mi siguiente paso.
— Puedes bajar como si nada – dijo ella, yo puedo llegar sola hasta esa parte del jardín – me indico un lugar en donde las murallas eran más bajas.
— Un taxi me llevará a casa, puedes venir conmigo, allá vemos que hacemos – le sonreí y ella hizo lo mismo conmigo, mientras asentía.
Esmeralda Estaba anonadad, no creo poder resistir lo que mi ahora compañera de cuarto había resistido, ese tipo prácticamente la había marcada, solté el aire de mis pulmones y trate de dormir, cosa que se me había hecho casi imposible, de pronto vi que ella se movía, estaba peleando con alguien, sollozaba y balbuceaba, me apresure a despertarla y calmarla por unos minutos. — Es estúpido, no entiendo por qué todo persiste en mi mente – dijo después de unos minutos de silencio – solo estuve en esa casa un par de días. — Pero en tu casa viviste más de 18 años, y ellos tampoco fueron muy buenos contigo – se quedó en silencio – puede que no lo piense ahora, puede que incluso aun estés agradecida por tus padres, pero debes asumirlo – vi una lágrima brillante recorrer su mejilla – ellos te vendieron. — Y al mejor postor, lo sé – limpio rápidamente su lágrima – pero aun así es difícil – mi móvil sonó en ese preciso momento, provocando que las dos nos sobresaltáramos, me senté en la cama y
Júpiter Amato Decidí tomar vacaciones, y luego de organizar algunas cosas, tomé el avión privado de la familia y me fui junto a Venus, él no dudó en acompañarme, no sabía si era por apoyo o por simple morbo, de todos modos, se reiría, por lo que lo acepte a mi lado con gusto. Días antes me había puesto en comunicación con el abogado de mi abuela, a quien le había confesado mis ganas de casarme con una mujer que aún no conocía, pero que estaba garantizado que cumpliría las imposiciones del testamento, el hombre no se sorprendió por mi decisión, de hecho, afirmó que no sería el primero que recurre a esa subasta, era muy conocida, solo me pedía discreción, y que protegiera la cuna de mi futura esposa. Sus orígenes eran lo que más le preocupaba al hombre, no podía decirle nada, porque sí, si las personas de mi entorno supieran que la mujer con la me casaré había sido subastada, se convertiría en una paria social, solo espero que esto nos beneficie a los dos. NY estaba en pleno invierno
Esmeralda En ese momento me había invitado a un café, en la villa que se estaba quedando, claro que sabíamos a qué íbamos, pero que todo fuera tan cordial como una cita real, era una de las mejores cosas que tenía todo esto. La noche, hasta el momento había sido de ensueños, Júpiter, quien había sido mi pareja se había comportado como un caballero, habíamos congeniado de lo más bien, ninguno de los dos era muy bueno para hablar, cosa que me hacía sentir cómoda, incluso me había dejado conducir su carro, un hermoso deportivo negro de dos puertas, uno que solo había visto en imágenes. Pero estaba inquieta, su tranquilidad, su mirada sobre mí, su cuidado, y para qué decir de su atractivo, era un maldito dios, me gustaba su físico, había podido sentir sus labios y jamás me habían besado de esa forma, porque si era virgen, pero había probado besos de otros labios, pero jamás sentí que me devoraban, invitaba a pecar. Reí sin querer y él se me quedó viendo, sus ojos buscaban algún tipo de
Júpiter Amato Un escalofrío recorrió mi espalda, estaba en la gloria, me había encantado todo, sus formas, su sutil belleza y esa fuerza que era evidente, había temido por algunos momentos, había dudado de decirle o no mis planes, le había confesado que buscaba una esposa, pero al ver la cara que había puesto me pareció imposible contarle mis planes y que ella aceptara sin rechistar, solté un suspiro y me acomodo abrazándola, pocas veces me había sentido bien compartiendo mi cama con una mujer, pero esta vez la sentí y la viví diferente, ella era mi mujer, y tendría que acostumbrarme. Mil veces me pregunté qué diría mi familia, mil veces me pregunte su estaba bien lo que estaba haciendo, pero había respuestas para estas preguntas, Esmeralda era una mujer que a kilómetros se veía que era capaz de sobrevivir a un suceso como esto, incluso presentía que me perdonaría, aun así, no creía que fuera a aceptar irse conmigo de buenas a primeras, más aún si le confesaba que estábamos casados s
Esmeralda Me subo a mi carro y enciendo la calefacción, veo de lejos a mi amiga abrazarse sola, el invierno ha sido duro, demasiado duro para dos personas que lo más cercano que han visto a un invierno antes de llegar a esta ciudad fue una tarde cerca de playa con algo de viento, me carcajeo por los recuerdos, estas fechas a todas nos ponían melancólicas. El frío del viento pega en mi rostro, Dia, me pide que la espere por un mensaje de W******p, son las cinco de la mañana en NY, debemos recibir a algunos proveedores, la navidad está cerca y como en los dos años que llevamos con nuestro restobar, tenemos muchas reservaciones, la ubicación del lugar nos ha dado un éxito que nos sorprendió a todos. — Porque te estacionas tan lejos – reclamo Dia apenas subió al carro – frío hijo de su madre, cómo podemos estar a -5 grados – no le gusta ni el calor ni el frío, quien la entiende. — ¿Vamos? – pregunté y negó. — Esperemos a Vodka, venía atrás de mí, pero se le quedó su palito – las dos n
Júpiter Amato Volví como cada año, me tomé una copa en el Cesar Palace, rente la misma villa y me atore viendo algunas películas, había aprendido a hablar en español, pero que sacaba con todo esto, no la había encontrado, ni siquiera se había dado el tiempo de rechazarme, solo se marchó. Como una noche pudo haberme marcado tanto, como esa noche pudo haber grabado sus besos en mí, había estado con muchas mujeres en el último tiempo, me había encerrado a trabajar, me fui de viaje, investigué, supe cada movimiento que dio antes de esa noche, pero después, después no había nada, solo tenía una pista, una que no me sirve de nada, una licencia de conducir, una que había sacado en un condado donde nadie la conocía. Restregué mis ojos, la luz los hacía doler, llevaba dos días y dos noches encerrado en las vegas, era la tercera vez que hacía esto y mi límite eran siete días y seis noches, solté un suspiro mientras que en mis manos bailaban los anillos que le había dado, millones de veces tra
Esmeralda Azoto la puerta y me apresuro al ascensor, Vodka me acompaña y antes de salir del edificio me pasa su chaqueta, estos climas me hacen muy mal, mi hipertensión arterial me afecta de sobremanera, pero en este punto no sé si es por los hechos actuales o por el frío, suelto un suspiro cuando estoy en la camioneta, allí me derrumbo, allí analizo todo lo que recién pasó. Cierro mis ojos y trato de relajarme, de no pensar, solo relajarme, mi día ya es pesado con el trabajo y los preparativos para la navidad, pero nada resulta. — Esmeralda – llama mi compañero – el hombre – dice, mientras mantengo mis ojos cerrados. — ¿Cuál? – pregunto. — Tu esposo – abro los ojos y él me señala los ascensores, esto aún no termina, él está caminando hacia nuestro carro – creo que viene – dice y se carcajea - ¿lo detengo? – pregunta y yo niego con la cabeza, tomó la chaqueta de mi acompañante y bajó del carro. — Voy yo, no va a ser que se quiebra una uña por este esfuerzo – Vodka se vuelve a car
Júpiter Amato Luego de casi volverme loco tratando de comprar un regalo para esmeralda, decidí llamar a Verona, ella podría aconsejarme, y luego de confesarle algunas cosas, ella aceptó salir conmigo, para poder comprarle su primer regalo a mi mujer. — ¿sabes sus gustos? – me preguntó y yo negué, pero saqué una hoja con algunas cosas que había podido investigar de ella – pero ¿Qué es esto? – negó con la cabeza arrebatándome la hoja – como es que la tuviste que investigar para saber sus gustos – negó con la cabeza. — ven, vamos – me guio hasta un café y allí nos sentamos a conversar. — Hoy la vi, después de bastante tiempo, la vi – le confesé – hablamos, ella estaba molesta, pero demostró carácter – sonreí recordando su salida de mi despacho – está hermosa, aún más que la última vez que la vi, me pude dar cuenta que tiene confianza, es firme y se gasta un genio – mordí mi labio, mientras nos servían un café. — ¡no lo puedo creer! – escupió mi tía – ella te gusta, de verdad te gusta