Antes de lo que esperaba ya estamos cruzando la Avenida Figueroa. Parece que el baloncesto en este país es un gran acontecimiento; podría afirmarlo. Cuando conseguimos aparcar el coche y llegar al Staples Center alucino aún más. Es un auténtico caos, sólo veo una multitud de gente de ambos equipos entrando por las puertas principales.
Dado que ya está anocheciendo el estadio está iluminado con un color azul y el nombre del estadio con un rojo vivo. Nos colamos por donde podemos, como tiene varias entradas seguimos la corriente de gente para que nos guíe. Conseguimos encontrar a Jake de puro milagro, que va como la mayoría de los aquí presentes, con camiseta amarilla de los Lakers. Saluda a Sam y a mí me da un efusivo abrazo, que para mi gusto dura demasiado, pero se lo devuelvo de todos modos.
Se revuelve pelo ya despeinado y nos sonríe.
—¿Os ha costado mucho encontrar el sitio? —pregunta.
—Te recuerdo que estuve viviendo aquí tres años —le responde Sam con a
Salimos detrás del bullicio, intentando adelantar puestos entre la gente que hay delante. Todos vamos muy juntos para no perdernos, casi formando una cadena humana. Las voces que hay alrededor son horribles, todo el mundo parece discutir sobre los resultados, pero yo no podría estar más contenta.¿A quién no le gusta vivir la tensión hasta el último segundo del partido? Esos son los mejores.Sam y Maica comienzan a discutir, es casi en broma y nada importante, aun así, algunos de los seguidores de los Lakers nos mira con cara de palo al ver a estos dos enzarzados en una conversación sobre el partido.Aprieto la mano de Sam mientras me obligo a seguir caminando.—Pasa de ellos —me recomienda Jake.—Eso intento, pero me está costando —mascullo entre dientes. Ladeo la cara en su dirección y veo que parece estar bastante relajado a pesar de que no han ganado el partido—, pero a alguno me gustaría partirle la cara.Las mejillas me arden y tengo muc
Sé que ir a estas horas a la playa no es lo más normal, pero me apetece hacerlo. Además, esa playa siempre está hasta los topes de gente. Quiero saber cómo es cuando no hay nada, ni nadie, sin ruido, sin alboroto, con sitio donde escoger. Es muy posible que no vuelva aquí hasta dentro de no sé cuánto, así que quiero aprovecharlo al máximo.Al principio pienso que no me va a hacer caso, pero me sonrío cuando da la vuelta por Olympic Boulevard y gira en dirección Blaine Street. No pensé que fuera a hacerlo, pero sabe que ahora mismo no soy una persona a la que se le pueda llevar la contraria, y mucho menos cuando está cabreada.Estoy tan entretenida mirando las casas que nos rodean, que no me doy cuenta de que ya estamos en Santa Monica hasta que pasamos el Jardín comunitario que hay en Neilson Street.A pesar de las horas sigue habiendo ajetreo en las calles, pero ni la mitad de lo que suele haber a mediodía o por las mañanas. Encontrar aparcamiento ya no es difícil
Respira contra mi hombro y su pelo me hace cosquillas en el cuello. Su cuerpo cálido se desploma sobre el mío con cuidado de no hacerme daño y yo degusto la sensación de acariciar su coronilla mientras nos recuperamos.Cierro los ojos y suspiro sonoramente mientras me río.—¿Sabes que acabas de cumplir una de mis fantasías sexuales? —murmuro.—Pues follar en una playa es incómodo de cojones —responde en un suspiro.Me río con pesadez ante su comentario. Yo siempre había deseado hacerlo y jamás tuve la oportunidad, además, no creo que sea algo que se pueda hacer con cualquier persona, dado mis anteriores interacciones sexuales.Mientras aún sigo cavilando en mi imaginación e intento despejarme, Sam se levanta, recoge nuestra ropa y me tira la camiseta que cojo de puro milagro antes de que se me caiga en la cara. Me siento y no dudo al ponérmela, dado que me cubre hasta los muslos y así ya no estoy tan expuesta. Después me recojo el pelo húmedo en una col
Me despierto de un sobresalto al escuchar el sonido de llamada de mi móvil. No deben ser más de las ocho de la mañana, pero Sam ya no está en la cama y eso me preocupa más que la jodida llamada.Cojo el móvil y carraspeo para aclararme la garganta.—¿Quién? —pregunto con voz rasposa.—Becca, ¿eres tú? —pregunta la voz de Nora.Parece estar preocupada y muy pero que muy nerviosa. Parpadeo para espantar el sueño y me incorporo en la cama. No sé por qué se le ha ocurrido llamarme a estas horas de la mañana, aunque al instante me recuerdo que en Chicago son las once y que ella llevara despierta desde hace mucho más.Me froto los ojos y suspiro con cansancio.—¿Qué pasa Nora? —le pregunto.—Pues dado que no coges las llamadas de papá y tu madre —suelta en tono de sabihonda. Pongo los ojos en blanco y me muerdo el labio inferior—, pensé que a mí me lo cogerías. Sólo quería avisarte de que tu juicio se ha adelantado y tienes que volver a Chicago —a
El aire está tan cargado entre nosotros que amenaza con asfixiarme.—Venía a contarte que tengo que volver a casa porque han adelantado mi juicio, juicio al que tengo que ir por tu puta culpa —apostillo. Me doy la vuelta mientras dejo que el ácido del whisky se deslice por mi garganta—. Y me encuentro con esto, que piensas largarte a la otra punta del país, y por lo que veo yo era la única que no lo sabía. ¿Pensabas contármelo en algún momento? —pregunto con cinismo.Me muevo hasta estar delante del escritorio y me apoyo para estar más cómoda. Sam me mira con cautela desde detrás del sillón de cuero, donde está apoyado con los codos mientras yo saboreo el whisky en el paladar. Le doy otro sorbo y lo desafío con la mirada a decir lo que tenga que decir, porque mi paciencia está llegando al límite.Se pasa ambas manos por e
Pone los ojos en blanco y entrelaza sus dedos con los míos, caminando a mi lado. Sam echa la mirada hacia atrás para comprobar el desastre que hemos dejado detrás de nosotros. Está tan distraído que prácticamente tengo que dirigirlo por el pasillo hasta nuestra habitación.Parece más preocupado que yo por lo que acaba de pasar y soy yo la que está sangrando sin motivo aparente.—Oye, estoy bien —le recuerdo.—Lo sé, pero es raro —murmura.Se rasca la nuca con nerviosismo y comienza a caminar por la habitación hasta el lado de mi cama, donde mira la caja de píldoras con insistencia. Su cabeza comienza a sacar suposiciones y antes de darme tiempo a recorrer la distancia que nos separa él ya está sacando el envoltorio de la caja, mirando la continuidad.Su ceño se profundiza y alza la mirada hacia mí con una ceja enar
Le permito levantarse y seguir con lo que estaba haciendo. Nunca dejará de sorprenderme. Unas veces puede ser tan abierto que asusta, capaz de hablar y contar cualquier cosa, en cambio otras veces es casi imposible saber lo que pasa por su mente.Es como las dos caras del mismo libro.Apoyo las manos en las rodillas para levantarme y cojo mi móvil de la mesilla, en cuanto lo enciendo veo que tengo una llamada perdida de Aiden. Desde que llegué no he vuelto a hablar con él.Dejamos las cosas tan mal entre nosotros que no sé cómo va a ser cuando regresemos a casa; seguirá enfadado conmigo.Miro a Sam por encima de las pestañas y sopeso la posibilidad devolverle la llamada. Necesitaba hablar con él, pero sé que a Sam no le sentaría bien, y ahora que conozco sus razones para odiar a Aiden no me parece tan mal.Borro la llamada y tiro el móvil sobre la cama para no tener
En cuanto entramos nos da la bienvenida un recibidor de mármol blanco completamente impoluto; hasta puedo verme reflejada en el suelo. Tiene un toque clásico, pero a la vez moderno. Sam coge mi mano y me dirige hasta la recepción que hay un poco escondida nada más entrar.La recepción está en pleno ajetreo mientras lo que parecen ser altos ejecutivos entran y salen, con sus sobrios trajes y sus caras apantalladas por estar todo el día pegados a sus móviles.Una recepcionista—que parece de origen asiático—, nos da la bienvenida con una cálida sonrisa.—Bienvenidos al hotel Nikkon ¿Han reservado habitación? —pregunta.—Sí, la Imperial Club —le responde Sam al instante.Giro la cara en su dirección y lo miro con sospecha. Sam sólo me dedica una sonrisa que me hace dudar aún más. Por el nombre de la habitación puedo adivinar que no es especialmente barata, y eso me cabrea.No quiero ni imaginar el dinero que se ha gastado por sólo una noche en est