Sam
Llevo en esta puta sala de espera casi una hora y nadie parece querer decirme nada. Cada vez que veo a una enfermera no hago más que levantarme. «Joder, esto es culpa mía.» pienso en mi fuero interno.
Necesito verla, saber lo que ha pasado, porque se ha desmallado. Debería haberle hecho caso, debí haber parado cuando me lo suplicaba entre sollozos, pero estaba tan cegado por la rabia... me invadió por completo y me impidió pensar. Cada vez que escuchaba uno de sus huesos romperse me subía la adrenalina, cada vez que me imaginaba el modo en que Becca lloraba y suplicaba para que la dejara en paz... sólo con imaginarme el modo en que la hacía suya a la fuerza... Perdí el control.
Hacia tanto que no me pasaba...
Aprieto los puños contra las rodillas para buscar algo que me mantenga distraído de mis perturbadores pensamientos. T
Mi mente está en una especie de mundo paralelo, no distingo las voces distorsionadas que se escuchan a mi alrededor. Tampoco puedo abrir los ojos, es como si los parpados me pesaran una tonelada. Intento mover la mano, un pie, la cabeza, pero es como si tuviera plomo en las venas.Es tan frustrante que me provoca ganas de gritar y revolverme contra lo que me deja rígida contra el colchón.Intento identificar las dos voces nebulosas que hablan.—No puedes marcharte ahora, está claro que te necesita, posiblemente seas la única persona en la que confía —dice una voz que reconozco débilmente.—Te crees que me voy por gusto. Además, ahora es tu turno de ganarte su confianza. Cuéntaselo todo, no le escondas nada —le contesta otra voz seria y fría. Tal vez estoy drogada y por eso estoy más sensitiva, pero distingo verdad en sus palabras—. Ahora ya no ser&ea
La cabeza vuelve a palpitarme de nuevo a causa del impacto que causa lo que estoy viendo, arrepintiéndome por no haberlas visto antes, de no haber hecho esto mismo hace casi cinco años. Así, posiblemente, me hubiera ahorrado todo lo que he pasado por su culpa.Las piernas me ceden y me siento en la cama con pesadez, como en una especie de estado de shock que me deja K.O por completo. A pesar de saberlo, de tener la certeza de saber que había sido él, no quita que me sienta traicionada y manipulada.Sólo he sido una pieza más de su juego, algo en lo que regocijarse. Las lágrimas me nublan la vista y algunas gotas se caen sobre las fotos que miro aún sin poder creérmelo del todo, sin querer creerme que nunca me quiso.Que siempre he sido un juguete para él.Son tan sólo cinco fotos oscuras y difusas, pero que dejan ver lo necesario para darme cuenta quien es el detonante de una de las mayores desgracias de mi vida. No puedo evitar sentir un profundo asco hacia
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero el cielo ya está oscurecido y el frío me cala hasta los huesos. La hoguera no ha perdido intensidad a pesar de que deben haber pasado horas.—¡Becca! —exclama la voz de Elizabeth.Ni siquiera me vuelvo para mirarla. No me muevo cuando la siento sentada a mí lado.—¿Dónde está tu ropa? —me pregunta con suavidad.—La he quemado. Lo he quemado todo —respondo, monótona.Puedo sentir la mirada de mi madre sobre mí. Ladeo la cara en su dirección y la miro como si no la hubiera visto en siglos. A pesar de que su cara refleja alivio al haberme encontrado, hay preocupación en sus ojos, le preocupa la dirección en la que encamino mi vida, pero ni siquiera yo sé lo que voy a hacer después de esto.Y por primera vez después de mucho tiempo... necesito que sea quien me consuele. Necesito que por primera vez haga de madre para mí.Sin darme cuenta de lo que estoy haciendo, la abrazo por la cintura y sollozo contra su pe
Los nervios comienzan a dar señales cuando Elizabeth abandona la habitación y la escucho bajar las escaleras para abrir la puerta de la entrada a la persona que supongo—y espero—sea a la que estoy esperando.Voy hasta la ventana de mi cuarto para asegurarme que no me equivoco al pensar que es Sam. Descorro la cortina casi transparente para comprobar que no hay ningún coche que reconozca en la entrada, lo que indica que ha venido en taxi y no está acompañado. Mirar el Ferrari aparcado en la entrada me hace recordar que no tengo ni idea de donde he metido las putas llaves.«Joder.»Me paso ambas manos por la frente, intentando pensar dónde narices he podido dejarlas. Comienzo a rebuscar por el escritorio, entre los apuntes de clase, bajo el iBook, en los botes repletos de bolígrafos y lápices de colores. Con cada segundo que trascurre me pongo más nerviosa, frustrándome con más intensidad.Como las haya perdido o... quemado, sí que estoy jodida.«No.»
En cuanto me suelta pongo distancia entre los dos y camino a paso rápido hacia el banco de ventana —alejándome lo máximo posible de Sam— mientras me limpio los restos de la llorera con la manga de la sudadera, aunque el estropicio ya debe estar formado.Y no tiene solución.No sé en qué estaba pensando cuando le he dado la oportunidad de demostrarme que esto sólo es un modo de inculparlo y que en realidad no tiene nada que ver. Sea o no cierto lo que dice, ya no importa, ya no me importa que haya sido él, porque la única realidad es que lo nuestro está podrido desde la raíz. Si pudiera poner el dedo y detener todo esto en el momento en el que salió mal, lo haría sin pensar. Pero eso imposible.No hay maquinas del tiempo que hubieran detenido este inminente desastre.Sam se sienta en el borde de la cama mientras yo apoyo la espalda en la pared de la ventana y me recojo las piernas con los brazos, esperando a que comience a hablar, o que diga algo, con eso me c
Comienzo a jugar con mis manos cuando Sam me mira con indecisión, hasta podría decir que un poco... ¿Flipado? Su pecho se hincha al tomar aire y el modo en el que aprieta y afloja la fuerza que está haciendo en el puño me advierte que se está cabreando. Aunque, esta vez no tiene ningún derecho para cabrearse.Aquí la única que tiene derecho a estar enfadada soy yo, nadie más que yo. Y, de hecho, su actitud me cabrea de la hostia. Yo he sido la perjudicada en toda esta historia, así que no puede ponerse primero profundo y comprensivo y después agresivo.«¡No tiene sentido!»Las mejillas se me ponen rojas de la rabia, el pulso se me acelera cuando me escruta con la mirada, desafiándome a dar el primer paso: a gritar, vociferar y escupir verdades.Entrecierro los ojos con escepticismo y aprieto los labios.—Ni se te ocurra enfadarte por decir que no te creo, porque tengo mis razones para no fiarme de ti. No puedes creer que por un par de lágrimas de
Me despierto sobresaltada, aún con la sensación de tener el cuerpo de Jake aprisionando el mío. El corazón me late desbocado mientras intento recuperar el aliento; me siento como si hubiera corrido una maratón.Me llevo la mano al pecho desnudo mientras intento relajarme y ordenar todo lo que ha pasado. En realidad, no hay mucho que pensar, salvo que mis pesadillas vuelven a ser mi mayor problema. Hacía ya tiempo que no tenía un sueño tan vivido, ni siquiera tras los primeros días del suceso había pasado tanto miedo como ahora.Giro la cabeza hacia mi derecha, donde Sam aún sigue plácidamente dormido en mi cama a pesar de mis constantes advertencias con respecto a que no quería verlo cuando me despertara. Supongo que iba hacerme caso, el problema es que yo me he despertado demasiado pronto.Está tumbado boca abajo, con los brazos metidos bajo la almohada y la cara l
Bajo las escaleras con pereza, en busca de ese embelesador olor a café recién hecho que se impone al olor a canela que siempre suele haber en casa. Entro en la cocina, donde mi madre ya está levantada y lista para irse a trabajar, o eso parece. Me sorprende gratamente que haya tenido ganas de prepararme café a pesar de que parece estar apurada.Me acerco hasta la isleta de la cocina más alejada de la puerta y me siento en uno de los taburetes que encuentro.—Buenos días —saludo.Elizabeth se da la vuelta sobresaltada ante el silencio de mis pasos y me mira como si acabara de ver un fantasma de la nada. A pesar de que no tengo ganas de reírme hago el esfuerzo de sonreír a la vez que enarco una ceja.Elizabeth se lleva la mano al pecho con dramatismo y me fulmina con la mirada de manera cómica.—Casi me da un infarto, chiquilla —protesta poco convencida. Me pasa la taza de café que sostenía en la mano y yo la cojo con ambas manos—. ¿Estás preparada para i