Después de un viaje de cuatro horas por fin estamos en Los Angeles ¡Los Angeles! No me lo puedo creer; aunque estoy terriblemente cansada.
Sam y yo vamos un par de metros por detrás de Amanda y Alyssa.
—Te preguntaría que tal el viaje, pero te lo pasaste durmiendo, así que supongo que estás de maravilla —comenta con una mueca burlona.
—Necesitaba dormir, dado que cierta persona no me ha dejado dormir bien durante toda la semana —digo con sarcasmo.
Sam se ríe con suavidad y mira en mi dirección con una sonrisa de superioridad, le devuelvo la sonrisa y lo miro con indignación. Parece estar de muy buen humor y me encanta, así parece mucho más divertido que cuando tiene ese permanente ceño fruncido.
De repente, escuchamos un grito, ambos nos sobresaltamos cuando descubrimos que procede de Amanda, que echa a correr hacia una chica rubia y alta, muy alta, supongo que será Maica. Sólo hace falta ver como la abraza; igual que yo hice con Sam antes.
Alyssa recoge su maleta y se detiene cuando nosotros la alcanzamos. Amanda parece a punto de llorar mientras no deja de besar a Maica y chillar de la emoción. Después de unos diez minutos por fin paran. Siendo sincera, ya estaba bastante incómoda con la escenita de reencuentro.
Amanda se aparta el pelo de la cara y nos presenta.
—Ella es Becca —dice señalándome con la mano.
—Encantada de conocerte —me saluda con entusiasmo. Antes de poder reaccionar me estrecha con fuerza, frotándome la espalda—. Sam y Amanda me han hablado mucho de ti.
«¿Sam?»
Ellos dos se conocen por lo que veo, bueno, si hablan de mí en sus conversaciones es que son buenos amigos. Le devuelvo el abrazo y regreso al lado de Alyssa. Me pregunto de qué se conocen, ante todo no es asunto mío, pero nunca me he caracterizado por ser una persona que no le guste cotillear.
Sam y Maica se abrazan con efusividad mientras se dicen cosas que no llego a entender.
Me acerco un poco más a Alyssa y adopto un tono confidencial.
—¿De qué se conocen Maica y Sam? —le pregunto.
—Fue Sam quien hizo que Maica y Amanda se conocieran —me responde. Gira la cabeza en mi dirección y sonríe levemente—. Antes Sam, Kaia su madre vivían en Los Angeles y Maica era algo así como su mejor amiga —me explica.
Sam nunca me había contado que vivió aquí, en realidad yo nunca le he preguntado, pero tampoco me lo esperaba.
Después del cálido encuentro por fin nos vamos, ya que aún nos queda una hora y media de viaje en coche hasta Santa Barbara y no hay tiempo que perder. Cuando salimos a la calle realmente se nota el calor, pero no es tanto como esperaba; mucho más soportable de lo que imaginaba.
Me pongo las gafas de sol y me quito la camisa de cuadros para que el sol dé algo de color a mi piel; lo echaba de menos.
—Me estás dando unas vistas perfectas de tus gemelas —comenta Sam.
—Cállate si no quieres que te dé otro puñetazo —le advierto.
Pone cara de indignación, pero no puede evitar reírse y yo no puedo evitar unirme a él. Parece que siempre nos quedamos los últimos y comienzo a pensar que lo hace a propósito, pero no estoy segura. Sam mete mi maleta en el maletero y me deja escoger sitio, así que me siento en el medio, entre Alyssa y Sam.
Maica pone la radio y Alyssa y yo gritamos a la vez.
—¡Me encanta esta canción! —decimos al unísono.
Nos miramos de reojo y comenzamos a reírnos a carcajadas.
— Estoy amando el dolor, no quiero vivir sin en él.
—Incluso cuando estás gritándome, sigo pensando que eres hermoso.
—Así que por qué intentarlo —cantamos al unísono.
Cantamos Why Try de Ariana Grande, adoro esta canción. Es una de mis favoritas. No sé cómo explicarlo, pero es una de las pocas que consigue emocionarme de verdad.
Amanda nos mira y enarca una ceja divertida.
—Míranos cariño, estamos viviendo como ángeles, viviendo como demonios —añade la estrofa.
—Callaros ya, vais a hacer que llueva —nos pincha Sam. Me mira con una sonrisa maliciosa y yo choco mi rodilla con la suya—. Sobre todo tú, Becca: cantas fatal —bromea. Abro la boca para decirle algo, pero vuelvo a cerrarla de nuevo, haciéndome la indignada.
Cruzo los brazos sobre el pecho y me recuesto sobre el asiento.
—Yo canto lo que me dé la gana —le contesto a la defensiva.
—Ya lo sé, idiota. Sólo era una broma —me responde.
Justo cuando iba a darme un beso en la mejilla giro la cara y nuestros labios se tocan. Tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no acercarme más a él y continuar con el beso, pero consigo contenerme. Hay «Uhhh» por parte de Maica, que nos mira por el retrovisor, sonriéndonos con picardía, Amanda y Alyssa se ríen con suavidad mientras nos miran.
Sam y yo nos apartamos y puedo percibir que sus mejillas están rojas, igual que las mías.
—Eh, lo siento —musita mientras se frota la nuca.
—¿Cuánto tiempo lleváis saliendo? —pregunta Maica.
Sam y yo intercambiamos una mirada y su semblante se oscurece, haciendo acto de presencia su ceño. Mi sonrisa se desvanece mientras intento no atragantarme con mi propia saliva. No ha sido la mejor pregunta que podía hacer en estos momentos tan complicados; es demasiado incómoda y puedo notar que a Sam lo ha molestado bastante.
Me froto las manos contra los muslos y suspiro.
—No estamos saliendo —murmuro.
—Ah, lo... lo siento. Pensaba que...
—Pues deja de pensar —replica Sam, mordaz.
Maica lo fulmina con la mirada, pero él desvía la suya y se encoge de hombros con indiferencia. Sus miradas no me dan buen rollo, pero lo dejo pasar, aunque la situación se ha vuelto incómoda para todos.
Durante el resto del camino nos quedamos en absoluto silencio. Ninguno parece tener ganas de hablar y Sam está bastante cabreado, aunque no entiendo bien porque, pensaba que no le afectaba tanto como para enfadarse, pero tengo que entenderlo. Yo estaría igual, creo que hasta peor.
Cuando llegamos no puedo evitar mirarlo todo con los ojos abiertos como platos. Estoy realmente impresionada por la zona en la que viven, rodeamos de las características palmeras californianas con una entrada increíble y espaciosa que parece una pasarela.
Soy la primera en bajarme del coche mientras admiro la zona. Había visto el mar mientras subíamos la carretera de Marina Drive, puedo oler la sal, la brisa marina, el sol...
La casa es realmente inmensa con ese estilo moderno y elegante de la costa. Arrastro la maleta por la pasarela que te lleva al interior de la casa, también soy la primera en entrar. Paso directamente al salón, que está completamente abierto a la zona de la piscina.
Alyssa me sigue y se queda a mi lado, admirando las vistas.
—Te dije que te iba a encantar —murmura. Ladea la cara en mi dirección y me sonríe con timidez—. ¿Quieres que te enseñe la habitación? —me pregunta.
—Claro —le respondo.
Volvemos sobre nuestros pasos y subimos las escaleras que dan a la planta de arriba. Alyssa lidera el camino, estamos en un pasillo con dos direcciones y ella va hacia la derecha, vuelve a girar y pasamos al lado de otras escaleras, para luego entrar en una de las habitaciones.
Es un cuarto espacioso y también tiene vistas. Aunque no tan increíbles como las del resto de la casa, combinado con un escritorio de cristal me impide acercarme a la ventana.
Dejo la maleta en una esquina y lo primero que hago es dejarme caer en la cama de espaldas; es tan cómoda que me quedaría aquí para siempre.
Alyssa me sigue y le dejo hueco para que se tumbe.
—Tenemos que compartir habitación —corroboro.
—Aja. No quería decírtelo aún, pero sí —contesta con una risita.
Me incorporo en los codos y suspiro. Suponía que la casa era grande y compartir habitación tampoco está tan mal, pero no para alguien como yo. Me moriría de la vergüenza si tengo alguna pesadilla por la noche...
Me levanto de un salto y frunzo los labios pensativa.
—Me apetece tomar el sol, ¿te apuntas? —pregunto.
—Ni lo dudes. Estoy harta del frío de Chicago —responde.
Rebusco en el fondo de la maleta, donde, supongo, habré metido los bikinis, pero entre tanta ropa es imposible; al final encuentro uno negro que ponerme. Cojo la crema solar, una toalla, las gafas de sol y las dos bajamos juntas, esta vez me lleva por las escaleras que están al lado de nuestra habitación.
Pasamos por lo que creo que es la cocina, es enorme y también tiene una zona de salón, que está abierta a la zona de la piscina. Esta casa es demasiado grande; creo que me voy a perder como ande yo sola por ahí. Apartamos las sombrillas de las hamacas y nos tumbamos en las dos que están en el centro. Me pongo las gafas antes me esparcirme la crema por las piernas mientras Alyssa, ya estirada sobre la hamaca, levanta la cara al sol, la sigo poco después y suspiro de alivio cuando siento el calor en mi piel.
Tal vez el momento sea bueno para hablar entre nosotras, dado que Sam desapareció nada más entrar en la casa y Maica y Amanda tampoco han dado señales de vida. Me siento mal por Sam, pero tampoco voy a agobiarme, ya que este es el tiempo que necesito para pensar sobre nosotros y, sobre todo, en mí misma.
Cierro los ojos y ladeo la cabeza en dirección a Alyssa.
—¿Qué tal estás? —le pregunto.
—Creo que estoy bien, que James se mudara a Miami es lo mejor que me ha pasado y mi relación con Dave va viento en popa, así que no me puedo quejar —me responde con una sonrisita inocente.
Es cierto que una semana después de que Alyssa nos lo contara todo, James desapareció del mapa, luego nos enteramos de que se había ido a vivir a Miami por un trabajo que le habían ofrecido. Mejor que se hubiera marchado, porque si no acabaría matándolo. Las personas como esas no se merecen ser perdonadas nunca.
Asiento con la cabeza y aprieto los labios.
—¿Y sobre vuestras otras relaciones? —inquiero.
—Eh... bien. Al principio me costó bastante, pero sé que me quiere y supo esperar —me responde.
Sus mejillas se ponen rojas, aunque no sé si es por el sol o por la vergüenza. Es una de las pocas personas que conozco que le da vergüenza hablar sobre sexo y lo cierto es que es una monada.
Suspira sonoramente y se quita las gafas mientras me mira.
—¿Sabes que le pasa a Sam? Desde que Maica preguntó si salíais juntos parece que está cabreado con el mundo —comenta.
—Se le pasará, no te preocupes —murmuro.
Lo último de lo que quiero hablar es sobre el enfado de Sam. Sé porque está enfadado, pero eso no es asunto de nadie más que nuestro, lo solucionaré cuando encuentre el momento y ese momento no es ahora.
Me doy la vuelta y me sujeto con los codos mientras saco el móvil.
—Podemos llamar a Dave por FaceTime —la pincho para cambiar de tema.
—¡No! Te mato —me amenaza.
La miro con una mueca burlona y antes de que pueda quitarme el móvil ya he marcado su número y da llamada. Alyssa se sube sobre mi espalda, estirando el brazo para quitarme el móvil y yo lo pongo fuera de su alcance. La cara de Dave aparece en la pantalla y nos mira confundido, hasta que ve a Alyssa, que aún intenta quitarme el móvil.
—Alyssa, mira quien está al otro lado —murmuro divertida. Ella se detiene al instante al ver a Dave, que se está riendo mientras observa a su novia haciendo el idiota—. Las vacaciones le sientan fatal —le comento.
—No le hagas caso, cariño. ¿Qué tal está tu abuela? —le pregunta.
—Contenta de verme, aunque no parece estar al cien por cien. Creo que me echa de menos —explica.
La expresión de Dave se vuelve seria mientras frunce el ceño. Parece estar cansado y tiene cara de no dormir bien.
Alyssa se estira sobre mi espalda y hacemos un sándwich humano.
—Sabes que se pondrá bien. Siempre lo hace: es una mujer fuerte —le contesta Alyssa para darle ánimos.
—Creo que me voy a quedar un poco más por aquí—murmura Dave.
La cara de Alyssa se vuelve seria y se quita las gafas para poder ver mejor. Sé que la idea de que Dave tarde más en volver no le agrada demasiado, pero es tan buena persona que lo va a apoyar en todo; eso es lo que hacen dos personas que se quieren. Eso es lo que yo debería estar haciendo ahora mismo con Sam, aunque yo sea su problema y no tenga solución.
Apoyo la barbilla en la mano y suspiro sonoramente.
—¿Qué tal está Aiden? —le pregunto.
—De eso iba hablarte ahora. Está bastante cabreado contigo porque no le coges las llamadas y aún más cabreado con Sam, aunque eso es lo normal —explica.
Es cierto que no le he cogido ninguna de las llamadas ni le ha abierto la puerta cada vez que intentó hablar conmigo, pero estaba enfadada y no quería hablar con él.
Creo que tengo derecho a estar cabreada, sin embargo, debería hablar con él y poner las cartas sobre la mesa.
—Oye, luego hablamos —le digo a Dave.
—Sí, deberíais hablar —me contesta.
Alyssa se despide con gesto de la mano mientras intercambian un par más de «te quiero». Van a conseguir que me den arcadas con tanto amor.
Le doy una palmada en el trasero a Alyssa, haciendo que se levante para que yo puedo hacerlo. Casi de manera inconsciente ya estoy marcando el número de Aiden mientras voy de vuelta al salón y camino de arriba abajo, esperando a que me lo coja.
Después de tres tonos por fin escucho su voz.
—Por fin te dignas a hablar conmigo —me espeta, mordaz.
—Estaba enfadada, también tengo derecho a enfadarme contigo —replico.
Pongo los ojos en blanco y me muerdo el labio inferior para no decirle alguna barbaridad. No tiene ningún derecho a ser él quien esté enfadado. Esta vez Sam no tiene la culpa de su cabreo sino yo; yo fui quien la cagó al haber aparecido en esa fiesta.
Lo oigo suspirar y caminar de un lado a otro.
—Si tú estás enfadada yo debo estar montando en cólera. Creo que fui yo quien se llevó una paliza por decirle las cosas claras cuando tú eres incapaz de decirle que yo también te gusto —dice con indiferencia.
—Aiden, no me vengas con esas, fuiste tú quien se metió con él. Además, no deberías haberle contado que seguíamos acostándonos —contraataco.
Acabo en un pequeño salón con vistas a la parte delantera de la casa. Me dejo caer en el sofá, intentando controlar lo que voy a decirle. Francamente, me pone de los nervios cuando se pone en plan gallo de pelea.
Me muerdo las cutículas de las uñas y bufo exasperada.
—De verdad, estás insoportable —mascullo entre dientes. Me paso la mano por la cara y sacudo la cabeza—. Te pasaste con lo que le dijiste, además, lo habíamos arreglado y estábamos bien, hasta que tú lo estropeaste y después acabo diciéndome que me quería y eso fastidia más las cosas y... y estoy harta de esta mierda —divago.
Aiden se ríe con sarcasmo y puedo adivinar que ha puesto los ojos en blanco.
—Pues cuando vuelva a hacerte daño, no vengas a mí llorando y contándome tus problemas, porque estoy harto. Ahora te dice que te quiere y luego te dirá la primera barbaridad que se le pase por la cabeza, así que lo siento, pero no voy a seguir participando en vuestra relación suicida.
Lo escucho atónita y antes de darme tiempo a contestar ya me ha colgado. Miro el móvil con rabia y aunque me apetece estamparlo contra la pared y chillar de la frustración, me contengo.
De acuerdo, me da igual lo que diga, si así quieren que sean las cosas... también puedo ser una cabrona y mucho peor que él.
Vuelvo a el salón donde Maica y Amanda por fin han dado señales de vida. Alyssa está sentada en una de las barras, la que está horizontal, creo que es la de las bebidas; detrás de Maica hay un montón de botellas.
Alyssa mira la tele mientras se bebe su bebida con pajita.
—¿Tienes algo para mí? —le pregunto a Maica.
—Malibú con piña —ofrece.
Asiento con la cabeza con poco entusiasmo y suspiro resignada. Nada me sale bien, estoy harta. Tal vez si me emborracho esto acabe antes; ahora lo que necesito es dormir, dormir mucho.
Maica me pasa el Malibú y yo le doy un trago, está buenísimo y muy fresquito: justo lo que necesitaba. Prácticamente me lo bebo a largos tragos y le pido otro.
Alyssa me da un codazo suave y enarca una ceja inquisitiva.
—¿Puedes ir a buscar a Sam para cenar? —me pregunta.
Exhalo un largo suspiro y asiento levemente con la cabeza. No ha salido de su habitación en toda la tarde y comienzo a preocuparme; no me gusta verlo así. Subo las escaleras y cruzo el pasillo, no sé cuál es su habitación, así que pruebo en la más cercana.
Giro a la derecha y pico a la puerta. No hay ninguna respuesta, pero oigo ruido dentro, así que estoy segura de que no me he confundido. Vuelvo a picar unas tres veces, pero en ninguna me abre y eso comienza a tocarme las narices de verdad.
Intento abrir la puerta, pero está cerrada por dentro.
—Sam, por favor, ábreme la puerta —pido.
Sólo hay silencio por su parte.
—No puedes pasarte todo el día ahí encerrado —añado.
Sigue sin dar señales de estar dentro de la habitación, así que intento algo nuevo para sacarle de ahí.
—Oye, no puedes enfadarte cada vez que la gente se confunda; fue un accidente. —Me siento en el suelo, apoyando la cabeza en la puerta—. Dijiste que ibas a darme tiempo y si haces esto me preocupas y no me dejas relajarme —murmuro.
Sigue sin hablarme y yo comienzo a perder las ganas de hablar con él, pero necesito que me comunique lo que está pensando, así que hago lo único que se me ocurre.
—Estoy en una cabina telefónica, tratando de llamar a casa, todo mi cambio lo gaste en ti. ¿Dónde se han ido esos momentos? Cariño, todo está mal, donde quedaron los planes que hicimos para los dos.
—Sí, yo, sé que es difícil recordar las personas que solíamos ser, es aún más difícil imaginarse que no estás a mí lado. Dices que ya es muy tarde para lograrlo ¿Pero es muy tarde para intentarlo? —prosigue por mí con su voz profunda.
Me relajo cuando lo escucho cantar detrás de la puerta. Justo cuando Sam para, yo continuo.
—Y todo nuestro tiempo que desperdiciaste, todos nuestros lazos se rompieron ¿He desperdiciado mis noches? Tu apagaste las luces... Sigo estacando en el tiempo, cuando lo llamábamos «amor». Pero hasta el sol se pone en el paraíso.
—Si «felices para siempre» existiera, seguiría abrazándote así. Todos esos cuentos de hadas están llenos de basura, una puta canción de amor más, no soportaré.
— Le diste la espalda al mañana, porque olvidaste el ayer —cantamos a la vez.
Deja de cantar, pero yo aún no he terminado; es como si realmente estuviéramos hablando por teléfono.
—Así que espera y no cuelgues, así puedo decirte lo que necesitas saber. Cariño, te estoy rogando... que por favor, no te vayas, así puedo decirte lo que necesitas saber.
Todo vuelve a su silencio anterior, y sé que ya no habrá más respuesta que esta. Me ha sorprendido que conociera Payphone de Maroon 5, no me parece muy de su estilo, pero la ha cantado de maravilla; me gusta su voz profunda.
No sé cuánto tiempo me quedo sentada a la espera de que diga algo más, cosa que no sucede y comienza a dolerme el culo de estar sentada en la oscuridad. Finalmente, me levanto y miro la puerta con insistencia, como si fuera a darme la respuesta a mis problemas, pero no es así, nada ni nadie va a darle soluciones más que yo misma.
Alyssa duerme plácidamente a mi lado. No sé cómo puede dormir con el calor que hace, la envidio. Seguro que todos duermen y la casa es mía, podría bajar a la cocina y prepararme uno de esos Malibú con sabor a Coco tan fresquitos que prepara Maica; se me hace la boca agua de sólo pensarlo. No obstante, únicamente doy vueltas en la cama sin poder pegar ojo.Últimamente no duermo casi nada.Llevamos aquí tres días y aunque Sam dice que no está enfadado conmigo, yo no tengo esa sensación para nada. Simplemente nunca está con nosotras y me evita siempre que puede. Además, siempre tiene alguna excusa para no quedarse: desde que ha quedado con algún amigo hasta irse a hacer surf con Maica. Me pone realmente de los nervios y me abruma lo mucho que lo echo de menos..., demasiado para mi gusto.Sólo tengo que cruzar un pasillo para hablar con él, pero no tengo valor para hacerlo. Por otro lado, también estoy muy contenta, porque por suerte —y después de mucho insistir—he con
Los parpados me pesan y me duele la garganta. Mi llorera de anoche comienza a tener efectos. No obstante, no puedo evitar sentirme feliz a pesar del día que es hoy. Lo odio, pero nada va a estropear mi felicidad.No me puedo creer que por fin lo haya dicho, por una vez en mi vida he sido completamente sincera con lo que siento, conmigo misma. No puedo pedir más, porque no hay nada mejor.Me incorporo en los codos y compruebo que Sam ya no está en la cama, pero escucho ruido fuera, gritos y música. Me levanto de la cama y bajo las escaleras, para dirigirme hacia la zona de la piscina. No sé qué hora será, pero el sol ya está en lo más alto y el calor es agradable.Observo la escena frente a mí con diversión. Maica y Sam con un par de pistolas de agua para niños, mojando a Alyssa, que no hace más que chillar mientras corre para evitar los chorros que le vienen de todas partes. Amanda está sentada en la mesa, riéndose mientras se come un trozo de piña. La mesa está re
Cuando llegamos a casa, estoy tan cansada que lo único que quiero es darme una larga ducha y dormir, dormir mucho y beber algo para hidratarme. Aunque he estado en miles de bares esta tarde y he tomado un montón de bebidas aún necesito más.Maica y Amanda se encargan de la cena y Alyssa se ha ido a su cuarto para poder hablar con Dave, así que estamos completamente libres.Cojo una de las uvas que hay en el frutero de la isleta de la cocina y observo a Sam con una sonrisa divertida.—Jake es muy majo, que pena que no lo hubiera conocido mejor —admito.—Sí, tanto que te ha acaparado toda la tarde —replica dulcemente. Cruza la isla y me coge de la cintura mientras acerca la boca a mi oreja—. Suerte que por las noches eres toda mía.Me como otra uva para reprimir una sonrisa y hago una mueca burlona. Hoy no creo que pueda corresponderlo en ese sentido; estoy demasiado cansada.Sus ojos tienen ese brillo oscuro que consiguen ponerme alerta, pero m
Antes de lo que esperaba ya estamos cruzando la Avenida Figueroa. Parece que el baloncesto en este país es un gran acontecimiento; podría afirmarlo. Cuando conseguimos aparcar el coche y llegar al Staples Center alucino aún más. Es un auténtico caos, sólo veo una multitud de gente de ambos equipos entrando por las puertas principales.Dado que ya está anocheciendo el estadio está iluminado con un color azul y el nombre del estadio con un rojo vivo. Nos colamos por donde podemos, como tiene varias entradas seguimos la corriente de gente para que nos guíe. Conseguimos encontrar a Jake de puro milagro, que va como la mayoría de los aquí presentes, con camiseta amarilla de los Lakers. Saluda a Sam y a mí me da un efusivo abrazo, que para mi gusto dura demasiado, pero se lo devuelvo de todos modos.Se revuelve pelo ya despeinado y nos sonríe.—¿Os ha costado mucho encontrar el sitio? —pregunta.—Te recuerdo que estuve viviendo aquí tres años —le responde Sam con a
Salimos detrás del bullicio, intentando adelantar puestos entre la gente que hay delante. Todos vamos muy juntos para no perdernos, casi formando una cadena humana. Las voces que hay alrededor son horribles, todo el mundo parece discutir sobre los resultados, pero yo no podría estar más contenta.¿A quién no le gusta vivir la tensión hasta el último segundo del partido? Esos son los mejores.Sam y Maica comienzan a discutir, es casi en broma y nada importante, aun así, algunos de los seguidores de los Lakers nos mira con cara de palo al ver a estos dos enzarzados en una conversación sobre el partido.Aprieto la mano de Sam mientras me obligo a seguir caminando.—Pasa de ellos —me recomienda Jake.—Eso intento, pero me está costando —mascullo entre dientes. Ladeo la cara en su dirección y veo que parece estar bastante relajado a pesar de que no han ganado el partido—, pero a alguno me gustaría partirle la cara.Las mejillas me arden y tengo muc
Sé que ir a estas horas a la playa no es lo más normal, pero me apetece hacerlo. Además, esa playa siempre está hasta los topes de gente. Quiero saber cómo es cuando no hay nada, ni nadie, sin ruido, sin alboroto, con sitio donde escoger. Es muy posible que no vuelva aquí hasta dentro de no sé cuánto, así que quiero aprovecharlo al máximo.Al principio pienso que no me va a hacer caso, pero me sonrío cuando da la vuelta por Olympic Boulevard y gira en dirección Blaine Street. No pensé que fuera a hacerlo, pero sabe que ahora mismo no soy una persona a la que se le pueda llevar la contraria, y mucho menos cuando está cabreada.Estoy tan entretenida mirando las casas que nos rodean, que no me doy cuenta de que ya estamos en Santa Monica hasta que pasamos el Jardín comunitario que hay en Neilson Street.A pesar de las horas sigue habiendo ajetreo en las calles, pero ni la mitad de lo que suele haber a mediodía o por las mañanas. Encontrar aparcamiento ya no es difícil
Respira contra mi hombro y su pelo me hace cosquillas en el cuello. Su cuerpo cálido se desploma sobre el mío con cuidado de no hacerme daño y yo degusto la sensación de acariciar su coronilla mientras nos recuperamos.Cierro los ojos y suspiro sonoramente mientras me río.—¿Sabes que acabas de cumplir una de mis fantasías sexuales? —murmuro.—Pues follar en una playa es incómodo de cojones —responde en un suspiro.Me río con pesadez ante su comentario. Yo siempre había deseado hacerlo y jamás tuve la oportunidad, además, no creo que sea algo que se pueda hacer con cualquier persona, dado mis anteriores interacciones sexuales.Mientras aún sigo cavilando en mi imaginación e intento despejarme, Sam se levanta, recoge nuestra ropa y me tira la camiseta que cojo de puro milagro antes de que se me caiga en la cara. Me siento y no dudo al ponérmela, dado que me cubre hasta los muslos y así ya no estoy tan expuesta. Después me recojo el pelo húmedo en una col
Me despierto de un sobresalto al escuchar el sonido de llamada de mi móvil. No deben ser más de las ocho de la mañana, pero Sam ya no está en la cama y eso me preocupa más que la jodida llamada.Cojo el móvil y carraspeo para aclararme la garganta.—¿Quién? —pregunto con voz rasposa.—Becca, ¿eres tú? —pregunta la voz de Nora.Parece estar preocupada y muy pero que muy nerviosa. Parpadeo para espantar el sueño y me incorporo en la cama. No sé por qué se le ha ocurrido llamarme a estas horas de la mañana, aunque al instante me recuerdo que en Chicago son las once y que ella llevara despierta desde hace mucho más.Me froto los ojos y suspiro con cansancio.—¿Qué pasa Nora? —le pregunto.—Pues dado que no coges las llamadas de papá y tu madre —suelta en tono de sabihonda. Pongo los ojos en blanco y me muerdo el labio inferior—, pensé que a mí me lo cogerías. Sólo quería avisarte de que tu juicio se ha adelantado y tienes que volver a Chicago —a