Me aseguro varias veces de que llevo todo lo necesario en la maleta, además del pasaporte, bolsa de mano, cartera y los billetes, por supuesto. Como marca el reloj son las seis y media de la mañana y con la cosa de que hay que llegar al aeropuerto dos horas antes del vuelo, no he tenido tiempo de dormir nada.
Arrastro la maleta hacia la puerta, pero me cuesta, es como si pesara una tonelada. Cuando salgo a la calle me arrepiento de haberme puesto esta ropa de verano, así que cuando veo el Mini de Alyssa me relajo; no creo que pudiera aguantar así mucho tiempo. Meto la maleta en el maletero y me deslizo en la parte trasera del coche.
Alyssa es la primera en girarse en mi dirección y saludarme con energía. Se da la vuelta y se pone de rodillas sobre el asiento.
—¿Lo llevas todo? —inquiere.
—Pasaporte, maleta, billetes, dinero, mochila de mano... Sí, creo que lo llevo todo —ironizo.
Pongo los ojos en blanco y Amanda se ríe entre dientes. Parece que no soy la única que se ha decantado por un conjunto veraniego para la ocasión, así no me siento tan fuera de lugar. Pongo la mochila sobre el regazo para que no puedan ver el constante temblor de mis piernas y me pongo el cinturón antes de recostar la cabeza sobre el cristal; necesito un café cuanto antes.
Amanda me mira por el retrovisor y frunce el ceño.
—¿Estás bien? —inquiere.
—Eh, sí. Estoy bien, sólo un poco nerviosa —le respondo.
Estoy nerviosa por el viaje, pero estoy aún más nerviosa por Sam. No hemos vuelto hablar desde que él me confesó que estaba enamorado de mí y yo prácticamente le dije que no sentía lo mismo. De verdad soy gilipollas profunda. No debería haber dejado las cosas así, pero le dije que necesito tiempo, y estas navidades son perfectas para pensar.
Sin Aiden, sin Sam, sólo yo y la playa...
Me pregunto que estará haciendo ahora. Seguro que está durmiendo, con su perfecta cara angelical... No, no puedo pensar en eso, no puedo permitirme pensar en eso; me hace daño.
Alyssa intenta incluirme en todas las conversaciones, pero lo que menos me apetece ahora es hablar; estoy demasiado cansada. Me pongo las gafas de sol para intentar hacerme la dormida. Aunque soy incapaz de cerrar el ojo.
Cuando llegamos al aeropuerto O' Hare de Chicago está tan transcurrido como cualquier otro día. No me sorprende que tengas que venir con dos horas de antelación, todo el mundo parece estresado, con maletas de un lado para otro, gritos y los altavoces haciendo aún más ruido.
Amanda se encarga de facturar nuestras maletas, porque yo ahora mismo no estoy al cien por cien. La recepcionista nos devuelve nuestros billetes y nos comunica que ya podemos pasar.
Alyssa me coge del brazo, dirigiéndome por el ajetreo.
—¿Te apetece algo del Duty Free? —me pregunta.
—Café, dos —le respondo, levantando los dedos para darle más consistencia.
Amanda coge a Alyssa del brazo y asiente con la cabeza antes de darme un leve apretón en el brazo para después desaparecer entre la multitud. Me paso las manos por la cara y suspiro con frustración. Después, con un movimiento brusco me descuelgo la mochila del hombro y rebusco entre toda la mierda que he metido el móvil y los auriculares, hurgo hasta el fondo y finalmente los encuentro.
Lo mejor para combatir el tedio de los viajes es la buena música y una gran siesta en el avión. Deshago los nudos de los auriculares y desbloqueo el móvil para ver el estado de la batería: medio muerto.
Suspiro con nostalgia al ver el fondo de pantalla, incluso siento la tentación de largarme y volver para suplicarle que venga conmigo. Pero aún me queda algo de amor propio para no hacerlo y obligarme a caminar hacia la sala de espera.
Me pongo los auriculares y la música comienza a sonar en mis oídos. Selena Gomez: Lover in me. Canturreo la canción por los pasillos, esquivando gente que viene y va. Últimamente me he dado que todas las canciones que escucho y su significado me recuerdan a mi extraña relación con Sam y la situación que atravesamos.
Miro a mi alrededor por instinto, comprobando los asientos libres que hay, deslizo la mirada de uno a otro y me descubro observando a uno por encima de los demás. Nuestras miradas se conectan en una fracción de segundo, provocando que el pecho se me vuelva pesado y el pulso se me acelere; los latidos del corazón amenazan con atravesarme la caja torácica.
No podría estar más atónita y sorprendida.
Me quito los auriculares, sin apartar la mirada de él, de sus ojos bicolores, que me miran con dulzura y la sonrisa que van formando sus labios cuando le devuelvo la sonrisa. Mi cabeza va a mil por hora y sólo quiero avasallarlo a preguntas y saber qué lo ha hecho cambiar de idea o simplemente por qué está aquí, mirándome.
Toda la presión desaparece cuando abre los brazos y esboza una sonrisa tímida. Camino a paso rápido hacia Sam, hasta que prácticamente estoy corriendo y me lanzo en sus brazos, rodeándole la cintura con las piernas mientras lo abrazo más fuerte.
Sam se tambalea un poco hacia atrás por el ímpetu de mi salto, pero recupera el equilibrio y no duda al estrecharme contra su pecho. Hundo la cara en su cuello y me impregno de su olor. Se ríe bajito mientras me acaricia el pelo y suspira.
Necesito preguntarle por qué está aquí o si está enfadado conmigo. Si no lo pregunto ahora tal vez no haga nunca y es posible que todo se vuelva incómodo entre nosotros. Su confesión del otro día me dejó bastante tocada y no quiero que nada cambie.
Respiro profundamente y lo suelto sin rodeos.
—¿Estás enfadado conmigo? —le pregunto con un hilo de voz. Cierro los ojos, preparándome para la peor de sus respuestas, pero sólo se ríe de nuevo.
«¡Se ríe!»
—Claro que no estoy enfadado, muñeca. Sólo estaba confundido por tu respuesta y necesitaba estar solo. —Aparto la cara de su cuello y lo miro a los ojos, buscando algún tipo de reproche o enfado, pero está sereno—. Cuando te dije que de verdad aceptaba sólo tú amistad y los encuentros fortuitos, lo decía de verdad; si eso es lo único que puedo tener lo voy a aceptar —prosigue hablando.
Saber que no está enfadado alivia la presión en mi pecho, pero eso no quita que me sienta mal por él. Lo quiero, pero no puedo arriesgarme hasta que esté completamente segura de adónde nos puede llevar una relación.
Somos un desastre, ser tan distintos es lo mejor que tenemos, pero en otros aspectos somos tan parecidos que siempre chocamos. Y sé que eso no puede acabar bien.
No sé cuánto tiempo pasamos abrazados de este modo tan incómodo, pero no quiero que deje de tocarme, de acariciarme la espalda mientras yo disfruto de su calor.
Lo oigo reírse y yo aparto la cara de su pecho.
—La gente empieza a mirarnos —murmura contra mi sien.
—Entonces mejor nos separamos.
Deshago el agarre de mis piernas, bajándome con suavidad antes de apartarme el pelo de la cara mientras le sonrío como una idiota. Ahora es perfecto. Aunque debería haberme contado que venía con nosotras.
Sam mira por encima de mi hombro y yo sigo su mirada.
—Creo que tenemos compañía —comenta.
—Parece ser que sí —corroboro.
Amanda y Alyssa nos miran con sorpresa, pero puedo distinguir que están fingiendo. Seguro que ellas lo sabían y no me contaron nada, dejaron que me deprimiera yo sola y las muy... no me dijeron nada.
Me doy la vuelta con brusquedad y me cruzo de brazos.
—¿Vosotras sabíais que venía? —inquiero.
—He traído café —dice Alyssa, cambiando de tema. Me tiende un café, sonriéndome con complicidad—. Pues claro que lo sabíamos, tonta: era una sorpresa.
—Yo les dije que no te contaran nada —añade Sam.
Asiento levemente con la cabeza y le doy un sorbo al café. La única que falta por decir algo es Amanda. Es raro que no comente nada y no se meta conmigo por mi cara de palo o lo mordaz que acabo de ser. Vuelvo a mirar a Sam, que está detrás de mí, mirando a su hermana con el ceño fruncido. Está claro que algo le pasa, pero ahora mismo no parece tener muchas ganas de hablar y yo no la voy a obligar a nada.
La mano de Sam está muy cerca de la mía y sin pensármelo dos veces entrelazo mis dedos con los suyos. Dado que nuestras manos están tapadas por nuestros cuerpos y Amanda y Alyssa no nos prestan atención, su dedo comienza a escribir algo sobre el dorso, haciendo que no pueda evitar mirarlo cuando acaba de escribir «Te quiero».
Es un juego infantil, a pensar que no debería haberlo hecho, soy incapaz de decir nada en contra, si esté es único modo que tiene para expresar lo que siente yo no soy nadie para impedirlo.
La voz que indica que los pasajeros con destino a Los Angeles ya pueden pasar a la sala de embarque retumba por toda la sala.
No me puedo creer que por fin esté pasando, y no podría estar en mejor compañía.
Después de un viaje de cuatro horas por fin estamos en Los Angeles ¡Los Angeles! No me lo puedo creer; aunque estoy terriblemente cansada.Sam y yo vamos un par de metros por detrás de Amanda y Alyssa.—Te preguntaría que tal el viaje, pero te lo pasaste durmiendo, así que supongo que estás de maravilla —comenta con una mueca burlona.—Necesitaba dormir, dado que cierta persona no me ha dejado dormir bien durante toda la semana —digo con sarcasmo.Sam se ríe con suavidad y mira en mi dirección con una sonrisa de superioridad, le devuelvo la sonrisa y lo miro con indignación. Parece estar de muy buen humor y me encanta, así parece mucho más divertido que cuando tiene ese permanente ceño fruncido.De repente, escuchamos un grito, ambos nos sobresaltamos cuando descubrimos que procede de Amanda, que echa a correr hacia una chica rubia y alta, muy alta, supongo que será Maica. Sólo hace falta ver como la abraza; igual que yo hice con Sam antes.Alyssa
Alyssa duerme plácidamente a mi lado. No sé cómo puede dormir con el calor que hace, la envidio. Seguro que todos duermen y la casa es mía, podría bajar a la cocina y prepararme uno de esos Malibú con sabor a Coco tan fresquitos que prepara Maica; se me hace la boca agua de sólo pensarlo. No obstante, únicamente doy vueltas en la cama sin poder pegar ojo.Últimamente no duermo casi nada.Llevamos aquí tres días y aunque Sam dice que no está enfadado conmigo, yo no tengo esa sensación para nada. Simplemente nunca está con nosotras y me evita siempre que puede. Además, siempre tiene alguna excusa para no quedarse: desde que ha quedado con algún amigo hasta irse a hacer surf con Maica. Me pone realmente de los nervios y me abruma lo mucho que lo echo de menos..., demasiado para mi gusto.Sólo tengo que cruzar un pasillo para hablar con él, pero no tengo valor para hacerlo. Por otro lado, también estoy muy contenta, porque por suerte —y después de mucho insistir—he con
Los parpados me pesan y me duele la garganta. Mi llorera de anoche comienza a tener efectos. No obstante, no puedo evitar sentirme feliz a pesar del día que es hoy. Lo odio, pero nada va a estropear mi felicidad.No me puedo creer que por fin lo haya dicho, por una vez en mi vida he sido completamente sincera con lo que siento, conmigo misma. No puedo pedir más, porque no hay nada mejor.Me incorporo en los codos y compruebo que Sam ya no está en la cama, pero escucho ruido fuera, gritos y música. Me levanto de la cama y bajo las escaleras, para dirigirme hacia la zona de la piscina. No sé qué hora será, pero el sol ya está en lo más alto y el calor es agradable.Observo la escena frente a mí con diversión. Maica y Sam con un par de pistolas de agua para niños, mojando a Alyssa, que no hace más que chillar mientras corre para evitar los chorros que le vienen de todas partes. Amanda está sentada en la mesa, riéndose mientras se come un trozo de piña. La mesa está re
Cuando llegamos a casa, estoy tan cansada que lo único que quiero es darme una larga ducha y dormir, dormir mucho y beber algo para hidratarme. Aunque he estado en miles de bares esta tarde y he tomado un montón de bebidas aún necesito más.Maica y Amanda se encargan de la cena y Alyssa se ha ido a su cuarto para poder hablar con Dave, así que estamos completamente libres.Cojo una de las uvas que hay en el frutero de la isleta de la cocina y observo a Sam con una sonrisa divertida.—Jake es muy majo, que pena que no lo hubiera conocido mejor —admito.—Sí, tanto que te ha acaparado toda la tarde —replica dulcemente. Cruza la isla y me coge de la cintura mientras acerca la boca a mi oreja—. Suerte que por las noches eres toda mía.Me como otra uva para reprimir una sonrisa y hago una mueca burlona. Hoy no creo que pueda corresponderlo en ese sentido; estoy demasiado cansada.Sus ojos tienen ese brillo oscuro que consiguen ponerme alerta, pero m
Antes de lo que esperaba ya estamos cruzando la Avenida Figueroa. Parece que el baloncesto en este país es un gran acontecimiento; podría afirmarlo. Cuando conseguimos aparcar el coche y llegar al Staples Center alucino aún más. Es un auténtico caos, sólo veo una multitud de gente de ambos equipos entrando por las puertas principales.Dado que ya está anocheciendo el estadio está iluminado con un color azul y el nombre del estadio con un rojo vivo. Nos colamos por donde podemos, como tiene varias entradas seguimos la corriente de gente para que nos guíe. Conseguimos encontrar a Jake de puro milagro, que va como la mayoría de los aquí presentes, con camiseta amarilla de los Lakers. Saluda a Sam y a mí me da un efusivo abrazo, que para mi gusto dura demasiado, pero se lo devuelvo de todos modos.Se revuelve pelo ya despeinado y nos sonríe.—¿Os ha costado mucho encontrar el sitio? —pregunta.—Te recuerdo que estuve viviendo aquí tres años —le responde Sam con a
Salimos detrás del bullicio, intentando adelantar puestos entre la gente que hay delante. Todos vamos muy juntos para no perdernos, casi formando una cadena humana. Las voces que hay alrededor son horribles, todo el mundo parece discutir sobre los resultados, pero yo no podría estar más contenta.¿A quién no le gusta vivir la tensión hasta el último segundo del partido? Esos son los mejores.Sam y Maica comienzan a discutir, es casi en broma y nada importante, aun así, algunos de los seguidores de los Lakers nos mira con cara de palo al ver a estos dos enzarzados en una conversación sobre el partido.Aprieto la mano de Sam mientras me obligo a seguir caminando.—Pasa de ellos —me recomienda Jake.—Eso intento, pero me está costando —mascullo entre dientes. Ladeo la cara en su dirección y veo que parece estar bastante relajado a pesar de que no han ganado el partido—, pero a alguno me gustaría partirle la cara.Las mejillas me arden y tengo muc
Sé que ir a estas horas a la playa no es lo más normal, pero me apetece hacerlo. Además, esa playa siempre está hasta los topes de gente. Quiero saber cómo es cuando no hay nada, ni nadie, sin ruido, sin alboroto, con sitio donde escoger. Es muy posible que no vuelva aquí hasta dentro de no sé cuánto, así que quiero aprovecharlo al máximo.Al principio pienso que no me va a hacer caso, pero me sonrío cuando da la vuelta por Olympic Boulevard y gira en dirección Blaine Street. No pensé que fuera a hacerlo, pero sabe que ahora mismo no soy una persona a la que se le pueda llevar la contraria, y mucho menos cuando está cabreada.Estoy tan entretenida mirando las casas que nos rodean, que no me doy cuenta de que ya estamos en Santa Monica hasta que pasamos el Jardín comunitario que hay en Neilson Street.A pesar de las horas sigue habiendo ajetreo en las calles, pero ni la mitad de lo que suele haber a mediodía o por las mañanas. Encontrar aparcamiento ya no es difícil
Respira contra mi hombro y su pelo me hace cosquillas en el cuello. Su cuerpo cálido se desploma sobre el mío con cuidado de no hacerme daño y yo degusto la sensación de acariciar su coronilla mientras nos recuperamos.Cierro los ojos y suspiro sonoramente mientras me río.—¿Sabes que acabas de cumplir una de mis fantasías sexuales? —murmuro.—Pues follar en una playa es incómodo de cojones —responde en un suspiro.Me río con pesadez ante su comentario. Yo siempre había deseado hacerlo y jamás tuve la oportunidad, además, no creo que sea algo que se pueda hacer con cualquier persona, dado mis anteriores interacciones sexuales.Mientras aún sigo cavilando en mi imaginación e intento despejarme, Sam se levanta, recoge nuestra ropa y me tira la camiseta que cojo de puro milagro antes de que se me caiga en la cara. Me siento y no dudo al ponérmela, dado que me cubre hasta los muslos y así ya no estoy tan expuesta. Después me recojo el pelo húmedo en una col