Me revuelvo cuando siento mucho calor, pero algo o, mejor dicho, alguien me impide moverme. Abro sólo un ojo para mirar la hora en el reloj de la mesilla de noche; ya son las doce de la mañana. La cabeza de Aiden reposa sobre mi vientre y me abraza de un modo extraño. Aunque sólo puedo pensar en lo adorable que está ahora mismo, con el pelo rubio revuelto y los labios ligeramente entreabiertos...
Hemos dormido juntos miles de veces, pero nunca me lo había encontrado así en ninguna de las ocasiones, abrazado a mí como si fuera alguna especie de chaleco salvavidas, como si tuviera miedo de que me desvaneciera.
Me cuezo de calor y me hago un pis que me muero, pero la verdad es que tampoco quiero despertarlo. Parece tan joven cuando duerme que me daría pena interrumpir su sueño, sería como despertar a Dylan.
Mis dedos se hunden en su cabellera rubia como el sol en invierno y la acaricio con cuidado. Gime levemente y me abraza con más fuerza.
Definitivamente, me e
Todo vuelve a caerse de nuevo y sin remedio de que nada pueda salvarse, porque este muro ha dejado de funcionar tal como debía. Ya no me protege de él. Así que ahora ya sólo me quedan las palabras para defenderme, y hasta estas parecen fallarme.Los dos nos analizamos con la mirada. Él parado al lado del umbral y yo aún sentada en el sofá con mi té casi frío. No sé cómo hemos llegado a esto. Sólo ha pasado un día que no nos vemos, pero es como si hubiesen pasado semanas, como si ya no fuésemos los mismos que éramos ayer. Yo ya no soy la misma que era ayer, todo ha cambiado en veinticuatro horas, puede que menos. Todos los secretos y mentiras que en un momento nos unieron ahora nos separan por miles de kilómetros; nuestros corazones siguen latiendo, pero ahora a diferentes ritmos.Y lo último en lo que pienso es: ¿Estamos al borde de la decadencia?Mi mirada se pierde en sus profundidades mieles y avellana, esas que tanto amé, y aún amo por encima de todo. Esas
El viernes la alarma suena justamente a las siete de la mañana, pero no he podido pegar ojo en toda la noche. Sólo he dado vueltas y vueltas en la cama. He esperado dos semanas justas para pedir cita en la consulta para esa maldita prueba de embarazo. Sigo pensando que todo está bien. Además, no he notado nada raro ni fuera de lo normal.Me giro en la cama para poder mirar el cuerpo dormido de Sam a mi lado, tiene los labios entreabiertos y me deleito con el sonido de sus suaves ronquidos. Parece tan joven cuando duerme que está para comérselo, pero me siento fatal por mentirle. Desde nuestra intensa declaración de principios todo ha ido a mejor. Creo que estar a punto de perderme le ha hecho recapacitar en su modo de tratarme.Últimamente está mucho más relajado, me tiene más informada de casi todo, excepto de una cosa: aún no me ha dicho una palabra sobre lo que Jake sabe de él, ni una mísera mención, y la verdad es que yo tampoco he insistido con el tema. No quiero qu
El mundo se me cae encima en décimas de segundos, hasta me falta el aire. Vuelvo a mirarla y espero que se ría y me diga que está de coña y sólo quería tomarme el pelo, pero su gesto es serio y no veo atisbo de broma en su expresión.Embarazada.Estoy embarazada. Ni siquiera sé que pensar al respecto, sólo estoy segura de que algo crece en mi interior y forma parte de mí, algo pequeño e inocente a pesar de la forma que fue concebido. Me llevo la mano al vientre inconscientemente y me lo acaricio con suavidad, aún en estado de shock. Ahora mismo no sé qué siento, excepto que tengo unas ganas terribles de llorar.No puedo ser madre, ni siquiera puedo cuidar de mí misma, como cuidaré de otro pequeño ser totalmente dependiente. Además, a mí nunca me han gustado los niños y seguro que soy una madre de mierda.—Embarazada —consigo articular con un hilo de voz.—Sí, de cuatro semanas y media —confirma.«¿Qué?»Es imposible, totalmente imposible. La
Eso parece ser suficiente respuesta para volver a su tarea. Sus labios vuelven a estar sobre los míos y su lengua se mueve con destreza alrededor de la mía.«Dios mío.»Una de sus manos va hasta mi humedad, hace mis braguitas de encaje a un lado e introduce dos dedos en mi interior, haciendo que suspire de placer cuando comienza a moverlos dentro y fuera en círculos lentos, provocando que gima en su boca y me deshaga con sus caricias.Sus labios pasan a mi cuello, donde lame y succiona mientras yo me hago cargo del botón de sus vaqueros. Bajo su cremallera con destreza y cuelo la mano en su bóxer. Cojo su pene con la mano y muevo la muñeca arriba y abajo con lentitud, provocándolo. Gruñe contra mi cuello y me estimula con los dedos, que se mueven con más rapidez. Yo también incremento el ritmo de la mano, arrancándole gemidos de placer.Saca los dedos me mi interior y separa la boca de mi cuello, provocando que gima por la falta de contacto. Lo miro confundid
Entro con cuidado de no hacer ruido y cruzo el recibidor con pasos vacilantes. Estar aquí no hace más que aumentar mi culpabilidad. Cada vez estoy más segura que lo que sucedió con Aiden jamás debió pasar, rebasamos el límite, siempre lo hemos hecho.Puedo contar cada latido de mi corazón golpearme el pecho con insistencia, poniéndome más nerviosa de lo que ya estoy.Avanzo por el pasillo con el corazón en la garganta.—¿Estás bien? —pregunta la voz de Sam. Giro la cabeza hacia la derecha y compruebo que está en su sala de trabajo. Me mira a la cara y esboza una pequeña sonrisa—. Te he echado de menos —añade en tono lastimero.—Lo siento, tuve que hacer un par de recados —miento como una bellaca.Desvío la mirada cuando creo que voy a volver a llorar, simplemente aprieto los labios y me obligo a no seguir mirándolo. Hacerlo provoca que me sienta aún más miserable, más zorra de lo que me he sentido en toda mi vida.Casi echo a correr los pocos metr
Me despierto de un suspiro al oír la cerradura de la puerta abrirse. Tengo el cuello dolorido de dormir en el sofá y la espalda me estalla cuando me siento y clavo la mirada en Sam. Pasa por el recibidor a duras penas, balbuceando cosas que no entiendo.Cojonudo, está borracho y yo agotada y dolorida.—Ese es tu padre —susurro.Me acaricio el vientre y miro a Sam con cara de pocos amigos cuando llega hasta el salón y está a un par de centímetros de mí. Alzo la mirada para encontrarme con sus ojos apagados e inyectados en sangre y su sonrisa de suficiencia.Se pasa las manos por el pelo y se ríe entre dientes.—Estás borracho —le reprocho.—Siii, pero sólo un poquito. —Arrastra las palabras y junta el índice y el pulgar delante de su cara, como gesto de que ha bebido poco—. Pero no estoy borracho... bueno, sí, pero es por tú culpa —me espeta entre carcajadas.Se deja caer en el sofá a mi lado, recuesta la cabeza en el borde y se ríe de nuevo.
El reloj sobre la mesita de noche ya marca las cuatro de la mañana y yo aún no he podido ni tan siquiera cerrar los ojos. Mi cabeza no hace más que crear más y más situaciones incómodas. Mi mente está demasiado activa y la tensión de no saber si Sam sigue fuera me está carcomiendo los nervios. Cuando dejó de aporrear la puerta, tampoco supe si se había marchado, dado que no escuché pasos ni nada similar.Busco una nueva posición y termino boca arriba, tamborileando con los dedos sobre mi vientre mientras miro el techo blanco y escucho el incesante ruido del exterior.Hincho y deshincho los carrillos de aire para no pensar tanto en la idea de si me arriesgo a salir y encontrármelo, o si me quedo en mi guarida y permito que la angustia me engulla.Puedo deducir que debe sentirse más confundido que enfadado. En el fondo, tiene todo el derecho a estar las dos cosas. Sin embargo, yo no creo estar preparada para enfrentar sus impertinentes preguntas.Profiero un gr
Me levanté aproximadamente a las diez de la mañana para asegurarme de tener suficiente tiempo para hacerlo todo. Anoche mientras miraba a Sam dormir después de que me trajera a la cama, no podía dejar de pensar que tal vez yo también debería regalarle algo, recompensarle de algún modo todo lo que tiene que soportar por mi culpa. Pero ¿qué narices le regalo a alguien que lo tiene todo? Va a ser lo más complicado que vaya a hacer.Mientras exprimía la naranja, y como por arte de magia di con la clave.El regalo ideal. Recordé que papá me regaló uno cuando cumplí doce años. Aún lo conservo y me gusta mirarlo cuando lo echo de menos, así que me parece idóneo para Sam.Tal como le gustan los valores sentimentales; algo que yo nunca entenderé.Todo el camino de vuelta a casa pienso si debo dárselo ahora o si espero hasta esta noche. No sé por cual decantarme, así que dejo de comerme la cabeza y rebusco en los bolsillos de l