Capítulo 3.

ACACIA LUNA.

—¡Se nos va a hacer tarde! ¡Apúrate!

—¡Voy!

Termino de maquillarme y guardo todo en mi estuche y posteriormente, en mi bolso.

—¿Estás lista? —asiento—. Bien, vámonos.

Cameron agarra sus llaves y salimos del departamento.

—¿Cómo es tu presidente? —le pregunto una vez que entramos al auto y él me ve confundido brevemente—. Solo quiero saber si es simpático, normal o de esos jefes insoportables.

—Creo que sería normal —me responde mientras enciende el auto y empieza a conducir—. Sé que con el trabajo es muy estricto, la otra vez fue personalmente a despedir a alguien y le dijo hasta de que se iba morir, realmente estaba enojado.

—¿Y cómo te trato a ti ayer en la entrevista? —le pregunto nerviosa.

—Bien —me responde—. Fue muy claro y preciso, supongo que no le gusta perder el tiempo.

—Estoy nerviosa —le revelo—. Sé que aunque no me acepten tengo mi trabajo, pero, no sé, simplemente tengo nervios.

—Todo va a salir bien —me dice—. Algo me dice que si te va a contratar, eres muy buena en tu trabajo.

—Lo dices porque eres mi hermano.

—No solo yo lo digo, hasta donde recuerdo, te graduaste con honores en la universidad y tienes varios diplomas, los cuales, demuestran que hablas con fluidez todos los idiomas que sabes —me dice—. Oye, hablando de eso, olvide mencionarte algo.

Lo veo asustada.

—¿Qué olvidaste mencionarme? —le pregunto muy nerviosa.

—Estuve investigando y descubrí que en la empresa no hay muchos que sepan hablar árabe —me informa—. Si tienes la oportunidad, puedes sacar a relucir eso.

—Creí que era algo más serio —le digo suspirando aliviada—. Gracias por decirme eso, lo tendré en cuenta.

—Lo que sea por mi hermanita —entra a un estacionamiento subterráneo—. Te voy a acompañar hasta el piso en donde se encuentra el presidente, pero tú te encargas a partir de ahí, ¿ok?

—Ok —le digo mientras estaciona el auto—. Deséame suerte.

—No la necesitas —me dice—. Vas a conseguir el trabajo, estoy seguro, ahora vamos.

Asiento y ambos salimos del auto y sigo a Cameron hasta llegar a un ascensor.

Entramos y el presiona una tecla y, aunque hay personas que entran y salen en varios pisos, siento que llevo aquí dentro una eternidad hasta que las puertas se abren nuevamente y mi hermano me dice:

—Aqui es —salgo del elevador—. Suerte.

Asiento y veo como presiona otra tecla antes de que las puertas se cierren. 

Me doy la vuelta y choco con alguien.

—Lo siento —le digo.

—No te preocupes —me dice.

Empiezo a caminar dejando al hombre castaño atrás.

—Am, disculpa —me detengo cuando encuentro a una recepción y a dos mujeres sentadas—. Vengo una entrevista de trabajo con...

—Te has equivocado de piso —me interrumpe una de ellas—. La oficina de recursos humanos está en otro piso.

—Am, no, no me equivocado —le revelo—. Vengo a una entrevista con el presidente.

—¿Ok? —me dice la que me interrumpió—. Ve y toma asiento mientras le avisamos, por favor.

Asiento y voy a sentarme en uno de los sofás que se encuentran ahí.

—Hola —una mujer se pone delante mio— ¿Eres Acacia Luna?

Asiento.

—Soy Alba, la secretaria del presidente —me informa—. Sígueme, por favor.

Asiento y me levanto para empezar a seguirla, hasta que se detiene y llama un puerta, obteniendo un "adelante".

—Señor Cooper —veo como entra un poco a la oficina—. La señorita Acacia Luna ya está aquí para la entrevista.

—Que entre, por favor —escucho que le dicen desde adentro.

—Entra —se hace a un lado para que yo pueda entrar y antes de cerrar la puerta, me dice un pequeño y casi inaudible:—. Suerte.

Cierra la puerta y yo veo hacia adelante, para encontrarme con un hombre pelinegro sentado en el escritorio viéndome fijamente.

¿¡Él es el presidente!?

—Puedes tomar asiento. 

Señala una de la sillas vacías delante de su escritorio y yo asiento antes de tomar asiento.

—Buenos días —le digo.

—Buenos días —me regresa el saludo— ¿Normalmente eres muy puntual o lo eres nada más hoy por la entrevista?

Me sorprendo un poco por su tono de broma al formular la pregunta.

—Normalmente lo soy —le contesto.

—Eso es bueno —me dice levantándose de su silla y caminando hacia otro lado— ¿Quieres café?

—Am, no, estoy bien, pero gracias —le revelo.

—Ok, entonces más para mi —regresa a su asiento con una taza de café en las manos— ¿Traes tu curriculum? —asiento—. Dámelo, por favor.

Saco la carpeta de mi bolso y se la doy.

—Según esto, te graduaste hace dos años de la universidad, ¿eso es correcto? —asiento—. Y desde entonces, trabajas como traductora en una editorial, no es muy conocida ni tan grande, pero se mantiene.

—Así es —le digo.

—¿Y el salario es bueno? 

—Sí. 

—Además de eso, hablas bastantes idiomas para tener solo 23 años —me dice—. Sobretodo, hablas hindi, arabe y escoces, lo cual no es muy común.

—Me gustan mucho los idiomas —le comento.

—Sí, creo que cualquiera se da cuenta de eso por la carrera que estudiaste —me dice—. Digo, nadie aprendería muchos idiomas para una carrera que no le apasiona, porque supongo que te apasiona tu profesión, ¿no?

Asiento.

—Hagamos una pequeña prueba —deja la carpeta sobre el escritorio y me ve a los ojos—. Mucho gusto, soy Nicolás Cooper, presidente de Cooper Company y de muchas otras empresas, tengo 28 años, así que soy cinco años mayor que tú, además de eso, odio los animales y en un futuro no muy lejano, quiero casarme y tener hijos con la mujer que amo, ¿qué puedes decirme sobre ti?

Lo veo un poco sorprendida al verlo y escucharlo hablándome en escocés antes de responder:

Mucho gusto, señor Cooper, soy Acacia Luna, tengo 23 años y actualmente trabajo en una editorial, soy licenciada en lenguas extranjeras y me gradué con honores de la universidad, desde muy pequeña me han gustado los idiomas, a diferencia de usted, amo los animales y no me veo teniendo familia ni pareja en el futuro.

—Eres realmente buena —me comenta recargandose en su asiento—. No te trabaste ninguna vez y hablaste con demasiada fluidez, de no saber que el escocés no es tu idioma natal, creería que si lo es.

—Muchas gracias.

—Y eres justo lo que buscaba —me dice—. Supongo que tu hermano te hablo de la propuesta que le hice, ¿no? —asiento—. Bueno, te quiero hacer la misma propuesta. Sí aceptas, ten por seguro que tendrás un muy buen salario, además de prestaciones y seguros, no te tendrás que preocupar por el hospedaje, ya que la empresa se encargará de eso, además, te brindaremos un auto con el cuál podrás moverte, si quieres aprender un nuevo idioma la empresa se encargará de los gastos de las clases y materiales que vayas a utilizar, pero lo más importante, el trabajo sera en una nueva compañía en Canadá. Así que, ¿quieres pensar la propuesta o ya tienes una respuesta?

—Ya tengo una respuesta.

—¿Y cuál es?

—Acepto la propuesta —le contesto.

—En ese caso, bienvenida a su nuevo trabajo, señorita Luna —me dice y nos levantamos de las sillas para estrechar las manos—. Espero que trabajemos muy bien juntos.

—Lo mismo digo, señor Cooper.

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