OLIVIA.Y drenando un sudor interno, temblando casi, la coloqué donde él me había indicado.Luego lo miré y le entregué la carpeta.—Yo me quedo con esto… —despegó una de las hojas dejando las demás—, y tú te quedas con eso. —Asentí tomando lo que me daba y se hizo un segundo de silencio—. Olivia, comenzarás como aprendiz de la aseguradora y ese dinero quizás te sirva para reiniciar las clases. Quedaste en un semestre avanzado, ¿no es cierto? «¿Cómo sabe él todo eso?» Asentí.—Bien. Hazlo, no pierdas la oportunidad. Y…, gracias. Por todo. Mil gracias, de verdad.Sabía de lo que me hablaba.—¿Esto tiene que ver con tu relación, por todas las cosas en las que colaboré?—Para nada. Tiene que ver con lo que ya te dije. —Sonrió, exhaló una sola risa ligera y nasal, removió su cabeza en negativa como diciendo: ella no tiene remedio. Luego se recostó en el espaldar de su silla.Me levanté un tanto aletargada y con un incremento de ese mismo sentimiento, salí de la oficina y caminé hasta mi c
CARLOS Estaba bastante apurado por llegar, porque necesitaba irme de allí lo más pronto posible. Estacioné en la parte de atrás del edificio, asegurándome que tenía cancha libre para salir fácil.El agente de seguridad me otorgó uno de los tickets de papel que siempre entrega a los visitantes del estacionamiento cerrado, el cual debía conservar como el mayor tesoro. Así que lo guardé en la guantera.Apagué el vehículo, me bajé con las pertenencias requeridas para mi cita y activé la alarma al cerrar la puerta.La entrada trasera de la aseguradora era más pequeña que la principal y mi coche había quedado diagonal a ella; Debía dar unos pasos para llegar allí.Este es el momento de confesar que mi apuro se había vestido —antes de llegar— con otro traje: el de la invisibilidad. Estaba seguro que Olivia, la mujer con la que me había estado acostando, se encontraba allí esa tarde. Algo me decía que mi suerte no podía estar tan bien ajustada como para enviarme a ese edificio uno de sus día
—Ok… Tú propones —le dije entonces.—Mira, hoy tengo un compromiso en un sitio al cual nunca he ido. Me han dicho que es muy bueno. Déjame comprobarlo. Si eso es cierto, que es bueno como dicen, nos vemos allí.Asentí cortito con la cabeza, como si él pudiera verme.—Ok, está bien.—¿Te paso buscando o te envío la dirección?«¿Qué le digo? Ay, Dios…»Sabía lo que iba a decirle, pero siempre la prudencia ganando pedazos de mi personalidad. Algún día eso me hará mal.—Envíame la dirección.—Ok.Se hizo el silencio de nuevo.¿Qué haces? —preguntó.Miré mi ropa, ya cargaba todas las prendas pertinentes, solo me faltaba completar el maquillaje.Alejé el celular de mi oreja por un segundo para revisar si me habían escrito. Corroborando que no era así, contesté: —Me arreglo para salir.—Ah… Te interrumpo entonces.—No, para nada. No te preocupes, ya estoy vestida.—Ya. Entiendo. —Suspiró y muy claro que le escuché. Volví a fruncir las cejas porque algo había cambiado tras mi información y no
OLIVIA —¿Olivia? ¿Eres tú? —escuché que alguien preguntó con una voz que sonó demasiado sorpresiva—. ¡Hey, qué bueno verte!«¿Carlos?»La boca se me abrió de par en par.Carlos Malaver, Carlos M, mi amante de los viernes, con quien me acababa de textear, ¡estaba parado al lado de nuestra mesa!¡¿Qué diablos hace aquí?!» Miró a mis acompañantes.—Disculpen la interrupción…—No, para nada —respondió…, no sé quién fue; Si la novia de mi jefe o él mismo. No pude notar nada más que a Carlos, quien me miraba desde arriba con una sonrisa ancha en los labios. Aunque algo había en su mirada…¿Qué coño hacía Carlos en ese lugar? No podía creerlo. Estaba…, anonadada.—Ehh... —Parecí lerda por unos instantes, la boca se me secó.Él se había acercado a nuestra mesa con un traje formal de chaqueta y una desenfadada postura de manos metidas en los bolsillos de su caro pantalón. Siempre le había visto bien vestido (y bien desnudo), pero aquella ocasión fue distinta.Tenía que reaccionar.Puse mi mej
—Pues sí. —Hice una pausa para pensar en eso, porque la verdad era que todavía no había medido bien mi asombro—. Me pidió que nos viéramos aquí. —Bajé la cabeza con pena.—¿Qué…? —Abrió la boca de par en par y se colocó las manos sobre sus labios—. Ay Dios, y yo los interrumpí —dijo debajo de sus palmas.Me eché a reír.—No, chica, para nada. No te sientas mal por eso. Si quiere decirme algo importante, que se espere.Ella entrecerró los ojos y negó con su cabeza.—Serás tan mala…Ahora éramos las dos riendo.—Nada de mala. Tenemos tiempo de sobra para hablar y entender esta…, casualidad que nos ha chocado. —Sonreí moviendo las cejas, exhalando aire y batuqueando cortito la cabeza.—Bueno, él te vio conmigo, no creo que venga.—Exacto—. Se hizo un silencio incómodo—. ¿Nos vamos? Ya se deben estar preguntando por nosotras.—Bahh… Si tan ansiosos están por tenernos allí…, que esperen.Tuve que reírme por eso. En definitiva, ella me caía bien. Salimos de los baños y atravesamos el pequ
CAPÍTULO V: LA QUINTA CENATodas las mañanas contigoCARLOS Existen en el mundo y en la vida muchas cosas difíciles de digerir, de contar, de entender, de procesar…, y con las que uno tiene que aprender a vivir. Pero también existen esos aspectos de la vida con dificultad silenciosa, esos relatos de sutil apariencia pero con fluidos de certeza apabullantes, incluso inolvidables: el roce de unos dedos en alguna espalda, una música de fondo, un vestido incomparable, algún color en específico; quizás una canción, tal vez la lluvia..., el no estar sólo…, pueden significar situaciones difíciles de explorar cuando en verdad, realmente importan, cuando sabemos que esos simples detalles han provocado un cambio, han hecho click en algo…¡Diablos!, no sé cómo explicarlo.Después de hacer el amor la misma noche que me la encontré en el restaurante donde celebraba el compromiso de mi prima… Después de hacer el amor, no sé, dos o tres veces (ya no creo tener certeza), supe que con ella, el derred
OLIVIA Una jodida cola en el banco, jueves y a última hora.Patético.No creo odiar a nadie, y creo odiar pocas cosas en el mundo, pero una de esas es ir al banco.La única ventaja del día y de estar confinada a dicha tortura, es que el edificio bancario queda cerca de mi empleo. Entonces, cualquier escapada es posible. Y aunque en verdad pueda hacerlo, las horas y los días valen oro para mí.Tenía el cheque en la mano, el mismo que me había dado mi jefe como “bonificación de cumpleaños”, una cantidad de dinero que aún estoy asimilando y que por dentro me hace sonreír cada vez que la recuerdo. Y no por la gratificación en sí, sino por toda la historia y las memorias que la rodean: la salida con mi superior, su novia y su amigo… Al parecer, ellos querían emparejarme esa noche, aunque dijesen reiteradas veces que no era así. Entonces vengo y me encuentro con Carlos en ese restaurante y dejar la cena, IRME de allí con él, pasar una gran noche acostándome con él… Otra vez vuelvo a tembla
OLIVIA «Ya me vio». Estaba sumamente nerviosa. La verdad era que no sabía exactamente qué quería lograr yendo allá. No me gusta que se metan en mis asuntos, creo que la palabra reserva es una que me define en un gran porcentaje. Pero debo confesar que, detrás de toda la perorata personal de no hagas lo que no te gusta que te hagan, me emocionaba mucho estar allí, provocar algo, darle un giro a una rutina que aún no existía y que por convencimiento propio y por cómo se iban dando las cosas, no creía que existiera nunca.Me sentía excitada por meterme, por ser vista en una noche no deseada; provocar, alertar, poner tensos los cuerpos, sobre todo el de Carlos, mí Carlos, porque sentía la férrea necesidad de que me viera husmeando en cosas suyas, en sus delicados asuntos.El peligro me tenía a cien, ¡a mil! La expectativa de acertar o no, era una de las razones por las cuales mi ardiente cerebro me motivó a ir, a vestirme así y querer ser desvestida de inmediato.Pedí la cena: rueda de