OLIVIA «Ya me vio». Estaba sumamente nerviosa. La verdad era que no sabía exactamente qué quería lograr yendo allá. No me gusta que se metan en mis asuntos, creo que la palabra reserva es una que me define en un gran porcentaje. Pero debo confesar que, detrás de toda la perorata personal de no hagas lo que no te gusta que te hagan, me emocionaba mucho estar allí, provocar algo, darle un giro a una rutina que aún no existía y que por convencimiento propio y por cómo se iban dando las cosas, no creía que existiera nunca.Me sentía excitada por meterme, por ser vista en una noche no deseada; provocar, alertar, poner tensos los cuerpos, sobre todo el de Carlos, mí Carlos, porque sentía la férrea necesidad de que me viera husmeando en cosas suyas, en sus delicados asuntos.El peligro me tenía a cien, ¡a mil! La expectativa de acertar o no, era una de las razones por las cuales mi ardiente cerebro me motivó a ir, a vestirme así y querer ser desvestida de inmediato.Pedí la cena: rueda de
CARLOS Estaba molesto. Rayos, ¡estaba que hervía!—¡Carlos!—No. —Espérate un momento… —¡No!Íbamos camino a mi carro y me paré en seco en plena acera para encararla.—No sé qué diablos hacías en el restaurante, pero no fue ni un poquito buena idea. Ni un poquito.—¿Por qué? —me retó—. ¿Porque sabías que esa mujer iba a estar allí?—No me jodas ahora con eso, por favor. —Miré a todos lados buscando divinas providencias que me sacaran de esa rabieta.—¿Por qué dices que no es buena idea que una mujer quiera cenar…?—Por todos los cielos, Olivia. ¿Me estás hablando en serio? Sabes cómo es todo, eres muy inteligente. Esa mujer no la conoces de nada, no conoces de nada a casi nadie allí, por el amor de Dios. ¿Qué pretendías hacer estando sola en ese lugar? ¡¿Por qué diablos le permitiste sentarse en tu mesa?! Es que…—¿Por qué no es buena idea que una mujer cualquiera vaya a cenar en una noche cualquiera?—¿Mujer cualquiera? ¡¿Mujer cualquiera?! ¿Tú te has visto en un espejo, Olivia? ¿Te
CAPÍTULO VI. La sexta cena. Fue bueno que no llegaras.OLIVIACarlos se volvió loco, pero lo entiendo.Carlos Malaver está enloquecido, desquiciado por pedirme que me mude con él.Lo sé. Lo intuyo.Y yo, desde lo más profundo de mi corazón, deseo decirle que sí.Si es que me lo llega a pedir, ya que no creo que le encante sentirse así por mucho más tiempo.Además, la misma vida me ha enseñado que en ocasiones, apurarse, solo lleva al cansancio y el peor de ellos es el emocional, el mismo cansancio que a veces lleva en sus manos la decepción. Y estar decepcionado, y tan pronto, no es bueno.Por eso, aún sigo viviendo en mi pequeño departamento, ese que puedo costearme aún con mi sueldo, preparándome para ir a trabajar, luego de haber pasado días maravillosos junto a él, junto a mí…Debo carraspear con la garganta. Junto a mi novio… ¡Sí, mi novio! Mi pareja. Qué estupendo suena y qué terrorífico se siente al mismo tiempo.Montada en el bus rumbo al trabajo un lunes bien temprano en la
OLIVIA.Me detuve en seco, no supe bien qué hacer por un par de segundos. Tal vez más.Las manos me hormiguearon… ¡Carlos estaba en La Napolitana! «¿Pero, qué está pasando hoy?», me pregunté mentalmente.Nos miramos fijamente. Él, con alguna extraña impresión en su rostro, anonadado casi, en pleno mediodía dentro de ese hermoso y emblemático restaurante, dándose cuenta que yo acababa de entrar… acompañada.No sé qué cara pude haber puesto, creo que no la sentía.Debía relajarme. No estaba cometiendo ningún delito, mantener la calma y la cordura era primordial. ¿Pero cómo hacerlo, cuando el caballero que más me fascina, el dueño de todas mis emociones, las débiles, traicioneras y comprometidas, las emociones diurnas y nocturnas, me estaba comiendo con su mirada y no precisamente de buena manera?Miré a mi acompañante y decidí agarrar al toro por los cuernos.—Alonso, ¿podrías, por favor, esperarme en la mesa? Voy a saludar a Carlos un momento…—¿Y quién es Carlos? ¿Ese es Carlos?Lo mi
CARLOS.«Ahhh…, con que él, es el ex».Debo confesarlo ahora, por dentro me estaba riendo. Y por supuesto, era mejor que lo hiciera, mucho mejor reír que sentir celos.Un tanto divertido por la situación, le tuve que decir unas cositas al tal Alonso de pacotilla.—¿Eres su ex? Vaya, genial. Me alegra que por fin hayas encontrado el camino hasta este restaurant.Creo que mi sonrisa y mis palabras casi hacen desmayar a Olivia y sé que también encabronaron un poco al idiota que tenía de frente, que con sus lentecitos aéreos, ni siquiera podía hacerle justicia a esa hermosa hembra.La miré directo y disfruté aún más cuando la vi cerrar sus ojos y casi negar con la cabeza. Lo mejor: que ella también evitó sonreír. De hecho, noté que trataba de que su risa no explotase. Eso me hizo sentir muy aliviado.«Te amo, ¿cierto, Olivia?»—Fue bueno que no llegaras —le dije a Alonsito—. Gracias a esa embarcada tuya, ella y yo nos conocimos. —Le di una palmada en la espalda, no paré de sonreír. Miré a
OLIVIA.Me arrastró y no podía dejar de sonreír, pero cuando vi que no me llevaba para una mesa, sino para la salida, me detuve en seco.—¿Qué vas a hacer?Él me miró totalmente sorprendido y se echó a reír cuando se dio cuenta que literalmente, yo no le dejaba dar un paso más, como niña.—Olivia, muévete.—No —le dije, con tiento—. En menos de diez minutos debo regresar al trabajo.Él rió un poco más.—Lo sé, ¿qué crees que haré?Él se veía totalmente extrañado y verdaderamente yo… Ahora que lo pienso, creo que estaba exagerando, pero con Carlos nunca se sabía nada.—¿Me vas a acompañar al trabajo?—Claro que sí. En unos minutos te llevo —me aseguró.Salimos de La Napolitana.La gente transitando a nuestro alrededor, los buses pasando, alguien llamando a otra persona, el negocio de los periódicos cerrando y algunos choferes batallando por estacionarse frente al restaurante, sabiendo nosotros que no todos entrarían a él, sino que aprovechaban esas plazas para ir al banco, o tal vez a
CARLOS. Me quedé mudo.Plateado…Rayos, qué bien le queda el plateado a esa mujer.Tomé su mano, dejé un beso en sus labios que pretendía ser casto, sin embargo terminé abrazándola y pasando mi boca por su cuello perfecto, acariciándoselo con muchas ganas de no detenerme jamás.—Lo siento —tuve que decirle, porque efectivamente no era muy tarde, a eran las 08:00 PM y los comensales, que no eran muchos, parecían búhos curiosos, pendientes de en qué parte de nuestra anatomía colocábamos nuestras manos.Hablé con el mesonero anfitrión para que me dejara a mí recibirla y así fue, y disfruté un montón ver la expresión de Olivia al verme prácticamente en la entrada esperando por ella. Debo confesar que internamente, me reí, me gustó verla reaccionar así.Rápidamente, caminamos entre las mesas y llegamos hasta la más lejana del sitio. Allí nos sentamos, pegados a la pared de la izquierda. Quien quisiera vernos con detalle, tendría que pasar de largo el área principal, atravesar los marcos d
—¿Estás bien? —me preguntó de una vez, escudriñando mi cara con el ceño fruncido, mientras se sentaba.—Sí… —Miré a mi alrededor y luego a él—. ¿Quién es él? Parece ser un poco grosero, y no lo digo por su forma de hablar.—¿Te hizo algo? —preguntó, apretando su mandíbula.—No, pero fue invasivo al sentarse frente a la mesa. Además, quiso saber si yo era tu pareja.Carlos suspiró y metió la lengua entre los dientes.—Es el sobrino de Meléndez. —Carlos asintió para sí mismo, sirviéndose un vaso de agua y dándole algunos sorbos.Intuía que algo andaba mal, pero no estaba muy segura de poder preguntar. No quería meterme en terrenos demasiado privados, no sabía muy bien cómo era Carlos con esos asuntos.Es su trabajo, son sus negocios y él vivía del mundo de los números y del dinero ajeno.De todos modos, me valí de mi parcial experticia para ver si daba con la información más certera.—A ver si adivino. Manejas las cuentas de Meléndez y ese tipo es un problema allá. —No fue una pregunta,