—¿Estás bien? —me preguntó de una vez, escudriñando mi cara con el ceño fruncido, mientras se sentaba.—Sí… —Miré a mi alrededor y luego a él—. ¿Quién es él? Parece ser un poco grosero, y no lo digo por su forma de hablar.—¿Te hizo algo? —preguntó, apretando su mandíbula.—No, pero fue invasivo al sentarse frente a la mesa. Además, quiso saber si yo era tu pareja.Carlos suspiró y metió la lengua entre los dientes.—Es el sobrino de Meléndez. —Carlos asintió para sí mismo, sirviéndose un vaso de agua y dándole algunos sorbos.Intuía que algo andaba mal, pero no estaba muy segura de poder preguntar. No quería meterme en terrenos demasiado privados, no sabía muy bien cómo era Carlos con esos asuntos.Es su trabajo, son sus negocios y él vivía del mundo de los números y del dinero ajeno.De todos modos, me valí de mi parcial experticia para ver si daba con la información más certera.—A ver si adivino. Manejas las cuentas de Meléndez y ese tipo es un problema allá. —No fue una pregunta,
CARLOS.Cuando pasamos por entre las mesas, no me fijé si Vassallo aún estaba en el lugar, solo me concentré en las curvas de mi chica caminando delante de mí, moviéndose dentro de ese vestido del color de la plata que parecía brillar con cada paso que daba.Llegamos al auto, nos montamos…—Busca meterte por la vía contraria. Vamos para atrás.La miré tras su indicación y asentí. Ella era quien mandaba, yo obedecería a rajatabla.Me fue indicando e indicando el camino y yo manejando y manejando, y cada vez me parecía más curioso el lugar, puesto que nos acercábamos al lago.De hecho, cuando me pidió subir una de las varias carreteras en colina, un tanto cercanas al casco central, mi cabeza estuvo intentando adivinar el lugar a dónde me llevaba.—¿A dónde me llevas, Olivia?—No te desesperes —apretó mi muslo derecho—, ya verás.Antes de llegar, vi que manipuló su celular, parecía enviarse textos con alguien e intenté que aquello no me molestara. Para sorpresa mía, yo no conocía al si
OLIVIA.Lo vi caer y creo que esa fue la primera vez que lo vi cansado en una primera tanda, lo que me hizo sentir poderosa.Me apuré para quitarme los zapatos porque podrá ser algo sumamente erótico, pero en ocasiones, molesta demasiado andar en tacones y completamente desnuda y excitada. Él se volteó colocándose boca arriba, recuperando un aliento que yo ya daba por perdido y mucho más cuando me coloqué a horcajadas sobre él.A punto de quemarme por la excitación, luché por esperar. Debía ser yo quien le quitara la ropa, no él mismo. Dejarle desnudo con mis manos, tocar su cuerpo entero con mis yemas, arañarlo con mis uñas, morderlo con mis dientes y marcarlo, como loca, mientras me penetraba hasta la salida del sol, o algo por el estilo, ¡mil cosas quería con él! Pero todas sexuales y depravadas, quería que folláramos como nunca antes lo habíamos hecho.Sin embargo, Carlos me ayudó y dejé que lo hiciera.Bajamos su pantalón, terminó por quitarse la camisa. El bóxer y las medias d
CARLOS.No teníamos que irnos, era fin de semana, ninguno tenía compromisos al día siguiente, o al menos, creí que ella no, pero no me gustó ver esas llamadas perdidas. Parece algo loco, pero me sentía solo.A esa hora no podía contactar a Meléndez. Tampoco lo haría con Nancy. Se me hizo mucho más fácil girarme hacia esa preciosa mujer completamente desnuda compartiendo edredones blancos conmigo.Al cabo de unos minutos, en medio de mis movimientos, se removió, despertándose.Alcé la cabeza y la miré, colocando mi barbilla sobre el dorso de una de mis manos y esa misma palma sobre su abdomen.—¿Qué te despertó? ¿Mis manos o mi boca?Ella hizo un gemidito al escuchar mis preguntas, restregando sus párpados para desperezarse y sonrió, jadeó, volvió a sonreír, respingó, hizo varias cosas que me dieron algo de risa al sentir de nuevo mi lengua en sus partes íntimas, mis besos en su estómago, mis dedos estimulando sus pezones… Me agradó entonces percibir el picor especial de sus uñas rasca
OLIVIA. Dos semanas después. Fue necesario hacerlo. Debía decirle a Carlos las cosas como las pensaba, tal cual, desde el fondo de mi alma, pero hacerlo, rompió mi corazón.Creo que el de él también se quebró.No podía seguir. Sentí que sería una completa locura si continuaba.Sí, una locura.Y no solo era algo que sentía. ¡Estaba completamente segura de que así era, locura! No puedo arrepentirme de la decisión que tomé. Es imposible no recordar todo lo que sucedió.Una semana antes…Una alarma sonó.Me desperté en los brazos de Carlos, un poco adolorida, no lo negaré, sin embargo, adoré ese dolorcito allá debajo, las piernas temblando… Divino.—Nena, tenemos que irnos.—¿Ya es de noche?Él sonrió con mi pregunta y dejó un beso casto en mis labios.—No, pero debo ir por Marco. Pasaré este fin de semana con él.«Oh… ¿Cómo negarle eso? Imposible».—No se diga más. —Me levanté, quedándome sentada antes de preguntarle—: ¿Me dará tiempo para darme una ducha?—Por supuesto que sí, ve. De
CARLOS.Los oídos me dolían.Por segundos que me parecieron horas, solo pude escuchar cacofonías y un silbido molesto que se mezclaba con el fuerte latido de mi corazón gracias a la adrenalina corriendo por todo mi sistema.Las cosas sucedieron tan de prisa… Aún siento confusión por cómo ocurrió todo. Tanto que me confié, que hasta pude sentir alivio al ver que el vehículo que nos estaba siguiendo ya no lo hacía desde la mitad del camino en adelante. Crucé para entrar a la calle de Olivia, la tensión bajó unos grados al ver por el retrovisor y no ver el jodido carro.Cuando logré percatarme de unas yantas haciendo ruido al alejarse, inmediatamente me enderecé. Ella también lo hizo, pero su cuerpo se dejó caer sobre el asiento como un costal de papas ultra pesado.—¿Olivia?Con su rostro arrugado, noté un par de lágrimas mojarle las mejillas.Aparté rápidamente el cabello de su cara para poder apreciarla mejor y cuando removí su cuerpo con la intensión de revisarlo, gritó fuerte, me ec
OLIVIA.Odiaba los médicos, odiaba estar en el hospital. No hubiese querido preocupar a nadie, necesitaba estar en casa.Pero hasta mi propio hogar me lo recordaba a él. Y él, me recordaba todo lo que ocurrió.Lo que jamás olvidaré. Jamás. En ningún momento, desde que iniciaron mis salidas furtivas con Carlos, lo pensé como alguien verdaderamente peligroso.Sí, por un momento creí y sospeché que tal vez manejaba cuentas de gente “pesada”, como solemos decir en Maracaibo. Esas personas, son aquellas que poseen bienes y riquezas con dinero de dudosa procedencia, creando a su alrededor un poderío significativo, a veces visible, a veces no. La palabra pesada los califica en un rango que el ciudadano común no debería meterse.Sé lo que es este trabajo de calcular pagos, laborar con nóminas que se apegan a la administración de cuentas, revisar dinero ajeno, tocarlo, manejarlo, me gusta, es lo que estuve estudiando, pero en mi caso muy particular, aparte de no haber ejercido hasta ahora,
OLIVIA.Estaba almorzando.Ya habían pasado dos semanas del suceso frente a mi apartamento.Era increíble cómo absolutamente nada de lo que pasó fue reseñado en la prensa local y en ninguna red social. ¿Qué eso suceda hoy en día? ¿En este mundo acosador, repleto de cámaras y teléfonos móviles? En donde la gente respira Internet y exhala información, falsa o no, exagerada o no… No me cabían dudas: lo que nos pasó a Carlos y a mí, fue orquestado por gente con mucha influencia, pero aún más debían tener quienes rodeaban a Carlos Malaver por lograr que nadie dijera nada.¿Qué había pasado con nuestras cosas, todas las que se quedaron dentro de su carro? Mi bolso de mano con mis documentos personales y mi celular…, todo lo di por perdido, porque no me atrevía tan siquiera contactarlo para reclamarle mis bártulos ni nada por el estilo.Era jueves.Removía mi vaso de jugo con mi brazo izquierdo, el libre, sin ataduras de cabestrillos, cuerdas o vendajes. Mamá había salido, estaba de compras