OLIVIA.Estaba almorzando.Ya habían pasado dos semanas del suceso frente a mi apartamento.Era increíble cómo absolutamente nada de lo que pasó fue reseñado en la prensa local y en ninguna red social. ¿Qué eso suceda hoy en día? ¿En este mundo acosador, repleto de cámaras y teléfonos móviles? En donde la gente respira Internet y exhala información, falsa o no, exagerada o no… No me cabían dudas: lo que nos pasó a Carlos y a mí, fue orquestado por gente con mucha influencia, pero aún más debían tener quienes rodeaban a Carlos Malaver por lograr que nadie dijera nada.¿Qué había pasado con nuestras cosas, todas las que se quedaron dentro de su carro? Mi bolso de mano con mis documentos personales y mi celular…, todo lo di por perdido, porque no me atrevía tan siquiera contactarlo para reclamarle mis bártulos ni nada por el estilo.Era jueves.Removía mi vaso de jugo con mi brazo izquierdo, el libre, sin ataduras de cabestrillos, cuerdas o vendajes. Mamá había salido, estaba de compras
OLIVIA.Fue necesario hacerlo.Debía decirle a Carlos las cosas como las pensaba, tal cual, desde el fondo de mi alma.Como conté antes, hacerlo rompió mi corazón y creo que el de él también se quebró.Su cara cuando le dije que no podíamos seguir viéndonos…, eso tampoco lo voy a olvidar.Respiro y exhalo profundamente, porque siempre, siempre, siempre que recuerdo esto, se me cierra la garganta del dolor que me da.Sencillamente no podía seguir en una relación con él. De manera automática, sentía rechazo a continuar y no soy una mujer de creer en películas. Las balas no se esquivan en la vida real, nosotros solo tuvimos suerte y a Dios presente en todo momento, porque tal vez nos salvamos de esa tragedia, ¿qué pasaría la próxima vez que sucediera algo similar? Si ocurrió una vez, ¿qué me garantizaba que no volvería a pasar?Sentados en la sala de la casita de mamá, Carlos se quedó observándome con un rostro serio y evidentemente molesto.Nos quedamos en silencio absoluto. Afuera, par
CARLOS. Después de ver y sentir su rechazo, supe que el porcentaje de perder era enorme, más grande, mucho más grande que esa esperanza porque al final de ese día —al menos— quedáramos bien.Olivia decretó terminar la relación y me molestaba sobremanera que fuese por un trauma, miedos arraigados a un suceso del cual yo no tenía responsabilidad.Me sentía jodido, la verdad. Frente a ella, de nuevo sentados muy cerca uno del otro en esa pequeña sala de estar, me sentía desesperado, estaba dispuesto a seguir luchando por esa mujer, pero a la vez, la tristeza me invadía, pesaba demasiado y la tenía encima de mí.—Llegué a ser el contador de Meléndez hace varios años, mis pasantías las comencé con él. Luego seguí como independiente. Actualmente, trabajo para varias empresas. —Quise ponerle las cosas sencillas, Olivia no se veía bien—. Meléndez me contactó hace no mucho para que le trabajara en la contabilidad de su consorcio, porque sospechaba que le estaban robando.Hice una pausa y la o
CAPÍTULO VII. Séptima Cena. La voz del mismo Dios. OLIVIA. Una semana más.Debía regresar a mi apartamento.Mandé a buscar mi uniforme y algunas cosas con mamá. Fui a trabajar así, prácticamente mudada. O mejor dicho, escapada, pero no regresaba, no podía hacerlo de un momento a otro, qué difícil se me hizo.Pero llegó el día. Un jueves de nuevo. Una semana había transcurrido desde la última vez que vi a Carlos y de igual manera que lidiaba con mis sueños y pesadillas, también lo hacía con su recuerdo, algo que presentí se trataría de un camino largo por el cual transitar, porque si no lograba salir de la casa de mamá, ¿cómo podría ser posible volver a él? Además, pareció entenderme a la perfección, esa reacción mía al salir del tocador después del ataque de pánico que me dio, hizo que mis palabras, las cuales no contaban mi verdadero deseo, él las interpretara muy bien, así como es de inteligente. Por eso, Carlos tampoco me había buscado.Me paré frente al espejo dentro de lo que
OLIVIA.Escuché ruido. Algo desde el exterior de la calle llamó mi atención y era extraño. Miré mi reloj de muñeca. Eran las 10:00 PM.Recogí mi cabello y dejé las toallas que estaba doblando sobre la cama para alejarme del colchón y acercarme a la ventana de mi recámara.Me quedé absolutamente congelada.A lo lejos (no mucho), divisé la camioneta de Carlos alearse del estacionamiento frontal de mi edificio.No iba ni muy lento, ni muy rápido, pero de una vez supe dos cosas: que no me daría chance para llamarle y que no se devolvería. Al menos no esa misma noche. De eso me convencí, sobre todo por la hora.Me pregunté cientos de veces el por qué acercarse y alearse después, pero eso no fue de gran importancia. Lo relevante fue su nula visita, su nula insistencia para volver. No lo vi de nuevo ni esa noche, ni las siguientes. De ese modo me di cuenta de qué era lo que me faltaba: era él, me faltaba él. La nebulosa empezó a disiparse y comencé a extrañarle cuando ya no estaba.CARLOS.
OLIVIA.—Soy Tony Urdaneta. Es un placer. —El sujeto se acercó y extendió su mano.Le di la mía, estrechamos las palmas y luego se sentó al lado mío, no muy cerca, pero ahí estaba él, acompañándome ese nuevo año en una de la azoteas más grandes y más altas de toda Maracaibo.—Olivia Quintero, el placer es mío. Supongo que eres compañero de trabajo de mamá. —Quise entablar una conversa y solo se me ocurrió decir algo obvio.Sonrió y viéndolo más de cerca, noté que no era feo, pero tampoco hermoso. Estaba segura que su rostro no era de acá. Cargaba encima rasgos extranjeros, pero no lograba identificar de dónde. Quise preguntarle, porque su apellido era latino, Urdaneta…«Urdaneta…», repetí mentalmente.Los Urdaneta eran los dueños de la empresa de bienes raíces en la que laboraba mamá y anfitriones de la celebración que nos había llevado hasta ahí. —Soy parte de la junta directiva de la empresa.Asentí, ya me lo temía.—Es decir, que ella trabaja para ti. —Claramente, no fue una preg
CARLOS. No soy amante de las fotos, pero cuando se trata de mi hijo, las cosas cambian.Me encontraba en la cama a las 05:00 AM, todo había terminado. La comida, los regalos, los gritos, risas y bebidas, todo consumado. Solo quedaba el cansancio y un desvelo antinatural.Tomé mi celular y me puse a ver las fotografías que nos tomamos en la sala de la casa de los tíos de mi ex, en donde nos estábamos quedando. Desde que supe que debía salir de Maracaibo, mi destino sería donde estuviese mi hijo y muy amablemente los familiares de la mamá de Marco me ofrecieron estadía con ellos, la cual acepté encantado. Por un momento pensé que les incomodaría, ya que no estaba casado con la mamá de Marco y la situación podría ponerse extraña, pero estaba muy equivocado, los tíos eran muy conscientes de todo, me lo demostraron. Además, debo acotar que llegué a la gran casa que me recibiría durante algunos días, al menos, hasta que comenzara el nuevo año, y la vida que llevan es de otro nivel, lo que
NANCY.Comienzos de Enero…Estacioné mi carro frente al edificio.Hace algunos años, no muchos, salí corriendo de allí.Desde siempre he huido de las malas juntas, de los mafiosos y corruptos, pero sin darme cuenta, el negocio de papá estuvo rodeado de todo lo que no me gustaba desde sus inicios.Lo peor, era que no se notaba. Nuestra fachada (debo decirlo así, porque ahora dicho negocio es mío) era la felicidad y el disfrute, siempre fue así, pero por detrás de esas máscaras, existía un mundo tan profundo y de colores tan diversos, entre mates y opacos, que al darme cuenta de ello, al verlo con mis propios ojos y entender lo que siempre me rodeaba, comprendí tantas cosas…Lo primero: no valía la pena escapar o esconderme de nada. Aprendí a dibujar fronteras y rayas, colocar paneles separadores y barreras estrictas que me alejaran de lo indeseable, apartando de todo eso, mi felicidad y el disfrute, llevándolos conmigo.Sin embargo, mientras crecía y me convertía en mujer, me disfracé