NANCY.Comienzos de Enero…Estacioné mi carro frente al edificio.Hace algunos años, no muchos, salí corriendo de allí.Desde siempre he huido de las malas juntas, de los mafiosos y corruptos, pero sin darme cuenta, el negocio de papá estuvo rodeado de todo lo que no me gustaba desde sus inicios.Lo peor, era que no se notaba. Nuestra fachada (debo decirlo así, porque ahora dicho negocio es mío) era la felicidad y el disfrute, siempre fue así, pero por detrás de esas máscaras, existía un mundo tan profundo y de colores tan diversos, entre mates y opacos, que al darme cuenta de ello, al verlo con mis propios ojos y entender lo que siempre me rodeaba, comprendí tantas cosas…Lo primero: no valía la pena escapar o esconderme de nada. Aprendí a dibujar fronteras y rayas, colocar paneles separadores y barreras estrictas que me alejaran de lo indeseable, apartando de todo eso, mi felicidad y el disfrute, llevándolos conmigo.Sin embargo, mientras crecía y me convertía en mujer, me disfracé
NANCY. En cuando entramos, Tony tomó las riendas de todo, como siempre hacía.Sin embargo, esta vez él no podía ganarme.A pesar de no ser un movimiento tan inteligente el estar allí, el hecho de ver a Olivia entre esa gente lo cambió todo. Si antes estropeé las cosas, si mi vida íntima o amorosa no era nada buena y no fue así desde hace tiempo, no tenía por qué permitir que a los demás les fuese mal.Carlos y Olivia me tenían deslumbrada desde hace rato, desde la primera vez que ellos —incluso— se conocieron.Observarlos, ser testigo de sus formas, de las maneras cómo se miran, del deseo que se fue formando entre los dos, de esos encuentros clandestinos, nocturnos y citadinos que planificaron, todos, desde mi restaurante como punto de partida…, y ahora ser testigo también de su separación (algo que vi venir luego de enterarme de lo que había sucedido), me hizo sentir que tenía la potestad para tocar algunos lados profundos de ambos.Olivia no tenía que estar allí y apostaba lo que f
—¿Perdón?Ella suspiró y sonrió, todo el tiempo fingiendo que no hablábamos de nada serio.—¿Cómo conociste a Tony Urdaneta? Tengo que saberlo. ¿Sabes al menos quién es él? Tienes que conocerlo un poco, porque has venido hasta su apartamento. —Se tomó una corta pausa y yo no sabía qué decir, ni qué pensar, solo escuchar—. Olivia, lo conozco bastante bien y nadie viene hasta acá solo por casualidad.—¿Hasta acá? —casi interrumpí—. Él acaba de comprar este apartamento.Las cejas de Nancy casi llegan al tope de su cabello.Entonces, se echó a reír.—Olivia, querida, ni te imaginas cuántas veces he caminado por este suelo. Este apartamento tiene años con él, no es nuevo. ¿Eso te dijo? —Al ver que no le respondí, siguió riendo, pero más ligero—. Habrá comprado otro inmueble, pero este no, te lo aseguro. —Remarcó lo que dijo, tapeando el suelo con uno de sus tacones.Como la canción que se escuchaba, la cual se detiene de repente para luego desnivelarse en tonos y voz, así se ralentizó mi m
Sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo y era extraño, no era una novata, diez años estando allí, frente a él, dándome cuenta una vez más que él lo controlaba todo y que yo dejaba de ser la empresaria para convertirme en nadie.Pero no deseaba más control, sin embargo, me pregunté cómo podía ser tan exigente si yo misma me arreglé, me acicalé y me vestí para luego manejar hasta allí.Tony acercó una mano a mi rostro.—Te pusiste pálida. —Acarició mi mejilla, dejando dos de sus dedos alrededor de mi mentón—. ¿Te sientes bien? No te he visto beber mucho hoy. Tampoco te has fumado un solo cigarrillo. ¿Mmm? ¿Todo bien?Tragar se me hizo difícil.Con su dedo índice, recorrió la silueta de mi cara, haciendo que mis párpados cayeran.Los poros se abrieron completamente. Tuve que apretar los dientes para calmar esa locura.—Hoy estás hermosa —susurró—. Me encanta que hayas venido. Me fascina cuando dejas de lado tus negocios por mí. —Sonrió, como si no se lo creyese.Quería decirle algo, sac
OLIVIA.Mi jefe tenía desde el tres de diciembre escribiéndome y llamándome, exponiendo la idea de acompañarlo junto a otros empleados para un encuentro corporativo que se celebraría el seis de enero en la isla de Margarita.No suponía un problema para mí asistir, sin embargo (algo que parece tan increíble, como estúpido), estaba viviendo algunos inconvenientes en el apartamento con la conexión de gas. Varios pisos de ese edificio, de hecho, padecían lo mismo, y me parecía una locura irme en plenas circunstancias.El dinero de la derrama para los arreglos, el vigilar los trabajos que tal vez debían hacer desde el interior de cada piso... Luego del tiroteo, me había vuelto muy popular en los susurros de pasillos y la paranoia de ser mencionada por los vecinos, me hacía sentir mucho más allá de estresada. Era como si el inconveniente del gas fuese culpa mía.Pero el trabajo también es importante, algo que no olvidada ni dejaba de lado. Mi jefe, al enterarse por lo que estaba pasando (lo
***Llegamos a buen tiempo. La isla nos recibió con lluvia.El hotel era precioso y nos dio chance descansar un poco y salir, luego del almuerzo, rumbo al salón donde se celebraría el evento.Me ofrecí para todo tipo de labores. Desde ubicar a algunas personas y organizar su estadía, hasta la organización de un almuerzo con los otros colegas de las áreas contables y de extensiones de nuestra aseguradora en Nueva Esparta, estado de Venezuela al que pertenece la isla.Un grupo de estadounidenses llegaron ya casi al caer la noche. No nos tocaba ninguno de esos roles, más allá de conversar un poco con las personas que estarían presentes al día siguiente, pero para mí era muy importante meterme de lleno en todo, ser extra de eficiente y aproveché mis conocimientos en inglés para ser la anfitriona de los americanos.Agotada, ya luego de la cena a la que mi compañero acudió casi a regañadientes (tuve que pedirle disculpas por meterlo en medio de mis ansiedades laborales), fuimos los últimos
OLIVIA. Intentaba entender qué sucedió.Como una ola o un río crecido, fue inevitable dejarse arrastrar.Ambos quedamos destruidos, porque ambos teníamos nuestros propios cansancios.Unimos nuestros cuerpos una vez más y aún seguíamos allí, yacientes, dejando que la brasa poco a poco se calmara.Él se movió para mirarme, estando encima de mí.Y así lo hicimos. Me encontré de repente de nuevo atrapada dentro de su potente mirada.Con sus manos, con sus varoniles dedos, acarició mi rosto, mi boca, lentamente, contemplándome.—¿Qué ha pasado? —pregunté. Él no comprendió mi pregunta—. Hablo de esto. —Apreté mis muslos alrededor de su cintura.Él sonrió de medio lado y removió su parte baja, la cual ya se había salido de mí, pero no se despegaba.—¿Quieres saber qué pasó aquí? —Siguió riendo de esa forma sexy que me calentaba.Besó uno de mis pechos y tocó el otro pezón con sus yemas.Luego, sostuvo el pecho entero mientras lo saboreaba, enviando rayos hacia mi centro y una parte muy espe
CARLOS.El rostro de Olivia es bellísimo. Ella tiene una de esas caras que no son de muñeca, sino más bien, sexys y representativas…Sí, representan la vida y la sapiencia, a pesar de lo que sea. Representan la capacidad de amar y de reclamar cuando necesitan cerca algún amor.Allí estaba ella, Olivia Quintero completamente desnuda ante mí, dentro de la ducha de un hotel cinco estrellas en una isla impresionante y turística de Venezuela, luego de hacer el amor, con esa mirada chispeante y ese enrojecimiento por la pasada excitación y los movimientos, mis movimientos y mis toques, culpa mía todos sus rojos sobre la piel, que afeitada, bella, y acicalada, era el envoltorio de un cuerpo precioso y deseable.Olivia tiene un rostro bello, pero sus ojos… Yo solo le miraba sus ojos para ir comprendiendo cada cosa que me contaba.Deseé callarla en varias ocasiones, pero me prometí no tocarla hasta que soltara lo que tuviese que decir. —Saliste con él… —No fue una pregunta, para nada lo fue.