CARLOS.El rostro de Olivia es bellísimo. Ella tiene una de esas caras que no son de muñeca, sino más bien, sexys y representativas…Sí, representan la vida y la sapiencia, a pesar de lo que sea. Representan la capacidad de amar y de reclamar cuando necesitan cerca algún amor.Allí estaba ella, Olivia Quintero completamente desnuda ante mí, dentro de la ducha de un hotel cinco estrellas en una isla impresionante y turística de Venezuela, luego de hacer el amor, con esa mirada chispeante y ese enrojecimiento por la pasada excitación y los movimientos, mis movimientos y mis toques, culpa mía todos sus rojos sobre la piel, que afeitada, bella, y acicalada, era el envoltorio de un cuerpo precioso y deseable.Olivia tiene un rostro bello, pero sus ojos… Yo solo le miraba sus ojos para ir comprendiendo cada cosa que me contaba.Deseé callarla en varias ocasiones, pero me prometí no tocarla hasta que soltara lo que tuviese que decir. —Saliste con él… —No fue una pregunta, para nada lo fue.
CARLOS. Días después...Esta vez no me senté en el área de las mesas.Con ánimo y cero cansancio, me quedé de pie cerca de la caja registradora, con un vaso de Whisky sobre el mostrador, masticando una pizza de tamaño personal que el maestro pizzero hizo para mí. Cabe destacar, que el área en cuestión era la misma donde se ubicaba el horno de bloque y piedra, siendo esa la zona más autóctona del restaurante, cercana a la entrada principal del mismo, en dirección a las oficinas administrativas, las cuales que quedaban atrás.Me encontraba de nuevo en La Napolitana y esperaba que Nancy apareciera en cualquier momento. El mesonero me aseguró que así sería, así que me dispuse a esperarla.Era viernes ya mediados de Enero. No tenía pensado cenar allí. Más tarde tenía una cita a la que no podía faltar.Sin embargo, increíblemente, era mi único día libre, ya que irme como loco de la ciudad dejó como consecuencia muchísimo trabajo, por esa razón no pude hacer esa visita hasta después de
OLIVIA.—Está bello el vestido, pero me gustaría saber qué llevas debajo. Quítatelo.Me quedé en seco bajo el umbral de la puerta.Mis pensamientos se paralizaron. Creí que me había quedado muda.«¿Qué me acaba de decir?»—¿Qué dijiste?Se echó a reír.Tomó mi mano y me abrazó, suspirando, respirándome profundo y dándome un beso increíblemente espectacular, acariciando mi trasero cubierto por la pegada tela rosa hasta tenerse al darse cuenta que era totalmente escotado en la espalda.—Oww… Para ver, Olivia Quintero. ¿Qué llevas ahí?Me giré lentamente, mordiéndome el labio inferior por la expectativa de ser vista por los ardientes ojos de ese hombre.Me aparté el cabello suelto lleno de ondas suaves y le mostré mi espalda descubierta.Carlos se acercó y con un solo dedo, rozó el borde con forma de U que separaba mi espalda de mis posaderas, una frontera ligerita que pretendía calentar la noche, aunque no supe qué tanto hasta que él posó sus retinas en mí.—Usar algo así, aquí, es peli
El lugar quedó en silencio, respiré profundamente.Suspiré, intentando percibir algo dentro de ese silencio, captando nada, disfrutando de precisamente el Silencio, de nuestro silencio, de nuestras respiraciones, así tuviésemos lejanos en ese instante.Un arrastre de silla cuando se volvió a sentar frente a la mesa, hasta su expresión tenía propio sonido.—Olivia, nena, me tienes bastante nervioso. No sé si dije algo, hice algo indebido, no sé si mi pregunta fue mucho para ti, pero es que necesito…—Shhhh.Carlos odiaba que lo callaran, la mayoría de las veces. Alguna otras lo llevaba bien, pero en ese momento no le gustó.Respiró profundo de todas maneras y se mantuvo en silencio.Me levanté de la Silla… Las cosas tenían que ser llevadas a otro nivel. Necesitaba que Carlos me mirara de pies a cabeza. Anhelaba que entendiera lo que me había pedido, sobre todo a quién. Obviamente, hablar de Carlos Malaver significaba conversar sobre un hombre que no hace las cosas a medias. Un hombre r
Capítulo VIII. La octava cena. Quédate conmigo.OLIVIA.Sus besos en mi espalda me despertaron. Suspiré, desperezándome, y me removí un poco, apretando las piernas por la pequeña cota de excitación que me causó la mojada y tibia sensación de su boca estampando huellas a lo largo y ancho de mi piel.—Buenos días —le dije con la voz camuflada por la almohada. Yo aún seguía boca abajo, no me movería, se sentía divino estar así.Carlos respondió con un gruñido y me quitó el resto de la sábana, echándola a un lado para trasladar sus besos a otra parte mucho más delicada de mi cuerpo.Ufff... Levanté el trasero para darle todo el acceso posible a mi centro.Agarré la bendita almohada y la metí debajo de mi abdomen. Los latigazos de la lengua de Carlos me arrancaron más de un gemido y en un segundo o dos, me vi completamente abierta para él, quien ya no solo me hacía sexo oral con ese músculo entrenado para matar, sino que además, utilizaba los dedos y las manos como si fuese yo un bolso r
OLIVIA.Enero arrancó pesado.A parte de la conferencia en Margarita, tenía mucho trabajo en la oficina.Mi querido jefe nos recibió con una reunión de bienvenida, comentando que pronto empezarían a construir un ala nueva en el edificio de oficinas administrativas, la cual estaría dedicada a alquileres alternos corporativos y políticos, como notarías públicas y algunas instituciones gubernamentales. Explicó poco, pero entendí que necesitaba expandirse, ya que la situación económica del país podría afectar nuestros salarios de un momento a otro y él prefería invertir en nuevas y seguras entradas de dinero, que sacrificar personal (algo que no podía permitirse) o rebajar sueldos.Ese hombre siempre sabía lo que hacía cuando se trataba de expansión, por eso era tan exitoso. Suerte que tenía la de recursos humanos, su pareja, por haberlo enamorado. Creo que le daba un plus de calidad a su persona.Me preguntaba para cuándo la boda entre ellos y allí, justo después de recordarles y hacerme
CARLOS. Un poco más de quince días después…—Salud. —Chocamos nuestras copas.Ya era viernes. Apenas nos vimos las caras casi a la mitad de febrero.Confieso estar a punto del explote. Olivia se había vuelto un poco hermética conmigo, más de lo que yo mismo he sido en toda mi vida y no quise presionarla, pero no pude evitar hacerme mil preguntas.Hablé con Leónidas. Él me informó de la cantidad de trabajo que tenían, ya que el director de la Aseguradora empezaba a ampliar los terrenos y como departamento de contaduría, lo normal era involucrarse. Por eso hecho me tocó retrasar la colocación de su escolta.No, corrijo. Retrasé el decirle a ella que ya tenía uno asignado.Nos encontrábamos en un nuevo lugar. Era de noche… Ubicados en la terraza, podíamos divisar el lago frente a nosotros.La atracción del sitio son sus lanchas y yates aparcados frente a un muelle de concreto y madera, sobre todo haber sido construido en plena ciudad y no en el puerto oficial de Maracaibo, en la capita
OLIVIA. —Ahora, cuéntame sobre tu salud. ¿Cómo te has sentido? —me preguntó, luego de besar mi mano y soltarme esa pequeña bomba sobre la mesa.Un escolta…Seguridad, guardaespaldas…¿Para mí? ¿Para nosotros? Todo parecía complicarse y él me preguntaba por mi salud.—Me siento bien, no te preocupes por eso. —Retomé la pasta que por obra del destino no se había enfriado—. Carlos, ¿en serio alguien nos estará siguiendo 24/7? —tuve que preguntar—. ¿No es como… demasiado?—No será tan abrumador como lo piensas, créeme. Ellos mantendrán su distancia, se comunicarán con nosotros si lo creen estrictamente necesario.—¿Y mi trabajo? ¿Qué diré cuando vean que…?—Ninguno entrará a tu oficina, Olivia, ni siquiera al edificio. Solo te seguirán cuando salgas de casa, en tus traslados y diligencias. —«Dios santo»—. Nena, tranquila. Veremos hasta cuándo sea necesario esto, observemos cómo surgen las cosas, pero es lo mejor, créeme.Esto me parecía demasiado extremo, además de raro. «¿Él puede co