CARLOS.«Ahhh…, con que él, es el ex».Debo confesarlo ahora, por dentro me estaba riendo. Y por supuesto, era mejor que lo hiciera, mucho mejor reír que sentir celos.Un tanto divertido por la situación, le tuve que decir unas cositas al tal Alonso de pacotilla.—¿Eres su ex? Vaya, genial. Me alegra que por fin hayas encontrado el camino hasta este restaurant.Creo que mi sonrisa y mis palabras casi hacen desmayar a Olivia y sé que también encabronaron un poco al idiota que tenía de frente, que con sus lentecitos aéreos, ni siquiera podía hacerle justicia a esa hermosa hembra.La miré directo y disfruté aún más cuando la vi cerrar sus ojos y casi negar con la cabeza. Lo mejor: que ella también evitó sonreír. De hecho, noté que trataba de que su risa no explotase. Eso me hizo sentir muy aliviado.«Te amo, ¿cierto, Olivia?»—Fue bueno que no llegaras —le dije a Alonsito—. Gracias a esa embarcada tuya, ella y yo nos conocimos. —Le di una palmada en la espalda, no paré de sonreír. Miré a
OLIVIA.Me arrastró y no podía dejar de sonreír, pero cuando vi que no me llevaba para una mesa, sino para la salida, me detuve en seco.—¿Qué vas a hacer?Él me miró totalmente sorprendido y se echó a reír cuando se dio cuenta que literalmente, yo no le dejaba dar un paso más, como niña.—Olivia, muévete.—No —le dije, con tiento—. En menos de diez minutos debo regresar al trabajo.Él rió un poco más.—Lo sé, ¿qué crees que haré?Él se veía totalmente extrañado y verdaderamente yo… Ahora que lo pienso, creo que estaba exagerando, pero con Carlos nunca se sabía nada.—¿Me vas a acompañar al trabajo?—Claro que sí. En unos minutos te llevo —me aseguró.Salimos de La Napolitana.La gente transitando a nuestro alrededor, los buses pasando, alguien llamando a otra persona, el negocio de los periódicos cerrando y algunos choferes batallando por estacionarse frente al restaurante, sabiendo nosotros que no todos entrarían a él, sino que aprovechaban esas plazas para ir al banco, o tal vez a
CARLOS. Me quedé mudo.Plateado…Rayos, qué bien le queda el plateado a esa mujer.Tomé su mano, dejé un beso en sus labios que pretendía ser casto, sin embargo terminé abrazándola y pasando mi boca por su cuello perfecto, acariciándoselo con muchas ganas de no detenerme jamás.—Lo siento —tuve que decirle, porque efectivamente no era muy tarde, a eran las 08:00 PM y los comensales, que no eran muchos, parecían búhos curiosos, pendientes de en qué parte de nuestra anatomía colocábamos nuestras manos.Hablé con el mesonero anfitrión para que me dejara a mí recibirla y así fue, y disfruté un montón ver la expresión de Olivia al verme prácticamente en la entrada esperando por ella. Debo confesar que internamente, me reí, me gustó verla reaccionar así.Rápidamente, caminamos entre las mesas y llegamos hasta la más lejana del sitio. Allí nos sentamos, pegados a la pared de la izquierda. Quien quisiera vernos con detalle, tendría que pasar de largo el área principal, atravesar los marcos d
—¿Estás bien? —me preguntó de una vez, escudriñando mi cara con el ceño fruncido, mientras se sentaba.—Sí… —Miré a mi alrededor y luego a él—. ¿Quién es él? Parece ser un poco grosero, y no lo digo por su forma de hablar.—¿Te hizo algo? —preguntó, apretando su mandíbula.—No, pero fue invasivo al sentarse frente a la mesa. Además, quiso saber si yo era tu pareja.Carlos suspiró y metió la lengua entre los dientes.—Es el sobrino de Meléndez. —Carlos asintió para sí mismo, sirviéndose un vaso de agua y dándole algunos sorbos.Intuía que algo andaba mal, pero no estaba muy segura de poder preguntar. No quería meterme en terrenos demasiado privados, no sabía muy bien cómo era Carlos con esos asuntos.Es su trabajo, son sus negocios y él vivía del mundo de los números y del dinero ajeno.De todos modos, me valí de mi parcial experticia para ver si daba con la información más certera.—A ver si adivino. Manejas las cuentas de Meléndez y ese tipo es un problema allá. —No fue una pregunta,
CARLOS.Cuando pasamos por entre las mesas, no me fijé si Vassallo aún estaba en el lugar, solo me concentré en las curvas de mi chica caminando delante de mí, moviéndose dentro de ese vestido del color de la plata que parecía brillar con cada paso que daba.Llegamos al auto, nos montamos…—Busca meterte por la vía contraria. Vamos para atrás.La miré tras su indicación y asentí. Ella era quien mandaba, yo obedecería a rajatabla.Me fue indicando e indicando el camino y yo manejando y manejando, y cada vez me parecía más curioso el lugar, puesto que nos acercábamos al lago.De hecho, cuando me pidió subir una de las varias carreteras en colina, un tanto cercanas al casco central, mi cabeza estuvo intentando adivinar el lugar a dónde me llevaba.—¿A dónde me llevas, Olivia?—No te desesperes —apretó mi muslo derecho—, ya verás.Antes de llegar, vi que manipuló su celular, parecía enviarse textos con alguien e intenté que aquello no me molestara. Para sorpresa mía, yo no conocía al si
OLIVIA.Lo vi caer y creo que esa fue la primera vez que lo vi cansado en una primera tanda, lo que me hizo sentir poderosa.Me apuré para quitarme los zapatos porque podrá ser algo sumamente erótico, pero en ocasiones, molesta demasiado andar en tacones y completamente desnuda y excitada. Él se volteó colocándose boca arriba, recuperando un aliento que yo ya daba por perdido y mucho más cuando me coloqué a horcajadas sobre él.A punto de quemarme por la excitación, luché por esperar. Debía ser yo quien le quitara la ropa, no él mismo. Dejarle desnudo con mis manos, tocar su cuerpo entero con mis yemas, arañarlo con mis uñas, morderlo con mis dientes y marcarlo, como loca, mientras me penetraba hasta la salida del sol, o algo por el estilo, ¡mil cosas quería con él! Pero todas sexuales y depravadas, quería que folláramos como nunca antes lo habíamos hecho.Sin embargo, Carlos me ayudó y dejé que lo hiciera.Bajamos su pantalón, terminó por quitarse la camisa. El bóxer y las medias d
CARLOS.No teníamos que irnos, era fin de semana, ninguno tenía compromisos al día siguiente, o al menos, creí que ella no, pero no me gustó ver esas llamadas perdidas. Parece algo loco, pero me sentía solo.A esa hora no podía contactar a Meléndez. Tampoco lo haría con Nancy. Se me hizo mucho más fácil girarme hacia esa preciosa mujer completamente desnuda compartiendo edredones blancos conmigo.Al cabo de unos minutos, en medio de mis movimientos, se removió, despertándose.Alcé la cabeza y la miré, colocando mi barbilla sobre el dorso de una de mis manos y esa misma palma sobre su abdomen.—¿Qué te despertó? ¿Mis manos o mi boca?Ella hizo un gemidito al escuchar mis preguntas, restregando sus párpados para desperezarse y sonrió, jadeó, volvió a sonreír, respingó, hizo varias cosas que me dieron algo de risa al sentir de nuevo mi lengua en sus partes íntimas, mis besos en su estómago, mis dedos estimulando sus pezones… Me agradó entonces percibir el picor especial de sus uñas rasca
OLIVIA. Dos semanas después. Fue necesario hacerlo. Debía decirle a Carlos las cosas como las pensaba, tal cual, desde el fondo de mi alma, pero hacerlo, rompió mi corazón.Creo que el de él también se quebró.No podía seguir. Sentí que sería una completa locura si continuaba.Sí, una locura.Y no solo era algo que sentía. ¡Estaba completamente segura de que así era, locura! No puedo arrepentirme de la decisión que tomé. Es imposible no recordar todo lo que sucedió.Una semana antes…Una alarma sonó.Me desperté en los brazos de Carlos, un poco adolorida, no lo negaré, sin embargo, adoré ese dolorcito allá debajo, las piernas temblando… Divino.—Nena, tenemos que irnos.—¿Ya es de noche?Él sonrió con mi pregunta y dejó un beso casto en mis labios.—No, pero debo ir por Marco. Pasaré este fin de semana con él.«Oh… ¿Cómo negarle eso? Imposible».—No se diga más. —Me levanté, quedándome sentada antes de preguntarle—: ¿Me dará tiempo para darme una ducha?—Por supuesto que sí, ve. De