—Ok… Tú propones —le dije entonces.—Mira, hoy tengo un compromiso en un sitio al cual nunca he ido. Me han dicho que es muy bueno. Déjame comprobarlo. Si eso es cierto, que es bueno como dicen, nos vemos allí.Asentí cortito con la cabeza, como si él pudiera verme.—Ok, está bien.—¿Te paso buscando o te envío la dirección?«¿Qué le digo? Ay, Dios…»Sabía lo que iba a decirle, pero siempre la prudencia ganando pedazos de mi personalidad. Algún día eso me hará mal.—Envíame la dirección.—Ok.Se hizo el silencio de nuevo.¿Qué haces? —preguntó.Miré mi ropa, ya cargaba todas las prendas pertinentes, solo me faltaba completar el maquillaje.Alejé el celular de mi oreja por un segundo para revisar si me habían escrito. Corroborando que no era así, contesté: —Me arreglo para salir.—Ah… Te interrumpo entonces.—No, para nada. No te preocupes, ya estoy vestida.—Ya. Entiendo. —Suspiró y muy claro que le escuché. Volví a fruncir las cejas porque algo había cambiado tras mi información y no
OLIVIA —¿Olivia? ¿Eres tú? —escuché que alguien preguntó con una voz que sonó demasiado sorpresiva—. ¡Hey, qué bueno verte!«¿Carlos?»La boca se me abrió de par en par.Carlos Malaver, Carlos M, mi amante de los viernes, con quien me acababa de textear, ¡estaba parado al lado de nuestra mesa!¡¿Qué diablos hace aquí?!» Miró a mis acompañantes.—Disculpen la interrupción…—No, para nada —respondió…, no sé quién fue; Si la novia de mi jefe o él mismo. No pude notar nada más que a Carlos, quien me miraba desde arriba con una sonrisa ancha en los labios. Aunque algo había en su mirada…¿Qué coño hacía Carlos en ese lugar? No podía creerlo. Estaba…, anonadada.—Ehh... —Parecí lerda por unos instantes, la boca se me secó.Él se había acercado a nuestra mesa con un traje formal de chaqueta y una desenfadada postura de manos metidas en los bolsillos de su caro pantalón. Siempre le había visto bien vestido (y bien desnudo), pero aquella ocasión fue distinta.Tenía que reaccionar.Puse mi mej
—Pues sí. —Hice una pausa para pensar en eso, porque la verdad era que todavía no había medido bien mi asombro—. Me pidió que nos viéramos aquí. —Bajé la cabeza con pena.—¿Qué…? —Abrió la boca de par en par y se colocó las manos sobre sus labios—. Ay Dios, y yo los interrumpí —dijo debajo de sus palmas.Me eché a reír.—No, chica, para nada. No te sientas mal por eso. Si quiere decirme algo importante, que se espere.Ella entrecerró los ojos y negó con su cabeza.—Serás tan mala…Ahora éramos las dos riendo.—Nada de mala. Tenemos tiempo de sobra para hablar y entender esta…, casualidad que nos ha chocado. —Sonreí moviendo las cejas, exhalando aire y batuqueando cortito la cabeza.—Bueno, él te vio conmigo, no creo que venga.—Exacto—. Se hizo un silencio incómodo—. ¿Nos vamos? Ya se deben estar preguntando por nosotras.—Bahh… Si tan ansiosos están por tenernos allí…, que esperen.Tuve que reírme por eso. En definitiva, ella me caía bien. Salimos de los baños y atravesamos el pequ
CAPÍTULO V: LA QUINTA CENATodas las mañanas contigoCARLOS Existen en el mundo y en la vida muchas cosas difíciles de digerir, de contar, de entender, de procesar…, y con las que uno tiene que aprender a vivir. Pero también existen esos aspectos de la vida con dificultad silenciosa, esos relatos de sutil apariencia pero con fluidos de certeza apabullantes, incluso inolvidables: el roce de unos dedos en alguna espalda, una música de fondo, un vestido incomparable, algún color en específico; quizás una canción, tal vez la lluvia..., el no estar sólo…, pueden significar situaciones difíciles de explorar cuando en verdad, realmente importan, cuando sabemos que esos simples detalles han provocado un cambio, han hecho click en algo…¡Diablos!, no sé cómo explicarlo.Después de hacer el amor la misma noche que me la encontré en el restaurante donde celebraba el compromiso de mi prima… Después de hacer el amor, no sé, dos o tres veces (ya no creo tener certeza), supe que con ella, el derred
OLIVIA Una jodida cola en el banco, jueves y a última hora.Patético.No creo odiar a nadie, y creo odiar pocas cosas en el mundo, pero una de esas es ir al banco.La única ventaja del día y de estar confinada a dicha tortura, es que el edificio bancario queda cerca de mi empleo. Entonces, cualquier escapada es posible. Y aunque en verdad pueda hacerlo, las horas y los días valen oro para mí.Tenía el cheque en la mano, el mismo que me había dado mi jefe como “bonificación de cumpleaños”, una cantidad de dinero que aún estoy asimilando y que por dentro me hace sonreír cada vez que la recuerdo. Y no por la gratificación en sí, sino por toda la historia y las memorias que la rodean: la salida con mi superior, su novia y su amigo… Al parecer, ellos querían emparejarme esa noche, aunque dijesen reiteradas veces que no era así. Entonces vengo y me encuentro con Carlos en ese restaurante y dejar la cena, IRME de allí con él, pasar una gran noche acostándome con él… Otra vez vuelvo a tembla
OLIVIA «Ya me vio». Estaba sumamente nerviosa. La verdad era que no sabía exactamente qué quería lograr yendo allá. No me gusta que se metan en mis asuntos, creo que la palabra reserva es una que me define en un gran porcentaje. Pero debo confesar que, detrás de toda la perorata personal de no hagas lo que no te gusta que te hagan, me emocionaba mucho estar allí, provocar algo, darle un giro a una rutina que aún no existía y que por convencimiento propio y por cómo se iban dando las cosas, no creía que existiera nunca.Me sentía excitada por meterme, por ser vista en una noche no deseada; provocar, alertar, poner tensos los cuerpos, sobre todo el de Carlos, mí Carlos, porque sentía la férrea necesidad de que me viera husmeando en cosas suyas, en sus delicados asuntos.El peligro me tenía a cien, ¡a mil! La expectativa de acertar o no, era una de las razones por las cuales mi ardiente cerebro me motivó a ir, a vestirme así y querer ser desvestida de inmediato.Pedí la cena: rueda de
CARLOS Estaba molesto. Rayos, ¡estaba que hervía!—¡Carlos!—No. —Espérate un momento… —¡No!Íbamos camino a mi carro y me paré en seco en plena acera para encararla.—No sé qué diablos hacías en el restaurante, pero no fue ni un poquito buena idea. Ni un poquito.—¿Por qué? —me retó—. ¿Porque sabías que esa mujer iba a estar allí?—No me jodas ahora con eso, por favor. —Miré a todos lados buscando divinas providencias que me sacaran de esa rabieta.—¿Por qué dices que no es buena idea que una mujer quiera cenar…?—Por todos los cielos, Olivia. ¿Me estás hablando en serio? Sabes cómo es todo, eres muy inteligente. Esa mujer no la conoces de nada, no conoces de nada a casi nadie allí, por el amor de Dios. ¿Qué pretendías hacer estando sola en ese lugar? ¡¿Por qué diablos le permitiste sentarse en tu mesa?! Es que…—¿Por qué no es buena idea que una mujer cualquiera vaya a cenar en una noche cualquiera?—¿Mujer cualquiera? ¡¿Mujer cualquiera?! ¿Tú te has visto en un espejo, Olivia? ¿Te
CAPÍTULO VI. La sexta cena. Fue bueno que no llegaras.OLIVIACarlos se volvió loco, pero lo entiendo.Carlos Malaver está enloquecido, desquiciado por pedirme que me mude con él.Lo sé. Lo intuyo.Y yo, desde lo más profundo de mi corazón, deseo decirle que sí.Si es que me lo llega a pedir, ya que no creo que le encante sentirse así por mucho más tiempo.Además, la misma vida me ha enseñado que en ocasiones, apurarse, solo lleva al cansancio y el peor de ellos es el emocional, el mismo cansancio que a veces lleva en sus manos la decepción. Y estar decepcionado, y tan pronto, no es bueno.Por eso, aún sigo viviendo en mi pequeño departamento, ese que puedo costearme aún con mi sueldo, preparándome para ir a trabajar, luego de haber pasado días maravillosos junto a él, junto a mí…Debo carraspear con la garganta. Junto a mi novio… ¡Sí, mi novio! Mi pareja. Qué estupendo suena y qué terrorífico se siente al mismo tiempo.Montada en el bus rumbo al trabajo un lunes bien temprano en la