PRÓLOGO
—Danny, hemos hablado muchas veces de esto. —Gritó mientras descargaba el baño.
—No he sido yo...— refutó su hermana menor.
—No hay nadie más aquí.
—Mi Bach estaba aquí.
— ¿Nunca pierdes? — le pregunto ella sonriendo.
Su hermana era tremenda.
Ella estaba cansada de corregir siempre lo mismo. Su hermana era una adolescente compleja. Con la muerte de sus padres todo cambió en sus vidas y Danny no fue la excepción.
Bach, Hijo de su único amigo de la secundaria, el único que quedaba y con quién mantenía una relación estrecha, iba a visitarlas de vez en cuando y ella sospechaba que estaba enamorado de su hermana menor aunque esta fuese tres años mayor que él.
—Lo siento, Sarahhh —le gritó desde la sala mientras el sonido de la televisión inundaba el espacio.
Por no decir que la ciudad de CrossVille completa.
Cada día era la misma rutina. Siempre sucedía que Danny no descargaba el baño y otras veces era que dejaba la caja de cornflake tirada por la cocina mientras las hojuelas de este quedaban esparcidas por todo el espacio. Todo esto antes de irse a trabajar y luego también al regresar. Su ropa tirada en el sofá, su habitación hecha un desastre y así mismo su personalidad.
En ocasiones se cuestionaba a si misma sobre su pasado, sobre si había o no educado bien a su hermana menor.
Pero luego recordaba que ella apenas tenía dieciocho años cuando sus padres murieron y su hermana seis.
Hizo lo que pudo.
De eso no cambia duda.
¿Pero habría sido suficiente?
Y más ahora que había descubierto que estaba embarazada, su mejor amigo no ha querido dejarla sola y dejó a su hijo de 11 años cuidándola junto a su hermana.
Ella no tenía una vida activa, no salía de casa a menos que fuera necesario, y aunque Anthony siempre le pedía a gritos que fuera a pasarse unos días con él y su familia a Florida, ella conseguía escaparse.
Era hogareña. Odiaba salir de su espacio.
La casa era su lugar seguro. Su hermana Danny y ella eran una familia, pequeña, pero una familia.
Su vida era compleja desde que sus padres murieron hacía ocho años. Viviendo sola en su casa de infancia, le agradaba tener compañía al fin. Su hermana Penélope no era muy hogareña como ella y se casó muy joven con su vecino Tyler Lockman. Un hombre que a Sarahhh jamás le había gustado pero que logró engatusar a su hermana inocente.
Luego de ahí su relación de hermanas ha ido de mal a peor.
Sarahhh puede pasar semanas sin saber de ella. Y lamentablemente, no fue ella quien cerró las puertas a su hermandad.
Ahora solo le queda Danny y su mejor amigo.
—Con eso será suficiente. — murmuró mientras se miraba al espejo.
No decirle a su hermana mayor que estaba embarazada era malo, Danny se lo decía a diario, que debía llamarla, sin embargo, cómo demonio iba a comenzar esa conversación.
—Sarahhh, ¿dónde pusiste mi celular?— Preguntó su hermana mientras ella escuchaba como todos caía al suelo estrepitosamente.
Danny, con 14 años, era intensa a más no poder.
Sarahhh tendría canas muy pronto en su cabello. La miró largo y tendido y consideró la posibilidad de mentirle.
Quizá así podría lograr que su hermana saliera de esa adicción a la tecnología y arreglará su habitación.
Pero no era tan fuerte.
La vida era una sola como para amargarse con disparates.
—Está en mi habitación. Pensaba tirarlo en la basura para que dejases de usarlo, pero entiendo que arruinaría mí vida con tus intensos comentarios. —contestó al final sin ocultar ni un ápice sus antiguas intenciones.
—Gracias a Dios que recapacitaste. —La abrazó y salió a toda velocidad a buscar el móvil.
Danny era una copia más desgarbada de ella; ojos azules como el agua del mar, cabello oscuro y ondulado, nariz poco redondeada en la punta y cejas muy oscuras.
Seguramente tenía a muchos amigos en la secundaria enamorados de ella, per Danny era tan despistada, que a lo mejor ni se daba cuenta.
Siempre metida en el móvil. Siempre alejada del mundo, de la realidad.
Pero ella sabía que esto era por la súbita y sorpresiva muerte de sus padres.
Seis años tenía Danny, seis cuando escuchó como la policía tocaba a su puerta.
Una lágrima silenciosa bajó por su mejilla.
No iba a llevar tan temprano.
Colocó la mano en su vientre y en silencio dejó salir una plegaria.
Pidió nunca faltarle a su hijo.
—Danny, me voy ya al trabajo —le exclamó ya cerca de la puerta.
Tomó su cartera y se terminó de calzar los zapatos de tacón de aguja. Según su hermana menor, esos zapatos eran demasiado peligrosos para su embarazo.
Sin embargo, Rihanna los usaba, Kim Kardashian también.
Ella no era una súper modelo, pero estaba segura que lo lograría.
Al menos hasta que los pies le pidieran a gritos usar algo cómodo.
Sarahhh siempre vestía elegante, con conjunto de chaqueta y falda entallada por completo a su cuerpo, camisa blanca por lo regular y tacones negros o rojos. Todo dependía de qué clase de clientes o reuniones atendiera ese día. Ella era la encargada de una firma de construcción. No era una empresa multinacional, pero sí era la única que había en CrossVille.
Sarahhh salió de la casa y respiró aire puro. Al menos allí se respiraba tranquilidad.
Había casas en ambos extremos de la suya. Eran enormes y deslumbrantes a nivel arquitectónico. Eran casas convertidas en arte. La suya destacaba por no tener barrotes de dos metros ni puertas de medio millón de dólares.
Aunque CrossVille no era un pueblo gigantesco, sí tenía a muchas personas influyentes y de dinero, las cuales vivían allí o al menos con inmuebles rentados.
La compañía en la que Sarahhh trabajaba se especializaba en la construcción y creación de un diseño más acorde con el dueño de la vivienda. Muchas fueron derrumbadas y vueltas a levantar sobre un mundo de ideas que ellos como empresa se encargaban de llevar a cabo.
Sarahhh Wright era la responsable de su departamento completo, llevaba órdenes y pedidos día tras día.
—Buenos días, señorita Wright —la saludó la secretaria cuando la vio entrar.
—Buenos días. —Pasó por el escritorio y retiró el café que la joven siempre le guardaba.
Era una chica aplicada que se había enterado desde temprano cómo le gustaba el trabajo a Sarahhh Wright.
—Hoy continuamos con la búsqueda de quien va a sustituir cuando entre en labor de parto —le comunicó la secretaria con la carpeta en la mano.
Labor de parto.
Que joder.
¡Tan solo tenía 3 meses de embarazo!
¿Por qué demonios había que buscar a alguien tan pronto?
Pero así lo deseaba el dueño, y así se haría.
— ¿Ya llegaron los candidatos? —Dejó la cartera en el escritorio y se sentó en su incómoda silla de piel. Los pies ya le molestaban e hizo Gesto y su secretaria se dio cuenta.
—Si le molestan, debería quitárselos h venir más cómoda.
—Estoy bien. —Farfulló. — Háblame de trabajo y deja de molestarme. — Odiaba que le tuvieran lásStevena, y precisamente eso veía en los ojos de su asistente.
—Hay un hombre —balbuceó Taty.
«Qué elocuente está la niña», pensó Sarahhh.
— ¿Un hombre? —Levantó las cejas. — ¿Un hombre para mí posición? ¿Un hombre para ser director de proyectos?
La chica se sonrojó y miró la puerta. Estaba nerviosa, y eso podía notarlo a simple vista. Le aburría y a la vez le entretenía la juventud clásica.
Ella nació vieja e impredecible.
Con veintiséis años manejaba un departamento lleno de hombres maleducados y trabaja con contratistas bravucones y con decoradores obsoletos. Su temple y falta de nerviosismo la habían posicionado como la mejor apuesta para encaminar a la empresa a un mejor futuro.
—Taty, ¿crees que puedas dejar de actuar como una niña embobada y hacer que pase el caballero? —Su pregunta y el tono empleado hizo que la joven se sonrojara aún más.
La joven asintió y casi tropezó con la alfombra que había en el medio de la oficina cuando iba a salir.
Sarahhh subió los ojos al cielo. Las tonterías que debía soportar.
La puerta se abrió de repente.
Tragó en seco.
El hombre en cuestión era atípico.
El nerviosismo de Taty no la preparó para esto.
Vestía unos jeans oscuros y una camisa negra de mangas largas. Asimismo, calzaba unos zapatos marrones, los cuales hacían juego con su correa y con sus ojos enormes y avellanados.
—Señorita... —saludó acercándose a su escritorio.
Sarahhh se levantó de inmediato como un resorte y le tendió la mano.
—Wright. —Su mano se sintió caliente y fuerte. Era un tipo seguro de sí mismo. El saludo no duró más de dos segundos, pues el hombre parecía no estar embobado como lo estaba ella—. Tome asiento, señor…
—Steven, Steven Lucas. —Se sentó frente a ella.
Sarahhh se obligó a tomar asiento y de paso detener al estúpido latido acelerado de su corazón. Era una sensación extraña para ella, que estaba acostumbrada a siempre llevar el control.
Ese hombre no podía pertenecer a su plantilla de empleados.
«Será mi ruina».
Con ese pensamiento Sarahhh se recompuso. Ella tenía el poder. Ella tenía el mando. No debía por qué estar nerviosa.
Ella no iba a poder concentrarse.
Desde que supo que estaba embarazada sus hormonas estaban como locas.
Pero no iba a confiar en otro hombre.
Nunca más.
En la confianza estuvo el peligro y ella se dio cuenta muy tarde.
—Le ahorraré el ver mi currículo. —Steven se adelantó a los hechos. Sarahhh lo contempló—. Tengo más que experiencia para ser lo que necesita, pero más que eso tengo el tiempo y la disponibilidad de horarios, así sea de madrugada. Aceptaré cualquier salario, siempre que cubra los gastos generales y deje de fundir mi cuenta de ahorros. Tengo algo que me ate a CrossVille, por consiguiente, no me largaré ante la primera oferta de trabajo.
Sarahhh lo miró sin parpadear. Era seguro y demasiado confiado.
Al parecer, estaba cansado de ir a entrevistas o en verdad pensaba que podía conseguir el puesto haciéndose un tipo duro.
Sarahhh sonrió.
—Muy seguro de usted, señor Lucas.
—Steven. —Dijo el hombre buscando que lo tuteara.
—Bien, señor Lucas. —Dijo obviando el hecho de entender lo que él deseaba. Colocó las manos en el escritorio y se inclinó hacia delante—. Sin embargo, no me convence. ¿Por qué debería darle un trabajo en mi plantilla? Sus palabras, por más llanas que sean y que aparentemente no tienen trasfondo, me hacen creer que no está diciéndome algo. ¿Quién es realmente Steven Lucas?
—Vine a buscar un empleo. Vine a la posición de encargado de proyectos. Solo que no pierdo mi tiempo ni me gusta hacer perder el de los demás.
«Interesante».
—Busco a alguien que sea duro con los contratistas, que trabaje mano a mano conmigo, que no se deje convencer de aceptar pedidos dañados ni tardíos, que sea mis ojos en todas partes. ¿Cree que puede estar por debajo de una mujer?
—La posición no me es de problema. Tanto debajo como encima puedo hacer bien mí trabajo. —contestó con una sonrisa que mostraba una dentadura perfecta—. He tenido personal a mi cargo y en esta ocasión me toca hacer de subalterno. No vine a esta entrevista pensando que sería nombrado presidente de la empresa.
—Interesante.
—La posición es como Encargado de proyecto. No sería un subalterno como tal.
—Siempre hay alguien de mayor rango en las empresas, o no?
Unos minutos en silencio.
Un segundo más mirándole y estaba segura de que babearía.
« ¿Acaso perdí el diccionario completo?».
Sarahhh no sabía qué pensar, aún procesaba la parte de encima o debajo. Ese hombre era peligroso, muy peligroso. Él sabía que logró pensamientos pecaminosos en ella y aun así sonreía como si no se hubiese dado cuenta.
No podía trabajar con él, pero necesitaba un encargado que la suplantara pronto.
Eso había solicitado Prietto Sulenko y debía conseguirlo antes de finalizar la semana.
Después de pensarlo y repensarlo, Sarahhh tomó la decisión.
—Me tomaré el riesgo de contratarlo —se incorporó—, pero al instante en que vea que su comportamiento me daña a mí o a mi trabajo de alguna manera estará fuera de la empresa antes de que pueda subirse el cierre.
El hombre subió las cejas y sonrió.
—Será un placer trabajar con usted Señorita Wright.
Sin embargo, ella no respondió. Se limitó a sonreír con debilidad interna y a mostrarse con rostro implacable.
—Nos vemos mañana a las nueve de la mañana. —Dijo con voz ronca. —Puede retirarse. Feliz resto del día.
CAPÍTULO 1Sarah salió de la oficina pasada las seis de la tarde. Tuvo una reunión de última hora con el presidente de la compañía. Las cosas iban bien; tenían muchos proyectos por delante y sus comisiones ascendían. No podía llegar a pensarse multimillonaria, pero al menos el dinero no le faltaba según sus limitados gastos.Sarah vivía en una casa propia, de modo que se ahorraba el alquiler y gastos que normalmente tendría alguien de su edad. Sus gustos no pasaban de ser básicos; flores de temporada y remodelaciones menores en decoración de su sala y zapatos. Adoraba los zapatos. Tuvo que construir un closet en la habitación hacía poco más de un año.— ¡Estás a punto de dar a Luz!— Le dijo Prietto cuando ella quiso negarse a dejar el puesto por enésima vez.—El embarazo no es una enfermedad.—Has faltado tres veces está semana pasada porque estabas enferma.Sarah tuvo que hacer silencio.Ella sabía que Prietto tenía razón. Prietto Sulenko siempre tenía razón.Su jefe, un hombre de cu
CAPÍTULO 2Esa voz.Conocía esa voz.Y nunca se había alegrado tanto de escucharla.Mal que bien, por más fuerte que fuera, luego del embarazo, ella no se sentía con el deseo de refutar o hacerse la más fuerte y capaz. Con Alen pasaba precisamente eso.Aunque durante una decada, quizás más, ella se había negado a sus incontables intentos de convencerla para salir a tomarse si quiera un café. Para Sarah eso no entraba en sus planes y se lo habia explicado de todas las formas que conocia.—¿Por qué no dejas a Sarah en paz?—Te pregunté quién diablos eres. Eso es lo que tienes que responder.—Soy el que va a romperte la cara si no te alejas.Así, con esa frase, ese tono y la veracidad que se podía adivinar en su seguridad al pronunciar las palabras, hasta Sarah se preguntaba si ella también estaría segura con el.Pero sabía que si.Más segura con el que con Alen.—¿Eres el padre del niño?—No es de tu incumbencia. Pero te voy contando para que te marches antes de que cumpla mi palabra. —
CAPÍTULO 3—Solo queremos cuidarte. No sabes hacerlo. —Dijo e pasándose una mano por el rostro.Tony estaba agotado. La ruptura con Chelsie O'Connell lo había dejado así.Ya no estaba el mismo brillo en sus ojos ni la rosa despreocupada y pegajosa.Chelsie también le había roto el corazón como se lo habían roto a la misma Sarah casi tres meses atrás.Pero Chelsie no le fue infiel. Tan solo le dejó diciendo que ella no podía dedicarse a criar al hijo de otra mujer. Que ella deseaba sus propios hijos.Ahora Tony volvía a ser padre soltero.El soltero de Oro de CrossVille.Así lo apodaban casi todas las mujeres. Sin importar si estás fuesen solteras, casadas o viudas.Ojos avellandados, pestañas negras tupidas, cejas oscuras y poderosas. Labios carnosos y fuertes. Tony media metro noventa y cinco y sus manos llenas de cayos en vez de alejar las mujeres, lo que hacía era tenerlas rendidas a sus pies.—No puedes entretenerte conmigo para olvidar que Chelsie te abandonó.—No hablemos de ell
Ella no solía pensar en la posibilidades que podían darse su cometía un error.Sarah no cometía errores.No garrafales, al menos.Su único terrible y más reciente error fue enamorarse de un hombre de forma tan empecinada que olvidó fijarse en los detalles.Esos detalles que ella siempre veía en otros. Esos detalles que ella sabía podían destruir una relación.Esos mismos detalles destruyeron la suya.A fin de cuentas, lo peor no era haber ignorado las señales. Lo que le molestaba, lo que en verdad le sacaba de quicio es que todos se enteraron de eso.Él no era un extranjero. Él no era un marginado. En CrossVille, un pueblo de ochocientos habitantes, una sola iglesia, tres supermercados con escasos productos de primera necesidad y una que otra cosa importada; dos centros médicos, cada uno con una sala de emergencia donde solo cabían tres moribundos a la vez.CrossVille era pequeño. Pequeño y chismoso.Comunicativo, dirían las señoras de la época de su abuela.Sarah quedó sola a tempran
CAPÍTULO 4 —Sabes que no es lo mismo. — le dijo Danny sirviéndose también una taza de chocolate.Las dos se quedaron mirándose.Su hermana menor la conocía bastante bien, no tanto como su mejor amigo pues la diferencia de edad había logrado que una línea se creara entre ambas.Sin embargo, aunque esa línea se había creado entre ellas dos, Sarah siempre había procurado estar para su hermana menor, siempre había procurado ser eso que a su hermana le habían arrebatado, eso que la vida había decidido quitarle: una madre. Una que la cuidara, que la escuchara, que estuviera ahí para cuando ella la necesitara.Sarah no quería que su hermana se sintiera desprotegida, por eso se había esforzado tanto a lo alegro de los años, por eso había trabajado con tanto ahínco para darle todo lo que necesitara, para que cuando entrara a la universidad nada le hiciera falta.Sus padres se encargaron de dejar la casa a nombre de las tres y su hermana Penélope jamás había reclamado ni un ápice de la herenc
CAPÍTULO 5Segunda ParteSTEVEN LUCAS Odiaba a regresar al pueblo.Odiaba volver y sentirse como que estaba retrocediendo.Las luces seguían igual de amarillas. Las calles igual de estrechas. Las casas del mismo color a excepción de las nuevas construccilnes que imaginaba eran obra de la empresa a la que iba a trabajar.Él había vuelto por petición de sus padres por sobre todo, porque estaban enfermos porque necesitaban su ayuda. Sin embargo eso no evitaba que estuviera nervioso mientras se bajaba del avión y tomaba el taxi con dirección a la casa que lo vio crecer.Hacía su familia.Familia.Esa palabra se sentía extraña ahora.Él se había marchado del pueblo hacía más de dos década, por no decir más de dos. Sus padres no habían tenido comida suficiente para mantenerlo, ni tampoco para enviarlo a la secundaria, mucho menos para pagarle universidad. La unica alternativa que encontraron fue enviarlo donde un tío para que esté lo ayudara.Un tio lejano que ni siquiera estaba emparenta
**** Diez años tenía cuando sus padres renunciaron a él. Diez años cuando comprendió que su familia no tenía el dinero suficiente para mantenerse, para darle todo lo que un niño necesitaba, para darle todo lo que él necesitaba y cuando se habla de padres, es bien conocido es que si es realmente un padre que ama a su hijo, este siempre va a querer lo que es mejor para el. Aunque esto no sé a lo mejor para el padre. Cuando era un adolescente cumpliendo sus 16 años entendió que quizás la mayoría de los padres habrían estado de acuerdo con que se lo regalaran a un completo extraño. Él se sentía como si hubiese sido un obsequio para una persona que jamás pudo tener hijos, para un viudo qué su mujer había muerto de cáncer con tan solo 28 años de edad. Sin embargo con diez años esas cosas no le importaban, esos detalles le valía menos que un centavo. Él, mientras fue infante, no siempre pudo ir a la escuela, porque no siempre tenía desayuno sobre su mesa para poder comer, para poder
CAPÍTULO 7A él le constaba que ellos no tenían exactamente la culpa de la situación económica. Sin embargo en la mente de un niño que ahora era un adulto siempre se quedarían plasmados sus traumas. Sin importar si sus padres tenían o no la culpa.Su padre, un ex combatiente, que debido a los traumas sufridos por la guerra en Vietnam, se alcoholizó durante muchos años, incluso sus primeros años de vida, recordaba las constantes peleas entre él y su madre por su conducta agresiva.Se volvió un manojo de inseguridades y dolores.Si, la guerra cambiaba a los soldados, pero está también cambiaba al resto de la familia.Su padre se quedó allá. Al menos el padre que iba a tener.Steven supo desde pequeño que su padre por más que se esforzara en darle comida y techo sobre sus cabezas, lo que el gobierno le pagaba por su contribución al país, jamás sería suficiente si se lo tomaba cada día.Él se quedó observando a su madre largo rato, no sabía que decirle. En el instante en que ella aparec