CAPITULO 3: SEGUNDA PARTE

Ella no solía pensar en la posibilidades que podían darse su cometía un error.

Sarah no cometía errores.

No garrafales, al menos.

Su único terrible y más reciente error fue enamorarse de un hombre de forma tan empecinada que olvidó fijarse en los detalles.

Esos detalles que ella siempre veía en otros. Esos detalles que ella sabía podían destruir una relación.

Esos mismos detalles destruyeron la suya.

A fin de cuentas, lo peor no era haber ignorado las señales. Lo que le molestaba, lo que en verdad le sacaba de quicio es que todos se enteraron de eso.

Él no era un extranjero. Él no era un marginado. En CrossVille, un pueblo de ochocientos habitantes, una sola iglesia, tres supermercados con escasos productos de primera necesidad y una que otra cosa importada; dos centros médicos, cada uno con una sala de emergencia donde solo cabían tres moribundos a la vez.

CrossVille era pequeño. Pequeño y chismoso.

Comunicativo, dirían las señoras de la época de su abuela.

Sarah quedó sola a temprana edad. Sus abuelos muriendo con tan solo un mes de diferencia.

Al menos los maternos.

Los abuelos por parte de padre jamás se interesaron en saber de sobre las hijas que Pierre Wright había concebido con Charlotte Olympia.

Repudiados. Alejados. Marginados.

Un apelativo tras otro le hizo su abuela materna saber lo que los padres de su padre opinaban de ellas tres.

—El dolor pasa. —decía su madre cuando se lo mencionaban. — de repente un día eso que te mataba cada vez que llegaba a tu mente, un día deja de ser lo primero en lo que pienses al abrir los ojos.

Lo demás, ya es cuestión de dar tiempo.

El tiempo lo cura todo.

A menos que tenga como consecuencia a un hijo.

Su hijo sería el eterno recordatorio de lo que Mark le había hecho.

Mark Rewards, un hombre trabajador, de economía estable, proveniente de una familia pudiente y adinerada, resultó ser poco más que  basura.

Y sólo para ayudarle con el adjetivo en vista de que llevaba a su hijo en su vientre.

Mark era el sueño de cualquier mujer: ojos verdes, mirada intensa y segura, altura que lo hacía ver las atractivo y elegante de lo que ya era. Yendo dos horas cada día al gimnasio, levantándose a las cinco de la mañana todos los días, siendo sumamente puntual para llegar a las ocho a la oficina.

No.

El hombre estaba más que preparado para ser el mejor prospecto de CrossVille.

Un solo detalle que lo arruinaba: era un cerdo.

 Era como si su mundo hubiese terminado cuando decidió dejar a Mark después de una ardiente discusión. Aun tiempo después podía escuchar sus palabras vacías.

Aún tantos meses después podía escuchar su tono condescendiente:

—Solo fue cosa de una vez. No hagas un alboroto por esto. —le dijo Mark cuando lo encontró minutos antes con Beverly, su asistente.

Y no en una bonita posición.

Mark estaba sobre ella en el escritorio mientras las nalgas de Beverly estaban al aire.

Obviamente a punto de ser poseída por su prometido.

No había que sumar dos más dos.

El se enderezó de inmediato, desde que la puerta se abrió.

Como una tonta, pidió un permiso de unas horas a Prietto para ir a sorprender a Mark en la oficina.

Vaya sorpresa que se llevó. Sarah  sintió cómo el mundo se movía a sus pies y las lágrimas comenzaron a bajar a caudales sin poder controlarlas. La mujer se abrochó los botones sueltos y cruzó los brazos. No estaba arrepentida en absoluto.

Beverly contempló a Sarah y cruzó los brazos sobre su pecho.

La estaba retando. Estaba esperando que ella explotara. Le miró sin una pizca de remordimiento.

Sarah estaba asqueada.

—Vamos a hablarlo. Esto no tiene ni pies ni cabeza. No te enojes, Sar…

Él se había acercado a ella. Estaba a tan solo unos escasos pasos de tocarla.

—¡Cállate!  —le interrumpió mientras sentía sus manos temblar

—No hagas una escena. La puerta está abierta...

—¿Una escena? ¿Una escena!? — repitió subiendo varios decibeles. —¡Te ibas a follar a tu asistente en el escritorio! — estalló.  Ella nunca había perdido los estribos, pero ese momento fue fulminante para sus nervios—. ¡Continúa! ¡Métele hasta hasta los dedos, maldito cerdo traidor!  Y cuando acabes con ella, considérate soltero.

—Nena..

— ¡No te atrevas a tocarme nunca más en tu miserable existencia! —chilló con lágrimas en los ojos. Con el corazón a punto de partirse en dos. De que cada pedazo se estrellara contra el suelo para que Mark terminará de romperlo, de hacerlo añicos.

—Está haciendo un drama, Mark bebé...— la voz de una gata ronroneando se escuchó en la oficina.

Sarah vió como Mark apretó los labios y Beverly colocó una mano sobre su hombro derecho.

—Talvez no debiste prestarle tanta atención a tu trabajo. A lo mejor tu misma de buscaste esto, Sarah.

—Maldi...

—Sarah, por favor..— el se atravesó en su camino justo cuando ella iba a saltarle encima a Beverly y a quitarle la jodida sonrisa de la cara.

Una sonrisa triunfante.

Sin embargo, cuando Sarah sintió que las manos de Mark se colocaron sobre ella para impedir que golpeara a Beverly, ella retrocedió como si él quemara.

—Estás muerto para mí.

Tiró chispas al salir de la oficina y sintió cómo todo su cuerpo temblaba.

Lo único que escuchó que comentó Beverly fue:

—¿Cuándo pensabas decirle sobre lo nuestro?

Jamás lo olvidaría.

Las nalgas de Beverly al aire, la cara de lascivia de Mark, su rostro de asombro y espanto cuando escuchó su grito ahogado.

Una escena que se repetía una y otra vez como un jodido disco rayado.

—¡Sarah! — el grito de su hermana la hizo regresar al presente.

Miró a ambos lados del coche y se percató que había llegado a casa y oarqueaod el carro dentro del garage y ni siquiera se había dado cuenta.

Ella tomó su bolso y salió del coche.

—Me estabas asustando.

—Acabo de llegar. — dijo sin entender a su hermana.

—No es así. Tienes media hora en el coche con el encendido. ¿Sabes cuántos accidentes pasan al año y las personas mueren por hinalar el dióxido de carbono?

Ella lo sabía.

Ella misma se lo había dicho a su hermana para que tuviese cuando si en algún momento tomaba su coche.

Entraron a la casa de dos niveles mientras Danny chateaba por el celular y le iba contando sobre lo acontecido en el día.

—La señora Benson pasó y te trajo budín.

—Sabes que odio el Budín.

—Ella también y como quería te lo sigue trayendo.

Sarah soltó un suspiro y se fue a la habitación directo. Se duchó y colocó un conjunto de pijama de pantalón corto y blusa desmangada.

El verano estaba azotado a CrossVille y la temperatura estaba a casi cuarenta grados.

Su hermana pasilleaba de un lado a otro y Sarah comenzó a ponerse nerviosa. 

—Penelope llamó. — soltó Danny cuando Sarah se estaba sirviendo el chocolate caliente en su taza favorita de color negro con orejas que sobresalían imitando las de Micky mouse.

Sarah se terminó de servir el chocolate y sus manos se encrisparon alrededor de la taza.

—Bueno...

—Quiere hablarte.

—No tengo nada de qué hablar con ella.

— ¿Segura?— inquirió Danny. — la última vez que hablamos prometiste le contarías.

—Ella no se interesa ni por ti ni por mi, ¿Por qué diablos va a interesarse en mi hijo?

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