CAPÍTULO 1
Sarah salió de la oficina pasada las seis de la tarde. Tuvo una reunión de última hora con el presidente de la compañía. Las cosas iban bien; tenían muchos proyectos por delante y sus comisiones ascendían. No podía llegar a pensarse multimillonaria, pero al menos el dinero no le faltaba según sus limitados gastos.
Sarah vivía en una casa propia, de modo que se ahorraba el alquiler y gastos que normalmente tendría alguien de su edad. Sus gustos no pasaban de ser básicos; flores de temporada y remodelaciones menores en decoración de su sala y zapatos. Adoraba los zapatos. Tuvo que construir un closet en la habitación hacía poco más de un año.
— ¡Estás a punto de dar a Luz!— Le dijo Prietto cuando ella quiso negarse a dejar el puesto por enésima vez.
—El embarazo no es una enfermedad.
—Has faltado tres veces está semana pasada porque estabas enferma.
Sarah tuvo que hacer silencio.
Ella sabía que Prietto tenía razón. Prietto Sulenko siempre tenía razón.
Su jefe, un hombre de cuarenta y nueve años, dueño de la única constructora del pueblo de CrossVille, había hecho su empresa desde cero. A base de sacrificio. A base de puro esfuerzo. Y le estimaba, ella sabía que le estimaba. Sin embargo, cuando de dinero se trataba, Prietto no tenía amigos. No tenía amores ni familia.
Prietto era un solitario y solo le importaba los números, en el instante en que su directora de operaciones comenzaba a faltar, su relación se complicaba.
— ¿Crees que no quiero conseguirte un suplente para mí? ¡No aparecen! —se exaltó ella en esta última frase. —Lo único que conseguí fue ver a un patético arrogante que se cree superior y capaz para hacer mi trabajo y ni siquiera se percató que yo era la Directora.
— ¿Por qué lo dices?
— ¡Me trató como una secretaria de recursos humanos!
—Sarah...—El tono condescendiente de Prietto no hizo más que enojaría.
—No se diga más. El será tu nuevo director. Si no da la talla, será tu problema.
Dicho esto, se levantó de la silla y caminó a duras penas y con dolor en la cadera debido a los tacones con dirección al ascensor.
Necesitaba salir de allí.
Llevaba años trabajando esa posición. Llevaba años esforzándose por tener lo que tiene.
Ella y solo ella sabía lo que se había esforzado por ser lo que era y por conseguir ser directora de operaciones, trabajando con hombres muchas veces sin escrúpulos, mal hablados y atrevidos. Ella había sabido sobrellevar a todos con altura.
Y así lo haría con ese tal Steven.
Al menos eso pensó mientras llegaba al carro casi arrastrando los pies.
—¿Saliendo tarde? —Su voz la sorprendió. Era la última persona que pensaba que se encontraría en el parqueo.
—Reunión de última hora —le contestó sin girarse. —¿Qué hace aquí?
—Reunión de última hora. — repitió él lo mismo mientras sonreía.
Ojos brillantes y curiosos.
—En el mismo edificio?— le parecía demasiado sospechoso.
—Conozco a alguien y me dijo que podía orientarme e el puesto.
—¿A quién?— preguntó ella de inmediato y al ver qué él enarcó una de sus cejas ella se mordió el labio inferior. —No importa. Mañana comienza. Eso es lo único que necesito saber.
—¿Se va sola a casa? — dijo él dando un paso más hacia ella.
—No ves a nadie más aquí, ¿o sí? A menos que unos fantasmas estén dentro de mí coche, creo que la respuesta es obvia.
—Solo fue una pregunta. —dijo levantando las manos en señal de rendición. —Usted saliendo a las ocho de la noche, supuse que alguien...no lo sé..siendo joven...—Ella sabía lo que quería dejar dicho.
—¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? —Su ambigüedad era descabellada.
—Nada —respondió mientras se pasaba la mano por el cabello.
—¿Te han dicho que eres irritante? —Lo encaró—. Además de todo, ¿qué haces aquí? No entiendo, si ya te viste con la supuesta persona que iba a hablarte sobre el empleo, donde la única que puede darte detalles soy yo misma, no se qué....
Ella se detuvo.
Estaba nerviosa. Quisquillosa e irritable.
Y ese hombre con su seguridad y la confianza que exhudaba la ponía aún peor.
—Intento adaptarme lo más rápido posible. Solo quiero saber a lo que voy y como hacer el trabajo. Me dicen que la mujer en cuestión es una fiera. A ella es a quien voy a sustituir porque está embarazada. —Ella necesitaba llegar a su casa rápido. Si seguía allí por más tiempo, dejaría que su irritabilidad del embarazo y de tener semanas buscando a alguien repsonsable y capaz para la posición, algo que notó desde que el hombre salió de la oficina.
Steven estaba súper cualificado para la posición de director de operaciones de la constructora.
—¿Día agotador ?
Ella no sabía por qué lo decía, no hasta que se dio cuenta de que se masajeaba el cuello con la mano derecha. Hizo un ademán y emprendió el camino hacia su carro. Entraría los pies en agua tibia y se tomaría algún medicamento que no afectara su bebé.
Danny debía de estar preocupada. Desde que se dio cuenta que estaba embarazada, procuraba llegar temprano a casa. Su hermana pequeña tenía el temor de perderla a ella también igual que como habían perdido a sus padres.
Los pies le mataban. Necesitaba quitarse ya los tacones y estar cómoda con su pijama. Hacía un poco de frío, pero nada que un buen chocolate caliente pudiera solucionar.
Sarah se metió en el coche y cerró la puerta.
Qué día tuvo.
De manera inconsciente, estuvo atenta todo el día a los movimientos del nuevo empleado.
Casi nuevo empleado.
Ya vería si llegaba a firmar el contrato siquiera.
Si el muy engreído había salido a buscar opiniones sobre ella, estaba segura de que se iría en una semana.
Y más con el mal genio que ella se traía.
El embarazo la había cambiado drásticamente.
Más aún el hecho de haber descubierto la infidelidad de su prometido y semanas después descubrir que llevaba en su vientre al hijo de un desgraciado infiel.
La única felicidad que tenía, era llegar a casa y escuchar a su hermana decir todo lo que le enseñaría a su bebé.
Danny siempre quiso tener hermanos. La recordaba pedírselo casi cada día a su madre.
Ella añoraba tener una gran familia.
La vida tenía otros planes para ambas.
Con un rápido movimiento, sacó sus pies de los zapatos plateados que traía puestos. Ese día se puso un vestido azul oscuro y se dejó suelto el cabello negro casi azabache. No era dada a dejarlo en ese estado, le gustaba más recogido sin que molestara.
Sin embargo escuchó un ruido molesto que le espantó y casi hace que su corazón se detuviera.
—¿Qué diablos?— gruñó y al mirar se dio cuenta que Alen, el encargado de monitoreo y tecnología estaba frente a ella mirando muy de cerca a través del cristal.
Bajó la ventanilla y miró al hombre.
—¿Qué rayos pasa contigo? ¡Casi me matas de un susto! ¿Qué diablos haces aquí?
—Eso le vas a enseñar a tu hijo. Hablar como una obrera sin educación.
—No es tu jodido problema, Alen. — le respondió Sarah aunque en verdad tenía deseos de reponder de otra forma, quizá pasándole las cuatro gomas por encima.
La noticia de su embarazo se había esparcido como la pólvora. Todos en la empresa lo sabían y respetaban. Muchos cuchicheaban pues era un pueblo pequeño. CrossVille no tenía nada que esconder.
Tampoco ponían interés en hacerlo.
Y si embarazo no duela Excepción. Así como tampoco lo fue la infidelidad de Mark.
Pero nada de esto era parámetro para Alen. El seguía insistiendo en conquistarla aún cuando se conocían desde hacia casi doce años.
—Voy a subir la ventana. Nos vemos mañana. — Sin embargo, él no la dejó.
—No sea así. —Dijo poniendo la mano en el cristal y haciendo fuerza para que no pudiera subir.
—Alen...
Iba a perder los estribos de muy mala forma.
Le irritaba Alen, quizá no tanto como para pagar con el sus molestias del embarazo, pero si seguía impidiendo que se fuera a casa, se diera una ducha tibia y reposar los pies con una taza de chocolate en la mano, toda su furia recaería sobre el.
—Nunca aceptas mis halagos..—Dijo entrando una mano para tocarle el cabello que se escurría ligero por su frente —... ni mis invita...
—¿Todo bien? —La voz de un hombre espantó tanto a Alen que al enderezarse se pegó bien fuerte en la muñeca y miró espantado hacia atrás.
—¿Y tu quién eres? — Preguntó con voz aguda mientras se masajeaba la muñeca. Iba a tener un buen hematoma al día siguiente por poner las manos dónde no debía.
CAPÍTULO 2Esa voz.Conocía esa voz.Y nunca se había alegrado tanto de escucharla.Mal que bien, por más fuerte que fuera, luego del embarazo, ella no se sentía con el deseo de refutar o hacerse la más fuerte y capaz. Con Alen pasaba precisamente eso.Aunque durante una decada, quizás más, ella se había negado a sus incontables intentos de convencerla para salir a tomarse si quiera un café. Para Sarah eso no entraba en sus planes y se lo habia explicado de todas las formas que conocia.—¿Por qué no dejas a Sarah en paz?—Te pregunté quién diablos eres. Eso es lo que tienes que responder.—Soy el que va a romperte la cara si no te alejas.Así, con esa frase, ese tono y la veracidad que se podía adivinar en su seguridad al pronunciar las palabras, hasta Sarah se preguntaba si ella también estaría segura con el.Pero sabía que si.Más segura con el que con Alen.—¿Eres el padre del niño?—No es de tu incumbencia. Pero te voy contando para que te marches antes de que cumpla mi palabra. —
CAPÍTULO 3—Solo queremos cuidarte. No sabes hacerlo. —Dijo e pasándose una mano por el rostro.Tony estaba agotado. La ruptura con Chelsie O'Connell lo había dejado así.Ya no estaba el mismo brillo en sus ojos ni la rosa despreocupada y pegajosa.Chelsie también le había roto el corazón como se lo habían roto a la misma Sarah casi tres meses atrás.Pero Chelsie no le fue infiel. Tan solo le dejó diciendo que ella no podía dedicarse a criar al hijo de otra mujer. Que ella deseaba sus propios hijos.Ahora Tony volvía a ser padre soltero.El soltero de Oro de CrossVille.Así lo apodaban casi todas las mujeres. Sin importar si estás fuesen solteras, casadas o viudas.Ojos avellandados, pestañas negras tupidas, cejas oscuras y poderosas. Labios carnosos y fuertes. Tony media metro noventa y cinco y sus manos llenas de cayos en vez de alejar las mujeres, lo que hacía era tenerlas rendidas a sus pies.—No puedes entretenerte conmigo para olvidar que Chelsie te abandonó.—No hablemos de ell
Ella no solía pensar en la posibilidades que podían darse su cometía un error.Sarah no cometía errores.No garrafales, al menos.Su único terrible y más reciente error fue enamorarse de un hombre de forma tan empecinada que olvidó fijarse en los detalles.Esos detalles que ella siempre veía en otros. Esos detalles que ella sabía podían destruir una relación.Esos mismos detalles destruyeron la suya.A fin de cuentas, lo peor no era haber ignorado las señales. Lo que le molestaba, lo que en verdad le sacaba de quicio es que todos se enteraron de eso.Él no era un extranjero. Él no era un marginado. En CrossVille, un pueblo de ochocientos habitantes, una sola iglesia, tres supermercados con escasos productos de primera necesidad y una que otra cosa importada; dos centros médicos, cada uno con una sala de emergencia donde solo cabían tres moribundos a la vez.CrossVille era pequeño. Pequeño y chismoso.Comunicativo, dirían las señoras de la época de su abuela.Sarah quedó sola a tempran
CAPÍTULO 4 —Sabes que no es lo mismo. — le dijo Danny sirviéndose también una taza de chocolate.Las dos se quedaron mirándose.Su hermana menor la conocía bastante bien, no tanto como su mejor amigo pues la diferencia de edad había logrado que una línea se creara entre ambas.Sin embargo, aunque esa línea se había creado entre ellas dos, Sarah siempre había procurado estar para su hermana menor, siempre había procurado ser eso que a su hermana le habían arrebatado, eso que la vida había decidido quitarle: una madre. Una que la cuidara, que la escuchara, que estuviera ahí para cuando ella la necesitara.Sarah no quería que su hermana se sintiera desprotegida, por eso se había esforzado tanto a lo alegro de los años, por eso había trabajado con tanto ahínco para darle todo lo que necesitara, para que cuando entrara a la universidad nada le hiciera falta.Sus padres se encargaron de dejar la casa a nombre de las tres y su hermana Penélope jamás había reclamado ni un ápice de la herenc
CAPÍTULO 5Segunda ParteSTEVEN LUCAS Odiaba a regresar al pueblo.Odiaba volver y sentirse como que estaba retrocediendo.Las luces seguían igual de amarillas. Las calles igual de estrechas. Las casas del mismo color a excepción de las nuevas construccilnes que imaginaba eran obra de la empresa a la que iba a trabajar.Él había vuelto por petición de sus padres por sobre todo, porque estaban enfermos porque necesitaban su ayuda. Sin embargo eso no evitaba que estuviera nervioso mientras se bajaba del avión y tomaba el taxi con dirección a la casa que lo vio crecer.Hacía su familia.Familia.Esa palabra se sentía extraña ahora.Él se había marchado del pueblo hacía más de dos década, por no decir más de dos. Sus padres no habían tenido comida suficiente para mantenerlo, ni tampoco para enviarlo a la secundaria, mucho menos para pagarle universidad. La unica alternativa que encontraron fue enviarlo donde un tío para que esté lo ayudara.Un tio lejano que ni siquiera estaba emparenta
**** Diez años tenía cuando sus padres renunciaron a él. Diez años cuando comprendió que su familia no tenía el dinero suficiente para mantenerse, para darle todo lo que un niño necesitaba, para darle todo lo que él necesitaba y cuando se habla de padres, es bien conocido es que si es realmente un padre que ama a su hijo, este siempre va a querer lo que es mejor para el. Aunque esto no sé a lo mejor para el padre. Cuando era un adolescente cumpliendo sus 16 años entendió que quizás la mayoría de los padres habrían estado de acuerdo con que se lo regalaran a un completo extraño. Él se sentía como si hubiese sido un obsequio para una persona que jamás pudo tener hijos, para un viudo qué su mujer había muerto de cáncer con tan solo 28 años de edad. Sin embargo con diez años esas cosas no le importaban, esos detalles le valía menos que un centavo. Él, mientras fue infante, no siempre pudo ir a la escuela, porque no siempre tenía desayuno sobre su mesa para poder comer, para poder
CAPÍTULO 7A él le constaba que ellos no tenían exactamente la culpa de la situación económica. Sin embargo en la mente de un niño que ahora era un adulto siempre se quedarían plasmados sus traumas. Sin importar si sus padres tenían o no la culpa.Su padre, un ex combatiente, que debido a los traumas sufridos por la guerra en Vietnam, se alcoholizó durante muchos años, incluso sus primeros años de vida, recordaba las constantes peleas entre él y su madre por su conducta agresiva.Se volvió un manojo de inseguridades y dolores.Si, la guerra cambiaba a los soldados, pero está también cambiaba al resto de la familia.Su padre se quedó allá. Al menos el padre que iba a tener.Steven supo desde pequeño que su padre por más que se esforzara en darle comida y techo sobre sus cabezas, lo que el gobierno le pagaba por su contribución al país, jamás sería suficiente si se lo tomaba cada día.Él se quedó observando a su madre largo rato, no sabía que decirle. En el instante en que ella aparec
CAPÍTULO 8Un silencio tras otro.Ninguno de los allí presentes dijo nada más. Su madre solo retorcía la toalla, luego la dejó en la encimera, tomó una tetera y le puso agua, para luego llevarla a la estufa y calentarla. Mientras la miraba y aguardaba por que hubiera.Después de tantos años esperando este reencuentro, Steven se quedó sin palabras, sin saber por dónde comenzar, tan solo los ojos de su padre clavados en los suyos mirándolo arrepentido pero tampoco sin hablar.Explicarles lo mal que se había sentido durante esos años, lo triste que había sido su vida cuando lo regalaron a su tío.Era complicado poder expresar con palabras claras y llanas que lo abandonaron, que lo dejaron con un completo desconocido que no pensaron ni un solo segundo en él.Que no pensaron en como el se sintió.— ¿Por qué lo hicieron?— ¿Porqué no fueron por mi? ¿Tan Mal hijo fui?Preguntó finalmente una tras otra. Su cerebro le dijo que esa era la única pregunta a la que le importaba obtener una respues