Los dedos de Beatriz jugueteaban con el dobladillo de su vestido de verano mientras miraba por la ventanilla del coche la costa que pasaba. No podía evitar preocuparse por su niño, se lo imaginaba extrañándola y por eso deseaba regresar a su lado.Después que se hospedaron en el hotel, decidieron caminar a la playa, las olas espumosas acariciaban la orilla y sus pies en suave silencio, pero la mirada de Beatriz estaba distante, fija, no en la idílica escena que tenía ante sí, sino en la imagen del rostro querúbico de su pequeño Aquiles.Sintió que la mano de Payton apretaba la suya, una silenciosa petición de consuelo, se giró hacia él con preocupación.—Mi amor —, murmuró, con la voz teñida de culpa, —¿Tienes algún problema de que solo duremos un par de días fuera? Es que me preocupa Aquiles.Las manos de Payton se tensaron imperceptiblemente. Había esperado una luna de miel un poco más larga, pero comprendía la preocupación maternal de Beatriz. —Será como tú digas, mi amor, no ha
Los dedos de Payton rozaron la superficie color crema del sobre, trazando la elegante curva de su nombre escrito con tinta en el anverso. El papel se sentía inquietantemente suave bajo su tacto, un susurro siniestro contra las callosidades de sus manos.En su interior, unas palabras acechaban: el canto de una sirena y el siseo de una serpiente. Abrió el sobre, sin embargo, se negó a vaciar el contenido, porque una parte de él, tal vez la parte ingenua que aún albergaba la esperanza de ser feliz, le instó a confiar en ella, a olvidar lo que anidaba en su interior. Pero otra parte, más fuerte, la forjada por la traición y endurecida por la experiencia, le recordaba la dulce apariencia de la traición.Con una respiración profunda que no sirvió de mucho para calmar su acelerado corazón, Payton dejó el sobre sobre un estante. Parecía pesar el aire a su alrededor, un centinela silencioso de su indecisión. El tiempo avanzaba, indiferente, y con cada día que pasaba, el signo de interrogació
Beatriz se arrastró fuera de la cama como si estuviera atravesando un pantano. El nauseabundo revoltijo de su estómago se había convertido en un adversario implacable que se negaba a darle tregua ni siquiera un instante. Una mueca torció sus facciones cuando la mera idea de comer la invadió de náuseas.—¿Cómo te sientes hoy? La voz de Laica atravesó la bruma del malestar cuando entró en la habitación, con la preocupación grabada en las líneas de su rostro.—Con muchas náuseas y asco —, murmuró Beatriz, llevándose instintivamente las manos al abdomen. Se obligó a incorporarse y un suspiro tembloroso escapó de sus labios. Sus ojos encontraron consuelo en Aquiles, esa pequeña ancla en su vida. Con manos temblorosas, lo cogió entre sus brazos, salpicando sus suaves mejillas con besos mientras él reía feliz.—Tris —, cambió el tono de Laica, con un peso que hizo tartamudear el corazón de Beatriz. —Creo que deberías hacerte una prueba de embarazo, podrías estar embarazada.Las palabras f
Beatriz negó vehementemente con la cabeza, separando los labios para esclarecer el espeso aire de acusaciones. —¡No, las cosas no son así! ¡Yo no quise mentirte! ¡Yo iba a decirte la verdad! —exclamó, intentando explicarse, pero sus palabras se detuvieron bajo la imponente rabia de Payton.—¡Maldit4 descarada! ¿Vas a negarme que eres Beatriz Harrison, la novia de Paul, su amante, o lo que sea que fueras de él? ¡Nunca me ha gustado recoger la basur4 que desechan los hombres de mi familia! —, espetó él, con la voz cargada de un desprecio que atravesó la habitación.Los ojos de Beatriz, se comenzaron a llenar de lágrimas.—Yo no soy una descarada, ni la basur4 que alguien ha desechado —dijo con voz entrecortada por ella llanto —. Fui su novia, sí —habló Beatriz con un temblor—, pero no su amante; nunca me acosté con él... yo soy de las que pensaba que debía seguir siendo virgen hasta el matrimonio... —. Su protesta no fue soportada por la furia de Payton, que no dudó en interrumpirla, a
El corazón de Beatriz latió desbocado mientras escuchaba los pasos de Payton alejarse por el pasillo. Las lágrimas corrían por sus mejillas sin control, mezclándose con el sudor frío que perlaba su frente. El miedo la paralizaba, se sentía herido, no podía creer que su vida volviera a terminar así.Las palabras de Payton la habían herido profundamente, causando un profundo dolor en su alma, la preocupación por Aquiles, la incertidumbre de lo que pasaría causaba mayores estragos en su interior. No podría ver más a su niño y si la mandaban a la cárcel, temía por su vida y la de su pequeño.Le parecía increíble que en esos meses juntos, Payton no la hubiese conocido, y se atreviera a desconfiar de ella de esa manera, era cierto que le había ocultado la verdad, pero fue porque las circunstancias la llevaron a eso, pero la forma en que se expresó de ella no tenía razón y le había provocado una total decepción.Sentía como un hueco que jamás podría ser llenado, porque esperó algo bueno de u
Por su parte, Payton, luego de su discusión con Beatriz, subió a su habitación, caminó hacia la zona del dormitorio y comenzó a lanzar todas las cosas que eran de Beatriz.—¡Farsante, mentirosa! ¿Cómo pude dejarme engañar por ti? —tiraba las cosas de la habitación de un lado a otro.La furia de Payton era como un huracán desatado, arrasando con todo a su paso. Ropa, joyas, perfumes, cada objeto volaba por la habitación, estrellándose contra las paredes o cayendo al suelo con estrépito. —¡Maldita sea! —rugió, su voz ronca por la rabia contenida. —¡Todo este tiempo fingiendo, manipulándome!Se detuvo un momento, jadeando, con las manos apoyadas en el tocador. Su reflejo en el espejo le devolvió una mirada salvaje, casi irreconocible. Por un instante, la imagen de Beatriz sonriéndole con dulzura cruzó por su mente, pero la apartó con violencia.—No, —murmuró, cerrando los ojos con fuerza. —Todo fue mentira.Un suave golpeteo en la puerta interrumpió su tormenta interior. —¿Señor? —se e
La oscuridad lo envolvió, asfixiante. Paul se retorció, atrapado en las garras de un sueño turbulento. De repente, unas manos cálidas lo sacudieron, arrancándolo de las profundidades de su pesadilla, pero no era una pesadilla, era un recuerdo.—¡Despierta mi amor! ¿Qué pasa? —La voz preocupada de Eletta lo trajo de vuelta a la realidad.Paul parpadeó, desorientado. El sudor frío le pegaba la camisa al cuerpo. Respiró hondo, intentando calmar los latidos frenéticos de su corazón.—Recordé lo sucedido cuando me golpearon —, murmuró, pasándose una mano temblorosa por el rostro. —Todo empezó porque yo quería terminar mi relación con Beatriz, antes de ir a buscarte, quería hacer las cosas bien… aunque a decir verdad, mi error fue iniciar una relación con ella amándote a ti… de cierta manera intenté usarla sin proponérmelo.Las imágenes del pasado inundaron su mente, la cara esperanzada de Beatriz cuando lo vio, creyendo que iba a pedirle disculpas y a volver con ella, su expresión cuando l
Payton salió disparado de la habitación, sin bañarse, sin arreglarse, parecía un vagabundo. Bajó las escaleras de dos en dos, ignorando el mareo y las náuseas provocadas por el alcohol. Su mente era un torbellino de pensamientos y emociones contradictorias, pero un objetivo claro se imponía sobre todo lo demás: tenía que sacar a Beatriz de la cárcel.—¡Giullette! —gritó, su voz ronca por la falta de uso—. ¡Llama al abogado ahora mismo!La mujer apareció rápidamente, con el teléfono ya en la mano. —Ya lo llamé, señor. Desde el día siguiente en que se llevaron a Beatriz, él está encargándose de todo.Payton asintió, agradecido por la iniciativa de su asistente. Se pasó una mano temblorosa por el pelo, tratando de ordenar sus pensamientos.—¡Manda a preparar el coche, nos vamos ahora mismo!La mujer apareció en cuestión de segundos, con las llaves ya en la mano y una expresión de alivio en el rostro.—Ya está todo listo, señor. Sabía que recapacitaría.Payton no tuvo tiempo de sorprende