El corazón de Beatriz latió desbocado mientras escuchaba los pasos de Payton alejarse por el pasillo. Las lágrimas corrían por sus mejillas sin control, mezclándose con el sudor frío que perlaba su frente. El miedo la paralizaba, se sentía herido, no podía creer que su vida volviera a terminar así.Las palabras de Payton la habían herido profundamente, causando un profundo dolor en su alma, la preocupación por Aquiles, la incertidumbre de lo que pasaría causaba mayores estragos en su interior. No podría ver más a su niño y si la mandaban a la cárcel, temía por su vida y la de su pequeño.Le parecía increíble que en esos meses juntos, Payton no la hubiese conocido, y se atreviera a desconfiar de ella de esa manera, era cierto que le había ocultado la verdad, pero fue porque las circunstancias la llevaron a eso, pero la forma en que se expresó de ella no tenía razón y le había provocado una total decepción.Sentía como un hueco que jamás podría ser llenado, porque esperó algo bueno de u
Por su parte, Payton, luego de su discusión con Beatriz, subió a su habitación, caminó hacia la zona del dormitorio y comenzó a lanzar todas las cosas que eran de Beatriz.—¡Farsante, mentirosa! ¿Cómo pude dejarme engañar por ti? —tiraba las cosas de la habitación de un lado a otro.La furia de Payton era como un huracán desatado, arrasando con todo a su paso. Ropa, joyas, perfumes, cada objeto volaba por la habitación, estrellándose contra las paredes o cayendo al suelo con estrépito. —¡Maldita sea! —rugió, su voz ronca por la rabia contenida. —¡Todo este tiempo fingiendo, manipulándome!Se detuvo un momento, jadeando, con las manos apoyadas en el tocador. Su reflejo en el espejo le devolvió una mirada salvaje, casi irreconocible. Por un instante, la imagen de Beatriz sonriéndole con dulzura cruzó por su mente, pero la apartó con violencia.—No, —murmuró, cerrando los ojos con fuerza. —Todo fue mentira.Un suave golpeteo en la puerta interrumpió su tormenta interior. —¿Señor? —se e
La oscuridad lo envolvió, asfixiante. Paul se retorció, atrapado en las garras de un sueño turbulento. De repente, unas manos cálidas lo sacudieron, arrancándolo de las profundidades de su pesadilla, pero no era una pesadilla, era un recuerdo.—¡Despierta mi amor! ¿Qué pasa? —La voz preocupada de Eletta lo trajo de vuelta a la realidad.Paul parpadeó, desorientado. El sudor frío le pegaba la camisa al cuerpo. Respiró hondo, intentando calmar los latidos frenéticos de su corazón.—Recordé lo sucedido cuando me golpearon —, murmuró, pasándose una mano temblorosa por el rostro. —Todo empezó porque yo quería terminar mi relación con Beatriz, antes de ir a buscarte, quería hacer las cosas bien… aunque a decir verdad, mi error fue iniciar una relación con ella amándote a ti… de cierta manera intenté usarla sin proponérmelo.Las imágenes del pasado inundaron su mente, la cara esperanzada de Beatriz cuando lo vio, creyendo que iba a pedirle disculpas y a volver con ella, su expresión cuando l
Payton salió disparado de la habitación, sin bañarse, sin arreglarse, parecía un vagabundo. Bajó las escaleras de dos en dos, ignorando el mareo y las náuseas provocadas por el alcohol. Su mente era un torbellino de pensamientos y emociones contradictorias, pero un objetivo claro se imponía sobre todo lo demás: tenía que sacar a Beatriz de la cárcel.—¡Giullette! —gritó, su voz ronca por la falta de uso—. ¡Llama al abogado ahora mismo!La mujer apareció rápidamente, con el teléfono ya en la mano. —Ya lo llamé, señor. Desde el día siguiente en que se llevaron a Beatriz, él está encargándose de todo.Payton asintió, agradecido por la iniciativa de su asistente. Se pasó una mano temblorosa por el pelo, tratando de ordenar sus pensamientos.—¡Manda a preparar el coche, nos vamos ahora mismo!La mujer apareció en cuestión de segundos, con las llaves ya en la mano y una expresión de alivio en el rostro.—Ya está todo listo, señor. Sabía que recapacitaría.Payton no tuvo tiempo de sorprende
El ambiente en la sala de espera era tenso, cargado de emociones contenidas y miradas hostiles. Payton permaneció de pie, con los hombros hundidos bajo el peso de la culpa, mientras los Harrison lo observaban con una mezcla de rabia y desprecio. —No tienes derecho a estar aquí —siseó Gaius, acercándose a él, tratando de controlar las ganas de partirle la cara a Payton—. Tú la pusiste en esa celda. Tú eres el responsable de todo esto… de que perdiera a su bebé… y de que ahora no tenga ganas de vivir. Payton no se movió, aceptando cada palabra como un golpe merecido. —Lo sé —respondió con voz quebrada—. Y no hay nada que pueda decir para justificar lo que hice. Pero necesito saber que ella está bien. Por favor… necesito… pedirle perdón, aunque sé que no me lo merezco … me conformo con verla bien —se pasó la mano por la cabeza de forma desesperada mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. —¿Cree que va a estar bien cuando perdió a su hijo? —no esperó respuesta y siguió habla
Cuando entró, la imagen de Beatriz, pálida e inmóvil en la cama de hospital, le robó el aliento, tuvo la sensación de que le habían dado un puñetazo en su estómago. Se acercó lentamente, como si temiera que ella pudiera desvanecerse ante sus ojos. —Beatriz... mi amor —susurró, su voz quebrada por la emoción, se arrodilló a un lado de su cama—. Sé que no merezco tu perdón, pero por favor, abre los ojos. Mírame. Payton tomó la mano inerte de Beatriz entre las suyas, sintiendo su piel fría. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas sin control. —Fui un idiota, un completo imbécil —continuó, su voz ahogada por el llanto—. Dejé que mis miedos, mis inseguridades del pasado me cegaran. No confié en ti cuando debí hacerlo. Y ahora... ahora he destruido todo… Su mirada se posó en el vientre de Beatriz. El dolor lo atravesó como una daga. —Nuestro bebé... —sollozó—. Perdóname, mi amor. Perdóname por no haber sabido protegerte. Por haber roto mis votos de cuidarte y protegerte, por h
Payton salió de la habitación de Beatriz con paso vacilante, sintiendo que cada paso lo alejaba más de la mujer que amaba. El rechazo de ella le dolía profundamente, pero sabía que lo merecía. Afuera, la familia Harrison lo esperaba con miradas hostiles. El padre de Beatriz se acercó, con los ojos enrojecidos por el llanto.—¿Qué pasó? ¿Reaccionó? —preguntó con voz ronca.Payton asintió lentamente. —Sí, despertó. Pero... me pidió que me fuera. No quiere verme nunca más.Los hermanos de Beatriz intercambiaron miradas de alivio mezclado con preocupación. —Es lo mejor —, dijo Gaius con dureza. —Aléjate de ella de una vez por todas, solo le has traído desgracia, dolor y sufrimiento.Pero Payton negó con la cabeza. —No puedo hacer eso. La amo y voy a luchar por ella, aunque me lleve toda la vida—, dijo con firmeza—. Sé que cometí un error terrible, imperdonable. Pero no me rendiré. Haré todo lo que esté en mis manos para demostrarle cuánto la amo y ganarme su perdón.El padre de Beatri
Esas fueron las palabras que leyó el primer día, mirando tanto las flores como las notas con diversos sentimientos, rabia, tristeza, nostalgia, dolor, decepción, al final le ganó la molestia y sin ninguna delicadeza de pronto tomó la rosa, la destruyó, luego agarró la nota y la arrugó ante la sorpresa de su padre y sus hermanos, quienes se mantuvieron en silencio, sin recriminarle nada.Payton afuera cuando vio salir a la enfermera, no dudó en preguntarle.—¿Ella la aceptó? —preguntó, a la mujer le dio lástima responderle, pero no fue necesario, porque él leyó en su rostro, la verdad —, bueno, no importa… seguiré insistiendo, ahora le enviaré una también la tarde.Y así lo hizo, esa misma tarde le envió otra.“El agua no rompe la piedra por la fuerza, sino por la persistencia, y yo estoy dispuesto a persistir, hasta mi último suspiro”,Al día siguiente, en la mañana, volvió a insistir.“Amor mío, sé que cometí un error grave, y no tienes idea de cómo me lamento, pienso y pienso en qué