Justicia equivocada. Capítulo 2. Sumergida en la penumbra.

Los pasos de Beatriz resonaron en el pasillo, y cada uno de ellos amplificaba el pavor que le recorría la columna vertebral.

Su guía, una mujer imponente de ojos acerados, abrió la puerta del baño con una fuerza que sugería que rara vez se cerraba con suavidad.

Beatriz vaciló en el umbral, el olor estéril de la lejía no bastaba para enmascarar el hedor subyacente que parecía aferrarse al propio aire.

—Entra —, le ordenó la mujer, sin discutir.

Beatriz obedeció, con el corazón, latiéndole contra las costillas como si quisiera escapar del destino que le aguardaba.

La mujer no perdió el tiempo. Con un movimiento rápido, cogió un cubo y un trapeador del rincón y se los lanzó a Beatriz, que apenas consiguió cogerlos antes de que chocaran contra su pecho.

—A partir de ahora, te encargarás de limpiar las duchas, los aseos, los pasillos, los despachos y las celdas, allí tienen detergentes, lejía, y todo lo necesario para que lo hagas, princesita —pronunció esta última palabra con burla.

—¿
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