El médico intercambió una mirada preocupada con la madre de Alexander. Fue esta la que habló, no quiso preocupar a su hijo, porque temía que eso repercutiera en su recuperación.—Hijo, no te preocupes, Tanya está recibiendo atención en otra sala, —dijo con cautela—. Ha sido una situación difícil, pero ya todo está mejorando.Alexander sintió un alivio momentáneo, interrumpido rápidamente por un torrente de preguntas que luchaban por salir a flote en su mente aturdida. Se había dado cuenta de que Ludovica era capaz de cualquier cosa cuando se sentía amenazada o acorralada. Lo había comprobado de primera mano con todo lo ocurrido.Los últimos recuerdos de cuando comenzó a huir y ella a disparar, eran un poco confusas, imágenes borrosas y esa opresión en el pecho que le quitaba el aliento y no lo dejaba respirar.—Necesito… verla, —insistió Alexander, esforzándose por mantenerse despierto y lúcido—. Necesito saber que está segura con mis propios ojos.Su madre apretó su mano más fuerte
Fue así como en la penumbra de la habitación, donde las sombras jugaban a ser cómplices de sus deseos, Piero depositó con delicadeza el cuerpo aún tembloroso de su esposa sobre las sábanas.Sus ojos se encontraron en una promesa muda, un juramento que no necesitaba palabras para ser entendido.Con cada caricia renovada, cada beso robado entre risas y miradas llenas de significado, Piero buscó redimir aquel olvido involuntario que había causado la tormenta anterior.Cada toque era una disculpa, cada susurro una súplica silenciosa pidiendo clemencia a su corazón ofendido.Y ella, que fingía resistirse solo para disfrutar de la dulce rendición que le seguía, permitió que sus dedos se enredaran en la cabellera desordenada de él, guiándolo en este baile de reconciliación.Sus cuerpos volvieron a hablar ese lenguaje secreto y ancestral, una danza de pasión y perdón, donde cada movimiento los alejaba más del mundo real y los sumergía en la más profunda pasión.Ya exhaustos se quedaron uno al
La madre de Alexander, tomada por sorpresa, dio un pequeño salto hacia atrás. Su rostro, antes compuesto y sereno, se contrajo en una mezcla de sorpresa y dolor al ver a su hijo en pie, tan vulnerable en su bata de hospital.—Alex... no deberías estar fuera de la cama —susurró ella, ignorando por un instante la pregunta que flotaba entre ellos como una nube oscura.Pero Alexander no estaba para evasivas. La urgencia vibraba en cada fibra de su ser; necesitaba respuestas, aunque estas partieran su mundo en dos.—Mamá, por favor —le suplicó con una voz que temblaba como las hojas bajo una tormenta—. Tienes que decirme... ¿Ella está bien? Dime que ¿Tanya no está…?Las palabras se atoraron en su garganta, pero la angustia en sus ojos completó la pregunta. Su madre se acercó lentamente a él, las manos temblorosas extendidas como si pudieran amortiguar la caída de un corazón roto.—Mi niño —murmuró con un hilo de voz—. Cuando su familia llegó a buscarla, ella ya estaba muerta… lo siento.
—Hijo, no creo que sea conveniente viajar a los Estados Unidos ahora… —comenzó a cuestionar su madre, pero Alexander la interrumpió.—No me importa que no esté del todo bien… ¡Voy a ir! —exclamó con firmeza.—No es por ti, es por el niño, no puede viajar hasta dentro de dos semanas —explicó su madre.Él suspiró con impaciencia.—Entonces esperaré, pero apenas pasen las dos semanas nos vamos a Estados Unidos y no dejaré que nadie me convenza de lo contrario —pronunció sin un ápice de duda en su voz.—Ahora, ven para que te recuestes, mientras más tiempo descanses, te recuperaras más pronto —lo ayudó a acostarse y él accedió.—No sé por qué, pero mi instinto me dice que ella está bien —susurró en tono bajo.Fénix lo miró con tristeza, le preocupaba que su hijo se hiciera falsas ilusiones.—No hay ninguna duda hijo, me gustaría poder decirte que quizás es mentira, pero la verdad es que fue Alexis Kontos, quien le dijo a tu tío Piero, que Tanya habpia muerto —respondió ella acariciando co
Sin embargo, frunció el ceño, al ver que ella no correspondía a su abrazo, pensó que se debía a que estaba brava por todo lo que había ocurrido entre ellas, y se separó un poco sin dejar de mirarla y levantando una mano para acariciar con suavidad su rostro.—¡Perdóname amiga! Sé que me comporté como una perra, que te traté de la peor manera sin merecértelo. Quiero que entiendas que me sentí traicionada, herida, burlada y hasta desplazada cuando me enteré de que te habías acostado con mi papá. Por favor, ponte en mi lugar ¿Cómo te habrías sentido tú si hubiese sido yo la que me hubiese acostado con tu padre? —un gruñido salió de los labios de la otra chica—, lo sé, es una suposición, pero yo me sentí así, quería hacerte daño, herirte tanto como tú lo habías hecho al acostarte con mi papá. No tienes idea del dolor que sentí cuando le dijeron a mi tío que estabas muerta, sin embargo, ahora estás aquí y me siento tan feliz.La abrazó con fuerza, mientras no dejaba de besarla por todos la
A pesar de toda la negativa de la familia de que no viajara a Estado Unidos, Alexander no los complació. Incluso en el último momento, faltando dos horas para irse, intentaron persuadirlo. —No creo que sea conveniente que vayas —indicó su padre con un tono de preocupación. —Voy a ir hasta allá, necesito ver por mí mismo que ella murió y saber dónde está enterrada y… llevarle a nuestro hijo —señaló con firmeza, mientras sus padres, Iker y Piero lo observaban dubitativos. —¿Si dejas a los niños con nosotros mientras vas? —propuso su madre. —Creo que los Hall no están muy contentos contigo después de lo que le hiciste a una de sus hijas. Alexis ni siquiera ha respondido mis llamadas, al parecer hasta cambió su número para no tener contacto conmigo, seguramente para no tener que escucharme pedirle explicaciones cuando te vuelva papilla, No creo que sea conveniente que vayas —vio que Alexander mantenía firme su decisión—, está bien, tú eres grande, sabes lo que estás haciendo y lo que
La expresión del guardaespaldas pasó de una sonrisa confiada a un gesto de preocupación. Por un instante hubo un silencio incómodo en el auto; la afirmación de Alyssa había sembrado la duda.Con gesto meticuloso, el hombre examinó al pequeño que dormitaba plácidamente en el portabebés, buscando alguna señal que lo identificara.—No bromees, claro que es él, no le ves que tiene los ojos azules como tu papá, la nariz y el mentón como la señora Tanya, se parece a los dos. Creo tú eres la confundida, Alyssa. ¿Cómo se va a equivocar la enfermera? ¿Además, no te das cuenta de que es el mismo? —preguntó a la niña y ella observó al bebé con una expresión ceñuda.—Debo admitir que se parece a Tanya, a mi papá y a mi hermanito, pero no es él —insistió la niña,—Sabes Alyssa no estoy para juego, esto es algo serio y no está bien jugar con las personas, así —la riñó y miró con molestia.—Bueno, no me creas, cuando venga mi papá, te va a agarrar y te va a lanzar de un puño que vas a aterrizar en R
Con una rapidez asombrosa, las enfermeras colocaron a los bebés en una Cuna, mientras llamaban a otros profesionales de la salud para que las ayudara a recoger los padres.Tanya y Alexander yacían en el suelo, él tratando de recobrar el sentido, mientras los médicos y enfermeras les atendían con urgencia.El primero en reaccionar fue Alexander, quien se levantó tan rápidamente como había caído.—¡Déjeme quieto! Estoy bien, por favor… déjeme verla, es mi esposa —pronunció en un tono de emoción dejando sorprendido a los presentes.Se acercó a ella y la tomó del rostro mientras no dejaba de besarla.—Tanya mi amor, por favor despierta —balbuceó en tono suplicante, pero ella no respondió.—Permítame atenderla —dijo uno de los médicos apartándolo.Se la llevaron a emergencia, el hospital costaba de dos secciones, la infantil y la de adultos, pero como estaban preocupados la llevaron a la sala contigua, mientras tanto él caminó hasta la cuna donde habían acostado a sus hijos.—Así que tú sí