Capítulo 62: Una tormenta.

El médico intercambió una mirada preocupada con la madre de Alexander. Fue esta la que habló, no quiso preocupar a su hijo, porque temía que eso repercutiera en su recuperación.

—Hijo, no te preocupes, Tanya está recibiendo atención en otra sala, —dijo con cautela—. Ha sido una situación difícil, pero ya todo está mejorando.

Alexander sintió un alivio momentáneo, interrumpido rápidamente por un torrente de preguntas que luchaban por salir a flote en su mente aturdida.

Se había dado cuenta de que Ludovica era capaz de cualquier cosa cuando se sentía amenazada o acorralada. Lo había comprobado de primera mano con todo lo ocurrido.

Los últimos recuerdos de cuando comenzó a huir y ella a disparar, eran un poco confusas, imágenes borrosas y esa opresión en el pecho que le quitaba el aliento y no lo dejaba respirar.

—Necesito… verla, —insistió Alexander, esforzándose por mantenerse despierto y lúcido—. Necesito saber que está segura con mis propios ojos.

Su madre apretó su mano más fuerte
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