Con una rapidez asombrosa, las enfermeras colocaron a los bebés en una Cuna, mientras llamaban a otros profesionales de la salud para que las ayudara a recoger los padres.Tanya y Alexander yacían en el suelo, él tratando de recobrar el sentido, mientras los médicos y enfermeras les atendían con urgencia.El primero en reaccionar fue Alexander, quien se levantó tan rápidamente como había caído.—¡Déjeme quieto! Estoy bien, por favor… déjeme verla, es mi esposa —pronunció en un tono de emoción dejando sorprendido a los presentes.Se acercó a ella y la tomó del rostro mientras no dejaba de besarla.—Tanya mi amor, por favor despierta —balbuceó en tono suplicante, pero ella no respondió.—Permítame atenderla —dijo uno de los médicos apartándolo.Se la llevaron a emergencia, el hospital costaba de dos secciones, la infantil y la de adultos, pero como estaban preocupados la llevaron a la sala contigua, mientras tanto él caminó hasta la cuna donde habían acostado a sus hijos.—Así que tú sí
Tanya lo empujó con una expresión de molestia en su rostro, las aletas de su nariz se ampliaron y se veía que estaba a punto de caerle encima.Alexander se apartó ligeramente, buscando en sus ojos alguna señal de lo que debía hacer a continuación.La mezcla de sorpresa y rabia en la mirada de Tanya era como una bola de fuego a punto de arroparlo, sin embargo, ella no reaccionaba, parecía estar en shock, porque ninguna palabra salía de su boca—Lo siento —murmuró él, su voz ronca por la emoción contenida. —No debí... No sin tu permiso.Tanya se apartó de su lado como si apestara y por fin habló.—Pero es que ni con mi permiso, porque la realidad es que no creo que nunca te lo dé… apártate de mí Alexander Ferrari, porque juro que si me vuelves a tocar en tu vida voy a dejarte eunuco —siseó con el rostro transformado por la rabia.Alexander abrió los ojos de par en par, se llevó las manos a sus partes íntimas con temor que cumpliera sus amenazas, pero segundos después se sonrió de manera
Apenas sintió el roce de las manos de Alexander, una especie de corriente eléctrica la recorrió, pero a pesar de todo se contuvo y simuló no sentir nada.Mientras tanto, esa corriente de escalofrío recorrió su espalda, y su mano siguió agarrada a la de Alexander.A pesar de todo el dolor pasado, en ese instante, una chispa de algo que parecía olvidado se encendió en ella, pero la ignoró.Caminaron juntos por el pasillo, un silencio tenso, pero necesario los envolvió, como en una especie de cúpula protectora.Llegaron a una habitación y cuando abrieron la puerta los sonidos de la risa y de felicidad de Alyssa llegaron claramente a sus oídos, justamente en ese momento la niña se giró y abrió los ojos de par en par, emocionada cuando se dio cuenta de su presencia.—Tanya, ¡Has vuelto! —exclamó feliz corriendo hacia ella, pero aun su cuerpo no se había recuperado del todo y con la energía que empleó la pequeña para abrazarla, casi la tira al suelo, si no es por Alexander que la sostuvo, t
Alexander se pasó una mano por el cabello, sintiendo el peso de la decisión que tenía ante sí.Sabía que las palabras de ellas habían salido de la desesperación y miedo a perder lo que más atesoraba en el mundo, pero también sabía que debían encontrar una manera de lograr un equilibrio y poner a sus hijos primero.—Tanya, por favor, calma —dijo suavemente, intentando apaciguar la tempestad que se formaba en sus ojos—. No quiero quitarte a los niños. Nunca haría eso. Pero tampoco puedo imaginarme mi vida sin ellos. Estoy decidido a que podamos llegar a un acuerdo por el bien de ellos. Se acercó a ella, tomó una de sus manos entre las suyas, con un suspiro.—No me pidas que me aleje de ellos, por favor, quiero y voy a hacer todo lo posible para que me perdones y me aceptes en tu vida de nuevo, pero si no lo logro, por lo menos por nuestros hijos, incluyendo a Alyssa, debemos llevarnos bien.Tanya se tragó un sollozo, con menos furia, más tranquila, pero sintiendo un poco de temor por el
Ante el impacto, Alexander cayó hacia atrás, tambaleándose, pero sin llegar a tocar el suelo. Su mente giró en un torbellino de sorpresa y dolor, tratando de enfocar su visión en los hombres que habían irrumpido en su vida con tal violencia.Tanya había dejado al niño dormido junto a su hermanita y salió a averiguar quién había tocado la puerta, cuando vio la escena un grito salió de su boca.—¡¡Déjenlo!! ¡¡¿Qué pasa aquí?!! —exclamó cuando vio a sus tíos, primos y hasta su propio padre en la sala, rodeando a Alexander, listo para impactar de nuevo en su cuerpo, todos cuál pandilla —, hombres Hall, párense allí o no respondo.Sus palabras surtieron el efecto de un freno, porque los hombres se giraron hacia ella, aunque por sus expresiones en los rostros, estaba claro que no les había gustado su defensa a Alexander y segundos después supo que era así cuando Paul, se acercó a ella.—¿Lo estás defendiendo? ¿Después de todo lo que te hizo? —gruñó Paul indignado.—No es defensa, es sentido
Alexander observó como ella se alejaba de manera elegante hacia el dormitorio, dejándolo a él con la firme determinación de conquistarla, se moría tanto por volverla a besar y tenerla de nuevo entre sus brazos.No podía creer lo estúpido que había sido. Pero decidió que era el momento de organizar una intensa campaña de cortejo. Caminó a su despacho, sacó el teléfono y marcó el número de su hija Eletta, pero se encontró con el frío abrazo del buzón de voz.—¿Dónde te metiste, hija? —se preguntó mientras lo invadía una oleada de preocupación; se pasó una mano por el pelo y el corazón le golpeó las costillas con un ritmo frenético.Pensando en buscar la manera de encontrar a su hija. Con un suspiro, desplazó hasta el número de su hermana y pulsó llamar.“¿Diga?” Sonó la voz de Lana, teñida de alarma. “¿Alex? Alex, ¿Estás bien? Los Hall, ¿Te secuestraron?”.No pudo evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios ante la ansiedad expresada por su hermana.—No, no, no es nada de eso, no t
Apenas sintió los primeros rayos del alba, Eletta abrió los ojos, estaba decidida a coincidir ese día con Paul, porque desde que habían tenido intimidad en el avión, él parecía estar huyéndole, se iba muy temprano en la mañana y regresaba cuando ella estaba dormida, solo para que no coincidieran.Así que luego de asearse lo más rápido posible y vestirse, salió de su habitación a la cocina. Cada paso la acercaba más a conocer las razones de la actitud indiferente de Paul.Apenas entró, lo vio encorvado sobre un plato de huevos revueltos y tostadas, al lado de un vaso de jugo de naranja y una humeante taza de café.Aparentemente estaba absorto en el periódico de la mañana. Sin embargo, en cuanto se percató de su presencia, sus hombros se pusieron rígidos, una sutil traición a su actitud serena.—Hola, Paul, buen día, que bueno encontrarte aquí, por un momento llegué a pensar que estaba sola y viviendo entre fantasmas —pronunció con un leve tono sarcástico.Él levantó la vista, fingiendo
El corazón de Eletta latió dolorosamente contra su pecho, al escuchar lo que había dicho Paul, se sintió no traicionada, era más bien decepción, porque por un momento se atrevió a pensar que quizás él tenía algún tipo de sentimiento por ella, pero lo que acababa de descubrir, derrumbó sus ilusiones cuál castillo de naipes.Sus ojos, normalmente cálidos y acogedores, en ese momento se habían puesto helados con el frío de su engaño.—¿Cómo pudiste mentirme sobre la muerte de Tanya? — Las palabras salieron de sus labios, temblorosas con algo más que un matiz de dolor. —Sabías cuán culpable y triste me sentía por no haberle podido pedir perdón, por la forma en que me comporté… yo… a ti jamás te engañé, fui sincera contigo desde el primer día, pero no fuiste recíproco —dijo con un tono que dejaba ver lo herida que se sentía.Por un momento, la mirada de Paul vaciló antes de posarse en ella, con sombras de culpabilidad revoloteando por sus rasgos.—Teníamos razones, creímos que tu padre hab