Ante el impacto, Alexander cayó hacia atrás, tambaleándose, pero sin llegar a tocar el suelo. Su mente giró en un torbellino de sorpresa y dolor, tratando de enfocar su visión en los hombres que habían irrumpido en su vida con tal violencia.Tanya había dejado al niño dormido junto a su hermanita y salió a averiguar quién había tocado la puerta, cuando vio la escena un grito salió de su boca.—¡¡Déjenlo!! ¡¡¿Qué pasa aquí?!! —exclamó cuando vio a sus tíos, primos y hasta su propio padre en la sala, rodeando a Alexander, listo para impactar de nuevo en su cuerpo, todos cuál pandilla —, hombres Hall, párense allí o no respondo.Sus palabras surtieron el efecto de un freno, porque los hombres se giraron hacia ella, aunque por sus expresiones en los rostros, estaba claro que no les había gustado su defensa a Alexander y segundos después supo que era así cuando Paul, se acercó a ella.—¿Lo estás defendiendo? ¿Después de todo lo que te hizo? —gruñó Paul indignado.—No es defensa, es sentido
Alexander observó como ella se alejaba de manera elegante hacia el dormitorio, dejándolo a él con la firme determinación de conquistarla, se moría tanto por volverla a besar y tenerla de nuevo entre sus brazos.No podía creer lo estúpido que había sido. Pero decidió que era el momento de organizar una intensa campaña de cortejo. Caminó a su despacho, sacó el teléfono y marcó el número de su hija Eletta, pero se encontró con el frío abrazo del buzón de voz.—¿Dónde te metiste, hija? —se preguntó mientras lo invadía una oleada de preocupación; se pasó una mano por el pelo y el corazón le golpeó las costillas con un ritmo frenético.Pensando en buscar la manera de encontrar a su hija. Con un suspiro, desplazó hasta el número de su hermana y pulsó llamar.“¿Diga?” Sonó la voz de Lana, teñida de alarma. “¿Alex? Alex, ¿Estás bien? Los Hall, ¿Te secuestraron?”.No pudo evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios ante la ansiedad expresada por su hermana.—No, no, no es nada de eso, no t
Apenas sintió los primeros rayos del alba, Eletta abrió los ojos, estaba decidida a coincidir ese día con Paul, porque desde que habían tenido intimidad en el avión, él parecía estar huyéndole, se iba muy temprano en la mañana y regresaba cuando ella estaba dormida, solo para que no coincidieran.Así que luego de asearse lo más rápido posible y vestirse, salió de su habitación a la cocina. Cada paso la acercaba más a conocer las razones de la actitud indiferente de Paul.Apenas entró, lo vio encorvado sobre un plato de huevos revueltos y tostadas, al lado de un vaso de jugo de naranja y una humeante taza de café.Aparentemente estaba absorto en el periódico de la mañana. Sin embargo, en cuanto se percató de su presencia, sus hombros se pusieron rígidos, una sutil traición a su actitud serena.—Hola, Paul, buen día, que bueno encontrarte aquí, por un momento llegué a pensar que estaba sola y viviendo entre fantasmas —pronunció con un leve tono sarcástico.Él levantó la vista, fingiendo
El corazón de Eletta latió dolorosamente contra su pecho, al escuchar lo que había dicho Paul, se sintió no traicionada, era más bien decepción, porque por un momento se atrevió a pensar que quizás él tenía algún tipo de sentimiento por ella, pero lo que acababa de descubrir, derrumbó sus ilusiones cuál castillo de naipes.Sus ojos, normalmente cálidos y acogedores, en ese momento se habían puesto helados con el frío de su engaño.—¿Cómo pudiste mentirme sobre la muerte de Tanya? — Las palabras salieron de sus labios, temblorosas con algo más que un matiz de dolor. —Sabías cuán culpable y triste me sentía por no haberle podido pedir perdón, por la forma en que me comporté… yo… a ti jamás te engañé, fui sincera contigo desde el primer día, pero no fuiste recíproco —dijo con un tono que dejaba ver lo herida que se sentía.Por un momento, la mirada de Paul vaciló antes de posarse en ella, con sombras de culpabilidad revoloteando por sus rasgos.—Teníamos razones, creímos que tu padre hab
Cuando Paul se dio cuenta de la presencia de Eletta, dio la impresión que toda su sangre había escapado de su rostro, y caminó hacia ella para explicarle, no quería darle una idea equivocada, pero cuando ella extendió la mano para detenerlo, se dio cuenta de que era muy tarde para eso.—Por favor Eletta, ¡Detente! No es lo que estás pensando, has malinterpretado todo, déjame explicarte.Ella negó enérgicamente con la cabeza.—No Paul, no tienes nada que explicarme, todo quedó perfectamente claro, estás en todo tu derecho de vengarte de la persona que humilló públicamente a tu prima, a la que quieres como hermana —una tenue sonrisa con un deje de tristeza en su mirada se dibujó en su rostro—, quizás debería agradecerte que por lo menos no me hayas expuesto en una calle, en un centro comercial, o en las redes sociales, como seguramente habría quedado perfecta tu venganza —dijo con amargura—, no te preocupes, no te juzgo, pero como había decidido, no hay razones para seguir aquí…—Espera
Eletta salió de allí como si estuviera siendo perseguida, las lágrimas empañaron su vista mientras subía al ascensor.Cuando llegó al vestíbulo, el vigilante se quedó viéndolo, pero ella no le prestó atención, porque se sentía demasiado triste para hablar.Al salir del edificio, el frío se mezcló con su aliento acelerado. Se detuvo un instante, tratando de recuperar el aire de sus pulmones.Su corazón galopaba a un ritmo frenético, no solo por la carrera, sino por los cientos de pensamientos que giraban en su mente como un torbellino.—¿Sería esto una señal del universo para que me aleje antes de que me haga daño? —se preguntó. —¿O simplemente me estoy ahogando en un vaso de agua?Negó con la cabeza, “No puedo arriesgarme, no soy tan fuerte para hacerlo”, se dijo mentalmente.Cada paso que daba marcaba el ritmo frenético de su huida. No sabía hacia dónde dirigirse, sólo sabía que necesitaba alejarse lo más pronto posible de Paul y todo lo que él representaba. Sus pulmones se quemaban
El frío de la mañana se pegó a la piel de Alexander cuando subió al auto, necesitaba visitar las floristerías, para darle todas las flores y los arreglos que había preparado para Tanya, estaba dispuesto a todo por convencerla de que lo aceptara de nuevo en su vida.Se saltó el ritual del café y las tostadas porque tenía el estómago hecho, un mar de nervios, demasiado revuelto para comer, ante la expectativa de lo que ocurriría.Debía encontrar las orquídeas azules, esas raras flores que reflejan el tono del océano al atardecer, y que representaban el símbolo perfecto de su amor por Tanya, aunque ella no lo creyera, por lo que había ocurrido le demostraría que era verdad.Entró a la primera floristería, apenas la abrieron.—Buen día —saludó con un evidente tono de ansiedad.—Buen día, señor, ¿En qué podemos ayudarle? —respondió la dependienta con amabilidad.—Necesito cinco mil orquídeas azules, y unos arreglos que… —antes de que pudiera continuar hablando, la mujer lo interrumpió.—Lo
Tanya de nuevo escuchó el timbre de la puerta y como estaba temerosa de que se despertaran los pequeños después de horas durmiéndolos. Salió a abrir la puerta y cuando lo hizo se quedó sin aliento al ver la cantidad de arreglo de flores en su presencia.—¡Oh por Dios! ¿Qué significa esto? —preguntó ella visiblemente emocionada.—Son unos arreglos de orquídeas azules para la señorita Tanya Hall —dijo el hombre leyendo el papel en su mano.La chica corrió como niño al ver juguete nuevo, y comenzó a revisar las tarjetas mientras leía el contenido en voz alta.“Espero que estas flores adornen tu vida como yo quiero adornar la tuya. Tú más ferviente admirador”.Ella emitió una sonrisa emocionada, mientras el repartidor trataba de llamar su atención.—Señorita, debe firmar aquí en señal de haberlas recibido —ella tomó el papel y firmó en donde le indicaron.Se sonrió complacida, aunque no tenía idea de dónde iba a meter todas esas flores, pero le alegraba recibirlas, era la primera vez que