El corazón de Eletta latió dolorosamente contra su pecho, al escuchar lo que había dicho Paul, se sintió no traicionada, era más bien decepción, porque por un momento se atrevió a pensar que quizás él tenía algún tipo de sentimiento por ella, pero lo que acababa de descubrir, derrumbó sus ilusiones cuál castillo de naipes.Sus ojos, normalmente cálidos y acogedores, en ese momento se habían puesto helados con el frío de su engaño.—¿Cómo pudiste mentirme sobre la muerte de Tanya? — Las palabras salieron de sus labios, temblorosas con algo más que un matiz de dolor. —Sabías cuán culpable y triste me sentía por no haberle podido pedir perdón, por la forma en que me comporté… yo… a ti jamás te engañé, fui sincera contigo desde el primer día, pero no fuiste recíproco —dijo con un tono que dejaba ver lo herida que se sentía.Por un momento, la mirada de Paul vaciló antes de posarse en ella, con sombras de culpabilidad revoloteando por sus rasgos.—Teníamos razones, creímos que tu padre hab
Cuando Paul se dio cuenta de la presencia de Eletta, dio la impresión que toda su sangre había escapado de su rostro, y caminó hacia ella para explicarle, no quería darle una idea equivocada, pero cuando ella extendió la mano para detenerlo, se dio cuenta de que era muy tarde para eso.—Por favor Eletta, ¡Detente! No es lo que estás pensando, has malinterpretado todo, déjame explicarte.Ella negó enérgicamente con la cabeza.—No Paul, no tienes nada que explicarme, todo quedó perfectamente claro, estás en todo tu derecho de vengarte de la persona que humilló públicamente a tu prima, a la que quieres como hermana —una tenue sonrisa con un deje de tristeza en su mirada se dibujó en su rostro—, quizás debería agradecerte que por lo menos no me hayas expuesto en una calle, en un centro comercial, o en las redes sociales, como seguramente habría quedado perfecta tu venganza —dijo con amargura—, no te preocupes, no te juzgo, pero como había decidido, no hay razones para seguir aquí…—Espera
Eletta salió de allí como si estuviera siendo perseguida, las lágrimas empañaron su vista mientras subía al ascensor.Cuando llegó al vestíbulo, el vigilante se quedó viéndolo, pero ella no le prestó atención, porque se sentía demasiado triste para hablar.Al salir del edificio, el frío se mezcló con su aliento acelerado. Se detuvo un instante, tratando de recuperar el aire de sus pulmones.Su corazón galopaba a un ritmo frenético, no solo por la carrera, sino por los cientos de pensamientos que giraban en su mente como un torbellino.—¿Sería esto una señal del universo para que me aleje antes de que me haga daño? —se preguntó. —¿O simplemente me estoy ahogando en un vaso de agua?Negó con la cabeza, “No puedo arriesgarme, no soy tan fuerte para hacerlo”, se dijo mentalmente.Cada paso que daba marcaba el ritmo frenético de su huida. No sabía hacia dónde dirigirse, sólo sabía que necesitaba alejarse lo más pronto posible de Paul y todo lo que él representaba. Sus pulmones se quemaban
El frío de la mañana se pegó a la piel de Alexander cuando subió al auto, necesitaba visitar las floristerías, para darle todas las flores y los arreglos que había preparado para Tanya, estaba dispuesto a todo por convencerla de que lo aceptara de nuevo en su vida.Se saltó el ritual del café y las tostadas porque tenía el estómago hecho, un mar de nervios, demasiado revuelto para comer, ante la expectativa de lo que ocurriría.Debía encontrar las orquídeas azules, esas raras flores que reflejan el tono del océano al atardecer, y que representaban el símbolo perfecto de su amor por Tanya, aunque ella no lo creyera, por lo que había ocurrido le demostraría que era verdad.Entró a la primera floristería, apenas la abrieron.—Buen día —saludó con un evidente tono de ansiedad.—Buen día, señor, ¿En qué podemos ayudarle? —respondió la dependienta con amabilidad.—Necesito cinco mil orquídeas azules, y unos arreglos que… —antes de que pudiera continuar hablando, la mujer lo interrumpió.—Lo
Tanya de nuevo escuchó el timbre de la puerta y como estaba temerosa de que se despertaran los pequeños después de horas durmiéndolos. Salió a abrir la puerta y cuando lo hizo se quedó sin aliento al ver la cantidad de arreglo de flores en su presencia.—¡Oh por Dios! ¿Qué significa esto? —preguntó ella visiblemente emocionada.—Son unos arreglos de orquídeas azules para la señorita Tanya Hall —dijo el hombre leyendo el papel en su mano.La chica corrió como niño al ver juguete nuevo, y comenzó a revisar las tarjetas mientras leía el contenido en voz alta.“Espero que estas flores adornen tu vida como yo quiero adornar la tuya. Tú más ferviente admirador”.Ella emitió una sonrisa emocionada, mientras el repartidor trataba de llamar su atención.—Señorita, debe firmar aquí en señal de haberlas recibido —ella tomó el papel y firmó en donde le indicaron.Se sonrió complacida, aunque no tenía idea de dónde iba a meter todas esas flores, pero le alegraba recibirlas, era la primera vez que
El silencio siguió a la caída, y por un segundo nadie se movió, como si una obra de teatro hubiese alcanzado el clímax sin ensayo alguno. Las flores aplastadas bajo el peso del hombre dibujaron una alfombra azul, y algunas cabezas de orquídeas rodaron suavemente hacia los pies de Tanya, mientras ella miraba la escena con incredulidad.Un silencio breve, aunque penetrante se apoderó de la habitación, solo roto por el crujido de los pétalos aplastados que se mezclaba con la respiración atropellada del hombre en el suelo.Se levantó con rapidez, sacudiéndose las hojas y los tallos a modo de disculpa.—Disculpa, no te vi… es que como entraste de esa manera sin ser invitado —dijo encogiéndose de hombros con un aparente gesto de inocencia.Sin embargo, el hombre se levantó, con una sonrisa de oreja a oreja y la dignidad intacta. Alexander que hasta ese momento no había emitido sonido alguno, pero tenía una sonrisa de burla que delataba su falta de remordimiento, se puso serio al ver que el
Eletta tragó saliva, su mirada se desviaba entre Paul y Alexander. Había temido este momento, sabiendo que las circunstancias la habían llevado a un callejón sin salida. Pero la firmeza inquebrantable de su padre no dejaba espacio para vacilaciones.—Te lo puedo explicar, papá —dijo ella, intentando recobrar algo de la confianza perdida. Su voz se quebró en un suspiro tembloroso—. Paul y yo nos conocimos… cuando me rescataron y emprendimos una amistad.—¿Y por eso te fuiste a vivir a su apartamento? No vengas a decirme que vivían juntos porque él es un alma caritativa y deseosa de apoyarte. Es que mejor ni me imagino lo que hacían. ¡Ahora mismo tú me vas a explicar! —dijo caminando hacia donde estaba Paul, y lo tomó con una mano por el cuello.—¿Qué quiere que le explique? —inquirió Paul—, estoy interesado en Eletta.—¿Interesado de qué manera? ¿Cuáles son las intenciones con mi hija? Ni creas que vas a venir a burlarte de ella —expresó con la molestia, reflejándose claramente en su
El cuerpo de Eletta se puso rígido al girarse y ver a su tío Iker de pie detrás de ella, con los ojos azules clavados en los suyos. La confusión se reflejó en sus rasgos, y una pregunta silenciosa quedó entre ellos.La habitación se sumió en una quietud silenciosa, el tipo de silencio que parecía contener la respiración, esperando a que el mundo volviera a girar.Todos se quedaron estáticos, viendo la escena como si se tratara de una obra de teatro, una película, como simples espectadores.Iker dio pasos medidos hacia ella; cada pisada resonaba como un latido en el silencioso espacio.—Eres una Ferrari de sangre —dijo, con voz baja y firme, —y eres mi hija.Sus palabras pesaban, cargadas de una verdad que Eletta nunca había imaginado, porque no es lo que le habían dicho.—Si no estuve contigo a tu lado no es porque no te quisiera, sino porque no lo sabía —susurró con voz quebrada.Se acercó, buscando algún contacto con ella, pero Eletta retrocedió, mientras sintió su mente agitarse en