El silencio siguió a la caída, y por un segundo nadie se movió, como si una obra de teatro hubiese alcanzado el clímax sin ensayo alguno. Las flores aplastadas bajo el peso del hombre dibujaron una alfombra azul, y algunas cabezas de orquídeas rodaron suavemente hacia los pies de Tanya, mientras ella miraba la escena con incredulidad.Un silencio breve, aunque penetrante se apoderó de la habitación, solo roto por el crujido de los pétalos aplastados que se mezclaba con la respiración atropellada del hombre en el suelo.Se levantó con rapidez, sacudiéndose las hojas y los tallos a modo de disculpa.—Disculpa, no te vi… es que como entraste de esa manera sin ser invitado —dijo encogiéndose de hombros con un aparente gesto de inocencia.Sin embargo, el hombre se levantó, con una sonrisa de oreja a oreja y la dignidad intacta. Alexander que hasta ese momento no había emitido sonido alguno, pero tenía una sonrisa de burla que delataba su falta de remordimiento, se puso serio al ver que el
Eletta tragó saliva, su mirada se desviaba entre Paul y Alexander. Había temido este momento, sabiendo que las circunstancias la habían llevado a un callejón sin salida. Pero la firmeza inquebrantable de su padre no dejaba espacio para vacilaciones.—Te lo puedo explicar, papá —dijo ella, intentando recobrar algo de la confianza perdida. Su voz se quebró en un suspiro tembloroso—. Paul y yo nos conocimos… cuando me rescataron y emprendimos una amistad.—¿Y por eso te fuiste a vivir a su apartamento? No vengas a decirme que vivían juntos porque él es un alma caritativa y deseosa de apoyarte. Es que mejor ni me imagino lo que hacían. ¡Ahora mismo tú me vas a explicar! —dijo caminando hacia donde estaba Paul, y lo tomó con una mano por el cuello.—¿Qué quiere que le explique? —inquirió Paul—, estoy interesado en Eletta.—¿Interesado de qué manera? ¿Cuáles son las intenciones con mi hija? Ni creas que vas a venir a burlarte de ella —expresó con la molestia, reflejándose claramente en su
El cuerpo de Eletta se puso rígido al girarse y ver a su tío Iker de pie detrás de ella, con los ojos azules clavados en los suyos. La confusión se reflejó en sus rasgos, y una pregunta silenciosa quedó entre ellos.La habitación se sumió en una quietud silenciosa, el tipo de silencio que parecía contener la respiración, esperando a que el mundo volviera a girar.Todos se quedaron estáticos, viendo la escena como si se tratara de una obra de teatro, una película, como simples espectadores.Iker dio pasos medidos hacia ella; cada pisada resonaba como un latido en el silencioso espacio.—Eres una Ferrari de sangre —dijo, con voz baja y firme, —y eres mi hija.Sus palabras pesaban, cargadas de una verdad que Eletta nunca había imaginado, porque no es lo que le habían dicho.—Si no estuve contigo a tu lado no es porque no te quisiera, sino porque no lo sabía —susurró con voz quebrada.Se acercó, buscando algún contacto con ella, pero Eletta retrocedió, mientras sintió su mente agitarse en
Tanya vaciló ante la puerta de Eletta, llamó, pero no hubo respuesta. El silencio más allá de la madera le pareció espeso, cargado de sollozos entrecortados. Con un suave suspiro, apretó el picaporte, aliviada al ver que no estaba cerrada.Abrió la puerta de un empujón y entró en la habitación poco iluminada.Eletta estaba tendida en la cama, con el cuerpo desgarrado por los sollozos y la cara hundida en la almohada. Tanya sintió un nudo en el corazón al verla; por un momento, se quedó inmóvil, buscando la manera de abrir una brecha en el abismo que las separaba y pensando en cuáles serían las palabras correctas para consolarla.Cruzó la habitación con pasos silenciosos y se sentó en un lado de la cama, junto al cuerpo tembloroso de Eletta, extendiendo una mano tentativa sobre su hombro tembloroso.—¿Te alegra verme así? —La voz de Eletta era apagada, pero tenía el filo de un amargo desafío.—¿Cómo puedes pensar eso de mí? —respondió Tanya suavemente, con un tono herido. —Jamás me bur
Cuando las mujeres se fueron, el silencio se extendió entre los tres hombres como un desafío tácito, cargado con el peso de las palabras no dichas. Las sombras se proyectaron en la sala como un resplandor ámbar sobre sus rostros inquietos. Iker, con los hombros anchos y el ceño fruncido, fue el primero en romper la tensión.—Eres el primo de Tanya, ¿Estabas visitándola? —preguntó, con voz grave de sospecha.El joven negó con la cabeza, moviendo las comisuras de los labios como si reprimiera una sonrisa. —En realidad, si te soy sincero, vine a buscar a Eletta —confesó, con la mirada firme y sin revelar más que una serena confianza.Iker frunció el ceño y entrecerró los ojos. El padre protector que llevaba dentro siempre salía a la superficie, a pesar de que se había enterado de su paternidad sobre Eletta hacía poco.—¿Y por qué la buscas? —Su pregunta fue tajante, exigiendo una respuesta que satisficiera al feroz guardián que llevaba dentro.Con una ligera inclinación de cabeza, el j
Eletta tragó saliva, sintiendo cómo las palabras le golpeaban con la fuerza de un huracán inesperado. Quería evitar esa confrontación, y más porque ella y Tanya se habían comenzado a entender y no quería que eso causara una nueva fisura entre ellas.Sin embargo, al parecer no podía hacer nada porque ahora Tanya había traído el tema a colación de manera implacable y demandando respuesta.—No es tan simple —empezó Eletta, desviando la mirada hacia sus manos temblorosas—. Paul y yo... empezamos como una especie de oponentes, no me recibió de la mejor manera cuando su familia me sacó de dónde estaba secuestrada, de hecho tuvimos un encontronazo, creyó que yo era parte del plan de mi madre y por eso ni siquiera me quería ver —expresó con una mirada pensativa.—Entonces no entiendo, ¿Cómo fue que terminaron juntos?Eletta le contó de cómo la había salvado de que la violaran, y que de allí se la llevó a su hotel y luego la metió en una maleta para traérsela en el avión privado de la familia
—Entonces, ¿Tenemos un trato? —Alyssa extendió su pequeña mano hacia Paul, que todavía sonreía ante la perspectiva del plan que su sobrina postiza había ideado.—Trato hecho —respondió él, dándole un apretón de manos firme, pero adecuado para su tamaño.Una hora después Tanya salió del apartamento de Alexander con los mellizos y la pequeña Alyssa, los hombres la ayudaron a llevar las cosas.—Creo que es necesario como dos camiones para llevar las pocas cosas de la señora —dijo burlesco Paul mientras Tanya lo miraba molesta—, toma, esta es una tarjeta donde está mi dirección y el teléfono.Alexander asintió, esperó que Tanya se alejara lo suficiente, para darle un ultimátum a Paul.—Espero que tu amiguito, no se le acerque a mi mujer, porque de lo contrario voy a convencer a mi hija para que se vaya a Italia y no volverás a verla más ¿Estamos? —pronunció en tono de aparente inocencia y Paul asintió.—Muy claro.—Cuídamela, mientras yo busco la manera de ganármela.Un rato después cuand
El parpadeo de las luces parecía latir al ritmo del corazón de Tanya, que se había acelerado hasta el punto de ser el único sonido que ella percibía en la quietud nocturna. Alyssa, con una alegre sonrisa delineando sus labios, comenzó a aplaudir.—Mi papi es el mejor… tienes que bajar mamita para que hables con él —sugirió.Tanya se giró lentamente, buscando el origen de esa sorpresa espectacular. Y allí, entre las sombras de los árboles, una figura emerge lentamente hacia la pálida luz del parque. La duda se dibujó en su cara, y Paul le hizo un leve gesto de la cabeza.—Siempre puedes bajar e ir personalmente, frente a frente, a darle las gracias —respondió.—¿Y los niños? —No te preocupes, que yo me encargaré de ellos —respondió Paul, alentándola para que bajara a hablar con Alexander, y no lo estaba haciendo por el trato que hicieron, sino porque ver a Tanya feliz, era la mejor recompensa,—Y yo… prometo cuidarlos también y portarme bien —dijo Alyssa visiblemente emocionada, est