Ante la salida de Alexander, el médico salió corriendo detrás de él, mientras la mujer quedaba peleando histérica, sin poder creer que todos sus planes se hubiesen derrumbado cualquier castillo de naipes.—Desgraciado. Pero no se va a salir con la suya… tenía dudas de hacer con esa muchachita, pero ya no… voy a hacer que se odien.Sacó el teléfono debajo de la almohada y le marcó.—Necesito una grabación con esa chica, tal y como te lo voy a indicar —pronunció con una sonrisa mientras le explicaba paso a paso lo que haría. —Y luego de allí déjala en libertad, en alguna parte concurrida, que ya tengo otros planes para ella —manifestó con una expresión maliciosa.“¿Y cuándo nos darás el dinero?”, preguntó la voz al otro lado del teléfono.—No te preocupes que voy a pagarte, después de que cumplas mis instrucciones, una de ellas es que vas a enviar la grabación a un correo que te daré, luego deben eliminar todo rastro de allí.Se despidieron y ella se quedó mirando con una sonrisa enig
Tanya abrió los ojos lentamente, le dolía la cabeza, producto de la sustancia que le habían dado a oler, intentó incorporarse, pero el dolor de cabeza se lo impidió.Cerró los ojos con fuerza, mientras unas lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. Enseguida empezó a escuchar voces, y sintió que alguien la tocó dándole con el pie.—Creo que aún sigue dormida, tal vez deberíamos llevarla a donde está la otra y echarle agua para hacerla levantar.—No podemos ponerlas juntas, la señora no quiere que sea así —respondió otra voz.—Entonces dejémosla aquí.Tanya sintió que los pasos se alejaron, no sabía quién le había hecho eso "¿Quién sería esa señora? ¿Y quién será la otra que mencionaron?", pensó, mientras luchaba contra el pánico que se cernía sobre ella.El frío del suelo le penetró los huesos, y cada intento por moverse le recordaba el dolor punzante en su cabeza y la nubla que le impedía pensar con claridad. Tanya reconoció la textura debajo de sus dedos: era concreto. Estaba en un
Ludovica recibió una llamada.“Listo Tanya ha sido detenida”, se escuchó una voz masculina al otro lado del teléfono.—Perfecto, ahora debes ayudarme a que la trasladen a una cárcel, donde tú puedas tener el control. Y mantenerla alejada de los Ferrari.“Eso no puede ser de esa manera, sabes que…”.—No me vengas con tontería, sabes muy bien que con dinero todo se puede, yo voy a entretener a Los Ferrari… para que no intervengan. Tengo varias cosillas preparadas para ellos. Solo necesito que esta chica esté allí los meses suficientes para que el mocoso que espera nazca… de manera prematura, por supuesto, y luego me lo entreguen a mí.Cortó la llamada y se sonrió satisfecha, al día siguiente, cuando la dieron de alta, y sin pérdida de tiempo le pidió a un taxi que la llevaran a la casa de Alexander. Apenas entró lo hizo con aire de reina.—Hola, ¿Me extrañaron? ¡Pues no estoy muerta! —exclamó triunfal, entrando a la cocina mientras todos la miraban con la boca abierta de par en par.—Se
Alexander sintió un estallido helado en su pecho, el agarre en el vaso se intensificó hasta que le temblaron los nudillos. Su hija Eletta, la luz de sus ojos y la inspiración para lograr todo lo que había luchado por construir durante años, estaba en manos de alguien con suficiente audacia para desafiarlo y para intentar hacerle daño.Su corazón latió con la fuerza de un tambor de guerra, cada golpe retumbó en sus oídos amenazando con quebrar su fría compostura. Por un instante, su mundo se redujo al negro abismo de la amenaza y al cálido recuerdo de la sonrisa de Eletta.—¿Quién habla? —exigió, su voz, un hilo de acero templado en el fuego del pánico.Hubo una pausa calculada al otro lado de la línea antes de que la voz respondiera con una serenidad que le heló la sangre y elevó su nivel de angustia.—No es importante quién soy, sino lo que puedo hacer. Sintió un nudo en su garganta, sin embargo, luchó para poder aclarar su voz y continuar respondiéndole.—¿Qué quieren de mí? —su vo
Ludovica tomó el cigarrillo y le dio un par de caladas con una siniestra sonrisa antes de dirigirse a su socio y amante Arthur Lujan.—Debes buscar la manera de que sus superiores saquen a ese inspector del caso, me llamó para pedir que fuera a declarar, creo que está sospechando Aunque no entiendo su actitud ¿Acaso no me dijiste que el caso se lo habían dado a otros inspectores que son los amigos tuyos a quien compramos? —preguntó.—Claro que sí, pero parece que el hombre le dio por ser héroe y querer investigar aun estando fuera del caso. No te preocupes, voy a mandar con mi contacto que le retiren la licencia y así nos quitamos esa piedra en el zapato —respondió el hombre.—Eso espero, porque no quiero complicaciones, ahora debo convencer a Alexander para que me acepte en su vida y de allí nosotros podamos intentar ejecutar de nuevo nuestro plan —expresó la mujer.—Aunque ahora que lo has mandado a México tras tu hija, ¿Por qué no hacemos que lo maten por allá? Aún son esposos y, c
Finalmente, Alexander y su padre llegaron a la casa de su abuelo, una construcción robusta de ladrillo y tejado rojos. La fachada era testimonio de generaciones pasadas de Ferrari, de secretos susurrados entre paredes que conocían más historias de las que cualquier libro pudiera contar.Su padre apagó el motor y ambos se quedaron un instante en el auto, respirando hondo.—¿Estás listo? —preguntó su padre con una solidez en la voz que Alexander deseó tener.—Sí, son tantas cosas… Eletta, Tanya… aunque de esta última, no sé si valga la pena ir por una niña caprichosa, no sabe lo que quiere y es mejor mantenerme lejos de ella. No la quiero en mi vida y a partir de hoy me niego a escuchar cualquier palabra relacionada con ella.—No te entiendo Alexander, ¿Por qué volviste a cambiar de opinión? Si es claro que a quien amas es a ella.—Claro que la amo papá, pero me enviaron fotos y vídeos donde está con otro hombre, así que Tanya Hall es parte de un pasado que no quiero rescatar, ya fui e
La tensión en la sala era casi una entidad propia, pesada y palpitante. Todos los ojos estaban puestos en Iker, quien parecía a punto de desmoronarse bajo el peso de las miradas y la acusación, que para él eran infundadas.Alexander se mantuvo inquebrantable, con la misma determinación que lo había llevado hasta ese momento. Su mirada era fija, su presencia estaba cargada de un propósito ineludible.—Lo siento Iker, nunca quise revelarlo de esta manera. Pero Eletta está en peligro y ella... ella merece saber la verdad. Merece saber quién es su padre y que me ayudes a encontrarlo.Iker dio unos pasos titubeantes hacia atrás, como si el aire mismo se hubiera vuelto un obstáculo insuperable, sentía una opresión en el pecho como si alguien le hubiese puesto encima ciento de toneladas mientras negaba con la cabeza. —No sé qué carajos te dijo esa mujer, pero yo no rechazaría a un hijo mío —se pasó la mano por la cabeza en un gesto desesperado—, te juro que nunca la mandé a abortar, no sé c
Alexander les terminó de contar de las llamadas y del secuestro de Eletta, mientras todos se miraban preocupados.—El problema es que no sabemos qué tan reales son las llamadas —dijo Luke.—Pero está el vídeo, y estoy seguro que ella —respondió Alexander, mostrando el vídeo.—Además, por más que no estemos seguros de que nos estén diciendo la verdad, no podemos arriesgarnos, yo creo que lo mejor es que vayamos y lleguemos al lugar donde te indicaron —propuso Iker.—Yo opino igual, no voy a arriesgar a mi hija —respondió Alexander—, he tratado de comunicarme con mi tío Piero, pero no responde.—Seguramente anda metido quien sabe dónde, estoy de acuerdo con Iker y Alexander, vayan un grupo de ustedes y los demás nos quedamos aquí —planteó el tío Renaldo.—¿Quiénes quieren ir a México? —preguntó el padre de Alexander.Enseguida levantaron las manos Paolo, Filippo, Dominik, Xavier, Roberto, Amador, Nicólas, Dominik y Rómulo.—Gracias por acompañarme —respondió Alexander.—Y yo también voy