Ludovica recibió una llamada.“Listo Tanya ha sido detenida”, se escuchó una voz masculina al otro lado del teléfono.—Perfecto, ahora debes ayudarme a que la trasladen a una cárcel, donde tú puedas tener el control. Y mantenerla alejada de los Ferrari.“Eso no puede ser de esa manera, sabes que…”.—No me vengas con tontería, sabes muy bien que con dinero todo se puede, yo voy a entretener a Los Ferrari… para que no intervengan. Tengo varias cosillas preparadas para ellos. Solo necesito que esta chica esté allí los meses suficientes para que el mocoso que espera nazca… de manera prematura, por supuesto, y luego me lo entreguen a mí.Cortó la llamada y se sonrió satisfecha, al día siguiente, cuando la dieron de alta, y sin pérdida de tiempo le pidió a un taxi que la llevaran a la casa de Alexander. Apenas entró lo hizo con aire de reina.—Hola, ¿Me extrañaron? ¡Pues no estoy muerta! —exclamó triunfal, entrando a la cocina mientras todos la miraban con la boca abierta de par en par.—Se
Alexander sintió un estallido helado en su pecho, el agarre en el vaso se intensificó hasta que le temblaron los nudillos. Su hija Eletta, la luz de sus ojos y la inspiración para lograr todo lo que había luchado por construir durante años, estaba en manos de alguien con suficiente audacia para desafiarlo y para intentar hacerle daño.Su corazón latió con la fuerza de un tambor de guerra, cada golpe retumbó en sus oídos amenazando con quebrar su fría compostura. Por un instante, su mundo se redujo al negro abismo de la amenaza y al cálido recuerdo de la sonrisa de Eletta.—¿Quién habla? —exigió, su voz, un hilo de acero templado en el fuego del pánico.Hubo una pausa calculada al otro lado de la línea antes de que la voz respondiera con una serenidad que le heló la sangre y elevó su nivel de angustia.—No es importante quién soy, sino lo que puedo hacer. Sintió un nudo en su garganta, sin embargo, luchó para poder aclarar su voz y continuar respondiéndole.—¿Qué quieren de mí? —su vo
Ludovica tomó el cigarrillo y le dio un par de caladas con una siniestra sonrisa antes de dirigirse a su socio y amante Arthur Lujan.—Debes buscar la manera de que sus superiores saquen a ese inspector del caso, me llamó para pedir que fuera a declarar, creo que está sospechando Aunque no entiendo su actitud ¿Acaso no me dijiste que el caso se lo habían dado a otros inspectores que son los amigos tuyos a quien compramos? —preguntó.—Claro que sí, pero parece que el hombre le dio por ser héroe y querer investigar aun estando fuera del caso. No te preocupes, voy a mandar con mi contacto que le retiren la licencia y así nos quitamos esa piedra en el zapato —respondió el hombre.—Eso espero, porque no quiero complicaciones, ahora debo convencer a Alexander para que me acepte en su vida y de allí nosotros podamos intentar ejecutar de nuevo nuestro plan —expresó la mujer.—Aunque ahora que lo has mandado a México tras tu hija, ¿Por qué no hacemos que lo maten por allá? Aún son esposos y, c
Finalmente, Alexander y su padre llegaron a la casa de su abuelo, una construcción robusta de ladrillo y tejado rojos. La fachada era testimonio de generaciones pasadas de Ferrari, de secretos susurrados entre paredes que conocían más historias de las que cualquier libro pudiera contar.Su padre apagó el motor y ambos se quedaron un instante en el auto, respirando hondo.—¿Estás listo? —preguntó su padre con una solidez en la voz que Alexander deseó tener.—Sí, son tantas cosas… Eletta, Tanya… aunque de esta última, no sé si valga la pena ir por una niña caprichosa, no sabe lo que quiere y es mejor mantenerme lejos de ella. No la quiero en mi vida y a partir de hoy me niego a escuchar cualquier palabra relacionada con ella.—No te entiendo Alexander, ¿Por qué volviste a cambiar de opinión? Si es claro que a quien amas es a ella.—Claro que la amo papá, pero me enviaron fotos y vídeos donde está con otro hombre, así que Tanya Hall es parte de un pasado que no quiero rescatar, ya fui e
La tensión en la sala era casi una entidad propia, pesada y palpitante. Todos los ojos estaban puestos en Iker, quien parecía a punto de desmoronarse bajo el peso de las miradas y la acusación, que para él eran infundadas.Alexander se mantuvo inquebrantable, con la misma determinación que lo había llevado hasta ese momento. Su mirada era fija, su presencia estaba cargada de un propósito ineludible.—Lo siento Iker, nunca quise revelarlo de esta manera. Pero Eletta está en peligro y ella... ella merece saber la verdad. Merece saber quién es su padre y que me ayudes a encontrarlo.Iker dio unos pasos titubeantes hacia atrás, como si el aire mismo se hubiera vuelto un obstáculo insuperable, sentía una opresión en el pecho como si alguien le hubiese puesto encima ciento de toneladas mientras negaba con la cabeza. —No sé qué carajos te dijo esa mujer, pero yo no rechazaría a un hijo mío —se pasó la mano por la cabeza en un gesto desesperado—, te juro que nunca la mandé a abortar, no sé c
Alexander les terminó de contar de las llamadas y del secuestro de Eletta, mientras todos se miraban preocupados.—El problema es que no sabemos qué tan reales son las llamadas —dijo Luke.—Pero está el vídeo, y estoy seguro que ella —respondió Alexander, mostrando el vídeo.—Además, por más que no estemos seguros de que nos estén diciendo la verdad, no podemos arriesgarnos, yo creo que lo mejor es que vayamos y lleguemos al lugar donde te indicaron —propuso Iker.—Yo opino igual, no voy a arriesgar a mi hija —respondió Alexander—, he tratado de comunicarme con mi tío Piero, pero no responde.—Seguramente anda metido quien sabe dónde, estoy de acuerdo con Iker y Alexander, vayan un grupo de ustedes y los demás nos quedamos aquí —planteó el tío Renaldo.—¿Quiénes quieren ir a México? —preguntó el padre de Alexander.Enseguida levantaron las manos Paolo, Filippo, Dominik, Xavier, Roberto, Amador, Nicólas, Dominik y Rómulo.—Gracias por acompañarme —respondió Alexander.—Y yo también voy
Cuando finalmente alcanzó el vestíbulo, la pareja ya había salido por las puertas giratorias y se dirigía a un auto que estaba parado frente del edificio.La lluvia caía con una suavidad insistente, salpicando los charcos que ya se habían formado en las aceras. Sin un segundo de duda, Alexander salió bajo el cielo gris y la cortina de agua, persiguiendo la figura de Tanya que ya se alejaba en el coche.—¡Tanya! —gritó nuevamente, pero su voz se ahogó en el estruendo del tráfico y el golpeteo de la lluvia.La había perdido de vista, sin embargo, justo antes de que el vehículo arrancara, ella giró su rostro hacia Alexander. Sus ojos se encontraron, pero no hubo ni un solo destello de reconocimiento, es como si fuera una completa extraña.Completamente empapado y sin aliento, Alexander permaneció inmóvil en medio de la acera, observando cómo el automóvil se iba alejando poco a poco, mientras él se sentía más angustiado.Sintió la mano de su primo colocada en su hombro, y darle unas pala
Eletta tomó una profunda bocanada de aire, intentando ordenar sus pensamientos en ese breve espacio de tiempo que le habían concedido. Sus ojos se desviaron hacia el suelo, buscando la concentración necesaria para narrar su historia sin romperse.—No sé quiénes eran —comenzó, levantando la mirada—. Las veces que los miré estaban en capuchas, pero eran hombres y mujeres, nunca vi sus rostros.Los miró buscando en ellos algún indicio de confianza, armándose de valor, les preguntó.—¿Quién los mandó? ¿Mi madre o mi padre? —preguntó sin dejar de observarlos, Malcolm y Paul se miraron a la cara.—¿Por qué preguntas? ¿Qué diferencia hay? —inquirió Malcolm sin dejar de mirarla.—Solo si me responden a mis preguntas responderé las suyas —sentenció Eletta y los dos chicos la miraron como si hubiese enloquecido.—¿Es en serio? ¿Crees que estás en condiciones? ¿Desde cuándo los pájaros les tiran a las escopetas? —gruñó Paul—, tú aquí no exiges nada… y menos con lo cabreado que estoy con tu fami