«Bastardo» pensó con la cólera bullendo en su torrente sanguíneo.
Él sabía que corría peligro en ese instante, pero era todo un logro hilar dos pensamientos coherentes; su cuerpo ardía de deseo, hormigueaba con la necesidad, y toda su fuerza se iba en contener esas emociones viscerales que lo estaban consumiendo.
―Debo salir de aquí ―se dijo a sí mismo en un minuto de claridad que se desvaneció tan rápido como una exhalación.
Su vista era torturada, sentía como si estuviesen clavando agujas ardientes en sus ojos; la música sonaba con tal el fragor que creyó que se le iban a reventar los tímpanos; el más leve roce se replicaba en cada poro de su piel, desencadenando una corriente de placer doloroso.
En lo único que podía pensar era en atacar, morder y… aparearse. Bullía con una exasperante necesidad de encontrar a una hembra.
«Concéntrate.»
El estimulante que dejaron en su bebida estaba especialmente diseñado para hombres como él, para exacerbar sus más básicos instintos y despertar a la bestia que se encontraba bajo su piel.
«Un espacio privado» pensó durante el segundo en que sintió que su visión se oscurecía, perder su sentido de la visión humana era una clara señal de que se hallaba al límite, pronto sus ojos pasarían a ser los de un depredador. «Uno de los cubículos VIP del tercer piso» recordó «es el mejor lugar».
Sus pies se movieron con dificultad, dentro de su ser se libraba una guerra en el sentido más literal de la palabra, una parte de él deseaba soltar todas las inhibiciones y lanzarse como un depredador salvaje a cazar en ese mar de personas que bailaban al son de la música sensual; la otra, procuraba contenerlo con todas sus fuerzas.
―¡¡Encontraré al bastardo que hizo esto y lo mataré!! ―musitó entre dientes.
La excitación se mezclaba con el dolor; podía sentir la increíble y casi incontenible necesidad de estar con una mujer, al mismo tiempo que cada músculo de su cuerpo se expandía y contraía preparándose para cambiar, haciendo que el corazón le latíiera con fuerza, de forma tan estruendosa.
Logró alcanzar el tercer piso, pero sus rodillas cedieron a su peso; muy rápido iba desapareciendo el placer y solo quedaba atrás el dolor. Se tomó la cabeza con fuerza mientras se doblaba sobre su estómago, conteniendo así el gruñido animalesco que pugnaba por salir.
«Solo un poco más» rogó a los cielos. Nada más necesitaba llegar a uno de los cubículos privados y encerrarse allí. «Un par de metros, solo dos metros hasta la puerta…»
Cerró la puerta tras de sí, desplomándose en el suelo, solo para enrollarse en posición fetal a los pocos segundos, justo en la entrada. Si empezaba a transformarse allí, no habría problemas, nada más tendría que concentrarse en surfear las olas de adrenalina para volver a la normalidad sin perder la cordura.
No perdería el control, no asesinaría a nadie…
En especial no arruinaría su imagen, ni la de su familia.
―¿Estás bien, guapo?
Era la voz más dulce que había escuchado, abrió los ojos de inmediato, se incorporó con rapidez y se alejó la más que pudo hasta el extremo más lejano de la habitación.
«No había nadie aquí, lo comprobé cuando entré» pensó con preocupación.
Aspiró el aroma del cuerpo femenino, una fragancia suave que sintió como una brisa primaveral. La mujer frente a él vestía con un disfraz de ninfa, una túnica de oscura seda transparente que dejaba ver las curvas de su cuerpo, sus partes más delicadas estaban disimuladas bajo el bordado de perlas del atuendo.
Una larga cabellera roja caía alrededor de sus hombros, en hermosas y cuidadas ondas; sus pies estaban descalzos pero en torno a ellos y subiendo alrededor de las pantorrillas se anudaban largas cintas de color dorado que contrastaban contra la tela negra de la falda que estaba hecha jirones. Ese mismo estilo corría por sus manos, muñecas y brazos, confiriéndole un aspecto algo salvaje.
«Una ninfa oscura… una bruja salvaje de la noche...»
Ella se acuclilló frente a él, su sonrisa era diáfana y la mirada denotaba un profundo entusiasmo.
―¡Waaoo! Tus ojos brillan ―remarcó la joven mujer―. Son sensacionales.
«Más hermosos son los tuyos» respondió en su cabeza.
―¡Gracias! Aunque el color marrón es muy común ―respondió ella.
No tuvo tiempo de preguntarse qué estaba pasando; el therion volvió a la carga con mayor fuerza, aullaba, gruñía y se desesperaba. Pudo sentir su deseo y necesidad, esa mujer frente a él era todo lo que estaba esperando, incluso antes de nacer. Estaban destinados a estar juntos, su sola presencia hizo que respirar fuese más fácil. Incluso aclaró un poco sus pensamientos, permitiéndoles racionalizar la situación.
Apretó los puños con fuerza, haciendo acopio de todas las fuerzas que le quedaban y lanzó una advertencia.
―Vete ―ordenó con voz clara y profunda―. Es peligroso… ―explicó, convirtiendo su tono en un susurro ronco estrangulado―. No quiero hacerte daño… si no te vas, yo…
―¿Tú? ―inquirió ella con curiosidad.
―Podría lanzarme sobre ti… ya no puedo contenerme más… márchate… ―Se sostuvo la cabeza con una mano mientras lanzaba esas afirmaciones. Todo dolía demasiado, incluso el leve roce del aire acondicionado hacía escocer su piel.
―Entonces no te contengas ―ofreció la mujer, estirando su mano para acariciar el mechón de cabello que caía sobre el dorso de la mano masculina―, podemos hacer lo que tú quieras… ―invitó con una voz dulce y divertida.
―Podría lastimarte… ―negó con fiereza, sin embargo, el therion gruñía de frustración, la bestia rasgaba con sus zarpas la poca cordura que le quedaba, en ese instante luchaba contra él para estar con aquella mujer―. Incluso matarte…
―No lo harás ―aseguró ella, él levantó la vista confundido y la observó, era como si un halo dorado surgiera alrededor de su cuerpo, su sola presencia apaciguaba a la bestia, y eso conseguía que se aliviara el dolor.
El therion aulló, era el sonido que cada uno de ellos esperaba…
Su corazón se detuvo exactamente un latido.
«Ama…» susurró la bestia dentro de su cabeza.
―Bashert ―musitó él, con una voz cargada de anhelo.
―Incluso si llegaras a hacerme algo ―dijo la mujer pelirroja inclinándose hacia a él― nada pasará. ―Lo besó en los labios, él solo soltó un gemido lleno de alivio, el dolor desapareció como si una suave ola hubiese lavado todo su cuerpo con agua tibia. Sus labios eran aterciopelados, su aliento embriagador similar una copa del vino más dulce, y su lengua escondía promesas ardientes una vez que se enroscó alrededor de la suya. La mujer se separó solo un poco llevándose con ella la voluntad de vivir, necesitaba más, deseaba mucho más… Con la boca aún encima de él, musitó―. Porque esto es solo un sueño…
«Solo un sueño…» repitió él en su cabeza.
―Sí, solo un sueño…
―No vuelvo a leer ese tipo de libros antes de dormir. Nohemi miró a su compañera por el costado de su monitor, con una expresión poco amistosa. Ella no comprendía cómo Megan podía aparecerse en el laboratorio vistiendo siempre de manera impecable, no después de ver en un tutorial de belleza que le enseñó que, para lucir un maquillaje ‘natural’, tomaba alrededor de una hora, más si debía cubrir ojeras como las que todos dentro de ese laboratorio lucían. Sin embargo, su amiga siempre iba con el cabello recogido en un moño elegante, su piel se veía lozana y su ropa era pulcra, al igual que la bata de laboratorio, que relucía como la nieve recién caída. La de ella tenía una mancha color café en el cuello. ―¿Qué clase de sueño tuviste anoche, Nohe? ―pregunto la morena, luciendo una sonrisa pícara en su boca. Los sueños de su amiga eran muy detallados, y de más de divertidos. En más de una ocasión le comentó que debía volverse escritora. ―¿Cuál crees? ―replicó con ironía―. Tengo quinc
Zeke Karras era uno de los solteros menores de treinta y cinco más conocido ―y codiciado― del mundo. De hecho, estaba dentro del ranking entre los cien más atractivos, compitiendo duramente contra actores, cantantes y deportistas reconocidos.Aunque no entraba en el conteo de los más carismáticos.En el medio, el señor Karras, ostentaba el título de “La Bestia Karras”; y este no podía ser más acertado: era implacable, serio y frío como un tempano de hielo. Una sensación que se reforzaba por sus increíbles ojos azules, que miraban a todos y a todo, como si fuesen formas de vida menos evolucionadas.Como CEO de la división de desarrollo farmacéutico de la Corporación Kappa, su aspecto siempre era pulcro, tanto que parecía inhumano; nunca se le había conocido ni una sola falta, su reputación era intachable, y lo poco que se le podía criticar era su personalidad: carecía de tacto y decía todo sin filtro. Hasta el punto en que muchos decían ―entre dientes― que era un cretino.Sin embargo,
«Basherte…» Nohemi levantó la cabeza y miró en derredor. Habría jurado que alguien estaba llamándola, pero todos en el laboratorio se encontraban concentrados en sus computadoras. Volvió a sus datos, aquella era la parte menos divertida de todo el proceso, pero era la más necesaria; analizar los datos de sus investigaciones, comparar, establecer estadísticas y diseñar el programa para la tercera fase. Y todo eso tenía que terminarse en los próximos días, porque el CEO de los Laboratorios Kappa se iba a presentar ese año en su conferencia para corroborar el avance de todas las divisiones. «¡Concéntrate!» se amonestó a sí misma, «Es el peor momento para estar escuchando voces y perder la razón…» Sin embargo, tras mirar la pantalla por veinte minutos y darse cuenta que nada de lo que veía tenía sentido, se dio por vencida; era momento de tomar un descanso. Desde hacía una semana no estaba funcionando a toda su capacidad. El problema no era sentir que pensaba en cosas que no debería,
―Señor Karras, es hora de irnos ―anunció Calvin, dejando la tableta sobre la mesa. Habían estado trabajando en la oficina del CEO mientras hacían tiempo para la cita agendada. Zeke cenaría esa noche con su primo, que dirigía de la división tecnológica de la Corporación Kappa. La velada transcurrió apacible, Abraham era un hombre de casi cuarenta años aunque apenas si parecía en los tempranos treinta; este se comprometió, junto a sus antecesores, a continuar la investigación para ayudar a los theriones. A pesar de haber encontrado a su basherte en su infancia, eso no impidió que padeciera los terribles dolores y ataques que sobrevenían antes de formarse el vínculo; adicional a eso, presenció el declive de su hermano mayor que, debido a la bestia y su salvajismo particular, murió antes de siquiera alcanzar la mayoría de edad. Mientras Laboratorios Kappa se encargaba de desarrollar un compuesto que ayudara con los síntomas de la transformación; Kappa Tech se encargaba de crear un disp
Nohemi se despertó y encontró la cama vacía. El sol entraba por la ventana iluminando lo suficiente para confundirla con respecto a la hora. El reloj de su móvil indicó que eran las once de la mañana, comprendió que Brian se había ido al trabajo como de costumbre, y no le avisó para no despertarla. Rodó sobre la cama, descansando su cuerpo desnudo sobre el lado de su novio que ya se encontraba frío. Las sensaciones placenteras eran obvias, y cada estallido de placer cuando se acoplaron erizaba la piel de la doctora Lund, que gimió con fuerza y apretó sus muslos alrededor de las caderas del hombre cuando este se enterró con ímpetu dentro de su ser. Al mismo tiempo, una parte minúscula de ella no se sentía comprometida con lo que estaba pasando, dudaba y se rebelaba a las caricias de Brian; y cuando su cuerpo estuvo a punto de alcanzar la cúspide, esa misma parte se negó a dejarle disfrutarlo, desvaneciendo el clímax justo en la punta de sus dedos. Por primera vez en su relación co
Cuando Zeke volvió en sí, se encontró en la habitación de seguridad de su casa; un cuarto que se hallaba en el sótano de la mansión que compartía con su familia, desde el suelo hasta el techo estaba forrado de un material resistente, flexible y mullido, que les permitía a sus hermanos y a él, pasar las peores crisis cuando sus theriones perdían el control.Tenía vagos recuerdos de lo sucedido, aún quedaban secuelas en su mente, pero al menos había recuperado su forma humana casi en su totalidad. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí dentro, calculó que lo mínimo serían veinticuatro horas debido a lo que consiguió en la jaula al lado de la puerta: dos botellas de agua mineral de un litro, un envase de puré de frutas, un frasco de analgésicos y una bolsa con una muda de ropa.Las luces se encontraban atenuadas, dejaban percibir lo suficiente sin lastimar sus retinas; se arrastró hasta la jaula y con mucho esfuerzo abrió la puerta, bebió el agua sin preocuparse de que entrara toda en su boc
Nohe despertó de manera abrupta, con la respiración acelerada, el corazón le palpitaba con desesperación y sudaba profusamente. Hubiese creído que tuvo una pesadilla si no fuese por las vívidas sensaciones y las claras imágenes que aún quedaban de su sueño; giró su cabeza hacia donde se suponía dormía Brian, pero él no estaba allí, su mano se desplazó despacio hasta el lugar vacío, comprobando que estaba demasiado frío. Suspiró de manera tan profunda que el sonido se escuchó fuerte y claro en el silencio de la habitación. «¿Pero qué demonios...?» El olor de su propio cuerpo golpeó su nariz, solo entonces la realidad se solidificó por completo a su alrededor; sintió la viscosidad en sus muslos, la humedad de las sabanas en la parte baja de su cuerpo, y cuando su mano llegó hasta ese lugar comprobó que estaba empapada. Se sentó en un intento de comprender su sueño, la sábana con la que se cubría cayó hasta el regazo y descubrió que su camiseta estaba rota a la altura del cuello, de
Calvin abrió la puerta de la habitación de seguridad en máximo estado de alerta, esperaba encontrar a un bestia humanoide de pelaje blanco y ojos grises que lo miraría con hostilidad, apostado en alguna de las esquinas del cuarto, dispuesto a saltarle encima para atacarlo.Sin embargo, su jefe estaba dormido, con toda su gloriosa desnudez, en una de las esquinas de la habitación. A pesar del excelente sistema de ventilación, aún quedaba en el ambiente un tenue olor que reconoció de inmediato, junto a una fragancia floral que se iba desvaneciendo cada vez más.―Yo lo veo bien ―dijo la voz femenina a su costado. Calvin se giró a verla y asintió, dejando escapar una exhalación de alivio.―Al menos volvió a su forma humana ―respondió. Dio media vuelta y sacó la cabeza por el umbral de la puerta―. Necesito unas mantas y una muda de ropa para el señor Karras