«Basherte…»
Nohemi levantó la cabeza y miró en derredor. Habría jurado que alguien estaba llamándola, pero todos en el laboratorio se encontraban concentrados en sus computadoras.
Volvió a sus datos, aquella era la parte menos divertida de todo el proceso, pero era la más necesaria; analizar los datos de sus investigaciones, comparar, establecer estadísticas y diseñar el programa para la tercera fase. Y todo eso tenía que terminarse en los próximos días, porque el CEO de los Laboratorios Kappa se iba a presentar ese año en su conferencia para corroborar el avance de todas las divisiones.
«¡Concéntrate!» se amonestó a sí misma, «Es el peor momento para estar escuchando voces y perder la razón…»
Sin embargo, tras mirar la pantalla por veinte minutos y darse cuenta que nada de lo que veía tenía sentido, se dio por vencida; era momento de tomar un descanso.
Desde hacía una semana no estaba funcionando a toda su capacidad. El problema no era sentir que pensaba en cosas que no debería, desde niña tenía la capacidad de dividir su pensamiento y concentrarse en una tarea mientras analizaba otras; solo que en esa situación particular, su mente simplemente se quedaba en blanco, como si estuviese esperando una señal.
Entonces empezó a escuchar la voz.
Al principio solo fue un murmullo, que creyó que era producto de las conversaciones de sus compañeros, o de los análisis en voz baja que cada uno hacía para sí mismo cuando deseaba comprender mejor algo de lo que investigaban. No obstante, cuando se quedaba en blanco, empezaba a sentir nostalgia, una emoción que había eliminado de su ser cuando cumplió los diez años y supo que nadie iba a ir por ella.
Confirmó que estaba escuchando cosas cuando se despertó en medio de la noche, mientras tomaba una siesta en el cuarto de descanso de empleados. Nadie más estaba con ella, las luces estaban apagadas y estaba segura que alguien había susurrado junto a su oído.
No era su nombre, sin embargo, sabía que la estaba llamando a ella.
―Voy a tomarme un café ―anunció a Megan y a Max.
No esperó que ellos se unieran, tomó su taza de metal, la llenó del preciado líquido oscuro y salió de allí, encaminándose a la pequeña terraza en la cual solían tomar un poco de aire fresco cuando se sentían asfixiados dentro del aire ascético del laboratorio.
―¿Está bien, doctora Lund?
Tan concentrada estaba que ni siquiera se percató de la puerta que se abría, mucho menos de los pasos que se acercaban a ella. Se enderezó, compuso su mejor sonrisa y asintió.
―Sí, doctor Turner ―respondió, girándose hacia él―. Un poco frustrada porque parece que no puedo concentrarme.
―Son los nervios del final ―comentó el hombre, colocándose a su lado. Sacó una caja de cigarrillos y encendió un pitillo―. Cada vez que pasamos de una fase a otra, estamos aliviados y excitados al mismo tiempo. Es un paso más cerca de obtener lo que deseamos, sin embargo, implican muchas más responsabilidades sobre nuestros hombros… ―Inhaló con fuerza, Nohemi frunció el ceño ante la punta encendida; él exhaló el humo y prosiguió―. Lo más frustrante es cuando veo la data y dejo de entenderla, aun cuando he estado trabajando con ella por años…
―Tienes razón, es frustrante cuando la data deja de tener sentido ―obvió la pregunta.
―Doctor Turner ―llamó con una actitud seria―. Creo que necesito un par de días…
―Esto sí es novedad ―expresó con las cejas levantadas por la sorpresa―. Es raro que me pidas días de descanso, más cuando tienes una presentación en poco más de siete días.
―Acabo de mirar al monitor durante veinte minutos y no entendí nada… ―explicó con frustración―. Perdí la concentración por un segundo y al siguiente todo perdió el sentido. Creo que estoy cansada y saturada de información, necesito distraerme y tomar distancia, es mejor perder un día o dos y retomar con todas mis energías renovadas que estancarme y no avanzar nada hasta el día de la presentación.
―Eso es cierto ―aceptó él―. ¿Cuándo te vas?
―Hoy ―respondió―. Ahora mismo, si puedo… Nunca me había sentido nerviosa ante una presentación, además esta es mi tercera tesis; pero por algún motivo, en estos momentos me siento nerviosa y presa de emociones que no logro comprender…
Charles miró a la joven doctora con afecto sincero. Quería decirle que la posible causa de que estuviera así se debía a que se acercaban dos fechas importantes para ella; pero tocar ese tema siempre generaba fricciones entre los dos.
Suspiró, conocía a Nohemi desde su nacimiento, ella era la hija de su mejor amigo, que lamentablemente había fallecido hacía veinte años. Cada vez que la veía, era imposible no pensar en Christian y Julie, porque aquella mujer poseía los rasgos más notables de sus dos progenitores: el cabello rojo de los Lund y los ojos marrones de su madre.
―Confío en ti, Nohemi ―respondió, posando su mano sobre el hombro. Ella le sonrió, él se concentró en aquellos ojos de un tono miel casi dorado, llenos de una tristeza que jamás conseguía ocultar―. Tómate los días que necesites, cuando revisé tu reporte la semana pasada, vi que no faltaba tanto… es mejor que estés fresca para la presentación… Supongo que oíste el rumor de que viene la directiva esta vez, lo cierto es que no solo vienen ellos, sino el propio CEO, y por lo que me dijo su secretario, Zeke Karras anda pasando por un mal momento, así que es mejor que todo esto salga como la seda, doctora Lund.
Ella asintió, conocía bien los rumores de La Bestia Karras, tal vez demasiado bien.
Por suerte nunca se topó con él, no obstante, en esta ocasión, Nohemi era la desarrolladora principal del Supresor Th, el medicamento que tenía todo el apoyo financiero de los laboratorios.
―Sin presiones, ¿verdad? ―inquirió ella, con un tonito sarcástico.
―Tienes una carga pesada sobre los hombros, pero te la ganaste a pulso… ―le recordó―. Son tus investigaciones e innovaciones las que terminaron de dar el impulso para que este proyecto despegara… Así que, vete, descansa, y vuelve dispuesta para la batalla.
La pelirroja asintió, más con resignación que con entusiasmo. Salió de allí tras burlarse un poco más de él y su relación con alguien mucho más joven, entró en el laboratorio de procesamiento de data, donde sus compañeros continuaban concentrados, casi sin haber cambiado de posiciones.
Nohemi miró de nuevo su monitor con la esperanza de que la información que se mostraba volviese a cobrar sentido; sin embargo, tuvo que aceptarlo, necesitaba ese descanso, porque todo parecía matemáticas extraterrestres en ese instante.
Mientras apagaba la computadora y recogía sus cosas, recordó la extraña palabra que escuchaba desde hacía días.
―Basherte… ―murmuró entre dientes.
―¿Decías algo? ―preguntó Alice, una de sus compañeras. Ella negó.
―Tengo una palabra en la cabeza y no sé qué significa… ―explicó―. Es la primera vez que la escucho… ―continuó, sin comprender por qué lo hacía―. Basherte…
―Eso es yidis ―respondió Ronan, otro de sus compañeros―. Proviene de bashert, que significa destino. ―Todas las cabezas del laboratorio se volvieron en dirección a él―. ¿Si saben que soy judío? ―Todos negaron en silencio―. ¿En serio? ¿Qué clase de compañeros son ustedes que no saben que soy judío? ―preguntó dolido.
―¿Acaso tú sabías que soy budista? ―inquirió Megan, mirándolo con sorpresa―. ¡Además! Te he visto comer costillas de cerdo más grandes que tu propia cabeza.
―Gracias, Ron ―intervino Nohemi antes de que se pusieran a discutir―. Bashert es destino, entonces qué es basherte… ¿destinado?
―Algo similar ―asintió él―. Mi abuela siempre anda rezongando de que debo conseguir a mi basherte, es algo así como tu alma gemela, la esposa destinada ―explicó―. Claro, aunque es más que eso, más que nada se refiere a un alma destinada, sea hombre ‘basherter’ o mujer ‘basherte’.
―Mmmm… interesante ―respondió la pelirroja, cruzando su bolso sobre la espalda―. Gracias.
Salió en silencio. Cuando traspuso el umbral de la calle, aspiró el aire frío, miró el cielo azul que aún persistía y una sensación de tranquilidad la inundó. Tomó su móvil y marcó el número de Brian.
―Hola, querido, ¿tienes tiempo hoy? Me voy a tomar un par de días de descanso y pensé que tal vez me podía quedar en tu departamento…
―Señor Karras, es hora de irnos ―anunció Calvin, dejando la tableta sobre la mesa. Habían estado trabajando en la oficina del CEO mientras hacían tiempo para la cita agendada. Zeke cenaría esa noche con su primo, que dirigía de la división tecnológica de la Corporación Kappa. La velada transcurrió apacible, Abraham era un hombre de casi cuarenta años aunque apenas si parecía en los tempranos treinta; este se comprometió, junto a sus antecesores, a continuar la investigación para ayudar a los theriones. A pesar de haber encontrado a su basherte en su infancia, eso no impidió que padeciera los terribles dolores y ataques que sobrevenían antes de formarse el vínculo; adicional a eso, presenció el declive de su hermano mayor que, debido a la bestia y su salvajismo particular, murió antes de siquiera alcanzar la mayoría de edad. Mientras Laboratorios Kappa se encargaba de desarrollar un compuesto que ayudara con los síntomas de la transformación; Kappa Tech se encargaba de crear un disp
Nohemi se despertó y encontró la cama vacía. El sol entraba por la ventana iluminando lo suficiente para confundirla con respecto a la hora. El reloj de su móvil indicó que eran las once de la mañana, comprendió que Brian se había ido al trabajo como de costumbre, y no le avisó para no despertarla. Rodó sobre la cama, descansando su cuerpo desnudo sobre el lado de su novio que ya se encontraba frío. Las sensaciones placenteras eran obvias, y cada estallido de placer cuando se acoplaron erizaba la piel de la doctora Lund, que gimió con fuerza y apretó sus muslos alrededor de las caderas del hombre cuando este se enterró con ímpetu dentro de su ser. Al mismo tiempo, una parte minúscula de ella no se sentía comprometida con lo que estaba pasando, dudaba y se rebelaba a las caricias de Brian; y cuando su cuerpo estuvo a punto de alcanzar la cúspide, esa misma parte se negó a dejarle disfrutarlo, desvaneciendo el clímax justo en la punta de sus dedos. Por primera vez en su relación co
Cuando Zeke volvió en sí, se encontró en la habitación de seguridad de su casa; un cuarto que se hallaba en el sótano de la mansión que compartía con su familia, desde el suelo hasta el techo estaba forrado de un material resistente, flexible y mullido, que les permitía a sus hermanos y a él, pasar las peores crisis cuando sus theriones perdían el control.Tenía vagos recuerdos de lo sucedido, aún quedaban secuelas en su mente, pero al menos había recuperado su forma humana casi en su totalidad. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí dentro, calculó que lo mínimo serían veinticuatro horas debido a lo que consiguió en la jaula al lado de la puerta: dos botellas de agua mineral de un litro, un envase de puré de frutas, un frasco de analgésicos y una bolsa con una muda de ropa.Las luces se encontraban atenuadas, dejaban percibir lo suficiente sin lastimar sus retinas; se arrastró hasta la jaula y con mucho esfuerzo abrió la puerta, bebió el agua sin preocuparse de que entrara toda en su boc
Nohe despertó de manera abrupta, con la respiración acelerada, el corazón le palpitaba con desesperación y sudaba profusamente. Hubiese creído que tuvo una pesadilla si no fuese por las vívidas sensaciones y las claras imágenes que aún quedaban de su sueño; giró su cabeza hacia donde se suponía dormía Brian, pero él no estaba allí, su mano se desplazó despacio hasta el lugar vacío, comprobando que estaba demasiado frío. Suspiró de manera tan profunda que el sonido se escuchó fuerte y claro en el silencio de la habitación. «¿Pero qué demonios...?» El olor de su propio cuerpo golpeó su nariz, solo entonces la realidad se solidificó por completo a su alrededor; sintió la viscosidad en sus muslos, la humedad de las sabanas en la parte baja de su cuerpo, y cuando su mano llegó hasta ese lugar comprobó que estaba empapada. Se sentó en un intento de comprender su sueño, la sábana con la que se cubría cayó hasta el regazo y descubrió que su camiseta estaba rota a la altura del cuello, de
Calvin abrió la puerta de la habitación de seguridad en máximo estado de alerta, esperaba encontrar a un bestia humanoide de pelaje blanco y ojos grises que lo miraría con hostilidad, apostado en alguna de las esquinas del cuarto, dispuesto a saltarle encima para atacarlo.Sin embargo, su jefe estaba dormido, con toda su gloriosa desnudez, en una de las esquinas de la habitación. A pesar del excelente sistema de ventilación, aún quedaba en el ambiente un tenue olor que reconoció de inmediato, junto a una fragancia floral que se iba desvaneciendo cada vez más.―Yo lo veo bien ―dijo la voz femenina a su costado. Calvin se giró a verla y asintió, dejando escapar una exhalación de alivio.―Al menos volvió a su forma humana ―respondió. Dio media vuelta y sacó la cabeza por el umbral de la puerta―. Necesito unas mantas y una muda de ropa para el señor Karras
Los Karras eran una extensa familia compuesta de muchas ramas. De cara al mundo humano, los miembros libres de la marca de la bestia se encargaban de los negocios convencionales y eran los rostros más públicos; asimismo eran los que cubrían a quienes ostentaban el verdadero poder.Sin embargo, los theriones también se manejaban en una especie de sociedad, y las familias más antiguas, con linajes milenarios, que habían sido documentados de manera estricta desde remotas civilizaciones a lo largo del ancho mundo, interactuaban entre sí en todos los niveles.Con una historia familiar tan profunda, sus riquezas se sustentaban no solo en el dinero acumulado por tantos siglos, sino también por el conocimiento que se pasaba de generación en generación. Algunas familias dominaban rutas de comercio, de las cuales poseían los derechos desde hacía miles de años; como era el caso de los Baagh
Uno de los mejores hoteles de la ciudad había sido escogido como sede de la conferencia de ese año; pero no solo fue eso, lo que usualmente era una conferencia de dos días, con presentaciones consecutivas de un montón de científicos frente a otro montón de personas de negocios, se convirtió en un evento de una semana, que comenzaría el lunes de la tercera semana de noviembre y culminaría el sábado por la noche con una espectacular gala.El cronograma fue entregado en las bandejas de correos de cada miembro de los laboratorios, especificando el día correspondiente en el que cada uno expondría los avances de su investigación.―Me toca el miércoles a la dos de la tarde ―mencionó Megan en voz alta, mirando el resto de las ponencias―. ¿Notaron que cada día hay actividades antes y después de cada exposición? ―preguntó con interés.
―Señor Karras, acaba de llegar el informe de asistencia de los organizadores del evento ―informó Calvin, tras leer el correo. ―¿Todos los invitados asistieron? ―preguntó Zeke, sin dejar de mirar su pantalla. Aunque estaba interesado en comprobar que todas las personas importantes estaban presentes, en ese momento tenía entre sus manos un proyecto que le robaba toda su concentración― ¿Huáng Kuan-yin se encuentra ya en el lugar? ―preguntó. ―Sí, señor ―respondió el secretario, mirando de nuevo la lista―. También se ha confirmado la llegada de Artyom Novikov. Según la gerencia del hotel, firmó su entrada el día miércoles y ha asistido a todas las ponencias desde ese mismo día. ―Excelente ―respondió el CEO, de manera mecánica. ―¿Excelente? ―indagó Calvin, frunciendo el ceño. Giró su cabeza para ver a Zeke, que continuaba concentrado en la pantalla―. También confirmamos que llegó el Pato Donald y Rico Mac Pato. ―Es una buena noticia, asegúrate que s