Nohemi observó las ampollas que descansaban en sus respectivos empaques de seguridad; había una docena de ellas, el color dorado traslucido contrastaba contra el fondo de color negro. Tres años atrás por fin había conseguido resultados, el Suero ATh vio la luz una mañana de invierno cuando la pelirroja por fin encontró la fórmula perfecta para reforzar el poder anti mágico del extracto de moly. Aren fue el primero en acceder a ser sujeto de prueba, los intentos anteriores habían demostrado que el proceso podía ser particularmente doloroso, y considerando que era injusto someter a los theriones más afectados que permanecían en HD Med en la isla, decidió de manera unánime que él lo probaría. Por suerte, tras una noche de horrorosos dolores, al amanecer, el menor de los Karras abrió los ojos y miró a Nohemi con profundo agradecimiento. ―Ya no hay oscuridad ―musitó con voz ronca, una lágrima rodó por su sien―. Ya no voy a volver a la oscuridad… ―repitió como si estuviese rezando. El a
«Bastardo» pensó con la cólera bullendo en su torrente sanguíneo.Él sabía que corría peligro en ese instante, pero era todo un logro hilar dos pensamientos coherentes; su cuerpo ardía de deseo, hormigueaba con la necesidad, y toda su fuerza se iba en contener esas emociones viscerales que lo estaban consumiendo.―Debo salir de aquí ―se dijo a sí mismo en un minuto de claridad que se desvaneció tan rápido como una exhalación.Su vista era torturada, sentía como si estuviesen clavando agujas ardientes en sus ojos; la música sonaba con tal el fragor que creyó que se le iban a reventar los tímpanos; el más leve roce se replicaba en cada poro de su piel, desencadenando una corriente de placer doloroso.En lo único que podía pensar era en atacar, morder y… aparearse. Bullía con una exasperante necesidad de encontrar a una hembra.«Concéntrate.» El estimulante que dejaron en su bebida estaba especialmente diseñado para hombres como él, para exacerbar sus más básicos instintos y despertar a
―No vuelvo a leer ese tipo de libros antes de dormir. Nohemi miró a su compañera por el costado de su monitor, con una expresión poco amistosa. Ella no comprendía cómo Megan podía aparecerse en el laboratorio vistiendo siempre de manera impecable, no después de ver en un tutorial de belleza que le enseñó que, para lucir un maquillaje ‘natural’, tomaba alrededor de una hora, más si debía cubrir ojeras como las que todos dentro de ese laboratorio lucían. Sin embargo, su amiga siempre iba con el cabello recogido en un moño elegante, su piel se veía lozana y su ropa era pulcra, al igual que la bata de laboratorio, que relucía como la nieve recién caída. La de ella tenía una mancha color café en el cuello. ―¿Qué clase de sueño tuviste anoche, Nohe? ―pregunto la morena, luciendo una sonrisa pícara en su boca. Los sueños de su amiga eran muy detallados, y de más de divertidos. En más de una ocasión le comentó que debía volverse escritora. ―¿Cuál crees? ―replicó con ironía―. Tengo quinc
Zeke Karras era uno de los solteros menores de treinta y cinco más conocido ―y codiciado― del mundo. De hecho, estaba dentro del ranking entre los cien más atractivos, compitiendo duramente contra actores, cantantes y deportistas reconocidos.Aunque no entraba en el conteo de los más carismáticos.En el medio, el señor Karras, ostentaba el título de “La Bestia Karras”; y este no podía ser más acertado: era implacable, serio y frío como un tempano de hielo. Una sensación que se reforzaba por sus increíbles ojos azules, que miraban a todos y a todo, como si fuesen formas de vida menos evolucionadas.Como CEO de la división de desarrollo farmacéutico de la Corporación Kappa, su aspecto siempre era pulcro, tanto que parecía inhumano; nunca se le había conocido ni una sola falta, su reputación era intachable, y lo poco que se le podía criticar era su personalidad: carecía de tacto y decía todo sin filtro. Hasta el punto en que muchos decían ―entre dientes― que era un cretino.Sin embargo,
«Basherte…» Nohemi levantó la cabeza y miró en derredor. Habría jurado que alguien estaba llamándola, pero todos en el laboratorio se encontraban concentrados en sus computadoras. Volvió a sus datos, aquella era la parte menos divertida de todo el proceso, pero era la más necesaria; analizar los datos de sus investigaciones, comparar, establecer estadísticas y diseñar el programa para la tercera fase. Y todo eso tenía que terminarse en los próximos días, porque el CEO de los Laboratorios Kappa se iba a presentar ese año en su conferencia para corroborar el avance de todas las divisiones. «¡Concéntrate!» se amonestó a sí misma, «Es el peor momento para estar escuchando voces y perder la razón…» Sin embargo, tras mirar la pantalla por veinte minutos y darse cuenta que nada de lo que veía tenía sentido, se dio por vencida; era momento de tomar un descanso. Desde hacía una semana no estaba funcionando a toda su capacidad. El problema no era sentir que pensaba en cosas que no debería,
―Señor Karras, es hora de irnos ―anunció Calvin, dejando la tableta sobre la mesa. Habían estado trabajando en la oficina del CEO mientras hacían tiempo para la cita agendada. Zeke cenaría esa noche con su primo, que dirigía de la división tecnológica de la Corporación Kappa. La velada transcurrió apacible, Abraham era un hombre de casi cuarenta años aunque apenas si parecía en los tempranos treinta; este se comprometió, junto a sus antecesores, a continuar la investigación para ayudar a los theriones. A pesar de haber encontrado a su basherte en su infancia, eso no impidió que padeciera los terribles dolores y ataques que sobrevenían antes de formarse el vínculo; adicional a eso, presenció el declive de su hermano mayor que, debido a la bestia y su salvajismo particular, murió antes de siquiera alcanzar la mayoría de edad. Mientras Laboratorios Kappa se encargaba de desarrollar un compuesto que ayudara con los síntomas de la transformación; Kappa Tech se encargaba de crear un disp
Nohemi se despertó y encontró la cama vacía. El sol entraba por la ventana iluminando lo suficiente para confundirla con respecto a la hora. El reloj de su móvil indicó que eran las once de la mañana, comprendió que Brian se había ido al trabajo como de costumbre, y no le avisó para no despertarla. Rodó sobre la cama, descansando su cuerpo desnudo sobre el lado de su novio que ya se encontraba frío. Las sensaciones placenteras eran obvias, y cada estallido de placer cuando se acoplaron erizaba la piel de la doctora Lund, que gimió con fuerza y apretó sus muslos alrededor de las caderas del hombre cuando este se enterró con ímpetu dentro de su ser. Al mismo tiempo, una parte minúscula de ella no se sentía comprometida con lo que estaba pasando, dudaba y se rebelaba a las caricias de Brian; y cuando su cuerpo estuvo a punto de alcanzar la cúspide, esa misma parte se negó a dejarle disfrutarlo, desvaneciendo el clímax justo en la punta de sus dedos. Por primera vez en su relación co
Cuando Zeke volvió en sí, se encontró en la habitación de seguridad de su casa; un cuarto que se hallaba en el sótano de la mansión que compartía con su familia, desde el suelo hasta el techo estaba forrado de un material resistente, flexible y mullido, que les permitía a sus hermanos y a él, pasar las peores crisis cuando sus theriones perdían el control.Tenía vagos recuerdos de lo sucedido, aún quedaban secuelas en su mente, pero al menos había recuperado su forma humana casi en su totalidad. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí dentro, calculó que lo mínimo serían veinticuatro horas debido a lo que consiguió en la jaula al lado de la puerta: dos botellas de agua mineral de un litro, un envase de puré de frutas, un frasco de analgésicos y una bolsa con una muda de ropa.Las luces se encontraban atenuadas, dejaban percibir lo suficiente sin lastimar sus retinas; se arrastró hasta la jaula y con mucho esfuerzo abrió la puerta, bebió el agua sin preocuparse de que entrara toda en su boc