OCASO

Me acerco a la manada con Venco a mi lado, y de inmediato siento la mirada de todos sobre nosotros. Me siento abrumada, como si el peso de la desaprobación colectiva estuviera sobre mis hombros. Me siento cohibida, incómoda por lo que hice, y las miradas recriminatorias que me juzgan no ayudan a mejorar mi estado de ánimo. Entiendo que tienen razón en juzgarme, pero no puedo evitar sentirme herida por la forma en que me miran. Es como si ya no fuera parte de la manada, como si hubiera perdido mi lugar entre ellos. La sensación de rechazo es dolorosa, y me siento vulnerable y sola.

Instintivamente, aprieto la mano de Venco, buscando consuelo y apoyo. Pero aunque él no me suelta, no puedo evitar sentir que ya no soy la misma para la manada. La forma en que me miran, la forma en que me tratan, todo parece haber cambiado. Y eso me pone muy mal. Me siento como si estuviera caminando sobre un terreno inestable, sin saber qué pasará a continuación.

—¿Por qué estás tan ansiosa? —me pregunta,
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