Esa noche Bernardo y Josefina charlaron muy seriamente con Julieta, quien se sentía muy avergonzada por lo sucedido.
- No me puedes hacer pasar tan malos ratos, tengo mucho trabajo, no tengo tiempo de atender tus chiquilinadas - reclamaba Josefina muy enojada.
- Pero mamá, no hice nada malo. Era solo un dibujo.
- Y entonces porque la maestra Smee, quiere vernos para conversar de tu conducta, eso solo puede significar que te has portado mal.
- Pero mamá…
- Querida, no la trates así, seguro es una de esas travesuras como las que siempre hace, no debe de ser nada serio - dijo Bernardo, que intentaba calmar a su esposa que estaba perdiendo la paciencia.
- No trates de cubrir su mal comportamiento, ya es hora de que madure. Ya no es una niña, Bernardo. Debe aprender a comportarse como es debido. Para eso la mandamos a un colegio tan caro. Para que aprenda a comportarse. ¡No entiendo de donde saco esos modales tan vulgares! Y además, yo no puedo perder el tiempo con esa reunión. No puedo. Tengo que terminar mis diseños - exclamó Josefina, poniéndose más nerviosa.
- ¿Y tú crees que yo no trabajo?, pero es tu hija, nuestra hija, necesita que estemos con ella, por algo se debe de portar mal ¿Qué no te importa la salud de tu hija? - dijo Bernardo, tratando de parecer calmado, pero también empezó a perder la paciencia.
Mientras discutían, Julieta observaba triste, como sus padres se peleaban por su culpa, discutían cada vez que se veían, por tonterías. Y esta vez la tontería era ella.
Observaba como discutían sus padres, a tal punto en que ya no se podía estar siquiera respirar. Los gritos se escuchaban por toda la casa. Julieta ya no escuchaba lo que se decían, estaba absorta en sus propios pensamientos. De pronto, su madre se levantó y dijo algo de que no se podía hablar y salió bufando de la habitación y se encerró en lo estudio. Bernardo se volvió hacia Julieta que estaba con la mirada triste, y el rostro lleno de lágrimas.
- ¡Oh! Nenita, no llores, los adultos suelen pelear, no te preocupes, yo iré a la reunión -dijo Bernardo con un tono muy tranquilizador, la beso en la frente y se fue. Julieta se quedó ahí, con los ojos llenos de lágrimas, demasiado triste para pensar, mirando el vacío hasta que vino su Janna y le dijo que la cena ya estaba lista.
La cena fue aún más triste, pues su madre pidió que le lleven la cena al estudio, Jessica estaba en lo de una amiga y su padre se sentía indispuesto. Julieta cenó sola. Casi no pudo comer nada de las lágrimas. Los pensamientos tristes inundaban su mente. Se retiró de la mesa con la mirada perdida y dejando su plato casi intacto, y cuando su Janna le pregunto si quería postre, ella no hizo más que negar con la cabeza, no tenía ganas ni de comer. Subió a su habitación y se recostó en su cama y dejo volar sus pensamientos. Al cerrar los ojos, su cabeza comenzó a dar vueltas. Soñó que se quedaba sola y que nadie quería ayudarla. Vio, en sueños, esos ojos cafés y ese rostro tan tierno, pero después se cerraban y se perdían en una llamarada. Para que luego aparezcan esos ojos azules como el mar, mirándola con preocupación, pero luego se desvanecía también. Y estaba sola, completamente sola. Asustada abrió los ojos y miró a su alrededor, quería encontrarse de nuevo en la playa, su playa, pero no fue así. Se levantó y miro la hora. Ya era tarde, casi media noche. Se disponía a dormir de nuevo, cuando sintió una brisa perfumada que le llegaba desde la ventana abierta de su habitación y decidió acercarse para disfrutarla un rato. Sentía como si la llamaran en silencio. Se acercó, su corazón latía cada vez más fuerte, cerró los ojos y camino como en sus sueños, con los brazos abiertos, para sentir la brisa del mar, de aquel mar con su luna tan clara y pálida, y perfectamente redonda, y de su playa de arenas blancas que crujen bajo tus pies descalzos. Llego al alféizar, no quería abrir los ojos y no encontrar lo que esperaba, sentía la brisa, pero ¿Y si su mar? Con temor, abrió los ojos, pero la realidad fue otra. Solo estaba el inmenso jardín. Pero la brisa seguía perfumada, como si trajera el aroma del mar, solo para que ella se deleitara, suspirándola, calmándola. También estaba la luna, allá en lo alto, grande y redonda, como siempre lo había soñado. Pero no había ningún mar, no había playas blancas, llenas de arena crujiente. No estaba el joven de ojos azules electrizantes. No estaba su príncipe azul. Pero la vista seducía de la misma manera que la playa de sus sueños. Tenía algo que la estiraba a salir. Un aire fantasmagórico que la cautivaba. Sonrió para sí y decidió salir a dar un paseo. Se calzó unos jeans, una camiseta y sus zapatillas deportivas. Espió por la rendija de la puerta, para ver si estaba alguien rondando por el pasillo, no vio a nadie, entonces salió de puntillas, bajo las escaleras, y salió por la cocina al jardín. Allí pudo observar lo bello que era el patio de noche. Dio la vuelta a la casa observando la belleza de todo lo que le rodeaba, de modo que quedo de nuevo frente a la ventana de su habitación. Desde el lugar en donde se encontraba, a un lado de la casa, pudo observar que se encontraba bajo un cielo completamente despejado, inmenso y lleno de estrellas y una luna gigantesca (pero no tanto como la de su sueño), que tenía un brillo misterioso. El jardín era muy grande, así que comenzó a recorrerlo, rincón por rincón. Esa noche Julieta encontró su lugar predilecto, se sorprendió que antes no le hubiera dado el tiempo que se merecía tanta belleza. Se la pasaba tomando clases de todo, saliendo de aquí para allá, y nunca había disfrutado de algo que estaba tan cerca. Solo en su infancia, con su padre. Pero de eso, hace mucho tiempo, ya casi no lo recordaba. Se acercó a la valla que separaba su jardín del jardín de los vecinos, que estaba justo enfrente de su ventana. Nunca había entablado conversación con algún vecino suyo, ni siquiera sabía quién o quienes vivían en la casa de al lado. De pronto sintió pasos, pensó que era Janna, que quizás había escuchado cuando salía. Rápido se escondió en unos arbustos cerca de la valla que dividía su jardín de la de los vecinos. Los pasos se acercaban, y se percató que no venían de su casa, sino de detrás de la valla. Se asustó ¿Sería un ladrón? Luego de unos segundos de angustia, diviso lo que temía. Un muchacho salto la valla y entró a su jardín unos metros más delante de donde se encontraba ella. Sintió miedo ¿Y si era un ladrón? ¿Un asesino? ¿Y si intentaba asesinarla? ¡Ay, no quería ni imaginarlo! ¡Que horrible terminar así! ¡Asesinada por un desconocido! ¡Ay Dios mío! ¿Qué haría? ¿Gritar? pero ¿Y si no era nada de lo que se estaba imaginando? Mientras pensaba, el desconocido se estaba alejando, y para sorpresa de Julieta, no se dirigía a la casa. Se dirigía al fondo del jardín, caminaba rápido y medio agachado con algo de forma rara colgándole de la espalda. Julieta intrigada por saber quién era y a donde iba, lo siguió, acallando todas esas voces que le decían que podía ser una trampa para llevarla lejos y asesinarla. Caminaron largo rato hasta llegar al final del terreno donde había un muro, el cual tenía una pequeña reja escondida entre los arbustos. Ágilmente el muchacho aparto los arbustos y abrió la reja, el rugido que hizo el hierro viejo y oxidado de la reja fue horroroso. El muchacho miro a todos lados, como esperando que apareciera alguien que lo había descubierto por causa del ruido que provoco la reja. Espero un rato, pero no pasó nada, estaban demasiado lejos de la casa como para que alguien lo escuchase. Julieta podía sentir su corazón latiendo dolorosamente, cada vez más rápido, a causa de la adrenalina, estaba cada vez más intrigada, nunca había pasado esa reja, o mejor dicho, nunca la había visto. Así que con todo el sigilo que pudo, siguió al desconocido. El muchacho siguió caminando rápidamente como si huyera de algo o alguien, Julieta pudo ver que el desconocido tenía una linterna en la mano, pues ahora la había encendido, ya que no podía hacerlo antes por miedo a que lo vieran. Llegaron a la falda de una colina, el muchacho seguía caminando, ahora con más cuidado de no caer ¿quién será? Y, ¿A dónde ira?, a cada segundo que pasaba, Julieta se sentía más enredada por la identidad del muchacho, era tanta su curiosidad que hasta se le ocurrió gritarle y preguntarle quien era, pero desistió de la idea, sería algo muy tonto. De repente, el muchacho desapareció. Julieta camino unos pasos mas angustiada, ya comenzaba a tener un miedo más real, nunca había estado por esos lados y menos de noche. Había llegado ya a la cima de la colina, y no veía al muchacho por ningún lado. Y distraída como estaba, no vio la feroz raíz que se cruzaba en su camino.
Un grito agudo salió de su garganta, cuando resbaló y comenzó a caer peligrosamente cuesta abajo. Dio dos tumbos cuando un brazo fuerte le agarró y evito que siga cayendo y rodando cuesta abajo a una posible muerte segura.
- ¡Sujétate! Y dame tu otra mano, voy a subirte.Julieta gimió llena de miedo, pero le tendió una mano temblorosa y llena de tierra. Era el muchacho al que ella estaba persiguiendo, él la estaba subiendo. Con una fuerza descomunal el muchacho subió a la llorosa Julieta a tierra firme. Julieta temblaba.- Gra-gracias - consiguió articular Julieta, dirigiéndose a la espalda del muchacho que estaba recogiendo sus cosas.- No, de nada - dijo el muchacho mientras se volteaba para mirarla. A la luz de la luna, el muchacho pudo observar las bellas facciones de Julieta, que, aunque llenas de tierra, resultaban extrañamente bellas y familiares - ¿Julieta? ¿Eres tú?- ¿Pablo? ¡Pablo! Pablo es tu nombre ¿Cierto?- Si. Pero... ¿Qué rayos haces aquí?-Eso te pregunto yo a ti ¿qué haces aquí?- Bueno
Se quedaron en silencio un momento observando el paisaje. El ambiente se quedó un poco extraño e incómodo. Julieta se debatía en como levantarse e irse sin ofenderlo. Y Pablo movía todos los engranajes de su cerebro tratando de pensar en cómo hacer para que se quedara con él.- Me gusta como tocas el piano.- Pues yo lo odio, lo toco solo porque mama… ¡Oye! ¿Cómo sabes que toco el piano?- Mmmm…yo - dijo Pablo avergonzado -es que me gusta observarte cuando lo haces... las veces que voy a tu casa para estudiar con Jess, o en el conservatorio. - No iba a decirle que la espiaba por la ventana, eso de seguro incomodaría a la chica. Tampoco le diría que iba a visitar a Jess solo para verla. - es un instrumento muy bonito. Deberías tocarlo más.- Lo tomare en cuenta. No sabía que me escuchabas. Creía que nadie lo hacía. - dijo sin
Se dio cuenta de lo que acababa de decir. Ella no tenía ningún derecho de inmiscuirse en la vida de ambos, ellos tenían derecho a gustarse, ella debía guardarse las ideas tontas que se le habían ocurrido a lo largo de la noche.- Lo siento, no debí preguntarte eso. Yo… yo lo siento, de verdad, creo que debo irme a casa - dijo mientras se levantaba, Pablo se levantó también y la detuvo.- ¡No! Espera, no te vayas, por favor, quédate - suplico Pablo, tomando su mano.- No, es que es incómodo, saber que te gusta mi hermana, no debería estar aquí, es ella la que debe estar en mi lugar, lo siento no puedo quedarme más - dijo Julieta mientras intentaba irse, sin lograrlo, Pablo no la soltaba.- Yo no lo creo así - aseguro Pablo, mientras se aferraba más a Julieta, la acerco más hacia él, se quedaron mirando a los ojos un largo rato
A la mañana siguiente, Pablo despertó antes que Julieta, que estaba abrazándolo y para no despertarla se quedó quieto, mirándola. Embelesado con lo hermosa que se veía.Un momento después Julieta abrió los ojos y al ver a Pablo al lado suyo se asustó, haciendo que Pablo también se asustara.- Pensé que era un sueño - dijo Julieta sorprendida.- Pues no, yo soy real-dijo Pablo acercando la mano a su rostro.- ¡Oh por Dios! ¡Janna!- ¿Qué hay con ella?- A de estar buscándome.- Pero si es muy temprano.- No, es que tengo clases, y si no estoy en casa antes de que despierten, no estaré viva esta noche.- Tranquila, no pasa nada- la tranquilizó Pablo, mientras la ayudaba a bajarse de la roca - iremos rápido y no se darán cuenta.- ¡Jessica, Julieta, bajen
- ¿Julieta?- ¿Si? - escuchar a su padre llamarla por su nombre completo significaba que se avecinaba una charla seria.- ¿Qué tal vas con el psicólogo? - Julieta metió una gran cucharada de helado en la boca para no contestar. Su padre siguió. Lo que se venía no sería nada agradable. - Tu maestra me comento que estas yendo todas las semanas al psicólogo del colegio por causa de un percance que tuviste hace un mes con una muchacha. ¿Es eso cierto?- Bueno... si te lo dijo la maestra, podría ser. ¿Por qué preguntas si ella ya te lo dijo?- Es que nunca confío del todo en las personas que hablan mal de otros. - dijo metiendo una cuchara especialmente llena en la boca, para agregar a medio tragar. - Tu maestra es una de esas personas.-Pues... es verdad. Me pelee con Jennifer. Es una presumida. Le agarre de los pelos y la zarandee como Dios manda.
Salió al cabo de media hora, vestida con un camisón largo color verde botella resaltando sus ojos naturaleza y el pelo envuelto en una toalla. La habitación seguía en penumbras así que no distinguió rápidamente a Pablo. Hasta que el hablo. - Te tomaste tu tiempo, princesa. Julieta se llevo otro susto de muerte. No fue una alucinación. - ¿No alucine? - Pues no. Sigo aquí. - ¿Pero qué haces aquí? - Quería verte. No fuiste a tu clase de piano. - ¿Me espías? - Para nada. Tu clase es al lado de la mía. - Nunca te vi. - Yo siempre te veía. Tan apurada y despatarrada. - ¡No soy despatarrada!-se quejó la rubia mientras secaba su cabello con la toalla. - Si lo eres. - Ya está bien.- le corto, mientras tomaba un peine y comenzaba a peinarse.- ¿Qué quieres? - Ya te lo dije. Hablar contigo.- se acercó a Julieta y tomo el peine entre sus manos.- ¿Puedo hacerlo? - Yo... - pero n
El sol tibio de la mañana golpeo suavemente su rostro. Sonrió, era una linda manera de despertar. A pesar de eso no quiso abrir los ojos, seguro era demasiado temprano. Se acomodó mejor. De pronto recordó todo lo sucedido la noche anterior, rezo a todos los santos para que no fuera cierto. Pero levanto un poco la cabeza y ahí estaba el: acostado en su felpudo y... ¡Agarrándole la mano! Se soltó con tanta violencia que cayó al otro lado de la cama.Pablo despertó sobresaltado por el ruido y se sentó en su lugar. Julieta hizo lo mismo y ambas miradas se chocaron.- ¿Estas bien?- ¿Sigues aquí? Pensé que era un sueño...- respondió haciendo caso omiso a la pregunta de él, mientras se sobaba la cabeza, se la había estrellado bien fuerte.- ¿Estas bien? - volvió a preguntar mientras se ponía de pie y rodeaba la
Luego de despegarse de él cómo pudo. Bajo a buscar algo para comer para ambos. Seguramente nadie de su familia estaría despierta a excepción de Janna. Pero se llevó una gran sorpresa al encontrarse a Jessica al pie de la escalera cuando ella bajaba de dos en dos los escalones y una sonrisa gigante en el rostro.- ¡Vaya! Cualquiera diría que te has ganado la lotería. - dijo con sarcasmo. Julieta se paralizo y la sonrisa se le borro del rostro. Jessica estaba sentada en el sofá tomando un jugo y leyendo una revista de moda, era lo único que sabía leer.- Pues... - dudo Julieta poniendo cara de circunstancia. - digamos que algo parecido.Y diciendo esto siguió su camino hacia la cocina. No tenía ánimos para pelear con ella, estaba muy feliz y no quería que nadie se lo arruine.- ¡Buen día Janna! - exclamó contenta a la anciana que estaba afanosa preparando un gran pastel.- ¡Vaya! ¿Se pasó el mal humor de anoche? - respondió con una sonrisita traviesa.- ¡Un buen baño y una buena noche d