A la mañana siguiente, se despertó temprano como siempre, al salir el sol. Se restregó los ojos y se estiró dulcemente en la cama. Pero no se levantó enseguida, se quedó remoloneando un momento más, observando los rayos tímidos de sol que entraban ya por la ventana que tenía a su izquierda. Una corriente de aire con olor a primavera ingresó por la ventana, haciendo ondear las cortinas blancas de gasa. El invierno ya estaba en el olvido. Ahora estaba llegando el reino de las flores. Era su estación preferida. Adoraba las flores. Sonrió. Era una mañana simplemente hermosa. Se levantó y se puso las pantuflas, fue al baño y se lavó la cara. Se cepillo los dientes e intento arreglar un poco su larga cabellera ensortijada. Imposible, se notaban las secuelas de haber dormido con el pelo mojado. Lo tenía sumamente hinchado. Desistió de la idea, le gustaba mejor así. Largo, rebelde e imposible de peinar. Y así como estaba, en medias y pantuflas y con pantalones cortos y camiseta, bajo a desay
Entró corriendo a su habitación y cerró la puerta despacio. Estaba segura que su hermana no la había visto. Cuando aseguro la puerta se recostó por esta y dio rienda suelta a su tristeza. Había dicho que no dejaría que le afecte. Entonces ¿Por qué le afectaba tanto? ¿Por qué le causaba ese daño? ¿Qué le había hecho? Se quedó allí, sentada en el piso de su habitación llorando por un momento. Hasta que decidió dejar de hacerlo. Había visto a la madre de Pablo mirando por la ventana y no pudo más que actuar rápido. Necesitaba salir de ahí porque tenía miedo de poner la vida de Juliana en riesgo y la de él también. Se dirigió al tocador y se lavó la cara. Se dirigió al armario y cogió lo primero que encontró. Unos jeans, una de sus remeras favoritas y eligió unas zapatillas deportivas especialmente cómodas. Tomó una de sus carteras cruzadas y la cargo de lo esencial; unas hebillas por si le molestaba el pelo, una pequeña libreta y una lapicera, siempre estaba preparada, porque la inspirac
Eran cerca de las siete de la tarde cuando regresó a su casa luego de uno de esos días en los que salía a recorrer la ciudad sola. Era como una rutina que adquirió y que no la rompía desde hace casi dos meses, desde que salió sola por primera vez. Estaba agotadisima y demasiado feliz que todos sus problemas pasaron a un segundo plano, al menos por el momento. Había recorrido casi toda la ciudad a pie. Quería disfrutar de esa ciudad. Y así lo hizo.Y hoy fue la última vez. Pero ahora la felicidad la embargaba de sobremanera, en unos días estaría fuera de ese lugar, disfrutando de la vida junto a su padre. Olvidándose de todas las amarguras que conoció dentro de esa casa.Se dirigió a la puerta de la cocina, no quería entrar por la puerta principal. Se escabulliría sin que nadie la viera, como el fantasma en el que se estaba convirtiendo. Sabía que probablemente Janna estaría en la cocina. Pero era preferible encontrarse con ella que con otras personas que habitaban la casa o que la visi
Verla así. En toalla y con gotitas rodando por su piel pálida lo enloqueció. No esperaba que saliera así, esperaba que por lo menos estuviera más cubierta, una bata tal vez. No supo qué hacer. No tenía el cuerpo de una mujer, aun, pero la toalla dejaba ver aspectos de su cuerpo que se estaban formando. Todavía era una niña, igual que él. Sin embargo, el amor que sentía superaba su edad. Había planeado lo que le iba a decir, pero al tenerla enfrente, todas las palabras se esfumaron y en lo único que podía pensar era en saltar la cama que los separaba y besarla como nunca antes. Pero sus piernas no reaccionaron. Y ella estaba allí, tan cerca, pero a la vez tan lejos. Pudo notar la tristeza que la rodeaba, y estar con la cara lavada dejaba ver unas ligeras manchas oscuras por debajo de sus ojos. Esos ojos tan hermosos color esmeralda. Una punzada de culpa clavó su corazón, seguro no podía dormir bien por causa suya. Sin querer había lastimado a la niña que amaba. Esa niña que le había ens
Las olas acarician con ternura la suave arena de la playa, que está completamente desierta. Se puede oír el suave murmullo de las ondas del mar suspirar contra la orilla, como un eterno poema de amor. El sol se está retirando, una vez más, para dar lugar a la luna, concejera triste que llega acompañada de su negro manto para cubrir todo con su tristeza.Una pálida figura yace parada en medio de la playa. Esta sola, y muy quieta, como expectante. Las rocas detrás de ella le dan un aspecto sombrío y melancólico a la escena. Cada tanto, el ruido de algún coche doblar la peligrosa curva más arriba de los acantilados, rompe el tranquilo silencio de la playa.Repentinamente, ella se arrodilla y queda allí, de cara al mar, de cara al sol agonizante. Un viento frío le despeina el cabello ondulado. Ella no siente nada, su mirada está perdida en el sol. Su rostro, manchado con algun
7 años antesEra de mañana bien temprano, y Julieta estaba frente al espejo cuerpo entero que había en su habitación, preparándose para el colegio. Se estaba arreglando el pelo cuando Janna la llamo.- Niñas apúrense a bajar, se les va a hacer tarde para desayunar- Ya voy Janna-respondió Julieta, que esa mañana había madrugado.Luego de unos segundos Julieta y Jessica corrieron escalera abajo en dirección a la cocina para tomar el desayuno.- Felicidades mi niña, ¿Cómo amaneciste hoy?- interrogó Janna, mientras le entregaba un paquete.- Gracias Janna. Casi no pude pegar un ojo de la emoción que llegara este día, ¡ya tengo 15 años! ¡Ahora falta solamente un año para cumplir 16 y poder pedir mi licencia de conducir! ¡Un año!-exclamó Julieta mientras cog&
Todo el camino de regreso a casa, se la pasó pensando en el sueño y en lo sucedido a la salida de su clase, se reprochaba no haber sido un poco más elocuente. Al llegar a su casa, como siempre fue corriendo a la puerta trasera de la cocina para saludar a su Janna y tomar la merienda, pero la puerta estaba cerrada por dentro, así que no tuvo más remedio que ir por la puerta principal. No le agradaba mucho la idea, ya que corría el riesgo de encontrarse con su hermana. Que fastidio. Pero bueno...- ¡SORPRESA! - gritaron todos los familiares y amigos de Julieta, que habían estado aguardándola, impacientes, en la sala de estar de los Paz.Pero ella solo tenía los ojos puestos en él. Ahí estaba ese hombre alto y buen mozo, con sus cabellos rubios revueltos y esos ojos verdes, encantadores, que la miraban como sonriéndole, cantándole cumpleañ
Sus ojos brillaban llenos de emoción, mirando con reverencia el pequeño camafeo, que sostenía tan delicadamente entre sus dedos.- Ábrelo, nenita -dijo Bernardo contento - es tuyo.- Es... es... es tan hermoso papá, tengo miedo de que se rompa - dijo Julieta temerosa.- Ábrelo, no tengas miedo - Julieta obedeció.Al abrirlo, vio dos fotitos diminutas de un lado y otras dos del otro.- Es muy hermoso, ¡mira! Aquí estoy yo, y este eres tu papá. Y aquí Jessica con mamá ¡Oh! Gracias, es muy bonito - grito Julieta saltando emocionada a los brazos de su padre - ¿Puedes ponérmelo?- ¡Claro! A ver... - dijo cogiendo el delicado camafeo - ...date vuelta.Apenas lo coloco Julieta salto de la cama y se dirigió al amplio espejo de cuerpo entero y se observó extasiada. El pequeño camafeo circular, de color dorado, con a