-CAPITULO 3-

Sus ojos brillaban llenos de emoción, mirando con reverencia el pequeño camafeo, que sostenía tan delicadamente entre sus dedos.

- Ábrelo, nenita -dijo Bernardo contento - es tuyo.

- Es... es... es tan hermoso papá, tengo miedo de que se rompa - dijo Julieta temerosa.

- Ábrelo, no tengas miedo - Julieta obedeció.

Al abrirlo, vio dos fotitos diminutas de un lado y otras dos del otro.

- Es muy hermoso, ¡mira! Aquí estoy yo, y este eres tu papá. Y aquí Jessica con mamá ¡Oh! Gracias, es muy bonito - grito Julieta saltando emocionada a los brazos de su padre - ¿Puedes ponérmelo?

- ¡Claro! A ver... - dijo cogiendo el delicado camafeo - ...date vuelta.

Apenas lo coloco Julieta salto de la cama y se dirigió al amplio espejo de cuerpo entero y se observó extasiada. El pequeño camafeo circular, de color dorado, con algunas esmeraldas incrustadas y que pendía ligeramente de una larga cadena sobre la remera xl de The Misfits, brillaba tiernamente a la suave luz que iluminaba la habitación, como sonriéndole. Julieta lo miraba con fascinación. No podía creer que existiera algo tan hermoso. Paso sus delicadas manos sobre la superficie. Pudo sentir unas iniciales en ella. J. H. no tenía palabras para expresar su emoción.

- ¡Esta precioso papá! - chillo Julieta, mientras saltaba de nuevo en su cama de dos plazas.

- Quería dártelo cuando cumplieras quince años, y ya pudieras empezar a asimilar y entender algunas cosas - dijo cariñoso.

-¿Qué significan las iniciales?

Una sombra cubrió su rostro, pero la desecho rápidamente. Julieta lo noto y eso la sorprendió mucho.

-¿Papá?

- Es una reliquia de mi familia. Paso de generación en generación desde hace muchísimos años, ya no recuerdo que significaban.

- ¿De verdad?

- Bueno...- dudo un momento.- Creo que significan Julieta Hermosa… - se le rompió la voz en la última silaba.

- ¿Te pusiste triste papá?

- Noooo... ¿Cómo crees? ¿En este día tan especial? Es solo que...-se interrumpió para carraspear un poco.-estas tan grande mi vida, que me hace sentir viejo.

- Ay papá, siempre voy a ser tu niña.

- Lo sé. Pero eso no significa que algún día te conviertas en mujer. Mírate el aspecto de niña ya quedo prácticamente en el pasado, dando paso a esas curvas que volverían loco a cualquiera.

-¡Papa!

- Vi cómo te miraban en la fiesta los muchachos. Había algunos que hasta te comían con los ojos. ¿Tú no los viste? Me daban ganas de matarlos... hasta me atreví a sermonear a uno.

- ¿Cómo? ¿A quién?

- Uno que parecía muy mayorcito a ti mi vida. No me gusto para nada como te miraba, tuvo suerte que Jessica lo alejo porque apenas había empezado.

- ¿Jessica?

- Si, no se le despego de encima al pobre en todo el resto de la fiesta. El pobre parecía querer correr.

Julieta pensó que podía ser Pablo, porque no había otros muchachos mayores como decía su padre, y él era el único que estuvo con Jessica toda la noche. No iba a negar que los espió varias veces, y en muchas de esas veces, lo pillo también mirándola. Pero no creía que fuera de la forma en la que su padre decía.

- Creo que alucinas, papá. ¿Quién miraría a este esperpento con cabello de paja? ¡Si parezco una escoba!

- ¡Con unas lindas patas largas!

- ¡Papá! - le reprocho la rubia.

- ¡Pero si es verdad! ¿De dónde las sacaste?

-No lo sé...-el sonjoro era muy notorio.

- ¡Claro de tu madre! ¡Tenía unas piernas largas envidiables...! - se calló de pronto entristeciéndose de manera muy evidente.

- Pero... si mamá chaparra y es más flaca que Jessica y eso es decir mucho. - se sorprendió Julieta.

- Bueno...es que...- había metido la pata y grande.- Prométeme una cosa nenita.

- ¿Si? - respondió medio alarmada por el cambio brusco de la conversación y del ánimo de su padre.

- Cuida esta joya como si tus suspiros dependieran de ellos. Es un tesoro que conservo desde hace algún tiempo. Ahora no entenderás toda la historia que hay detrás de él, quizás cuando crezcas más te la contare, pero sé que aún no es el momento.

- Pero ya estoy grande, me lo dijiste hace un momento. ¡Puedes contarla!

- Es muy triste y tu cabecita inocente no la entendería completamente. Pero te prometo que te la contare cuando seas mayor de edad. Ahora solo puedo decirte, que detrás de esta joya, hay una historia y que pronto lo sabrás.

- ¿Lo prometes? Ya me dejaste con la intriga.

- Lo prometo.

- Por lo menos dime de que trata ¿Es de amor? ¡Como Romeo y Julieta!

-Es de amor... si. - una sombra invadió sus ojos naturaleza. - Pero no es como Romeo y Julieta. No termina tan trágicamente. Pero ahora prométeme tú una cosa.

- ¿Qué cosa?

- ¿Lo cuidaras?

- Lo cuidare como a mi vida. - prometió Julieta solemnemente.

- Cuando estés triste y yo no esté a tu lado, princesa mía. Solo tienes que mirarlo y sabrás que este donde este yo siempre te acompañare.- le susurro con ternura.

Julieta se quedó muda, había algo de tristeza en los ojos de su padre, como si algo no estuviera bien.

- Papá, esto suena como a una despedida...-murmuro Julieta.-yo...

-Nunca se sabe, nenita.

- ¡Papá!-estallo la rubia.- ¡nunca jamás en tu larga vida vuelvas a repetir semejante barbaridad!

- Pero es la verdad. Yo ya no soy un joven de veinte años y tú tampoco eres una niña chiquita. - replico su padre.

- No quiero escuchar más. ¡Es suficiente Bernardo! - chillo. - Suena como si fueras a morir mañana. ¿Es que acaso sabes algo que yo no sé? ¿Estas enfermo, papá? Para estas cosas si ya no soy una niña ¿No?

- La verdad es que no sé porque lo dije. Es solo que... hay que pensar en eso.- replico poco convencido. - tuve un mal presentimiento esta mañana.

- Pues no quiero volver a escucharlo. ¿Me oíste? Yo moriré antes que tú y cuando yo muera seré una viejita, viejita...

Su padre estallo en carcajadas. Tenía una hija muy ocurrente.

- De acuerdo, de acuerdo. ¡Me rindo! - respondió mientras su hija se le lanzaba encima para hacerle cosquillas.

Dejaron de reír y de nuevo su padre se entristeció.

- ¿Por qué estas triste, papa? ¡Ya te dije que no quiero saber más nada de eso!

- No, no es eso. Es que tengo que viajar la semana próxima, es para terminar de cerrar el contrato, tú sabes...

- Si, lo sé “cosas de músico”.- le interrumpió Julieta. Sabiendo lo que se avecinaba. Pero él estaba allí ahora, estaba con ella. - te entiendo papá. Es tu trabajo. Pero ahora estas aquí, conmigo. Así que no quiero nada de tristezas, ¿De acuerdo? ¡Fuera el trabajo por esta noche!

- ¡Fuera! - exclamó feliz su padre. Su hija siempre lo sorprendía. Era eso lo que la hacía tan especial - bueno - dijo más aliviado por la comprensión de su hija - creo que ya es la hora de dormir, mañana debes ir a al colegio ¿no cierto?

- De acuerdo - dijo haciendo pucheros-, pero con una condición.

- ¿Cuál?

- Quiero que me cantes una canción, para poder dormir, ¿sí?

- Humm… lo normal sería que te narre un historia, pero como tú quieras. Tápate bien…humm… ¿Dónde está tu guitarra? ¿La sigues tocando no?

- Allá esta, claro que la sigo tocando, es mi materia preferida.

- Muy bien – y con suaves raspones a las cuerdas, comenzó una de las canciones que sabía, era la favorita de Julieta.

Se detuvo al ver que Julieta estaba profundamente dormida, con una sonrisa en los labios.

 - Duerme, mi nenita - susurró Bernardo al oído de Julieta, luego la abrigó bien y dejo la guitarra entre los regalos.

Estaba por salir, cuando Julieta abrió los ojos de nuevo.

- ¿Papá? ¿Me lees un cuento?

- ¿Un cuento? ¿Qué no te duermes nunca?

- No... Hazlo como lo hacías cuando era niña.

- De acuerdo.

- ¿Cuál quieres?

- Tú sabes cuál es mi preferido.

 -La de Romeo y Julieta

- Ese mismo.

- De acuerdo. - tomo el gran libro forrado de piel del estante y se sentó al lado de su hija.- en estos libros siempre encontraras la respuesta para todo.-dijo mientras se acomodaba mejor. Pero antes de que empiece se dio cuenta que Julieta ya estaba dormida.

- Que tengas dulces sueños, mi pequeña Julieta.

En el pasillo se encontró con su esposa, Josefina. Que tenía una bata, pantuflas y un montón de papeles en las manos

- ¿A dónde vas?

- Al estudio, debo terminar unos diseños. - le respondió sin levantar la vista de sus papeles.

- De acuerdo - dijo Bernardo decepcionado-Buenas noches, Jóse.

- Aja.- respondió distraída. Se estaba por bajar las escaleras cuando su marido la llamo de nuevo.

- ¿Jóse?

- ¿Qué quieres? - respondió fastidiada apartando la vista de sus papeles.

- No vi a los Dussel en la fiesta ¿Los habías invitado no?

- No los invite. Pero telefonearon esta mañana para decirme que no podían asistir porque su hijo menor tuvo un accidente y está en coma. Supongo que Janna se tomó el atrevimiento de hacerlo por mí.

- Se lo pedí por si se te olvidaba.- dijo poniendo énfasis a esta última palabra. - ¡Cielos! ¿De verdad? ¿No deberíamos visitarlos igual? Son nuestros amigos desde la infancia. Y sus hijos son amigos de las niñas.

- En realidad son amigos tuyos y de mi hermana. - respondió con desgano y un ápice de rabia. - Y creo que no es buen momento para visitarlos. Su hijo está verdaderamente grave.

- Bueno, pensaba que podíamos al menos mandarle algún presente demostrándoles que estamos con ellos.

- Pues hazlo de tu parte. Yo simplemente los frecuentaba porque tú me lo pedías pero ahora no veo la necesidad de hacerlo. Sus hijos hace años que no ven a las niñas, ni siquiera han de recordarlas. Y francamente no me interesa como están. - hizo ademán de irse pero la pregunta de su marido la detuvo.

- ¿Tan mal te caen?

- Pues tú deberías recordarlo más que nada porque - respondió fríamente.

- La señora Dussel es madrina de Julieta, ¿Eso no te importa?

- ¿Importarme? Esa señora es una metiche y jamás se ha aparecido por la vida de Julieta... ¡buff! No sé ni porque estoy manteniendo esta conversación contigo.

- Tu se lo prohibiste ¿recuerdas?

- Buenas Noches…- respondió sin prestar atención a su marido para perderse luego al final de las escaleras.

Él se dirigió a su habitación con el gran libro de piel bajo el brazo y un largo suspiro en sus labios. Había cosas que debía dejar claras antes de que los años lo consumieran por completo. Las cosas estaban cambiando mucho y no necesariamente para bien. Todo se había salido de control.

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