Julieta observó la habitación sumida en la penumbra, tenía un aspecto muy vacío, como su corazón. Observo la ventana, estaba cerrada. Se levantó con un poco de esfuerzo, todavía estaba muy débil, le costó mucho bajar de la cama y casi se cayó al intentarlo. Al llegar a la ventana la abrió. Ahí estaba la luna, su luna, esperándola como siempre. Se acercó de nuevo a su cama. Estaba muy cansada. Fueron demasiadas emociones para un solo día. Antes de cerrar los ojos, abrió su mano de nuevo y encontró al caracolito, lo apretó con fuerza contra su pecho y sintió alivio. Luego se dio la vuelta y cerró los ojos. Al rato alguien entró en el cuarto, Julieta no lo sintió pues estaba completamente dormida. Se acercó a ella y la miro dormir pero ella despertó con el movimiento.- ¿Qué haces acá? - pregunto un poco asustada. - Estoy tan feliz de ver tus ojos de nuevo - intentó acercarse para abrazarla. - No te acerques ni un centímetro más. - exclamó asustada.Pablo se detuvo al borde de su c
A la mañana siguiente Julieta se levantó muy temprano, se vistió como lo hacia siempre para ir al colegio y bajó a desayunar. Todavía todos estaban dormidos. Se sentó a desayunar sola, y mientras esperaba a que todos bajaran, recordó todo el año que transcurría sin que ella pudiera detenerlo, le vinieron a la mente imágenes del colegio. Le molestaba mucho tener que volver, realmente no tenía ningún amigo que valiera completamente la pena. Le hastiaba tener que ver de nuevo a las monjas que no hacían más que meterse en su vida y fastidiarla.En el colegio todo fue peor de lo que se había imaginado. El grupo de chicas esnobs de su clase se la pasó burlando de ella por causa de su accidente y por la escuela había corrido el rumor de su escapada nocturna con Pablo y que luego este la había dejado por su hermana. Julieta volvió llorando a su casa. No tenía ni idea de cómo se había corrido el rumor, los únicos que sabían de lo que pasó eran ella y Pablo. - ¡Hija! ¿Por qué lloras? ¿Qué te s
A la mañana siguiente, se despertó temprano como siempre, al salir el sol. Se restregó los ojos y se estiró dulcemente en la cama. Pero no se levantó enseguida, se quedó remoloneando un momento más, observando los rayos tímidos de sol que entraban ya por la ventana que tenía a su izquierda. Una corriente de aire con olor a primavera ingresó por la ventana, haciendo ondear las cortinas blancas de gasa. El invierno ya estaba en el olvido. Ahora estaba llegando el reino de las flores. Era su estación preferida. Adoraba las flores. Sonrió. Era una mañana simplemente hermosa. Se levantó y se puso las pantuflas, fue al baño y se lavó la cara. Se cepillo los dientes e intento arreglar un poco su larga cabellera ensortijada. Imposible, se notaban las secuelas de haber dormido con el pelo mojado. Lo tenía sumamente hinchado. Desistió de la idea, le gustaba mejor así. Largo, rebelde e imposible de peinar. Y así como estaba, en medias y pantuflas y con pantalones cortos y camiseta, bajo a desay
Entró corriendo a su habitación y cerró la puerta despacio. Estaba segura que su hermana no la había visto. Cuando aseguro la puerta se recostó por esta y dio rienda suelta a su tristeza. Había dicho que no dejaría que le afecte. Entonces ¿Por qué le afectaba tanto? ¿Por qué le causaba ese daño? ¿Qué le había hecho? Se quedó allí, sentada en el piso de su habitación llorando por un momento. Hasta que decidió dejar de hacerlo. Había visto a la madre de Pablo mirando por la ventana y no pudo más que actuar rápido. Necesitaba salir de ahí porque tenía miedo de poner la vida de Juliana en riesgo y la de él también. Se dirigió al tocador y se lavó la cara. Se dirigió al armario y cogió lo primero que encontró. Unos jeans, una de sus remeras favoritas y eligió unas zapatillas deportivas especialmente cómodas. Tomó una de sus carteras cruzadas y la cargo de lo esencial; unas hebillas por si le molestaba el pelo, una pequeña libreta y una lapicera, siempre estaba preparada, porque la inspirac
Eran cerca de las siete de la tarde cuando regresó a su casa luego de uno de esos días en los que salía a recorrer la ciudad sola. Era como una rutina que adquirió y que no la rompía desde hace casi dos meses, desde que salió sola por primera vez. Estaba agotadisima y demasiado feliz que todos sus problemas pasaron a un segundo plano, al menos por el momento. Había recorrido casi toda la ciudad a pie. Quería disfrutar de esa ciudad. Y así lo hizo.Y hoy fue la última vez. Pero ahora la felicidad la embargaba de sobremanera, en unos días estaría fuera de ese lugar, disfrutando de la vida junto a su padre. Olvidándose de todas las amarguras que conoció dentro de esa casa.Se dirigió a la puerta de la cocina, no quería entrar por la puerta principal. Se escabulliría sin que nadie la viera, como el fantasma en el que se estaba convirtiendo. Sabía que probablemente Janna estaría en la cocina. Pero era preferible encontrarse con ella que con otras personas que habitaban la casa o que la visi
Verla así. En toalla y con gotitas rodando por su piel pálida lo enloqueció. No esperaba que saliera así, esperaba que por lo menos estuviera más cubierta, una bata tal vez. No supo qué hacer. No tenía el cuerpo de una mujer, aun, pero la toalla dejaba ver aspectos de su cuerpo que se estaban formando. Todavía era una niña, igual que él. Sin embargo, el amor que sentía superaba su edad. Había planeado lo que le iba a decir, pero al tenerla enfrente, todas las palabras se esfumaron y en lo único que podía pensar era en saltar la cama que los separaba y besarla como nunca antes. Pero sus piernas no reaccionaron. Y ella estaba allí, tan cerca, pero a la vez tan lejos. Pudo notar la tristeza que la rodeaba, y estar con la cara lavada dejaba ver unas ligeras manchas oscuras por debajo de sus ojos. Esos ojos tan hermosos color esmeralda. Una punzada de culpa clavó su corazón, seguro no podía dormir bien por causa suya. Sin querer había lastimado a la niña que amaba. Esa niña que le había ens
Las olas acarician con ternura la suave arena de la playa, que está completamente desierta. Se puede oír el suave murmullo de las ondas del mar suspirar contra la orilla, como un eterno poema de amor. El sol se está retirando, una vez más, para dar lugar a la luna, concejera triste que llega acompañada de su negro manto para cubrir todo con su tristeza.Una pálida figura yace parada en medio de la playa. Esta sola, y muy quieta, como expectante. Las rocas detrás de ella le dan un aspecto sombrío y melancólico a la escena. Cada tanto, el ruido de algún coche doblar la peligrosa curva más arriba de los acantilados, rompe el tranquilo silencio de la playa.Repentinamente, ella se arrodilla y queda allí, de cara al mar, de cara al sol agonizante. Un viento frío le despeina el cabello ondulado. Ella no siente nada, su mirada está perdida en el sol. Su rostro, manchado con algun
7 años antesEra de mañana bien temprano, y Julieta estaba frente al espejo cuerpo entero que había en su habitación, preparándose para el colegio. Se estaba arreglando el pelo cuando Janna la llamo.- Niñas apúrense a bajar, se les va a hacer tarde para desayunar- Ya voy Janna-respondió Julieta, que esa mañana había madrugado.Luego de unos segundos Julieta y Jessica corrieron escalera abajo en dirección a la cocina para tomar el desayuno.- Felicidades mi niña, ¿Cómo amaneciste hoy?- interrogó Janna, mientras le entregaba un paquete.- Gracias Janna. Casi no pude pegar un ojo de la emoción que llegara este día, ¡ya tengo 15 años! ¡Ahora falta solamente un año para cumplir 16 y poder pedir mi licencia de conducir! ¡Un año!-exclamó Julieta mientras cog&