PRIMERA CITA

BREEN

Amina se encontraba frente a mí, con la mirada perdida y su cuerpo cubierto por sangre. Ella me pedía que la ayudara, pero yo no podía hacer nada. Mientras intentaba hacerlo, sentía cómo se le iba la vida cada vez más rápido.

Aquellos hombres se encontraban detrás de ella, tocándola mientras yo solo miraba. Trataba de moverme, pero ese hombre, me sostenía con una fuerza descomunal y me hablaba al oído. Describiéndome lo que le estaban haciendo a ella, con una risa siniestra.

—No me dejes morir —fueron sus últimas palabras, antes de cerrar los ojos para siempre.

Desperté dando un grito de agonía, con lágrimas en los ojos y completamente bañada en sudor, me senté en medio de la cama, prendí la lámpara de noche y subí mis rodillas hasta que tocaron mi pecho, mi cabeza colgaba entre ellas y abracé mis piernas con mis brazos, imágenes de aquella noche fatídica, mezcladas con el sueño que acababa de tener, no hacía más que agravar toda mi situación.

Hacía bastante tiempo, que no soñaba algo tan real, sentí como si todo volviera a repetirse, pero solamente era un sueño, como muchos otros que ya había tenido.

Miré el reloj, eran las seis de la mañana. Como ya no podría dormir, decidí que lo mejor sería levantarme y darme una ducha; necesitaba lavar mi cuerpo, esa era la única forma de deshacerme de este malestar. Cada vez que tenía estas pesadillas, era la única manera de sentirme limpia.

Hace cuatro años que había salido de la casa de mis padres, ellos jamás se opusieron a que siguiera viviendo con ellos, pero el seguir ahí; en la misma casa, era el constante recordatorio de lo que había vivido hace, ya, diez años. Ver sus caras de preocupación, arrepentimiento y frustración cada vez que tenía una pesadilla, por no haberme podido ayudar aquella noche, en verdad que era horrible.

Ya no podía seguir soportándolo más, seguía teniendo las mismas pesadillas una y otra vez y aunque no eran tan constantes, por lo menos, nadie tenía que levantarse a mitad de la noche a consolarme y al siguiente día, soportar su mirada llena de interrogantes.

Además, hace más de un año conocí a un hombre llamado Randy Montgomery. A primera vista parecía ser el típico hombre que se cree que con una simple sonrisa caería rendida a sus pies, pero la realidad fue muy distinta, no era para nada lo que yo creía.

Randy es un hombre centrado, es cálido con las personas, es ordenado y muy trabajador, aunque también puede llegar a ser muy molesto, recuerdo la primera vez que nos vimos, no dejaba de verme y sonreír, yo por mi parte no podía sostenerle la mirada, lo que me sucedió me dejó marcada para toda la vida.

Recuerdo que estaba comiendo en un restaurante con mi hermana Madison, quien, para ese entonces, estaba próxima a entrar a la universidad.

Dos años antes…

—¿Te has dado cuenta de cómo te está mirando ese hombre? Te está comiendo con la mirada —se notaba el interés, no había por qué decirlo en voz alta y con esa sonrisa que me ponía los pelos de punta—. ¿Por qué no le sonríes? —frunció el entrecejo cuando noto mi cara de fastidio.

—Madi, sabes lo que pienso sobre conocer a… hombres —giré mi cara para mirarlo y ponerle los ojos en blanco, quería que notara mi desinterés hacia su persona, además se notaba a leguas que era un jodido mujeriego— ¡por dios Madison! —repliqué, al ver su entusiasmo —, ¿ya lo viste?, seguramente ha de andar de cama en cama.

De pronto Madi comenzó a reírse, yo no le veía la gracia y miró hacia dónde el hombre ese estaba.

—¡Viene para acá! —, habló entre dientes, pero con entusiasmo, mientras yo solo quería pensar que estaba bromeando—. Por favor, no le hagas el feo, y date la oportunidad de conocerlo, quiero sobrinos —farfullo, antes de que él la llegara a escuchar.

—Pues pídeselos a Adam —ya me había cansado de su actitud, estaba a punto de pararme e irme de ahí, pero me detuve al ver a quien tenía frente a mí, entonces sonrió.

—¿Ya te vas? Creí haberlas visto llegar hace poco —no trató de tomarme de la mano, ni acercarse, y eso lo agradecí enormemente; Madi, al notar que no pensaba abrir la boca, contestó por mí.

—Mi hermana solo se dirigía hacia el baño, ¿no es así, Breen? —¡Maldita, mocosa!, pero esta me la pagaría con creces, solo afirmé con la cabeza, con una leve sonrisa en el rostro.

—¿Les puedo invitar la comida? —me preguntó a mí, pero pareciera como si estuviera hablando con la tonta de mi hermana.

—Claro, ¿por qué no te sientas con nosotras y nos acompañas? —Me observó como esperando a que yo tomara asiento; sin embargo, me disculpé y me fui directo al baño.

Gracias a Dios que se encontraban vacíos, pude refrescarme y pensar mejor las cosas. Entonces la puerta se abrió y una Madi muy risueña entró dando saltitos, la fulminé con la mirada y se detuvo.

—¿Se puede saber quién te crees para responder por mí? Si tantas ganas tienes de conocerlo, pues quédate tú con él —grité. Me importaba un carajo si las personas escuchaban mis quejas.

—¿Te puedes calmar y bajarle dos rayitas a tu volumen? No estoy sorda, puedo escuchar perfectamente —, resoplé, primero me enjareta a un hombre al que no tengo nada de ganas de conocer y después se hace la ofendida.

Ambas nos quedamos mirando durante un largo rato, hasta que ella se atrevió a hablar primero.

—Breen, por favor —rogó —, no es como si te fueras a casar con él ahora mismo —habló tranquilamente— solo quiero que te des la oportunidad de conocer a alguien, no se ve mala persona, ni siquiera te tocó, supongo que le das miedo —se burló, la muy tonta.

—¡Cállate, Madison!, además ¿qué te hace creer que yo quiero conocer a alguien?

—Únicamente dale una oportunidad, si no te gusta, pues entonces lo mandas a volar y listo —era tan fácil decirlo, aunque en algo tengo que darle la razón, quizá necesitaba empezar a confiar en los hombres, está de más decir que en los únicos hombres en quienes confío son mi padre y mi hermano.

—¡Está bien! —puse los ojos en blanco— nada más lo haré por esta vez, y no quiero que te emociones, ¿de acuerdo?, y por favor, déjame hablar a mí.

—Lo haré, lo prometo.

Ambas salimos del sanitario y nos dirigimos a la mesa donde nos encontrábamos sentadas y donde ahora se encontraba un tipo extraño, aunque de buen ver.

—Lo siento —se encontraba mirado su celular, así que para llamar su atención hable mirándolo a los ojos y sonrió, tengo que admitir que tenía una sonrisa bonita y coqueta.

—No te preocupes —su voz me gustó y tomé asiento— supongo que no todos los días se acerca a ti un desconocido para intentar llamar tu atención.

—Supones bien —en algo debía darle la razón, todos los que intentaban acercarse a mí, salían huyendo mucho antes de realmente conocerme, o los cortaba de tajo, no soportaba a los hombres que solo se me acercaban para intentar llevarme a la cama, sobre todo porque jamás lo lograrían.

Se presentó, con el nombre de Randy Montgomery, no sabía de donde había escuchado su nombre, pero me sonaba de algún lado; hasta que lo hice, era dueño de las empresas Montgomery, las que se dedicaban a la fabricación y exportación de muebles de lujo.

Estuvimos platicando durante una hora con él, aunque Madison se quedó a mi lado, por fin dejo de responder por mí, aunque cada tanto la incluía en la plática y no la hacía sentir menos. Más tarde recibió una llamada y tuvo que dejarnos, se ofreció a pagar la cuenta, pero me negué, me dejó su tarjeta para que lo pudiera llamar en alguna otra ocasión y nos despedimos.

Me dio la mano y, en cuanto lo toqué, mi piel se erizó. No sabía si eso era algo bueno o algo malo, pero lo achaqué a que quizá no había tenido ningún tipo de contacto con hombres fuera de mi familia.

—¿Lo ves? No perdiste nada por conocerlo, se nota que tiene clase, pero, sobre todo, se ve que te quiere conocer, ¿lo llamarás? —miré hacia la salida, vi a Randy subir a su auto y por fin le dirigí una mirada a Madi.

—No lo sé, Mad, creo que es demasiado bueno para ser cierto —comenzó a negar.

—Si no te das la oportunidad de conocerlo, nunca lo sabrás —espeto—. Deja que pasen algunos días y te comunicas con él, hazlo por mí, ¿quieres? Ya te dije que quiero sobrinos que consentir y malcriar.

—Y yo ya te había explicado que se los pidas a Adam, es el prostituto de la familia, supongo que algún día llegará con la noticia de que será padre.

—Es un puto, más no un descuidado, él menos que nadie quiere familia, ya lo conoces, les tiene pavor a los niños.

—¿Y qué te hace creer que yo sí quiero tener hijos?

—Lo sé por qué te he visto cómo miras a los pequeños en el colegio, no soy tonta, Breen, tengo ojos.

Me quedé callada, porque en cierta parte tenía razón, quería formar mi propia familia, pero me daba pavor conocer a la parte que tenía que poner la semilla en mí, para que la magia sucediera.

Pasé a dejar a Madi a casa de mis padres, y yo me dirigí a mi departamento, como hoy no tenía más clases, pues podía irme a descansar, ya que me había despertado muy temprano ese día, solo esperaba poder conciliar el sueño, sin ningún tipo de pesadilla, nuevamente.

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