Han pasado tres días desde el funeral del viejo doctor.
Dmitry se encuentra sentado en su antigua oficina, un espacio que rara vez alguien más había visto, un santuario silencioso en el ala más apartada de la hacienda.
A esas horas, las sombras de la noche se adueñan del lugar, solo rota por la tenue luz de un pequeño aplique en la pared, que apenas permitía distinguir los contornos de los muebles en la habitación.
Frente a él, en el desgastado escritorio de madera oscura, se hallaba una fotografía, pequeña pero poderosa, enmarcada en oro.
La imagen capturaba el momento de una risa abierta y despreocupada; Anastasia Ivanova sonreía con el sol de Italia iluminando su rostro, con ese brillo en sus ojos que siempre se había mostrado tan inalcanzable para él.
Dmitry toma un trago de vaso whiskey, sintiendo el calor lento que recorre su garganta, pero que no logra disipar del todo el peso de su soledad.
El recuerdo de la mirada de la viuda Volkova vuelve a él, y aunque puede que sus ideas sean un absurdo, puede jurar que, por un momento, esa mirada tuvo el mismo destello que siempre vio en la de Anastasia.
Dejando salir un suspiro, se recuesta en la silla y se permite, como en muchas otras ocasiones, perderse en el recuerdo de ella.
Aquella foto, tomada en un viaje a Florencia que había hecho con su padre hacía años, era uno de sus secretos más íntimos.
Se la había hecho llegar alguien de su confianza, y él la había guardado como una reliquia, una verdad a medias de un amor que nunca había llegado a confesarse.
La amaba en silencio.
Anastasia era para él un sueño roto, algo que siempre había estado allí, pero que jamás había podido tocar.
Ella pertenecía a un mundo diferente, uno lleno de luz y bondad, y él... él vivía en las sombras, en el peligro y la deshonra constante de su propia existencia.
Cuando Nikolay hizo público su interés por ella, Dmitry sintió su mundo derrumbarse, y la envidia y el dolor se enredaron en su pecho, hasta unirse al odio que sentía hacia él, un maldito infeliz que nunca había sido digno de ella.
—Ese bastardo nunca la mereció—, murmuró con amargura, recordando cómo Anastasia sonreía brillantemente al ir de brazo con él.
Al regresar en sus recuerdos y ver como Anastasia y Nikolay habían posado como la pareja perfecta frente al altar, mientras él, apartado y oculto, lo observaba todo en silencio, sintiendo una impotencia desgarradora.
Dmitry no puede evitar preguntarse si ella alguna vez había notado su presencia a su alrededor, o si él había sido, para ella, solo una sombra entre la multitud, un ser despreciable como lo era para el resto.
Abriendo sus ojos, da un nuevo y pesado suspiro mientras baja la mirada hacia la foto, sus ojos ahora oscurecidos por una nostalgia profunda.
Recordó los últimos días antes de que todo ocurriera. Recordó haber visto a Anastasia feliz durante su prueba de vestido, la conversación que él mismo sostuvo con su padre, un hombre estricto, pero no por ello menos justo. Recuerda las palabras de Kaesar y las preocupaciones que tenía en referencia a la boda y el trabajo que le pidió realizara para él.
Pero jamás se habría imaginado lo que ocurriría después: aquella brutal escena en la iglesia, el cuerpo sin vida de Kaesar Ivanov, y Anastasia, en el centro de la tragedia, acusada de asesinato.
La idea misma le producía un nudo en el estómago, porque Dmitry sabía que ella era inocente, que jamás sería capaz de algo tan horrible. Pero también siente la impotencia de no haber podido hacer nada por probar su inocencia.
Siente la punzada de odio al recordar cómo la sociedad, la prensa, y sobre todo Nikolay, aquel maldito que prometió protegerla, se volvieron en su contra sin dudar.
Lo que más lo hirió fue el silencio de Nikolay en el juicio, cuando pudo haber hablado para salvarla y, en su lugar, reforzó las acusaciones.
Verla condenada a cadena perpetua es el golpe del que no se recuperaría jamás, así como el haberse enterado de su estado de gestación en prisión, y el anuncio de su muerte unos meses después de dar a luz fue la estocada final.
La única mujer que había amado, y a la que siempre había protegido desde las sombras, había sido destruida, injustamente, irremediablemente.
Nadie le creyó, nadie intentó siquiera salvarla.
El vaso de whiskey tintinea en su mano cuando el pensamiento se vuelve insoportable.
Da un largo sorbo y aparta la mirada de la fotografía, queriendo a la vez recordar y olvidar ese dolor, ese amor imposible que había guardado durante tantos años.
Desde que era un niño, desde que ella fue la única que lo defendió cuando los demás se burlaron de él por ser un hijo bastardo...aunque con el tiempo lo olvidara.
Unos golpes suaves lo sacan de sus pensamientos. Alzando la vista, en la penumbra distingue la figura de Grigori, su más leal amigo y hombre de confianza, que aguardaba en el umbral de la puerta.
Dmitry respira profundamente, buscando calma.
—Si es algo de negocios, no estoy interesado, Grigori—, dice con un tono grave, su voz cargada aún con el peso de los recuerdos.
Grigori no se mueve, permanece en su lugar, sus manos entrelazadas al frente y la expresión cuidadosamente controlada.
Había estado junto a Dmitry en sus momentos más oscuros, sabía cuándo algo realmente podría interesarle.
—Créeme Dmitry, este negocio, es de tu total interés—, contesta finalmente, y el leve destello de algo indescifrable en sus ojos captó de inmediato la atención de su jefe.
Dmitry frunce el ceño, sintiendo una mezcla de curiosidad y desconfianza. —¿A qué te refieres? —, preguntó, ahora más alerta.
Grigori se acerca un poco, y en su voz baja y respetuosa habla con una nota de importancia que Dmitry no puede pasar por alto.
—La viuda Volkova está aquí. Quiere verte y dice que no se marchará sin hablar contigo.
El aire parece volverse pesado de golpe.
Dmitry se queda en silencio, observando a Grigori mientras su mente procesaba lo que acababa de escuchar. Volkova...
—¿La viuda Volkova? —murmura, y su mirada se perdió de nuevo en la fotografía de Anastasia, como si aquella vaga sensación de reconocimiento tomara más fuerza.
Grigori asiente, inclinando ligeramente la cabeza. —Y bien ¿qué debo decirle? ¿Qué no te interesa?
Dmitry apoyó el vaso de whiskey en el escritorio, permitiéndose un momento de pausa.
La viuda del doctor Volkov... aquel hombre que había estado buscando los últimos cuatro años después de enterarse que él fue quien atendió a Anastasia después del atentado en la cárcel, después de saber que él fue quien realmente certificó su muerte.
El mismo del que solo pudo saber su paradero una vez que ya estuvo muerto
La curiosidad comienza a despertar en Dmitry, mientras, mira a Grigori con intensidad, como si intentara leer algo entre líneas. Sin embargo, aunque no lo diga en voz alta su interés está definitivamente capturado.
¿Qué podía querer aquella viuda de él?
Es cierto que él mismo se puso a su disposición, pero la visita instantánea no la esperaba. Y entonces, una idea vaga, pero inquietante idea cruzó su mente, como un rayo de intuición que apenas puede controlar: ¿y si aquella mujer, supiera algo de lo que pasó con Anastasia?
Sin perder un segundo más, Dmitry toma el vaso de whiskey de nuevo y da un último trago. Colocándose de pie, se ajustó el traje y asiente a Grigori, indicando que atenderá a la mujer.
༺ ༻
༺ ༻
༺ ༻
Inna observa los detalles de la sala con marcado interés, deteniéndose en un cuadro que adorna el centro de la estancia sobre la chimenea, en el mismo se puede ver a Grigori sonriendo feliz mientras en sus brazos sostiene a una hermosa niña, misma que viste un vestido de encajes que por un momento le recuerdan al hermoso vestido blanco de Scarlett O´hara, cuando detalla cada rasgo de la pequeña en la pintura, Inna puede sentir como su pecho se llena de una repentina tibieza, y dulzura, que le hacen sentir añoranza, pero no una vacía como la de los últimos 6 años, no, esta es diferencia, es como el anhelo satisfecho, como una espera que llega a su final.
—Señora Volkova—, dice una voz a sus espaldas, misma que la regresa a la realidad.
Al volverse buscando el origen de la voz, se encuentra con la presencia de Dmitry quien se encuentra en la puerta de la estancia. Y aunque en un principio llegó con total seguridad, hay algo en los ojos del hombre que no deja de observarla con intensidad
—Inna, por favor —pide buscando recuperar su seguridad—. Si no le molesta, claro está.
—Claro que no—asegura mientras termina de entrar en la sala y con un gesto de su mano le indica que tome asiento—, será todo un placer en realidad.
Una vez que llega junto a Inna, toma asiento en el sofá frente a ella.
—Bien ¿a qué se debe el placer de su visita? —, pregunta, sus palabras cuidadosas y medidas. Por alguna razón, aun cuando ella no dice nada, por primera vez en mucho tiempo, algo dentro de él, le hace sentir que el suelo bajo sus pies podría volverse inestable.
Por su parte, Inna guarda un momento de silencio, pensando bien en sus próximas palabras, y aun cuando piensa en todas las formas en las que puede abordar la situación, prefiere ser directa.
—Mi esposo tenía algunos asuntos pendientes en este pueblo, y me gustaría resolver todos esos cabos sueltos antes de marcharme— dice sin rodeo alguno.
Dmitry la escucha y no tiene problema en dejar que la confusión se haga presente en su rostro.
—¿Y cómo podría yo ayudar con eso? —pregunta mientras fija su mirada en ella—. Y más importante aún, ¿qué ganaría yo con ello?
—Ver destruido a Nikolay Morozov…
༺ ༻
༺ ༻
༺ ༻
Al bajar del caballo, Inna le entrega la fusta a uno de los hombres que se apresura en ayudarla, sus pasos comienzan a resonar por el pasillo mientras camina al interior de la casa. No había logrado dormir en toda la noche, así que pensó que ir a cabalgar la ayudaría a distraer sus ideas, en el pasado aquella había sido su mejor distracción, pero ahora había sido totalmente inútil.Al entrar en la sala de la casa, camina hacia la barra, toma un vaso y se sirve un trago de whiskey el cual bebe de una sola toma. Al dejar el vaso sobre la barra, suspira pesadamente mientras la conversación sostenida con Dmitry vuelve a su cabeza.༻ ༺༻ ༺El silencio se hace presente en la sala tras las palabras pronunciadas por la pelinegra.Inna mantiene la compostura, su rostro inmutable mientras observa y espera la reacción de Dmitry. Él no dice nada al principio, limitándose a mirarla con una expresión que mezcla sorpresa y desconfianza. Por un momento, el silencio de la sala se vuelve pesado,
Al llevar sus miradas a la puerta de la estancia, ambas mujeres se encuentran con la imponente figura de Dmitry en el marco de la misma. El ramo de rosas se desliza de las manos de Tania ante el miedo que la invade por la presencia de ese hombre, por otra parte, Inna y Dmitry se mantienen ajenos a los nervios de la mujer, y todo en la habitación desaparece mientras se pierden uno en la mirada del otro.Finalmente, es Dmitry quien rompe la intensidad de sus miradas y termina de ingresar totalmente en la estancia levantando un ramo de tulipanes blanco los cuales ofrece a Inna.—Acepto.Y tras esas palabras Inna gira totalmente su cuerpo, manteniendo el vaso de whiskey en sus manos y su expresión calmada, aunque sus ojos delatan una breve chispa al ver a Dmitry de pie en la puerta de la sala, sosteniendo un ramo de lirios blancos en su mano derecha.Tania, visiblemente nerviosa y apenada por su reacción, baja la mirada y se apresura a recoger el ramo de rosas con manos temblorosas, lanza
Dmitry entiende a la perfección la insinuación existente detrás de las palabras de Inna, aun cuando esta es bastante sutil, pero, contrario a lo que se esperaría, después de estas palabras, ambos se sumergen en silencio, como si las palabras de ella fuesen más pesadas de lo que se ve a simple vista.༻ ༺༻ ༺Anastasia cierra los ojos, dejando que la brisa acaricie su rostro mientras camina ente los viñedos. Siente la calidez del sol en su piel y el aroma dulce de las uvas maduras. Pero su calma es interrumpida cuando sus dedos rozan un papel viejo y arrugado que llevaba en el bolsillo de su abrigo: una carta que nunca esperó encontrar, pero que, desde el momento que llegó a sus manos dos semanas atrás, ha estado cambiando de un bolsillo a otro de su ropa.Al estar en la parte más alejada del viñedo, aquella en la que siempre se refugia, toma asiento y peina los mechones que danzan en el viento. Llevando la mano nuevamente a su bolsillo, suspira y, después de un breve titubeo, sala la c
Inna permanece inmóvil, observando a la pequeña que se aferra a Dmitry con un gesto de absoluta desesperación. Su presencia, tan vulnerable y al mismo tiempo tan inocente parece iluminar toda la estancia. Aunque intenta llamarse a la calma, su cuerpo la traiciona, y siente cómo su corazón late con fuerza, casi con dolor. Un impulso desconocido, intenso y natural, la invade: el deseo de abrazar a la niña, de protegerla de lo que sea que la haya hecho llorar de esa forma aun cuando no es ella en quien busca consuelo.—Layeska, cariño —escucha a Dmitry llamarla una vez más, pero la niña sigue aferrándose a él con todas sus fuerzas, negada a separarse de la seguridad que claramente le brinda los brazos de su padre—. Princesa, dime que es lo que pasa.Inna observa cómo Dmitry, abandona totalmente su postura fría y reservada. Su rostro se suaviza, y la manera en que acaricia el largo cabello de la niña, susurrándole palabras de consuelo, es genuina, profundamente tierna. La escena es tal, q
༻ Hacienda Romanovskaya ༺Nikolay se inclina sobre su escritorio, el reflejo de su vaso de brandy brillando bajo la tenue luz del sol que se filtra por la ventana. Frente a él, una carpeta abierta revela una serie de documentos esparcidos, cada hoja impresa con la información que solicitó sobre Inna Volkova. Su mirada recorre las páginas, estudiando cada detalle con la misma cantidad de interés y frustración.Se ha acostumbrado a manejar a las personas, a manipular sus vidas como piezas de un tablero, y esperaba encontrar en esos documentos la forma de hacerlo también con Inna. Sin embargo, la información que tiene ante sí es sorprendentemente escasa, lo que lo incomoda. Para alguien con sus recursos, y acostumbrado a estar en un pueblo donde se conoce hasta el último chisme de cada residente, resulta casi absurdo que la información sobre una mujer como Inna sea tan limitada.Nikolay frunce el ceño, pasando los dedos por una fotografía de ella, una imagen reciente en la que aparece al
༺ Abrau-Dyurso / Rusia. ༻ ༻ Siete Años Atrás. ༺ ¿Cómo es que todo esto había podido pasar? Anastasia apenas siente el frío metal de las esposas rodeando sus muñecas. Las luces de los flashes la ciegan una y otra vez, pero no de la manera que ella lo había soñado. El vestido de encaje blanco que eligió con tanto cuidado, que debía ser el símbolo de su felicidad, ahora está cubierto de manchas intensamente rojas. La sangre, la misma sangre que cubre sus manos, tiñe de carmesí la tela inmaculada. Su mente no puede procesar lo que está sucediendo; unas horas atrás, estaba riendo, emocionada por su nueva vida, por el futuro que iba a compartir con el hombre que amaba. Ahora, todo lo que queda es el eco sordo de su respiración entrecortada, su mirada vacía y el caos a su alrededor. —¡¿Señorita Ivanova?! ¡Anastasia! —grita uno de los periodistas mientras las cámaras estallan a su alrededor, como si el horror frente a ellos fuera solo otro espectáculo para cubrir. Ellos no ven lo que ella
El sonido monótono de los ventiladores en la sala de juicio apenas es audible sobre el murmullo de los asistentes. Es el quinto día del juicio, y la tensión se vuelve cada vez mayor a medida que impregna el aire como una tormenta a punto de estallar. Anastasia está sentada en el banquillo de los acusados, sus manos frías y temblorosas descansan sobre sus rodillas, y la marca roja de las esposas marca su piel, aunque ya no las lleva puestas.El traje negro que lleva es otorgado por la prisión, su corazón duele al pensar que en esos días su madre no se ha acercado a ella, ni siquiera ha asistido a las sesiones del juicio. Eso le deja en claro que, para su madre, ella es la culpable, y esa es la única sentencia que le marca.Hoy es el último día del juicio, el día en que Nikolay testificará. El hombre al que ama, al que alcanzó a darle el sí antes de que la tormenta comenzara. El único que puede salvarla de esta pesadilla. Anastasia había esperado este momento como un quien espera un sal
༻ Siete Años Después. ༺—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? —pregunta mientras corta un trozo de la carne de su plato y la lleva a su boca.—Nuestros hombres ya confirmaron la información —responde con seguridad mientras mantiene su mirada fija en el pelinegro—. A estas horas ya el fúnebre debe estar llegando al pueblo.Tras esas palabras, el pelinegro se queda momentáneamente en silencio. Dejando de lado su plato de comida, extiende su mano y toma su copa, la observa un momento antes de dar un trago corto y degustar el sabor del vino.Cuando la noticia de que el viejo doctor había muerto, él sinceramente esperó por un momento que aquello no fuera más que un simple rumor. Por cinco largos años había estado buscando dónde se había metido aquel hombre y ahora que por fin había logrado dar con su paradero, se hallaba con la desagradable noticia de su muerte.—¿Quién queda que pueda ayudarnos a obtener la información que quiero? — pregunta de vuelta mientras extiende su mano para dej