—Esto es una broma, ¿verdad? —Dmitry cierra su laptop y la de lado mientras mira fijamente a Grigori—. No puede existir una persona con tan poca información sobre su pasado.Grigori suspira, sin inmutarse, y se acomoda mejor en la silla. Con una calma que parece burlarse de la tensión de Dmitry, responde:—No es una broma. Eso es todo lo que encontramos. Antes de su matrimonio con el doctor Volkov, no hay absolutamente nada, es caso como si esa mujer nunca hubiera existido y solo nació para casarse con el viejo doctor.Dmitry se reclina en su asiento, procesando la información con frustración y desconcierto. Su mente, sin embargo, no puede evitar volver a una posibilidad que, aunque improbable, se repite como un eco cada vez más insistente desde que vio el brillo en la mirada de Inna: ¿Y si Inna es, de alguna forma, Anastasia?Sabe que la mera idea es absurda, pero algo en su interior se resiste a dejarla ir. Cada vez que recuerda a Inna, y a pesar de las diferencias en su apariencia
El sonido grave de las campanas se eleva, llenando el aire con un eco solemne que se extiende por todo el pueblo. Inna camina despacio mientras sube las escaleras del templo. El tono bronceado de las campanas resuena dentro de ella, acompañando el ritmo presuroso de su corazón.Sabe que a esa hora la misa ha comenzado y que el templo ya debe estar lleno. Tal vez es por ello que no le sorprende estar sola al subir la escalinata.Al llegar a las puertas de la iglesia, Inna se detiene, respirando hondo, tomándose un instante para calmar su corazón y reprimir cualquier emoción que amenace con traicionarla. La última vez que estuvo allí salió como una asesina y con su corazón lleno del dolor de haber perdido a su padre.Observando las puertas de madera maciza, le parece escuchar el eco apagado de los disparos que presagiaron su desgracia. Reteniendo las lágrimas, traga el nudo en su garganta y con un suspiro casi imperceptible, alisa su vestido.Dando un paso adelante, cruza el umbral de l
—Déjame ver si entiendo…—son las palabras de Dmitry mientras observa fijamente a Inna, misma que se encuentra cómodamente sentada al otro lado de la mesa del comedor—. Quieres que me haga cargo de tu hacienda.—Así es—responde con total calma mientras pica un poco de la carne en su plato—. Yo no sé nada sobre el manejo de un lugar como este, así que terminaría causando un desastre—agrega, con todo el tono casual de quien habla del clima—, prometí que podrías quedarte la hacienda si me ayudas, así que no creo que te haga gracia quedarte con un montón de ruinas y caballos mal cuidados cuando todo termine.Dmitry se queda momentáneamente sin palabras, definitivamente esa mujer es un jodido misterio. Mientras la observa comer, no puede pasar por alto la despreocupación que Inna muestra, la forma relajada en la que come sus alimentos y como luego le sonríe, como si lo que acabara decir fuera cualquier cosa sin importancia. Sinceramente, sus acciones le hacen dudar momentáneamente de la cor
Al bajar del auto, Arman fija su mirada en el letrero que se encuentra sobre la entrada de la casona: "Centro de Cuidados Solace", un lugar que, a simple vista, parece un centro de atención para el cuidado de adultos mayores, desprende una atmósfera oscura y opresiva, misma que delata la inquietante realidad que se esconde detrás de aquellos muros.Mientras camina por los pasillos del lugar, su mirada es bañada por los tonos cálidos que cubren las paredes, tonos que no logran ocultar el frío y la falta de compasión que habita entre sus muros. Los empleados mantienen expresiones neutras y esquivas, y las miradas de los pocos pacientes que se asoman parecen vacías, como si ya hubieran abandonado toda esperanza.Al llegar a la oficina del director de la clínica, Arman siente cómo la tensión en su interior se agudiza. Sabe que, aunque el objetivo de su visita es obtener la libertad de Vera, cada paso en este lugar representa un peligro real para él. Cuando la puerta se abre y entra en la
Nikolay baja de su lujoso auto negro, ajustando la chaqueta de su traje mientras una sonrisa arrogante asoma en sus labios. En su mano izquierda, sostiene un elegante ramo de rosas rojas, cada una de las flores cuidadosamente elegida para causar una impresión inconfundible de opulencia y elegancia. Si logra causar una buena opinión en Inna y conseguir acercarse a ella, podría asegurarse una fortuna y recuperar el poder que siente que está perdiendo.Mientras observa el amplio patio de la hacienda e imagina todo lo que podría hacer en él, pero, su mirada se detiene bruscamente en el R8 blanco estacionado junto a la entrada principal, mismo que reconoce de inmediato como el auto de Dmitry. La sonrisa de Nikolay se desvanece al instante, reemplazada por una expresión de irritación que no puede disimular. No necesita pensarlo mucho para entender que la presencia de él allí no es una simple coincidencia.Nikolay apura el paso hacia la puerta principal, apretando el ramo con más fuerza de l
El sonido de las botas de Nikolay y de los tacones de Inna resuena por el suelo de los establos mientras, son seguidos de cerca por el sonido más lento, pero igual de firmes de Dmitry. La mirada de Nikolay brilla con ambición y deseo mientras recorre el lugar con Inna a su lado, manteniendo la calma en su voz y en sus gestos, aunque su mente sigue trabajando en un solo objetivo: recuperar el control sobre la situación y, si es posible, conseguirlo sobre la mujer que camina junto a él.—Los caballos son animales fascinantes, ¿no crees? —comenta mirando a Inna con una sonrisa encantadora—. Aunque si me lo permites, debo admitir que nada aquí es tan hermoso y atrapante como tú.Inna apenas contiene un suspiro de impaciencia mientras fuerza una sonrisa. La franqueza en el halago de Nikolay suena tan calculada que le es imposible sentirlo como algo genuino, en realidad nada que salga de su boca le puede sonar genuino. Sin embargo, Nikolay continúa, notando su silencio.—¿Puedo? —pregunta m
La mujer frente a ella está irreconocible. Su cabello, antes brillante, está entrecano y descuidado. Su rostro, marcado por líneas profundas que la hacen lucir más vieja de lo que debería, es claro que el tiempo y el sufrimiento conspiraron para robarle su esencia. Sin embargo, esos ojos, aunque apagados, son inconfundibles. Son los ojos bañados de amor de su madre. —Anastasia… mi Anastasia… Inna se queda inmóvil, su cuerpo rígido mientras las palabras de Vera resuenan en la sala, cargadas de duda y anhelo. El tono entrecortado de su madre perfora cada una de las defensas que ha construido con tanto esfuerzo. Siente un torrente de emociones arremolinarse en su pecho: felicidad al escuchar su nombre en los labios de Vera después de tantos años, tristeza por la fragilidad evidente en su voz, y miedo, un miedo paralizante que la hace dudar si acercarse a ella o no. Inna da un paso hacia adelante, el impulso de abrazar a su madre es demasiado fuerte como para resistirlo por mucho tiem
La atmósfera dentro de la sala es asfixiante, el aire mismo se encuentra impregnado de la rabia que emana del rubio. Desde el estudio, los gritos de frustración de Nikolay resuenan por toda la casa, acompañados por el ruido de un vaso que se estrella contra la pared. Los fragmentos de vidrio caen al suelo como un eco de su ira, y un espeso silencio le sigue, interrumpido solo por su respiración agitada. En la sala contigua, Lena se encuentra recostada en una silla con su copa de vino en la mano, su mirada puesta en la puerta del estudio con total desdén. Conociendo a Nikolay tan bien como lo hace, no necesita preguntarle qué ocurre; está claro que algo en sus planes no salió como esperaba. Para un hombre como él, tan fuertemente obsesionado con el control, muy rara vez soporta cuando las cosas no se desarrollan exactamente como él las ha planeado. —Maldito seas, Dmitry —escupe Nikolay desde el estudio, su voz cargada de rabia. Lena alza una ceja al escuchar el nombre del peline