El sonido de las botas de Nikolay y de los tacones de Inna resuena por el suelo de los establos mientras, son seguidos de cerca por el sonido más lento, pero igual de firmes de Dmitry. La mirada de Nikolay brilla con ambición y deseo mientras recorre el lugar con Inna a su lado, manteniendo la calma en su voz y en sus gestos, aunque su mente sigue trabajando en un solo objetivo: recuperar el control sobre la situación y, si es posible, conseguirlo sobre la mujer que camina junto a él.—Los caballos son animales fascinantes, ¿no crees? —comenta mirando a Inna con una sonrisa encantadora—. Aunque si me lo permites, debo admitir que nada aquí es tan hermoso y atrapante como tú.Inna apenas contiene un suspiro de impaciencia mientras fuerza una sonrisa. La franqueza en el halago de Nikolay suena tan calculada que le es imposible sentirlo como algo genuino, en realidad nada que salga de su boca le puede sonar genuino. Sin embargo, Nikolay continúa, notando su silencio.—¿Puedo? —pregunta m
La mujer frente a ella está irreconocible. Su cabello, antes brillante, está entrecano y descuidado. Su rostro, marcado por líneas profundas que la hacen lucir más vieja de lo que debería, es claro que el tiempo y el sufrimiento conspiraron para robarle su esencia. Sin embargo, esos ojos, aunque apagados, son inconfundibles. Son los ojos bañados de amor de su madre. —Anastasia… mi Anastasia… Inna se queda inmóvil, su cuerpo rígido mientras las palabras de Vera resuenan en la sala, cargadas de duda y anhelo. El tono entrecortado de su madre perfora cada una de las defensas que ha construido con tanto esfuerzo. Siente un torrente de emociones arremolinarse en su pecho: felicidad al escuchar su nombre en los labios de Vera después de tantos años, tristeza por la fragilidad evidente en su voz, y miedo, un miedo paralizante que la hace dudar si acercarse a ella o no. Inna da un paso hacia adelante, el impulso de abrazar a su madre es demasiado fuerte como para resistirlo por mucho tiem
La atmósfera dentro de la sala es asfixiante, el aire mismo se encuentra impregnado de la rabia que emana del rubio. Desde el estudio, los gritos de frustración de Nikolay resuenan por toda la casa, acompañados por el ruido de un vaso que se estrella contra la pared. Los fragmentos de vidrio caen al suelo como un eco de su ira, y un espeso silencio le sigue, interrumpido solo por su respiración agitada. En la sala contigua, Lena se encuentra recostada en una silla con su copa de vino en la mano, su mirada puesta en la puerta del estudio con total desdén. Conociendo a Nikolay tan bien como lo hace, no necesita preguntarle qué ocurre; está claro que algo en sus planes no salió como esperaba. Para un hombre como él, tan fuertemente obsesionado con el control, muy rara vez soporta cuando las cosas no se desarrollan exactamente como él las ha planeado. —Maldito seas, Dmitry —escupe Nikolay desde el estudio, su voz cargada de rabia. Lena alza una ceja al escuchar el nombre del peline
Al entrar en su casa, Dmitry cierra la puerta con un gesto seco, dejando atrás el peso del día. A esa hora, los últimos rayos del sol se filtran por el ventanal principal llenando la estancia de una tibieza etérea. La soledad de la estancia le envuelve como un manto reconfortante mientras afloja la corbata que le aprieta el cuello. El silencio del lugar solo es interrumpido por el leve eco de sus pasos sobre el suelo de madera. Al dejarse caer en el sofá, un suspiro profundo escapa de sus labios, apoyando los codos en las rodillas cubre su rostro con las manos.Durante unos instantes, se permite dejar de lado su fachada imperturbable. En la privacidad de esa sala no hay ojos juzgándolo ni enemigos acechando, Dmitry se pierde en sus pensamientos, una maraña de emociones y recuerdos que se entrelazan y lo confunden. Su mente lo lleva de vuelta a ese momento en la hacienda de Inna, al instante en que sus miradas se cruzaron. Fue apenas un segundo, un instante fugaz, pero para Dmitry se
Para Inna, los minutos se sienten como horas mientras ella da vueltas alrededor de la sala, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Su respiración es irregular, y cada tanto se detiene frente a la puerta de la habitación donde el doctor está revisando a Vera, como si con solo observarla pudiera acelerar el tiempo. Pero nada sucede.Retomando sus vueltas por las salas, el sonido de sus propios pasos sobre el suelo parece ser el único acompañante a su creciente ansiedad. Tomando asiento en el sofá rojo frente a la puerta, no evitar repasar mentalmente todo lo que ha sucedido. El estado tan débil en que se encuentra la mente de su madre, su mirada perdida y su cuerpo frágil, la forma en que el brillo de su mirada se vació… Cada pensamiento es como un peso que aplasta su pecho, pero trata de mantener la compostura. Finalmente, después de lo que parece una eternidad, el doctor abre la puerta de la habitación. Inna se apresura a levantar y se acerca rápidamente, casi tropezando con su
La tarde es fresca, y una ligera brisa hace que las hojas de los árboles cercanos al lago se agiten suavemente, el invierno se acerca, y el frío presente en la brisa hace notar el cambio. A primera hora del día, se había tenido que encargar de todo lo relacionado con el traslado de su madre a la clínica en la capital, fue difícil tener que verla partir cuando apenas si la había recuperado el día anterior, pero si las palabras del doctor eran ciertas, entonces no quería perder tiempo en ponerla a resguardo y con el tratamiento necesario, luego tendrían todo el tiempo del mundo para estar juntas.Con las manos en los bolsillos de su abrigo, Inna camina despacio por la orilla del lago, tratando de encontrar algo de calma en el sonido del agua y el entorno tranquilo. El lago siempre había sido un refugio para ella, desde niña le gustaba escapar de la hacienda e ir allí para ordenar sus pensamientos y encontrar claridad. Pero esta vez, su mente sigue intranquila, incapaz de dejar de lado l
Inna se encuentra sentada en el porche trasero de la casa, desde su puesto pueden observar el bosque que se abre paso al final de los linderos de la hacienda. El relincho de los caballos llega hasta ella y la hace fijase en el redondel donde se encuentra un hermoso alazán corriendo en torno a este.Inna no puede negar la paz y la belleza que esa imagen le transmite, pero también es cierto que aquel le sigue siendo un mundo totalmente desconocido, ella creció entre viñedos y alambiques, nunca esperó tener que aprender sobre caballos.—Ya está todo listo para el traslado de Vera —dice Arman con voz calmada mientras se acerca a ella. Aunque su tono muestra cierta preocupación. Inna lo mira un momento y solo asiente lentamente, cruzando las manos en su regazo mientras regresa su mirada al redondel al tiempo que se recuesta en el sillón. —¿Estás segura de que quieres enviarla tan lejos? —pregunta él, tomando asiento frente a ella—. Hay otras opciones más cercanas, lugares donde todavía p
—¿Interrumpo algo? —pregunta, su voz baja pero cargada de intención. Aquella voz hace que tanto Inna como Arman levanten su mirada, fijándola en el recién llegado. Dmitry se encuentra de pie en la entrada de la estancia, en compañía de Tania, misma que parece un cachorro asustado al tener que estar junto al pelinegro. Su figura pequeña contrasta con la imponente de Dmitry, mismo que tiene una expresión seria, como siempre.Cuando sus miradas se encuentran, Inna se pone de pie de inmediato, apartándose ligeramente de Arman en un gesto instintivo. Arman, por su parte, permanece tranquilo, observando a Dmitry con una mirada tranquila, misma que oculta sus nervios ante la presencia del hombre. Inna se esfuerza por recuperar la compostura, aunque su llegada la ha tomado por sorpresa. —Dmitry… —dice, intentando disimular sus nervios—. No esperaba verte. ¿Ha pasado algo? Dmitry da un par de pasos más dentro de la sala y extiende sus manos, mismas en las que se encuentra una caja la cual