Capítulo 37
Lenis se había colocado una bata corta de dormir color dorado y se había calzado sus pantuflas de gamuza que ya comenzaba a amar.

Empujó lentamente la puerta del despacho de George. Ya estaba entreabierta y supo que él había regresado allí.

El abogado aún no se había colocado su pijama, que generalmente consistía solamente en un pantalón de cordón en la parte frontal de la cintura. En cambio, seguía con sus prendas del trabajo, con solo el pantalón y la camisa blanca.

Iba descalzo, estaba sentado en una de las sillas de invitados, de espalda a la entrada, con un vaso de whisky en la mano, escuchando una canción. Lenis no podía saber si tenía los ojos abiertos o cerrados, mucho menos su expresión, pero su cuerpo daba lectura a una severa concentración, tensión casi, y se preguntó si tenía tiempo bebiendo. Durante la ducha que ella había tomado, no pudo saberlo.

Tocó la puerta abierta con sus nudillos.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó a él.

George se volteó y le sonrió. Lenis, en
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