Capítulo 42
Unos brazos fuertes cubrían a Lenis desde atrás. George y ella estaban acostados en el suelo en medio de la sala de estar del apartamento del abogado, justo en frente de las puertas de la terraza.

El aire acondicionado estaba apagado, por lo que George abrió las corredizas de vidrio colocándolas de par en par para dejar entrar el viento de la tarde, uno que describía un excelente clima que un piso diez y el comienzo del tercer trimestre del año le regalaba a la ciudad, sobre todo en esa parte, la cual era el pulmón de la metrópolis donde ambos hacían vida.

Ellos habían decidido no hacer nada más que venerarse los cuerpos, las mentes, y sin quererlo de tajo, pero siendo plenamente conscientes, venerarse el corazón.

Ambos estaban desnudos, arropados hasta la cintura con una de las sábanas color verde agua que George guardaba en una de las gavetas de su habitación. El abogado había arrimado los sillones, despejando el área, pero había recostado su espalda en los asientos del mueble de
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