La súplica de Amina

Después de la sangrienta pelea con los Yakuza, Nathaniel, pensó que se podría relajar un poco cuidando de sus hijos, pero era obvio que se había equivocado, no sabía con pero se le había colado hasta la habitación de los trillizos, ese bastardo de Borjad, el imbecil se pensaba que podía venir a Grecia, como si nada a pesar de estar amenazado de muerte si volvía

¿Qué demonios haces aqui, ruso? ¡no creas ni por un momento que voy a permitir que te lleves a ninguno de mis cinco hijos, primero te mato¡

— Wow, ¿qué...? ¿cinco hijos? debes estar bromeando, ¿cierto? — Lenín, no le había contado a su amigo nada de los esposos Diamantis, eso para que no se volviera a obsesionar dónde no debía, era por eso que él mafioso ruso no sabía de la existencia de los trillizos, el ruso levantó la mirada y vió a los tres bebés

— ¿Estos niños son tuyos...?

— ¡Y de Romina, tuvimos unos bellos trillizos! pero me has contestado, ¿qué rayos estás haciendo aquí, si sabías que si pasabas Grecia, iba
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