EMMA.
Arreglé mi uniforme viejo y miré mis zapatos de tacón. Después de esto necesitaba un cambio porque ahora de cierta forma estaba viendo otra realidad, y no me gustaba para nada.
Volví a hacer mi coleta y escuché el tintineo del ascensor, para bajarme en el piso que había marcado.
—Soy Emma Johnson… me han solicitado.
—Claro… —la chica me pidió un minuto y luego descolgó su teléfono—. ¿Puedes esperar cinco minutos? El señor Smith la atenderá en un momento.
—Por supuesto… —me sentí en una de las sillas que había en la sala de espera, y luego admiré todo el piso.
Parecía que a medida que se subía todo era más elegante, y aunque no planeaba ver las revistas, no pude evitar tomar una cuando vi alguna propaganda de Musk Inc. en la portada.
Allí se hablaba de innovaciones tecnológicas grandes, y el desarrollo millonario que la empresa había tenido en los últimos años. También se hablaba de un director general, y un jefe absoluto que era la mente brillante del asunto.
Estaba por leer una cierta entrevista cuando la recepcionista dijo mi nombre.
—Señorita Johnson… el señor Smith la espera…
Dejé la revista en el puesto y luego seguí la indicación que la mujer me dio de la oficina. No fue difícil encontrarla al ver el nombre de este allí en la puerta, y planchando mi falda, me apresuré en tocar suavemente.
—Buenos días… —me anuncié, a lo que la silla del hombre se giró.
Este era un hombre robusto de unos 45 años, con algunas canas en la sien, y que me indicó que me sentara.
—Por favor…, rellene esto… —y me sentí perdida cuando me pasó una tableta digital donde debía rellenar algunos cuadros.
—Disculpe… estoy algo perdida. Yo…
—¿Ha llenado la solicitud, no es así? —parpadeé varias veces. No solía ser tonta, ni lenta, de hecho, era hábil en mis respuestas.
Pero debido a todo lo que había pasado, sentía que mil años habían caído en mis hombros.
Entonces sacudí la cabeza, y luego asentí.
—Claro… aquel formulario…
—No… no. No sé si leyó bien, pero el jefe… hablo del jefe Musk, ha pasado una encuesta general para descubrir ciertos talentos en nuestra empresa. Usted ha rellenado todo esto, además de ofrecer cierta parte de su trabajo en el mostrador. No entiendo ahora por qué con su máster en economía, tendría porque estar trabajado como asistente de… —él se detuvo por un momento—. ¿Su jefe como es que se llama? —Carraspeé.
—El señor John Green…
—Si… bueno, mañana por la mañana volverán a filtrarlos, así que esta noche debe presentarse a este evento…
Todo estaba sacado de forma cuando me dio una tarjeta y pidió mi número telefónico para enviarme la ubicación.
—A su correó le enviaré el recorrido virtual. Como usted, hay varias personas de diferentes áreas, traté de leer las propuestas y enfóquese en su área para poder contribuir con el proyecto… y no debe volver a su trabajo desde ahora. Lo importante es que se prepare para esta noche, porque el jefe va a velocidad de rayo… tal vez tenga suerte.
El hombre incluso se levantó de la silla, lo que me hizo obligarme a ponerme de pie también.
—Bien es todo…
—Ammm… ¿señor?, este evento, ¿Qué debo llevar? Quiero decir, ¿este uniforme estaría bien?
Y su sonrisa casi me avergonzó.
—No creo conveniente el uniforme, pero tampoco debo decirle cómo debe ir. Al menos debe estar presentable, el señor Musk es casi irritante cuando se trata del aspecto de alguien.
Pasé un trago duro y luego asentí.
—Gracias.
Salí del piso casi corriendo, y me recosté en la pared del ascensor con total impresión de estos minutos.
No sabía en qué embrollo me había metido, pero en este instante fue como si papá me dijera que esta era mi oportunidad.
No fui al piso de John, además había sido una orden volver a casa y prepararme para esta noche.
Y no decía prepararme en mi aspecto, aunque claro, eso era parte, sino en la propuesta que debía revisar en mi buscador una vez estuviera en casa.
Tomé mi bolso sobre mi escritorio, le comenté algo a Ana, y luego bajé enviando un mensaje a John para posponer nuestra charla.
El divorcio sería inminente, pero también necesitaba un tiempo para pensar en el asunto, y recurrir a las mejores palabras.
Bajé hasta la planta donde había guardado mi auto, que era de segunda, y me quedé de piedra cuando un hombre en sudadera, que parecía venir de correr y hacer ejercicio, le daba con el pie a una llanta de su auto.
—¡Perfecto…! —Masculló a mitad del estacionamiento subterráneo, y supe que esto obstaculizaría mi salida.
¡Bendito Dios!
Caminé y abrí mi auto, pero en vista de que él solo hablaba por teléfono desde lo lejos, decidí bajarme.
A medida que me fui acercando noté su gran altura. Sus cejas algo rubias junto a su cabello castaño alborotado por el ejercicio me decían que quizás estaba de visita en este edificio.
Sin embargo, cuando estuve casi de pie frente a él, descubrí su mirada casi gélida, y algo en mí se estremeció como nunca.
Este era ese tipo de hombre que rayaba la fantasía de la realidad. Entre perfecto y temerario a la vez, entre inalcanzable y deseable a la vez.
—¿Qué pasa? —su pregunta estuvo cargada de fastidio y parpadeé para sostener su mirada, porque por un momento me había quedo privada.
—Señor… obstaculiza el paso… y yo debo irme enseguida.
—Tendrá que tomar un taxi, tardaré en cambiar la llanta.
Noté sus manos llenas de un poco de grasa y alcé la ceja ante su descaro y solté un bufido corto.
—Escuche, eso no sucederá… trate de guiar su auto hacia un lado, al menos.
El hombre se cruzó de brazos haciendo notar su anatomía construida, y luego se echó su cabello castaño hacia atrás, recostándose en el auto, que hasta ahora no había notado, era un modelo carísimo.
—Tome un taxi… ya se lo dije…
Y parpadeé rápido.
Ya era suficiente.
—Escuche… no le dificulte la vida a la gente… solo mueva su auto, porque en definitiva si usted no lo hace, lo haré yo… ¡estoy cansada! ¿Me escucha? Cansada de la gente oportunista y cara dura, y si no quiere conocerme realmente, ¡mueva su auto!
El hombre me quedó mirándome detenidamente, y luego pasó algo demasiado extraño, pero a la vez inquietante.
Su mirada se bajó descaradamente por todo mi cuerpo, y luego volvió a mi boca abierta y agitada.
Se me hizo un nudo en el estómago ante lo que este hombre extraño me hizo sentir, fue como si su mirada me desnudara y me apretara la piel enseguida, pero de inmediato, él tomó su teléfono, y ordenó algo a lo que no le preste atención.
El hombre rondaba al menos sus 30 y tantos años, pero cuando habló rápido, solo fruncí mi ceño, porque sentí como si lo conocía de alguna parte.
—Afuera le espera un taxi de la empresa… vaya… —hablaba como si todo el mundo tuviera que seguir sus órdenes y achiqué mis ojos. Definitivamente, no podía perder más tiempo, pero no podía dejarme mangonear porque sí.
—¿Pertenece a esta empresa? ¿Trabaja aquí?
—Algo así… vengo de vez en cuando…
Negué.
—Bien… pues en cuanto pueda daré la queja, usted no sabe quién soy… ¿Me escucha? Yo iré a esta convención esta noche, y la orden del señor Smith es que me vaya a casa a prepararme… ¿Sabe quién es el señor Smith, acaso? —y él sonrió.
—He odio escuchar de él, sí.
—Pues le diré esto mañana por la mañana… ¿Cuál es su nombre?
Él apreció dudar por un momento, y rascándose la mejilla burlándose de mí, lo pronunció.
—Noah… ¿Y usted?
La pronunciación de su nombre me acusó un escalofrío estremecedor. Su voz aterciopelada es como si hiciera una invitación oscura, y no pude sino soltar el aire en el momento en que me sentí ahogada.
No respondí a su pregunta, fui al auto a tomar mi bolso, y luego negué frustrada.
—Mañana… ¿Me escucha? ¡Mañana el señor Smith sabrá esto!
Caminé por el sótano hasta salir de ese edificio, y en cuanto vi a ese auto de taxi esperándome en la entrada, me metí en él para respirar ante mí tanta agitación.
Había escuchado esa voz, pero ¿Dónde?
NOAH. Llegué a la ducha de mi piso, y me metí a la regadera sin chistar, dejando el agua lo más helada posible. “¡Estoy cansada! ¿Me escucha?” Sus palabras, además de esa voz demasiado frágil, resonó en mis pensamientos, y luego recordé sus ojos hinchados, pero profundos, rayados y sexys, a pesar de que toda ella se escondía en ese uniforme desastroso. ¿Acaso nadie le había dicho que era demasiado para ocultarse de esa forma? No pude evitar imaginar como delinearía su boca, y como ella podía ser la candidata perfecta para… —Señor… ¿Está aquí? —escuché la voz de mi secretaria, pero no respondí, odiaba que me interrumpieran cuando me perdía en mis pensamientos, y los sentía en mi cuerpo—. Siento interrumpir… —dijo desde afuera—. Han llamado de la agencia, llevarán su auto a comprobar lo sucedido… —¡¿Ya para qué carajos…?! Se supone que debían estar en diez minutos aquí… además, ya he cambiado la llanta. Ella hizo un silencio, y me apresuré en terminar mi baño para colocarme la r
EMMA. Milagrosamente, llegué al baño mientras mi cuerpo se recostó a la pared fría. Incluso tuve que sostener mis rodillas, porque el temblor era absurdo.¿Quién era ese hombre? ¿Y por qué rayos me tocó la boca de esa manera? Ni siquiera podía controlar el temblor que me había causado su toque, porque ni en mil años una caricia, me había parecido tan jodidamente excitante.No era una mojigata, tenía tres años de matrimonio, pero ¿por qué nunca había sentido esta intensidad?Me giré en el espejo y luego me lavé las manos, para luego limpiar mi boca como si estuviese limpiando mi culpa. ¿En qué estaba pensando para sentir esto en mi situación?Me iría de aquí de inmediato, de hecho, debí haberme ido desde que terminé mi discurso.A la mañana siguiente miré el reloj, y me di cuenta de que John definitivamente quería evadir nuestra charla.No iba a creer que en este tiempo se estaba quedando donde su madre, y de alguna forma su alejamiento estaba siendo necesario para mí.Hice todo lo ac
EMMA. Había escuchado que las motivaciones eran esenciales para cualquier mujer, pero si la mía era esa que estuvo rondando en mi cabeza durante las siguientes horas, junto con la mirada de ese hombre oscuro, me estaba condenando en las pailas más ardientes. Y ni siquiera tenía derecho de quejarme. Tomé la tarde para ir a un estilista, pintarme las uñas y realmente se sintió maravilloso... Al siguiente día, cuando estacioné en el sótano de la empresa, apagué el motor y me miré por el retrovisor, sabiendo que mi cambio de estilo era demasiado. Me había puesto unas medias oscuras, una falda hasta las rodillas, y una blusa manga larga. Llegué al piso 50, y busqué a la misma chica de ayer. —Hola, Emma… —ella me sonrió, y algo dentro de mí, se alivió. Noté como su mirada me recorrió completa, e iba a decir algo, pero se calló. —El señor Musk ya está en su despacho… —y abrí los ojos para luego mirar el reloj de mi muñeca. —¿Ya? —la pregunta se me salió de la boca. —Sí… es un poco
EMMA. Una hora después, llegué al mismo hotel dispuesta a descansar de esta tensión que tenía constantemente apretado mi cuerpo, pero me frené con la toalla envuelta, cuando mi teléfono móvil comenzó a sonar. —¿Sí? —Señorita, Emma Johnson… —fruncí el ceño. —Sí… ¿Quién es? —Tenemos una entrega para usted de parte de la empresa Musk Inc. Solo que en la dirección de su currículo parece no haber nadie, y se nos informó que estaría en casa. Mis mejillas se volvieron rojas, y me senté. —He cambiado de dirección, lo siento por no avisar… yo… estoy también remodelando a donde me mudé y por ahora estoy hospedada en un hotel… —¿Puede indicarnos donde se encuentra? No podemos devolver la encomienda. Dicté la dirección, la habitación de mi hospedaje y luego de que finalicé la llamada tomé el rostro en mis manos. No me lo habían dicho, pero era evidente que se trataba de este hombre. —Emma… Emma… ¿En qué lío te estás metiendo? No me metí a la ducha para esperar la entrega, y solo camin
EMMA. —Mi asesora financiera… Emma Johnson… —estiré mi mano hacia dos hombres que se pusieron de pie, y que oscilaban entre 40 y 50 años. Uno de ellos me apretó la mano por más tiempo, y Noah se la quedó viendo e intervino separándolas. —No la asustes… no quiero que se vaya tan rápido… —el hombre le sonrió a Noah como si fuese un juego entre ellos, pero mi corazón palpitaba con fuerza ante todo lo desconocido. —Una bella asistente financiera… yo solo obtengo viejos calvos… —todos rieron y me obligué a mostrar un gesto para ellos, cuando por dentro, temblaba de los nervios. Toda esta gente eran monstruos financieros, y lo más seguro es que quedara como una tonta frente a ellos. Nos sentamos en el siguiente minuto y se pidieron unas bebidas para nosotros. —Yo solo quiero agua… —pedí. —Vaya… ¡Qué responsable! —y asentí hacia el hombre mayor. —Respeto mi momento de trabajo. Pero eso no quiere decir que ustedes se detengan por mí… —el hombre mayor me mostró una sonrisa incómoda, y
EMMA.Fue un alivio que el día siguiente era fin de semana, porque no iba a poder resistir un día más en la presencia de este hombre sin que se me saliera de la boca que… quería ser poseída por sus manos.Aún tenía la sensación en mi cuerpo cuando me miré en el espejo para ver las ojeras, ya que no había dormido mucho durante la noche. Había tenido incansables sueños, y no me sentía orgullosa de ello.Pero me levanté temprano sabiendo que debía buscar un apartamento parta rentar con urgencia.Resolví el asunto con una inmobiliaria, y pedí que me enviaran fotos de las opciones, como también intenté comenzar a resolver mi asunto con John.Así que hice otra llamada.—Es una sorpresa Emma… —fue lo primero que escuché cuando respondió un antiguo amigo de mi padre, que era abogado—. Incluso tengo mucho tiempo de no verte.Puse mi mano en la frente y me recosté a la cama.—Lo sé… quiero que seas discreto en este asunto… mamá no puede saberlo.—Claro…—Me gustaría que me asesoraras en asuntos
EMMA.Todo fue extremo desde el momento en que las puertas del ascensor se cerraron y la secretaria de Noah desapareció de su planta.Si me hubiesen dicho estaba mañana cuando me miré en el espejo, que mi oscuro jefe me propondría un trato como este, jamás lo hubiese creído, ni en todos los sueños húmedos que tuve con él.Noah desajustó su corbata con una extrema calma, que en el momento en que se me cayó el maletín de las manos, solo pude apoyar mi cuerpo en esa mesa grande, y apreté el extremo del vidrio, mientras el sudor en mis manos, me hacía resbaladiza.Noté como al abrir su camisa, se expusieron los tatuajes de Noah y eso me excito más, aunque nunca había sido amante de la tinta en el cuerpo.Él caminó hacia mí mientras mi pecho subía y bajaba del puro miedo, y cuando estuvo frente a mí, bajó sus manos hacia mi vestido, y pasó toda su palma desde mis pechos, vientre y finalmente por la línea de mis piernas, hasta que llegó a las rodillas para separarlas.—Excelente elección de
EMMA.—¿Recuerdas aquel contrato que rechazamos el viernes? —parpadeé varias veces después de que él me soltó la boca, y que incluso un ardor hizo que lamiera mis labios por la fuerza de su beso.Este hombre era de acero. Acabamos de literalmente tener sexo desenfrenado en el escritorio de su secretaria, y ahora me estaba hablando de trabajo.Lo vi como tiró el preservativo en el bote de basura, y se ajustó sus pantalones. Cerró su camisa, y luego me miró esperando una respuesta.Me bajé de la mesa y arreglé mi vestido todo lo que pude, para luego tomar el maletín.—Lo recuerdo…—Hoy vamos a hablar con unos nuevos contratistas… en una cena —esperaba que no me diera otra tarde libre—. Así que tenemos un trabajo largo durante el día… ven a mi oficina.Asentí incrédula, pero lo seguí.No hubo una sola palabra de lo ocurrido. Trabajamos todo el día en su oficina, y a las 5:00 pm dijo que iba a su casa a ducharse, y que podría llegar al restaurante, del cual me dejaría la ubicación en un m