EMMA.
Milagrosamente, llegué al baño mientras mi cuerpo se recostó a la pared fría. Incluso tuve que sostener mis rodillas, porque el temblor era absurdo.
¿Quién era ese hombre? ¿Y por qué rayos me tocó la boca de esa manera? Ni siquiera podía controlar el temblor que me había causado su toque, porque ni en mil años una caricia, me había parecido tan jodidamente excitante.
No era una mojigata, tenía tres años de matrimonio, pero ¿por qué nunca había sentido esta intensidad?
Me giré en el espejo y luego me lavé las manos, para luego limpiar mi boca como si estuviese limpiando mi culpa. ¿En qué estaba pensando para sentir esto en mi situación?
Me iría de aquí de inmediato, de hecho, debí haberme ido desde que terminé mi discurso.
A la mañana siguiente miré el reloj, y me di cuenta de que John definitivamente quería evadir nuestra charla.
No iba a creer que en este tiempo se estaba quedando donde su madre, y de alguna forma su alejamiento estaba siendo necesario para mí.
Hice todo lo acostumbrado cada mañana, y llegué a la oficina antes de la hora.
No había secado mucho mi cabello y odiaba que no dedicara tiempo nunca para mí.
Aun con el pelo húmedo me hice una coleta alta cuando un hombre, desconocido, vino directamente a mi escritorio.
—Señorita, Emma Johnson… —no era una pregunta, así que levanté la cabeza—. Vaya a esta oficina, y muestre este pase… —el hombre me dejó una tarjeta en la mesa, y se fue tan rápidamente que no tuve oportunidad de preguntar.
El pase solo decía “autorizado”, “piso 50” pero no dejaba de parpadear varias veces cuando el teléfono a mi lado sonó.
—¿Sí? —dejé el formalismo para otro día, no había dormido mucho y sentía el cuerpo tenso.
—¿Cómo estás? —y escuchar su voz solo me irritó.
—No tengo tiempo ahora, John… tengo una reunión importante… —colgué el teléfono y me levanté mirando todo el tiempo la tarjeta.
¿Se debería esto a lo de ayer?, me refería a mis respuestas… entonces metiéndome en el ascensor, apreté la tarjeta contra mi pecho y cerré los ojos.
—Por favor… que suceda… necesito una oportunidad
Me bajé en el piso 49 que era el último de este ascensor, y mostré la tarjeta para ser pasada por otro.
Llegué literalmente a la cima del mundo cuando la iluminación pareció irreal, y una mujer perfecta en todos los sentidos, me ofreció una sonrisa.
—Señorita Emma…
¿Qué?
¿Por qué todo el mundo conocía mi nombre?
—Sí…
—Pase, el jefe estará con usted en cualquier momento.
Iba a sentarme en un enrome sofá para esperar, pero ella negó.
—No… no… acompáñeme a la oficina, ahora.
Había una sensación de calor, nervios, e impresión ante todo lo nuevo. Caminé con ella y cuando esa enorme y estrafalaria oficina fue abierta, mis fosas nasales fueron golpeadas por uno olor exquisito, que incluso hizo que la piel se me encogiera.
Mis labios vibraron ante la invasión, y tuve que frotarme los brazos ante la sensación.
Me estaba volviendo loca, pero juraba que conocía ese aroma.
Ella cerró la puerta y me giré para notar que me había quedado sola, pero en cuanto escuché los pasos tras de mí, me giré como si quisiera demorar una eternidad.
—Hola, Emma… —era la misma voz aterciopelada, ruda y exageradamente sexy.
Era el mismo rostro con el que tuve sueños ayer por noche, y el mismo dueño de ese dedo que aún seguía estampado en mi boca.
Tomé el aire.
¿Qué mierd@ era esto?
En dos pasos el hombre se acercó, vestido con una camiseta blanca y una chaqueta encima, un poco arremangada, llegó a unos metros de mí, y me asomó el asiento.
Y juro que fue hasta ese instante que detallé su brazo y manos, llenos de tatuajes, porque incluso con esa franela común, se notaba en su cuello.
Era evidente que los ocultaba con sus trajes formales.
—Usted… —fue lo único que pude decir…
—Noah Musk… sí…
Y claro, era el dueño.
—El jodido dueño… —no pude evitar mascullar en tono bajo mientras él se burló de mí para luego rodear el escritorio y marcar una distancia entre los dos.
Yo seguía de pie estancada al piso como la reverenda boba, pero ¿Qué podía hacer?
—Jodido, es mi palabra favorita… la uso para casi todo… incluso cuando se usa en verbos, es exquisita a mi oído —él masculló con una sonrisa, pero no una real—. Siéntese, ya le dije…
Apreté mis ojos, este hombre era una bomba, podía cambiar de un momento a otro
—No sabía quién era… yo… —él puso el pulgar cerca de su barbilla y no pude evitar sonrojarme—. ¿Quiere castigarme, no es así? —y la sonrisa de su rostro se borró, incluso se enderezó en el asiento para mirarme largamente como si estuviese enojado.
Abrió su boca, y luego la cerró apretando la mandíbula.
—Pasemos al último punto… —dijo en tono neutro—. Su respuesta de ayer… relativamente buena, la trajo aquí… tiene el trabajo ahora, debe mudarse de su sitio y ser mi asistente financiera a partir de ahora… ahora, necesito su firma…
Casi me atraganté.
Esto debía ser una broma.
—¿Qué?
—¿Quiere que me acerque más para que escuche? —literalmente me puse de pie.
—Señor… Usted… —mis labios temblaron. Tenía una impresión de conmoción y excitación a la vez—. Ese día yo estaba…
—No quiero saber… no importa, y no necesito que se disculpe… ¿Quiere el puesto o no?
—Sí… quiero decir, ¿quién no lo querría? —el tipo quitó la mirada hacia su laptop y negó.
—No tengo ese dato… acérquese a la mesa, y, tome asiento… —me acercó unos papeles, solo leí por encima. Se trataba de un contrato.
En este punto, y aunque sonara grotesco, solo podía sentir una sensación en mi centro, producto de esa voz.
Me quedé mirándolo directamente mientras él tecleaba, y fue en un segundo cuando su mirada se conectó con la mía.
—Necesito que me asista lo antes posible… —abrí mi boca—. Pero tendrá que hacer algo urgente por mí… y por la imagen de mi empresa…
Tenía algo atragantado en la garganta cuando pensé que iba a decir algo de mi aspecto.
—Este uniforme, nunca más vuelva a ponérselo… —y tomando el teléfono inalámbrico, habló—. Despide a los encargados de dotación de uniformes, son unos inútiles…
Me faltó el aire, y cuando dejó el móvil en la mesa negué.
—Señor… discúlpeme por contrariarlo, pero no era necesario… tal vez el problema sea yo…
Pareció un siglo cuando me recorrió de forma descarada y luego quitó la mirada para seguir tecleando.
—No, no lo es… ahora vaya… tómese el día, y la espero en la mañana. Hay mucho que hacer por aquí, le asignaré una oficina.
Me levanté rápidamente después de firmar, porque debía respirar y huir de aquí. Sentía atascado el aire, pero cuando llegue a la puerta, su pregunta me frenó de golpe.
—Emma… —solo giré medio cuerpo cuando asentí para escucharlo. Era demasiado personal para llamarme, se suponía que debía haber una etiqueta entre nosotros, pero él solo hacia lo que le daba la gana.
—¿Sí?
—¿Cree que las personas merecen segundas oportunidades? —y tuve que girarme para mirarlo a los ojos.
Todo mi mundo se centró en este momento, y no titubeé para decir:
—No… por supuesto que no…
—Perfecto… —cuando quitó su mirada de la mía, tuve que apretar mis manos, y sin incluso respirar, salí de esa oficina, como si mi vida estuviera corriendo peligro.
EMMA. Había escuchado que las motivaciones eran esenciales para cualquier mujer, pero si la mía era esa que estuvo rondando en mi cabeza durante las siguientes horas, junto con la mirada de ese hombre oscuro, me estaba condenando en las pailas más ardientes. Y ni siquiera tenía derecho de quejarme. Tomé la tarde para ir a un estilista, pintarme las uñas y realmente se sintió maravilloso... Al siguiente día, cuando estacioné en el sótano de la empresa, apagué el motor y me miré por el retrovisor, sabiendo que mi cambio de estilo era demasiado. Me había puesto unas medias oscuras, una falda hasta las rodillas, y una blusa manga larga. Llegué al piso 50, y busqué a la misma chica de ayer. —Hola, Emma… —ella me sonrió, y algo dentro de mí, se alivió. Noté como su mirada me recorrió completa, e iba a decir algo, pero se calló. —El señor Musk ya está en su despacho… —y abrí los ojos para luego mirar el reloj de mi muñeca. —¿Ya? —la pregunta se me salió de la boca. —Sí… es un poco
EMMA. Una hora después, llegué al mismo hotel dispuesta a descansar de esta tensión que tenía constantemente apretado mi cuerpo, pero me frené con la toalla envuelta, cuando mi teléfono móvil comenzó a sonar. —¿Sí? —Señorita, Emma Johnson… —fruncí el ceño. —Sí… ¿Quién es? —Tenemos una entrega para usted de parte de la empresa Musk Inc. Solo que en la dirección de su currículo parece no haber nadie, y se nos informó que estaría en casa. Mis mejillas se volvieron rojas, y me senté. —He cambiado de dirección, lo siento por no avisar… yo… estoy también remodelando a donde me mudé y por ahora estoy hospedada en un hotel… —¿Puede indicarnos donde se encuentra? No podemos devolver la encomienda. Dicté la dirección, la habitación de mi hospedaje y luego de que finalicé la llamada tomé el rostro en mis manos. No me lo habían dicho, pero era evidente que se trataba de este hombre. —Emma… Emma… ¿En qué lío te estás metiendo? No me metí a la ducha para esperar la entrega, y solo camin
EMMA. —Mi asesora financiera… Emma Johnson… —estiré mi mano hacia dos hombres que se pusieron de pie, y que oscilaban entre 40 y 50 años. Uno de ellos me apretó la mano por más tiempo, y Noah se la quedó viendo e intervino separándolas. —No la asustes… no quiero que se vaya tan rápido… —el hombre le sonrió a Noah como si fuese un juego entre ellos, pero mi corazón palpitaba con fuerza ante todo lo desconocido. —Una bella asistente financiera… yo solo obtengo viejos calvos… —todos rieron y me obligué a mostrar un gesto para ellos, cuando por dentro, temblaba de los nervios. Toda esta gente eran monstruos financieros, y lo más seguro es que quedara como una tonta frente a ellos. Nos sentamos en el siguiente minuto y se pidieron unas bebidas para nosotros. —Yo solo quiero agua… —pedí. —Vaya… ¡Qué responsable! —y asentí hacia el hombre mayor. —Respeto mi momento de trabajo. Pero eso no quiere decir que ustedes se detengan por mí… —el hombre mayor me mostró una sonrisa incómoda, y
EMMA.Fue un alivio que el día siguiente era fin de semana, porque no iba a poder resistir un día más en la presencia de este hombre sin que se me saliera de la boca que… quería ser poseída por sus manos.Aún tenía la sensación en mi cuerpo cuando me miré en el espejo para ver las ojeras, ya que no había dormido mucho durante la noche. Había tenido incansables sueños, y no me sentía orgullosa de ello.Pero me levanté temprano sabiendo que debía buscar un apartamento parta rentar con urgencia.Resolví el asunto con una inmobiliaria, y pedí que me enviaran fotos de las opciones, como también intenté comenzar a resolver mi asunto con John.Así que hice otra llamada.—Es una sorpresa Emma… —fue lo primero que escuché cuando respondió un antiguo amigo de mi padre, que era abogado—. Incluso tengo mucho tiempo de no verte.Puse mi mano en la frente y me recosté a la cama.—Lo sé… quiero que seas discreto en este asunto… mamá no puede saberlo.—Claro…—Me gustaría que me asesoraras en asuntos
EMMA.Todo fue extremo desde el momento en que las puertas del ascensor se cerraron y la secretaria de Noah desapareció de su planta.Si me hubiesen dicho estaba mañana cuando me miré en el espejo, que mi oscuro jefe me propondría un trato como este, jamás lo hubiese creído, ni en todos los sueños húmedos que tuve con él.Noah desajustó su corbata con una extrema calma, que en el momento en que se me cayó el maletín de las manos, solo pude apoyar mi cuerpo en esa mesa grande, y apreté el extremo del vidrio, mientras el sudor en mis manos, me hacía resbaladiza.Noté como al abrir su camisa, se expusieron los tatuajes de Noah y eso me excito más, aunque nunca había sido amante de la tinta en el cuerpo.Él caminó hacia mí mientras mi pecho subía y bajaba del puro miedo, y cuando estuvo frente a mí, bajó sus manos hacia mi vestido, y pasó toda su palma desde mis pechos, vientre y finalmente por la línea de mis piernas, hasta que llegó a las rodillas para separarlas.—Excelente elección de
EMMA.—¿Recuerdas aquel contrato que rechazamos el viernes? —parpadeé varias veces después de que él me soltó la boca, y que incluso un ardor hizo que lamiera mis labios por la fuerza de su beso.Este hombre era de acero. Acabamos de literalmente tener sexo desenfrenado en el escritorio de su secretaria, y ahora me estaba hablando de trabajo.Lo vi como tiró el preservativo en el bote de basura, y se ajustó sus pantalones. Cerró su camisa, y luego me miró esperando una respuesta.Me bajé de la mesa y arreglé mi vestido todo lo que pude, para luego tomar el maletín.—Lo recuerdo…—Hoy vamos a hablar con unos nuevos contratistas… en una cena —esperaba que no me diera otra tarde libre—. Así que tenemos un trabajo largo durante el día… ven a mi oficina.Asentí incrédula, pero lo seguí.No hubo una sola palabra de lo ocurrido. Trabajamos todo el día en su oficina, y a las 5:00 pm dijo que iba a su casa a ducharse, y que podría llegar al restaurante, del cual me dejaría la ubicación en un m
EMMA.Nunca había pensado que después de tener un orgasmo, podría seguir excitada. Y eso era lo que pasaba ahora que Noah estaba besándome hasta el alma en un ascensor.No había muchas palabras entre nosotros, y aunque tenía muchas preguntas por hacerle, simplemente ahora no era mi prioridad, y parecía que responder, tampoco era la suya.Mi cuerpo fue alzado por sus brazos, y mientras sus dientes se encargaban mi cuello, yo buscaba desesperadamente su boca, porque, descubrir como danzaba su lengua dentro de mí, me había vuelto dependiente de esa emoción.No me detuve a ver el espacio a donde llegamos, el sitio permaneció con luces bajas, y él siguió caminando rápido como si estuviera ansioso por llegar alguna parte.Y cuando sentí que nos metíamos en una oscuridad apremiante, levanté la vista, para notar que no podía ver absolutamente nada.—¿Noah? —y solo una luz muy tenue se encendió sobre nuestra cabeza, pero no podía divisar nada alrededor que no fueran nuestros cuerpos agitados—.
EMMA.Abrí los ojos de golpe, y me senté en una enorme cama cuando me sentí perdida.Todo mi alrededor era desconocido, pero se trataba de una habitación amplia, lujosa, y muy iluminada.—Buenos días… —mis ojos se fueron a esa voz, más ronca por la mañana.—Buenos días… —Respondí e incluso noté que él ya estaba perfecto en su traje gris.—Se te hace tarde… —moví mi cabeza hacia ambos lados.Todos los recuerdos se hicieron presentes, pero no uno por el cual había llegado hasta aquí.—¿Sabes dónde están mis cosas? —a pesar de muchas preguntas que tenía, fui básica, y él negó mirando mi cuerpo desnudo.—Tal vez en el auto, ascensor… enviaré por ellas, y las traerán —Él caminó hacia una parte de la habitación desapareciendo y luego salió con una percha en su mano—. Hace días lo compré para ti… puedes colocarte esto para el trabajo.Lo puso en la cama, y noté que era un vestido negro hasta las rodillas, pero por supuesto en estilo era precioso.Asentí.—¿Vas a esperarme?—No… no iré a la o