CAPÍTULO 37

EMMA.

Parpadeé lentamente e intenté mover mi cuerpo, pero una gran roca a mi lado me lo impidió. No me levanté de golpe, solo moví mi cabeza, y noté el espacio entre oscuro e iluminado por unas líneas, para entender que estaba en la misma habitación de hace unos días, junto a Noah.

Mis piernas estaban entrelazadas con las de él, mi cabeza encima de su brazo, su respiración estaba tranquila, y solo me quedé con la cabeza pegada a su brazo nuevamente, mientras miré su rostro dormido.

Por alguna razón extraña había soñado con mi padre, pero no podía recordar mucho de ello.

Tenía unos tres días en esta habitación. Ni siquiera me había levantado a bañarme, o a comer más de dos bocados. La enfermera que traía Noah de vez en cuando quizás me estaba dando pastillas para dormir, aunque anoche me acosté antes de que ella pudiera darme alguna.

Sentía el aliento demasiado bajo, y unas fuerzas casi nulas.

Entonces, en el momento, recordé la sensación cuando el viento golpeó mi rostro, y cuando mis
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