CAPÍTULO 42

EMMA.

Noah guardó mis pantis negros en su bolsillo de la chaqueta, y me apresuré a arreglarme el vestido mientras negué.

—Realmente eres un loco andante… —y sus dedos apretaron mi boca, para darme un beso hambriento.

Tomé unas toallas del dispensador y las mojé un poco para limpiar su boca y cuello, y luego dejé mi bolsa en la encimera, para retocarme los labios.

—Ellos pensarán que no somos serios.

—Hay cosas más importantes que atender, no es mi culpa… —su mano se enredó en mi cintura, y luego me quedé quieta mirando nuestra imagen en el espejo.

Era un sueño esta imagen, y la guardaría para siempre en mi mente.

—Eres bellísima, nena… —me susurró en el odio—. Vamos… nos esperan.

De vuelta nos soltamos de las manos, y los mismos tres hombres volvieron a levantarse. Uno de ellos, era el gerente de Noah, que, por alguna razón, no había reconocido cuando llegamos.

Nos presentamos en el instante, y cuando nos sentamos, uno de los representantes rusos comenzó.

El hombre cayado, deduje que
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