Início / Romance / EL MAFIOSO Y SUS MELLIZOS. VENGANZA DELIBERADA / Capítulo: Llama a la chica de cabello negro
Capítulo: Llama a la chica de cabello negro

—¡Lo sabía!— Maggie está botando chispas de ira. —¡Sabía que ese maldito poco hombre te estaba engañando!— Agrega con enojo.

—No me lo recuerdes, por favor… no me siento bien

—Lo lamento… no quiero lastimarte más. Solo quiero asegurarme de que no regresaras con él—. Al percibir el silencio de Sofía, frena su auto en seco. —¿Piensas regresar con ese malnacido?

—Yo… no me siento bien. Hablaremos de esto luego. Por ahora, llévame a mi entrevista de trabajo, por favor. Llegaré tarde—. Seca sus lágrimas, está muy dolida por la traición de su novio. Lo ama; lo ha sido todo para ella.

—Bien, no diré nada más del asunto. Solo… prometeme que luego de tu entrevista nos iremos a beber, ¿bueno? Que esa mala racha no arruine tu día especial, por favor—. Continúa manejando.

—No te aseguro nada. Lo único que deseo en este momento es no haber visto esa escena. No sabes cuánto duele, Maggie—. Sofía cubre sus ojos con ambas manos para llorar profundamente, y Maggie pasa saliva. Sabe que Sofía ha vivido una vida dolorosa luego de que su madre falleciera; se refugió en su novio y mejor amiga.

—No llores más, por favor. En todo el camino estuviste llorando. Mira que así no te dan el puesto al ver que eres una llorona—. Maggie detiene su auto frente a la gran reja de madera. —¿Es cómo lejos…? ¿Quién viviría en un lugar de estos? Se ve muy elegante.

—Gracias por traerme, amiga—. Sofía acomoda su cabello y no está de ánimos para nada, pero necesita trabajar, más ahora que ha terminado su relación con Antonio y él le ayudaba económicamente. No puede ser una carga para su mejor amiga.

—Colócate un poco de labial—. Maggie se lo pasa.

—Gracias… eres muy amable

—Sube los ánimos, Sofía, por favor. Que eso no apague tu luz. Él no te merece

—Maggie—. La menciona Sofía, dejando de maquillar sus labios y mirarse en el retrovisor. —Hay algo que no te he dicho...

—¿Qué pasa?

—Cuando mi padre dejó a mi madre, la dejó con una gran deuda que Antonio prometió pagar, y no lo hizo… Si no pago la cuota mes a mes, me van a lastimar, y no quiero morir

—¿¡Por qué carajos no me lo dijiste!?— Su amiga se exalta.

—No quería preocuparte… Es algo que yo debo resolver… Si logro conseguir este trabajo, podría cubrir ese gasto… El precio es muy alto. Son unos malditos que se aprovechan

—¡Joder, ahora comprendo por qué te atrasabas con la cuota del arriendo del apartamento!

—Exacto… Perdón, amiga. No quiero joderte la vida, no como yo la tengo. Ten tu labial, gracias. Puedes irte, que yo me iré en taxi

—¡No! Aquí te espero, Sofía. Y prometeme que luego me vas a contar sobre esa deuda, a ver si podemos hacer algo

—Eres una gran amiga. Lo prometo—. Sale del auto. —Gracias—. La mira con gratitud.

—Buena actitud. Recuerda que eres hermosa—. La halaga, pero el autoestima de Sofía es escaso.

 

 Mi amiga dice que soy hermosa y no le creo… Si lo fuera, mi novio no me hubiera traicionado. Se veía tan feliz follando con esa zorra…— Se le salen las lágrimas nuevamente. —Algo que le constaba hacer conmigo—. Siente un nudo en su garganta. —Ahora entiendo muchas cosas—. Pasa saliva. —Pero… ¿quién me va a querer? Una chica sin gracia… Bueno, solo Maggie me quiere, pero me pregunto si algún día un hombre me va a tomar en serio—. Antes de tocar el timbre, cuenta hasta 10 para calmar este dolor que siente su corazón y empuña sus manos con fuerza porque esa escena está en su mente y no quiere salir. Se exalta cuando las puertas se abrieron sin haber tocado el timbre, y un hombre vestido elegante la mira con seriedad.

—¿En qué le puedo ayudar?— Pregunta, y su mirada es fría, demasiado.

—Yo…— Hace resonar su garganta para no mostrar debilidad y retoma aire. —Soy Sofía Mangano, me postulé para el puesto de niñera, señor

—Has llegado tarde, la entrevista ya inició—. Lucifero mantiene una postura firme y observa como Sofía juega con sus manos como señal de nervios.

—Tuve un inconveniente, lamento la tardanza. Por favor… necesito este trabajo—. Tuvo que suplicar porque necesita este trabajo; el pago es bueno. —Por favor, señor...

—Sígueme—. Su voz determinante la hizo exaltar, y no tuvo más que seguirlo, mientras que Maggie quedó encantada con el físico de ese hombre.

 

No puedo permitir que el dolor me traicione, por lo que resisto y observo detalladamente la gran mansión que está frente a mí. Hay cámaras por todos lados; ahora entiendo cómo es que abrieron las grandes puertas sin haber tocado el timbre. —Adelante, debes esperar tu turno—. Le señala dónde hay 3 mujeres esperando, por lo que ella observa, y cuando lo vuelve a mirar para darle las gracias, el hombre ya no está.

 

Este hombre parece un fantasma. Continúo sacando fuerzas y me acerco a un grupo de mujeres que son muy hermosas y vienen bien presentadas, pero mi corazón se detiene por segundos al ver a una mujer salir de un lugar y llorando mientras corre. ¿Acaso qué está pasando?— Miro atemorizada, pero las chicas empiezan a murmurar. Ni siquiera me determinan; nadie lo hace. Siempre he sido un cero a la izquierda.

 

En aquella amplia y elegante habitación, hay una fuerte discusión.

—¡No puedes ser grosero con todas las mujeres, Leonardo!— Su madre está enfadada. —Mis nietos necesitan una figura maternal lo más pronto posible, y para ti, ninguna es suficiente.

—¡Ninguna ha estado a la altura!— Vocifera, encendiendo un cigarrillo.

—¡Mira, Leonardo! Últimamente estás muy arrogante—. La señora de 54 años, muy elegante, su cabello corto con algunas canas que le adornan y peinada a la perfección, se acerca a la ventana para ver que solo quedan dos mujeres, y eso le preocupa. —Eres así desde que la estúpida de Francesca…—. Ni siquiera la deja terminar porque él golpea fuertemente el escritorio con su mano libre.

—¡¡Está prohibido mencionar a esa mujer!! ¡Prohibido!— Se exalta, pero luego baja su temperamento; sabe que no puede ser grosero con su madre porque es la única que le puede bajar los humos. —¡Sabes… elige tú, porque ya no soporto esta situación, esta idea tuya me tiene estresado!— Se coloca de pie.

—¡No vas a ningún lado!— Lo reprende su madre. —Tus hijos no tienen la culpa de los errores de su madre. Tus hijos te necesitan, y cada vez eres distante. Si estoy haciendo esto es porque yo soy la abuela, no la madre, y sabes perfectamente que no puedo estar mucho tiempo con ellos. ¡Lucifero!— Lo menciona con autoridad.

—A sus órdenes, señora Minerva—. Se acerca con respeto.

—Llama a la chica de cabello negro—. Ordena con firmeza, y Lucifero obedece, saliendo de la habitación.

 

Leonardo continúa fumando, y su madre lo mira con desdén.

—¡Tú, ven!—. Ordena Lucifero.

—¿Yo?—. Pregunta la chica de cabello castaño.

—No, la de cabello negro. Ven rápido—. Ordena impaciente, y Sofía no lo comprende. ¿Por qué ella si no era su turno?

—¡No es justo! Vengo desde muy lejos y ni siquiera me han entrevistado—. Manotea sus manos reclamando.

—Si quieres volver a ver a tu familia, te aconsejo que te marches ya mismo—. La amenaza, y la chica pasa saliva. Siente sus piernas temblar, pero más Sofía, que percibe que no está en un buen lugar. —¡Muévete!—. Le ordena a Sofía, y ella asiente con la cabeza.

 

Estoy atemorizada. ¿Por qué siento como si caminara a mi destino infernal? Mi respiración se agita cada vez más al ver cómo el hombre que va delante de mí, el fantasma, abre la puerta. —¡Muévete!—. Me ordena, y yo me contengo de responder de mala gana, aunque siendo honesta, no estoy de ánimos.

 

Al ingresar a la habitación, siento un frío recorrer mi cuerpo. La habitación me transmite como si fuera el día de mi muerte, por lo que parpadeo varias veces y luego recorro mi mirada por el lugar hasta ver un hombre frente a mí. Allí sentado, como si fuera el rey, tan guapo, pero tan guapo, tallado por los dioses, y está fumando cigarro, el cual tiene su mirada clavada en mí como si fuera su presa… ¿Dios, en qué me metí?—. Digo mentalmente, sintiendo mi corazón latir fuerte, como si se me fuera a salir del pecho.

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