A Leónardo le hierve la sangre y se marcha junto a Lucifero.—Sabes que debes cuidarte, Leónardo, no quiero ir a la prisión.—¡No quiero escucharte!—¡Tienes que hacerlo! Solo piensas con la cabeza caliente y no estás solo en este mundo, tus hijos te necesitan, maldición. Solo no te dejes llevar por la ira.—¡Al diablo toda esta mierda! Lleváme a revisar toda mi mercancía.Sube a su auto y Lucifero hace lo mismo, pero para manejar.—Eres mi jefe, te respeto y te admiro, pero también estoy aquí para ser sincero contigo y no entiendo por qué estabas golpeando a Antonio. ¿Por qué delante de la niñera?—Da igual, esa mujer no volverá a la mansión, ella no es suficiente para el papel que le corresponde.Saca un cigarrillo de su blazer.—¿La corriste?—¡Sí! ¿Cuál es el problema? Ella se lo buscó. Te dije que no era la indicada. Ahora, tema cerrado. Y maneja bien, aumenta la velocidad, manejas como una niña....—¡Joder! —Maggie encuentra a Sofía intentando despertar a Antonio—. ¿Qué carajos
—¿Sofía?— la menciona Maggie, quien estaba en la sala de espera y, cansada de esperar, se puso a caminar y la encontró con Lucrecia. —¿Nos vamos?— pregunta al ver cómo Lucrecia la tiene tomada de las manos.—Sí…— responde, pasando saliva, y se suelta cuidadosamente del agarre de la madre de Antonio.—Por favor— suplica la mujer—, no olvides lo que te dije. Espero que puedas venir a casa a visitar a Antonio; le haría bien tu compañía. Ve a descansar, querida— se despide y se da la vuelta, dirigiendo sus pasos a la habitación donde está Antonio.—¿Hey, Sofía?— Maggie se acerca al verla estática.—Yo…— susurra.—¿Acaso se murió el odiota?—Maggie, por Dios… No es eso. Vamos, me siento agotada y tengo poco tiempo para descansar.—Pero tú y yo tenemos que hablar; tenemos una conversación pendiente.—Te lo diré yendo a casa, pero ya sabes que no puedes decirle a nadie; esto es confidencial....Leonardo llega a la mansión faltando 20 minutos para las 4 de la mañana. Lo primero que hace es i
—¿¡Qué parte de que no te quería ver aquí no entendiste!?— le alza la voz, y ella traga grueso, deseando escapar de la cercanía letal de Leonardo Di Napoli.—Necesito este trabajo…— dijo arrastrando las palabras al tenerlo a escasos centímetros y observa detenidamente cómo la toma del cuello sin ejercer fuerza.—Las personas débiles como tú no son dignas de estar a mi lado— sin pensarlo dos veces, le coloca la punta del arma en la mejilla derecha, haciéndola cerrar los ojos—. Los débiles me irritan, y te quiero lejos de mi vida y la de mis hijos, ¿entendiste?—Entonces mátame, hazlo— se atrevió a decir abriendo sus ojos lentamente.—¿Eso es lo que quieres?— pregunta él con arrogancia.—Sí… porque es la única manera que usted me sacará de aquí… estoy segura que su madre lo sabrá, señor Di Napoli. Yo a usted no le he hecho nada, cuando ha sido usted quien me ha atacado desde que llegué a esta casa.—Puedo desaparecerte, a ti y a tu novio de mierda.—Haga lo que usted vea conveniente, p
—Venga conmigo, le buscaré un vestido, señorita Mangano —Cedric sonríe para sí mismo, y Sofía lo sigue intentando cubrir la abertura.Al ingresar a la sala principal, ella mira hacia el comedor y allí está Leonardo, desayunando con elegancia y suma seriedad. Él puede sentir esa mirada y, al verla, le lanza una mirada de enojo y ve cómo ella intenta cubrir su abertura, lo cual es inútil, ya que tiene unas piernas tentadoras y bien torneadas que a él lo incomodan y lo hacen alucinar, lo que lo enfada mucho. Ella lo hace sentir algo extraño en su cuerpo.Sofía no podía dejar de mirarlo, deseaba poder meterse en la mente de ese cruel hombre. Pero luego observa que él deja los cubiertos sobre el plato, sin terminar su desayuno, como si verla le hubiera quitado el apetito.—Este vestido posiblemente le quede —dice Cedric acercándose a ella. Pero Sofía estaba mirando cómo Leonardo se iba, por lo que hace resonar su garganta y ella lo voltea a mirar.—Disculpe...—Vaya a cambiarse, le queda p
Leonardo la mira fijamente a los ojos, la está analizando, y al percibir lo que causa en ella sonríe malicioso, dejándola estupefacta. Sofía pasa saliva y su corazón acelerado la delata; no entiende cómo no puede dejar de mirar, luego de lo cruel y despreciable que es Leonardo. —Conmigo no te va a funcionar tu jueguito de seducción —dice, dándose la vuelta para marcharse. La hipnotización de Sofía culmina; reacciona y niega con la cabeza por haber sido tan tonta. Pero ¿cómo resistirse a un hombre como él? Si aún enojado se ve guapo, y esos tatuajes, los de su cuello, brazos y pecho... Ese hombre es arte, tallado por los mismos dioses, sin un defecto físico. Simplemente es guapo, y su presencia cautiva a toda mujer. —¡Señor Di Napoli! —lo menciona, acercándose a él, y este se detiene para mirarla—. Dém e mi móvil, por favor. —No lo haré. Te lo daré cuando sean las 7 de la noche. Ahora, a trabajar. Solo pierdes tiempo. —¡Eres insoportable! —Y me da igual. Si no me importa lo
—Tiempo sin verte, Di Napoli —sonríe ampliamente Conti, haciendo relucir el diamante que está en uno de sus dientes—. ¿Qué? ¿Me piensas matar? —pregunta al ver que todos los hombres de Leonardo lo apuntan sin dudar—. Solo vengo a la reunión de socios —mira a Lucifero con cierta burla y vuelve a fijar su mirada en Leonardo, quien tiene una firme postura y lo mira con ganas de matar y comer del muerto; ni siquiera parpadea. —¡Largo, maldito perro! ¡No tienes nada que hacer aquí! —¿Tan seguro estás? Al final, mis rutas están siendo las más seguras, ya que estás ante la mirada de la ley. Tu socio mayor, Richard, fue quien me llamó para asistir a esta reunión —Leo se tensa y siente su sangre hervir—. Después de todo, no eres el gran rey de la venganza. El imperio Di Napoli está cayendo y nosotros, los Conti, subiremos a la cima. No eres nadie, Di Napoli, y por eso la hermosa Francesca te dejó —Di Napoli no lo pensó ni dos veces; tiene una agilidad tan perfecta que tiene su arma apuntando
Sofía Mangano está cumpliendo años, emocionada por su celebración, donde ella espera el regalo especial de su novio Antonio Rizzo, quien lo es todo para ella. Su madre falleció hace tiempo y a su padre nunca lo conoció, por eso ha refugiado su amor en él y es su mayor ilusión.Caminando de lado a lado, ya completamente mareada, su mejor amiga Maggie la persigue con la mirada, son mejores amigas desde que eran unas niñas de 7 años. —¿Puedes detenerte, por favor?— le suplica cansada.—Lo siento, Maggie— suelta un largo suspiro —Estoy preocupada por Antonio, no contesta mis llamadas. Se supone que me iba a confirmar la cena para celebrar… ya casi es la hora de mi entrevista de trabajo—. Muerde su labio inferior y Maggie se coloca de pie.—Te dije que nos fuéramos a un antro, pero eres terca, esperando a ese imbécil que no lo pasa ni con agua—Amiga, no seas mala, él me quiere, solo que… su forma de ser es fría—. Baja su mirada.—Vamos, querida, tú mereces más que una cena. Ni siquiera el
—¡Lo sabía!— Maggie está botando chispas de ira. —¡Sabía que ese maldito poco hombre te estaba engañando!— Agrega con enojo. —No me lo recuerdes, por favor… no me siento bien —Lo lamento… no quiero lastimarte más. Solo quiero asegurarme de que no regresaras con él—. Al percibir el silencio de Sofía, frena su auto en seco. —¿Piensas regresar con ese malnacido? —Yo… no me siento bien. Hablaremos de esto luego. Por ahora, llévame a mi entrevista de trabajo, por favor. Llegaré tarde—. Seca sus lágrimas, está muy dolida por la traición de su novio. Lo ama; lo ha sido todo para ella. —Bien, no diré nada más del asunto. Solo… prometeme que luego de tu entrevista nos iremos a beber, ¿bueno? Que esa mala racha no arruine tu día especial, por favor—. Continúa manejando. —No te aseguro nada. Lo único que deseo en este momento es no haber visto esa escena. No sabes cuánto duele, Maggie—. Sofía cubre sus ojos con ambas manos para llorar profundamente, y Maggie pasa saliva. Sabe que Sof